Alexander Colby, era en extremo meticuloso en sus planteamientos de vida. Diríamos que algo cuadriculado: jamás se salía de las normas que él mismo se había impuesto. Era piloto de aviación, aunque en la actualidad no ejercía de ello, pero si estaba relacionado, y mucho, con su antigua profesión. Era director general del aeropuerto de Augusta, en Maine, y además dueño de una compañía de vuelos medios dentro del estado, pero tenía un sueño y una meta a conseguir:: cruzar el Atlántico con vuelos regulares en Europa. Tenía fé en conseguirlo, y su primera escala serían las islas Británicas, cualquiera de ellas.. Para ello, viajaba todas las semanas hasta Londres, Dublín o Edimburgo, para establecer contactos y contemplar las distintas posibilidades de negocio que hubiera.con al adquisición de alguna ruta.
¿ Cómo es físicamente Alexander? Alto de uno noventa de estatura, de complexión fuerte, cabello castaño, y ojos grises; lo que se dice un hombre bien parecido y muy atractivo para las mujeres, pues tenía labia y un gran sentido del humor, lo que se suele decir de alguien simpático. Era deportista y le gustaba el ejercicio físico al que dedicaba un par de horas diariamente. Para ello se levantaba a las cinco de la mañana y dedicaba a correr una hora, después al gimnasio que tenía en su casa y a continuación una ducha, vestirse y salir rumbo a su trabajo. Siempre seguía un mismo patrón, siempre hacía lo mismo, sin que nada ni nadie lo alterase.
Cuando entraba en el aeropuerto, desayunaba en cualquiera de las cafeterías y a continuación se daba un paseo revisando las entradas y salidas de los constantes pasajeros del recinto. Tenía ojos de águila, y nada se le escapaba. Percibía cualquier cosa extraña y fuera de contexto del transcurrir ordinario del aeropuerto. Si no percibía nada extraño, se dirigía a su despacho, y desde allí conectaba con sus más directos colaboradores, es decir, iniciaba su jornada. Y así día tras día, y año tras año, y ya eran cinco los que estaba al cargo.
También era un amante del cine y de la música, aunque pocas veces podía disfrutar de sus aficiones favoritas. Al terminar su jornada diaria a las siete de la tarde, iba a su casa, veía un poco de televisión mientras cenaba un sandwich, o algo de fruta y yogur y, a las nueve de la noche. se iba a dormir. Sus amigos más íntimos hacían chistes de su horario de ermitaño, pero a él le tenía sin cuidado que pensasen que era un "jóven-viejo".
En la actualidad, no tenía novia y no se le conocía un compromiso serio con ninguna mujer, y eso tenía un porqué: había sido plantado por su novia un mes antes de celebrarse la boda. La explicación que dio su prometida fue: <incompatibilidad con los horarios >. Estuvo a punto de caer en una depresión, porque amaba a Ruth, y lo que menos esperaba era que le dejaran al pie del altar.
Como alguien de fuerte carácter, supo superar la prueba y seguir con su vida y sus planes adelante, y aunque salía algunas veces con chicas, se hizo el firme propósito de no confiar en ninguna y no formalizar alguna relación con las féminas.
Su familia gozaba de buena posición, y ellos fueron sus animadores, cuando terminó su carrera como piloto, y quienes le influyeron a cumplir su sueño y su gran deseo: una línea de aviones comerciales. trasatlánticos.
Hemos descrito quién era Alexander, y posiblemente, más adelante, resaltaremos de nuevo, cualquier faceta de su carácter, pues eran muchas y muy variadas. Pero será cuando vayamos conociéndole más. En tiempos, antes de que su futuro como casado se desvaneciera, apreciaba salir con amigos y correrse alguna juerga que otra, pero después de aquello todo cambió, y se volvió un solitario triste y aburrido.
En ese fin de semana acudiría a casa de sus padres y comería con ellos. Sabía de antemano la conversación mientras almorzasen : su situación sentimental. Era aburridísimo, siempre lo mismo, siempre la misma pregunta, siempre inmiscuirse en su vida privada. Y siempre la misma respuesta paciente de Alexander:
- Mamá... ¿ Sabes los años que tengo ?
- Si hijo. ¡ Claro que lo sé: !. Camino de los cuarenta Te lo digo por tu bien; va siendo hora de que pienses en formar tu casa
- Ya la tengo formada, y si te refieres a que entre en ella una mujer, desengáñate, ni la quiero ni la necesito. En ningún sentido ¿ me entiendes?
-Eres muy cargante, Evelyn. Acabas de recordarle la edad que tiene ¿ Crees que no es suficiente para saber lo que quiere? No me extraña que no venga más a menudo. Eres muy pesada, querida, con el tema casamiento - reprochó su marido
- Además, mamá, hoy día no hace falta casarse. Si conociera a alguien de la que llegase a enamorarme, bastaría con que viniera a vivir conmigo, sin más complicaciones. Si nos separásemos no tendríamos problemas ni reclamaciones
- Cada día te entiendo menos, hijo
- Déjalo ya, mamá. Por mucho que insistas no voy a hacerte caso. - la respondió dándola un suave apretón en la mano.
