Altamente emocionante se celebró en el ayuntamiento de Mijas el enlace de Macarena y Dong Yul, ambos contrayentes muy emocionados, se dieron el sí quiero y, Dong Yul se atrevió a decir unas palabras en castellano y en coreano que todos entendieron perfectamente. Dae fue su testigo y otro amigo español. De parte de Macarena un cuñado y su sobrino Alejandro.
Al besar, a la ya su esposa, irrumpieron en aplausos los allí presentes. Dae se emocionó recordando su boda, solitaria en la embajada de Corea en Madrid. No tuvieron más que los testigos de la secretaria y su amigo y, el embajador que fue quién los casó. Ni siquiera tuvieron a penas luna de miel. Le debía ¡tantas cosas a Alba!, que hasta ahora, en ese momento, no se había dado cuenta.Miraba a su primo, el mujeriego, enamoradizo que, había sido conquistado por una alegre y bella mujer andaluza casi de su misma edad. Ambos contrayentes rebosaban felicidad, y eso le alegró. Quería a su primo, y se alegraba de que al fin, encontrara en esa mujer la compañía que necesitaba y al fin, sentara la cabeza.
El banquete de celebración se hizo en un restaurante altamente cualificado. No eran muchos invitados, sólo los más íntimos y allegados, pero estaban todos los que debían estar.
Junto a Dong, se sentaron Dae y Alba. Al otro lado las hermanas de Macarena y repartidos los sobrinos de ambos cónyuges. Aera tuvo compañero de mesa a Alejandro, ya que era el único chico que conocía. Sus hermanos más atrevidos se mezclaron con algún que otro sobrino y sobrinas de Macarena.
Al día siguiente irían a la playa. Descansarían ese día y al siguiente saldrían rumbo a Santiago de Compostela, haciendo un alto en el camino en la provincia de Valladolid para visitar a sus amigos del refugio que las atendieron antes de regresar a Seúl. Esa era una historia que no conocían y, que nunca se ocuparon de conocerla. Lo dieron por aceptado y eso fue suficiente. Sobre todo Aera, sospechaba que detrás de ella, habían algo que nunca les contaron. Quizás ahora se enterarían de cómo sucedió todo.
Antes de salir de viaje, llamó a Alejandro. Tenían poco tiempo, ya que el coche alquilado para tal efecto acababa de llegar, pero se resistía a despedirse. Lo hicieron con la promesa de que al llegar a Seúl le escribiría y llamaría por teléfono.
Aera se acordó lo que la dijo su madre: "Cualquier día, y por cualquier motivo, conocerás a un chico que será el amor de tu vida. Los designios del destino, no intentes descifrarlos, porque nunca lo conseguirás".
Notaba la loción que él llevaba y, Alejandro el exquisito perfume de ella. Querían grabarlo en su memoria para recordarlo cuando estuvieran separados. ¿Separados? