miércoles, 12 de enero de 2022

Mundos opuestos - Capítulo 31 -El pensamiento de Aera Min Ho

 Alba sentía en su interior algo que no la gustaba. El comportamiento de su hija no era normal en ella que, siempre se muestra algo indiferente ante las amistades de sus padres. Se escabulle siempre que puede. Pero hoy, ante Dong Yul, había sido de coqueteo más que de otra cosa. Se había arreglado cuidadosamente, y no le quitaba la vista de encima, observando hasta el más mínimo gesto de él. Por un lado reconocía ese comportamiento en una adolescente que está despertando a la vida, pero sería normal con un hombre de su edad, El primo era casi de la misma edad de su padre ¡ Por Dios !

Decidió poner remedio cuanto antes a ese brote de femineidad que había surgido inesperadamente en ella. Había salido con unas amigas, así que en cuanto regresara, hablaría seriamente con su hija., no para abroncarla, sino para abrirle los ojos ante ciertas actitudes observadas.

 Al igual que Alba, el primo se había dado cuenta de ello. No en vano era un hombre "muy corrido", como suele decirse de los picaflores. Pero lejos de molestarle, le hizo gracia y hasta le enorgulleció que, a pesar de su edad fuera capaz de captar la atención de su prima segunda. Rió mientras lo pensaba:

— Es una bella y alocada jovencita que despierta . No seas iluso. A tu edad no despiertas ninguna pasión, simplemente ella nace a la vida.

Pero echó la vista atrás y recordó cómo comenzó su apasionamiento por Alba ¿ Acaso no era  lo mismo? La diferencia es que era una persona adulta y podría controlar sus emociones, como así ha sido durante tantos años. Pero en esa comida, al verla de nuevo al cabo de cierto tiempo, las mariposas de su estómago se revolucionaron. Por eso principalmente, puso distancia entre ellos, porque no deseaba tener tentaciones cerca, aunque mucho se temía que hubiera salido trasquilado, ya que Alba bebe los vientos por Dae y todos los hombres que la rodeen son de adorno.

 Pero la pequeña Aera, era una mujercita, en ciernes, de lo más apetitosa. Era una belleza en la que se conjugaban los rasgos de ambos padres, formando una raza aparte, pero con una belleza propia. Cuando pasen los años, y alcance cierta madurez, será un espectáculo de mujer.

Todo eso lo pensaba mientras se dirigía al hotel en el que se hospedaba, con la vista perdida en la gran  ciudad en que se había convertido Seúl. Pero le agobiaba un poco el bullicio  de la ciudad. Las prisas de sus habitantes siempre llegando tarde a cualquier sitio. Y echó de menos aquel rincón malagueño en  donde transcurría su vida lenta y tranquilamente desde hacía algunos años. Comprendía perfectamente que sus padres hubieran fijado su residencia allí.

Retirado como estaba de los negocios directamente, sin tener a nadie con quién compartir su vida se había dado a verla pasar y haciendo lo que más le apeteciera. Era un apuesto cuarentón, pero con su corazón lleno por una sola imagen inalcanzable. Y por un instante. Sólo por una fracción de segundo, llegó a su memoria la imagen de Aera, algo que rechazó de inmediato:

— ¡ Podía ser mi hija ! Me he vuelto loco. Sólo ha sido vanidad por mi parte. El comprobar que aún soy capaz de levantar pasiones . ¡ Es una locura que no cometeré ! Debo un respeto a esa familia. Me andaré con ojos porque la veo muy lanzada. Cierto es que  a penas me ha dirigido la palabra durante la comida, pero me miraba de una forma... No... Son apreciaciones mías reflejo de estar donde estaba y con quién estaba. Eso me hace pensar que he de regresar a casa antes y con antes. No deseo problemas ahora, después que llevo evitándolos media vida con la madre. No, ni hablar. Regresaré de inmediato, aunque no me apetece nada, pero he de hacerlo.

Efectuó una llamada a Dae anunciándole que debía regresar a casa para solucionar algún problema doméstico:

— ¿Pero así, tan rápido?

— ¡Ya! Pero he de hacerlo. Prometo que volveré pronto. Estaremos en contacto. Lo he pasado muy bien con vosotros. Díselo a Alba y discúlpame con ella

— No te preocupes. Soluciona lo que sea y no tardes tanto en volver. Te queremos ¿ Lo sabes?

— ¡ Claro que lo sé ! Te prometo que lo haré con más frecuencia.

