viernes, 1 de marzo de 2019

Nunca logré olvidarte - Capítulo 2 - Noche loca en Nueva York

Ya estaba en Nueva York.  La borágine de gente que iba y venía le mareaba un poco.  Sacramento era más tranquilo, pero aquí la vida palpitaba constantemente. Tomó un taxi y pidió que le condujera al Hotel Plaza.  Hubiera querido hospedarse en el Waldorf, pero lo habían cerrado.  Su madre le había hablado mucho de ese mítico hotel neoyorquino en donde  sus padres se hospedaban cada vez que viajaban a esa ciudad.  No le importó demasiado;  no guardaba buenos recuerdos de su familia por parte de madre.  Ni tampoco de la de su padre, ya que había sido criado en una casa de acogida.  Se podría decir que era un chico sin a penas familia; bueno en realidad sólo tenía a su madre y a Willy.

En alguna ocasión, de pequeño, Alice le habló que tenía abuelos, tíos y primos, pero no conocía a ninguno y tampoco tenía interés en ello, y esa circunstancia no le alteraba el pulso en lo más mínimo.

Entró en la recepción del hotel con paso seguro y se dirigió al mostrador  y solicitar la habitación que tenía reservada desde hacía días. Era el regalo de su madre por su buen comportamiento y como premio a su palabra dada. Quería lo mejor para él, y para ello le abrió una tarjeta platino  para que dispusiera de todo el dinero que precisase:  era un buen chico y merecía su total y absoluta confianza en que no lo mal gastaría, pero tampoco se privaría de nada.  Se lo merecía.

Una vez instalado sacó de la maleta el libro que le regalara Willy y en el índice buscó con impaciencia las discotecas, sus direcciones y cuáles eran las más afamadas .  Tras repasar una por una en internet de su portátil el aspecto que tenían, se decidió por  Lavo, ya que era de las más acreditadas.  Estaba impaciente por sumergirse en la noche  de la ciudad que nunca duerme.  Se duchó  y se puso una ropa más aparente que unos simples vaqueros y una camiseta, que había llevado durante el viaje.

James era un chico alto que había practicado deporte en la universidad, y por tanto su cuerpo estaba bien formado.  De cabello castaño oscuro, ojos azules y un hoyuelo en la barbilla que le daba un aspecto muy atractivo.  Era de sonrisa fácil, simpático y cortés.  Todos quienes le conocían le decían que era un chico de los que hay pocos en la actualidad.  Respetuoso y sumamente educado cuando trataba con las chicas.  Por todo ello, era el preferido por ellas en su círculo de amistades, además de una excelente posición económica.
 Cuando llegó al vestíbulo, más de una mirada femenina se volvió para mirarle creyendo que se trataba de un actor de Hollywood, incluso la recepcionista,   que ahora permanecía en el mostrador atendiendo a los huéspedes.

Al portero de la entrada solicitó le buscara un taxi que le llevase primero al restaurante Cipriani.  De ese modo haría hora para acudir después a la discoteca.  Estaba acostumbrado a la carne, y por este motivo, pidió pescado para cenar.  Observaba que alguna dama de las mesas cercanas a él, de vez en cuando le miraban con extrañeza,  seguramente intrigadas porque  un hombre tan apuesto cenase solo en Nueva York.  Quizá pensaran que era extranjero, y en cierto modo  no se equivocaban ya que era la primera vez que visitaba esa ciudad.

Se paró ante la entrada  de la discoteca que lucía rótulos luminosos de cambiantes colores. Entró y de lleno se encontró con la estridente música y las convulsas parejas que bailaban al ritmo que marcaba  la agitada canción que en ese momento hacía las delicias de todos.  Un gentil camarero le condujo hasta una mesa en un rincón de la sala.  Pensó que si hubiera vestido con otra clase de indumentaria, hubiera tenido que pasar la velada sentado en la barra, y creyó que el refrán castellano de que " el hábito hace al monje " era verdad en toda su extensión.  Pidió un Gintonic y dio al camarero una suculenta propina  por haberle situado en un lugar preferente.