A media tarde, pensó que ya era hora de regresar a casa. Por esa semana había cumplido con el rito obligado de visitar a sus padres. Tendría una semana por delante hasta la próxima cita. Sonreía mientras conducía de regreso a su casa. Le resultaba muy cansado siempre la misma historia, pero lo perdonaba, porque sabía que su madre lo hacía con la mejor intención. Le quería ver con una familia y convertirla en abuela, algo que ni siquiera se le pasaba por la imaginación. No se veía cambiando pañales, ni aguantando a una mujer recién parida e histérica porque el tiempo no le alcanzaba, siempre pendiente del bebe. Ante la imagen de ese cuadro , se dijo así mismo: < No ni hablar >.
Cuando entraba en el aeropuerto, desayunaba en cualquiera de las cafeterías y a continuación se daba un paseo revisando las entradas y salidas de los constantes pasajeros del recinto. Tenía ojos de águila, y nada se le escapaba. Percibía cualquier cosa extraña y fuera de contexto del transcurrir ordinario del aeropuerto. Si no percibía nada extraño, se dirigía a su despacho, y desde allí conectaba con sus más directos colaboradores, es decir, iniciaba su jornada. Y así día tras día, y año tras año, y ya eran cinco los que estaba al cargo.
También era un amante del cine y de la música, aunque pocas veces podía disfrutar de sus aficiones favoritas. Al terminar su jornada diaria a las siete de la tarde, iba a su casa, veía un poco de televisión mientras cenaba un sandwich, o algo de fruta y yogur y, a las nueve de la noche. se iba a dormir. Sus amigos más íntimos hacían chistes de su horario de ermitaño, pero a él le tenía sin cuidado que pensasen que era un "jóven-viejo".
En la actualidad, no tenía novia y no se le conocía un compromiso serio con ninguna mujer, y eso tenía un porqué: había sido plantado por su novia un mes antes de celebrarse la boda. La explicación que dio su prometida fue: <incompatibilidad con los horarios >. Estuvo a punto de caer en una depresión, porque amaba a Ruth, y lo que menos esperaba era que le dejaran al pie del altar.
Como alguien de fuerte carácter, supo superar la prueba y seguir con su vida y sus planes adelante, y aunque salía algunas veces con chicas, se hizo el firme propósito de no confiar en ninguna y no formalizar alguna relación con las féminas.
Su familia gozaba de buena posición, y ellos fueron sus animadores, cuando terminó su carrera como piloto, y quienes le influyeron a cumplir su sueño y su gran deseo: una línea de aviones comerciales. trasatlánticos.
Hemos descrito quién era Alexander, y posiblemente, más adelante, resaltaremos de nuevo, cualquier faceta de su carácter, pues eran muchas y muy variadas. Pero será cuando vayamos conociéndole más. En tiempos, antes de que su futuro como casado se desvaneciera, apreciaba salir con amigos y correrse alguna juerga que otra, pero después de aquello todo cambió, y se volvió un solitario triste y aburrido.
En ese fin de semana acudiría a casa de sus padres y comería con ellos. Sabía de antemano la conversación mientras almorzasen : su situación sentimental. Era aburridísimo, siempre lo mismo, siempre la misma pregunta, siempre inmiscuirse en su vida privada. Y siempre la misma respuesta paciente de Alexander:
- Si hijo. ¡ Claro que lo sé: !. Camino de los cuarenta Te lo digo por tu bien; va siendo hora de que pienses en formar tu casa
- Ya la tengo formada, y si te refieres a que entre en ella una mujer, desengáñate, ni la quiero ni la necesito. En ningún sentido ¿ me entiendes?
-Eres muy cargante, Evelyn. Acabas de recordarle la edad que tiene ¿ Crees que no es suficiente para saber lo que quiere? No me extraña que no venga más a menudo. Eres muy pesada, querida, con el tema casamiento - reprochó su marido
- Además, mamá, hoy día no hace falta casarse. Si conociera a alguien de la que llegase a enamorarme, bastaría con que viniera a vivir conmigo, sin más complicaciones. Si nos separásemos no tendríamos problemas ni reclamaciones
- Cada día te entiendo menos, hijo
- Déjalo ya, mamá. Por mucho que insistas no voy a hacerte caso. - la respondió dándola un suave apretón en la mano.
A media tarde, pensó que ya era hora de regresar a casa. Por esa semana había cumplido con el rito obligado de visitar a sus padres. Tendría una semana por delante hasta la próxima cita. Sonreía mientras conducía de regreso a su casa. Le resultaba muy cansado siempre la misma historia, pero lo perdonaba, porque sabía que su madre lo hacía con la mejor intención. Le quería ver con una familia y convertirla en abuela, algo que ni siquiera se le pasaba por la imaginación. No se veía cambiando pañales, ni aguantando a una mujer recién parida e histérica porque el tiempo no le alcanzaba, siempre pendiente del bebe. Ante la imagen de ese cuadro , se dijo así mismo: < No ni hablar >.
Y así, analizando el panorama que acababa de visionar, llegó hasta su casa , y entró en el garaje en el que aparcaría su lujoso automóvil.
RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora: rosaf9494quer
Edición_< Diciembre de 2017
Ilustración< J Dornan < Alex Bramail
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