Ambos primos colgaron a un mismo tiempo. Dae sabía que era una excusa y que quizás al ver de nuevo a Alba, afloraran sus sentimientos hacia ella. Desde siempre lo había sabido. No sólo porque Alba le comentara algo, sino por propia intuición. Sabía que no había nada entre ellos, sólo que su primo se había enamorado de su mujer. Nunca comentó nada, ni siquiera con ella, porque estaba muy seguro de la firmeza de ambos, especialmente de su mujer que sólo tenía ojos para él.

Pero ahora... La clave había estado en la comida. Lo comentaría con Alba. Hacía un repaso de lo sucedido en ella y todas las alarmas sonaron a un tiempo al recordar el comportamiento de Aera. Le costaba comprenderlo, pero su intuición le decía que ahí estaba la clave de todo. Si Dong Yul fuera más joven, estaría encantado, a pesar de ser medio parientes, pero casi era de su misma edad. Demasiados años de diferencia. Lo hablaría con Alba a ver ella qué opinaba. 

Ignoraba que su mujer se había percatado de todo y estuvo de acuerdo con él cuando, ya en la cama, ambos esposos comentaron la rápida marcha del primo y la reacción que tuvo su hija al saberlo. No había duda: Aera había despertado al amor con quién no debiera.

La discusión entre madre e hija por el mismo tema, había sido épica. Ya no había ninguna duda de que estaban en lo cierto y Dong Yul se había dado cuenta también. Esa era la excusa para partir rápidamente. Era la primera discusión agria entre madre e hija, pero enérgicamente, dejó claro a la chica, que era imposible y que había quedado en evidencia ante él.

— Las cosas no son así, hija mía. Búscate un chico de tu edad, es lo lógico, pero no con una persona que, además de ser pariente cercano, es mayor que tu padre. Sería lógico en alguien de tu edad, pero ¿él? Además no sabes si está comprometido con alguien en España, que será lo más probable. Lleva tiempo viviendo allí y seguro que alguna muchacha le ha enamorado

— ¡ Mamá ! ¿Por qué eres tan cruel?

— No soy cruel, hija mía. ¡Ojalá, él tuviera veinte años! Te aseguro que no estaríamos hablando de esto, pero triplica casi tu edad. Además, ¿sabes si a él le gustas? Porque el amor es cosa de dos

Aera, en el fondo, reconocía que su madre tenía razón, pero ese sentimiento que había brotado de improviso en ella, no lo podía controlar. Ya no la gustaría ningún chico de la panda de amigos. La obsesión por el pariente, inundaba toda su cabeza¡ Si al menos pudiera despedirse de él...! Pero no conocía su hotel ni cuando regresaría a España.

Se creia la mujer más desgraciada del mundo. Se encerró en su habitación sin querer ver a nadie, llorando desesperadamente. Esa actitud mortificaba a los padres y, lamentaban profundamente que su hija se hubiera enamorado de quién no debía y les daba miedo que, por su impetuoso carácter cometiera una locura no sabían muy bien de qué calibre.
Se trataba de su hija de la que estaban muy orgullosos, por todo lo que ella representaba en sus vidas y les mortificaba la situación que les ocupaba, pero era la única alternativa. No era posible un amor en esas circunstancias. Además había que contar con él. ¿Sería su inesperada partida a que él también tuviera los mismos sentimientos que Aera? No era posible. Él era un hombre de mundo.

Dormitaba en su asiento de primera clase, en el avión que de nuevo le llevaría a España. Tenía muchas horas por delante para reflexionar sobre lo ocurrido en ese repentino regreso. Llegaría a Madrid y, probablemente permanecería en la capital unos días. Le apetecía recorrer la ciudad que conocía bien. Después en un avión hasta Málaga regresaría por carretera hasta Mijas. Llegaría cansado, pero en el fondo se alegraba. De esta forma no pensaría en la anécdota ocurrida y motivo de su pronto regreso a casa. ¿ Como reaccionaría la joven al conocer su partida? Sonrió débilmente al imaginar las protestas de la muchacha. ¿O no? ¿Por qué era tan presuntuoso? 
En Andalucía le esperaba Macarena, la joven malagueña con quién había salido en algunas ocasiones. Con ella había pasado alguna agradable velada. Se entendían bien. Además era la clásica mujer andaluza simpática, ocurrente,  y presta con alguna ocurrencia. Y la imagen de la española, borró por algunos instantes la de la joven pariente, hija de la que fuera siempre su ideal de mujer.