La música cambiaba, las parejas en la pista también, y era la hora de las baladas de la música suave en que las cabezas se juntan, los cuerpos se acercan y el silencio reina entre la pareja, o sólo habla el hombre al oído de la mujer.  Conocía la balada que sonaba en la orquesta pequeña que actuaba en ese momento.  Era la música de Lord Hurón The night we met.  La tenía en su coche y cada vez que viajaba la ponía en la radio. Le gustaba esa música y cada vez que se duchaba, la entonaba con su estruendosa voz. ¿ Hablaba de amores perdidos? Posiblemente, pero le encantaba.  Y sus notas le hicieron mirar al frente, hacia una mesa ocupada por tres chicas que no sabía muy bien si discutían o reían de algo.  Se fijó en una de ellas, la más joven.  Era un chica preciosa ¿ cuántos años tendría ?  ¿veinte acaso?.  El llevaba su copa a los labios, cuando ella miró al frente también, y sus ojos se cruzaron. Con un movimiento instantáneo, sin pensarlo, alzó su copa en dirección a la muchacha en un brindis., que ella premió con una fugaz sonrisa.

Las amigas se dieron cuenta de lo sucedido y se quedaron mudas suspendiendo lo que quiera que hablasen. Una de ellas cuchicheó algo al oído de la muchacha y la azuzaba el brazo como indicándola algo que la hizo fruncir el entrecejo en señal de disgusto

- No deja de mirarte- la decía su amiga- Y le has sonreído. Es un bombonazo y quiere ligar contigo
-- No seas absurda. ha sido simplemente un cumplido
- Yo que tu le daría las gracias.  Un especímen como ese no se ve todos los días
- Queréis hacer el favor de callaros. No voy a responder.  Se ha terminado la cuestión
- No me digas que aún piensas en el bobo de Stephen
- No, no pienso en él, ni mucho menos.  Pero tampoco me voy a enrollar con el primero que se presente
- Te digo que si yo fuera, con ese me enrollaría de inmediato - dijo dirigiéndose con la barbilla a James
-Puedes hacer una cosa. Vamos a ver ¿ te gusta ? - comentó la otra amiga
- No está mal- respondió ella
- Bien, pues acércate hacia él mostrándote ofendida por el gesto y remarcando que no eres de esas chicas que desea ligar a la primera.  Eso no falla

James estaba intrigado, pues presentía que la conversación se tornaba algo enrarecida, lo que menos podía pensar es que fuera él,  el centro de ese huracán.  Al cabo de un rato, Se levantó de la mesa y fue en dirección a James, que con sorpresa se puso de pié cortésmente.

- Buenas noches ¿ puede decirme que ha querido decir con el brindis?
- ¿ Con el brindis? ¡ Nada ! Era un simple homenaje a su belleza, nada más
- Yo no soy de esas chicas que desean ligar a toda costa ¿ sabe ?
- Por favor.  No he querido ofenderla  en absoluto.  Fue, como la he dicho una simple galantería
- ¿ Es usted inglés?
- No en absoluto, soy americano.  De California. ¿ Por qué no se sienta y tranquilamente trato de explicarla lo sucedido ?
- Estoy con mis amigos, y además parecería que es cierto que lo que busca es ligar conmigo.
- Está bien. De nuevo la pido perdón.
- De acuerdo, le perdono.

Se giró para marcharse, pero se detuvo a medio camino y girándose le dijo


- ¿ Por qué no vienes a nuestra mesa con nosotras. Mis amigas son muy divertidas y así las explicas lo que ha significado todo este lío
- Por mí encantado.  Como podrás ver, estoy solo.  Está bien

Llamó al camarero y le indicó que se cambiaba de mesa y que sirviera a  las señoritas lo que ellas desearan, pero rectificó al instante

- Oh mejor, lleve una botella de champán y cuatro copas ¿ Te parece ? - dijo dirigiéndose a la muchacha.
-Si, muy bien

Las amigas no daban crédito a lo que estaba sucediendo. Venían hacia ellas y a pocos pasos detrás, el camarero con una botella de champán  y cuatro copas. ¿ Sería verdad, que al fin, había ligado con ese guapo hombre?

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