Mientras esto ocurría, lejos de allí, en Seúl, se desataban  las polémicas con la hija mayor. No quería salir de su habitación y lloraba sin cesar. Habían truncado su primer y  único amor. Ella no tenía la culpa de que ese hombre fuera tan atractivo y de haberse enamorado de él. Por muchas recomendaciones que la hicieran los padres, todo era inútil. Se sentía la chica más desgraciada del mundo.
Les esperaban días de desconcierto y de peleas. Los chicos más jóvenes,  ni siquiera preguntaban por qué  su hermana no salía de la habitación y estaba tan enfadada con sus padres, como si ellos hubieran interferido en su decisión de encapricharse de un hombre mucho mayor que ella.
Ellos no fueron quienes tomaron la decisión de regresar a España, sino de él mismo.  Seguramente es que Aera, se daba cuenta de que todos tenían razón, y esa certeza no sólo la enfurecía sino que lo pagaba con sus padres, cuando ellos no intervinieron para nada en el asunto.

Habían pasado más de quince días desde la famosa comida familiar. Aera parecía que se iba calmando poco a poco, y por eso, los padres respiraban aliviados. No habían vuelto a saber mas de él, y en esa ocasión, no deseaban tener noticias, al menos hasta que transcurriera algo más de tiempo y la joven enamorada recobrara la cordura de una vez.

A miles de kilómetros de distancia, Dong Yul, sentado sobre una barca varada en la playa, repasaba lo vivido en su país. Sonreía divertido y miraba de vez en cuando, en todas direcciones. Tenía una cita con una chica morena de piel y pelo, con sonrisa permanente y un gracejo habitual en las gentes de aquél lugar. Esperaba a Macarena.

Habían reanudado su frágil relación. Analizaba sus sentimientos por ella y se había dado cuenta de que, no eran excesivamente profundos, pero que ella le hacía feliz. Era un mujer explosiva, de risa fácil e ingenio suficiente para encandilar al mundo. Se vio junto a ella e hizo balance. Tendría que pensarse una relación en serio con ella, si aceptaba. Tenía treinta y tantos años, la edad adecuada en una persona, para saber lo que hace. Mecánicamente hizo comparación entre ambas mujeres, es decir Alba, Aera y Macarena. Desechó de inmediato a la hija de Alba, por la edad y, además por ser la hija de quién era: de dos personas importantes en su vida. Decididamente  se pensaría mejor lo de unirse a la andaluza.
En principio sería convivencia: ella no tenía complicaciones amorosas. Vivía sola, él lo mismo. ambos solitarios. Podrían muy bien juntar sus soledades y transformarlas en algo más importante y vital. Era una idea que desde hacía días, rondaba por su cabeza. Al menos lo pensaría hasta no estar seguro de ello. Si ella aceptaba el plan lo llevaría adelante.

La vió caminar por la orilla. Las pequeñas olas que llegaban la daban en los pies desnudos. Llevaba las sandalias en la mano y miraba al horizonte, como buscando algo o a alguien. La había llamado por teléfono para citarla en la playa y, aunque ella en un principio, rechazó la cita,  Dong Yul se escuchó su propia voz insistiéndola en ello.

Se la notaba como enfadada y no la faltaba razón. Ni siquiera una llamada  había recibido de él a su regreso de Seúl; pensó que sólo habían sido pocos días. Pero esa no era la percepción de Macarena. Presionada por su insistencia, la andaluza cedió porque en el fondo lo estaba deseando.


Llevaban saliendo juntos desde hacía tiempo, aunque sus encuentros eran esporádicos, nada serio, al menos por la parte del hombre. La gustaba mucho ese oriental y presentía que alguien tan apuesto, educado, caballeroso y generoso, no permanecía soltero porque sí. Algún secreto escondía en su interior y mucho se temía que era de faldas. Seguramente algún amor no correspondido.
Sin embargo ella no tenía esqueletos en el armario. Había decidido permanecer soltera siempre. Sus padres se habían llevado fatal  y ella se juró que no pasaría por ese calvario. Se lo había jurado así misma, hasta que apareció el coreano y dejó de pensar en eso para hacerlo en otro terreno que nunca llegaba.

Estaba indecisa en aceptar su invitación a comer en algún chiringuito de la playa, en donde pudieran charlar tranquilamente de muchas cosas. Ella lo deseaba, pero al mismo tiempo se daría a valer. Por mucho que la interesara, no diría sí a las primeras de cambio, y tras insistir aceptó la invitación.

Y esa era la situación: iba camino de encontrarse con él. Su corazón daba saltos al tener la oportunidad de poder verle. Le había extrañado que el viaje tan largo, fuera tan breve. Presumía que había ocurrido algo, pero no quería saberlo. No haría preguntas, pero le escucharía si él se decidía a abrir su corazón





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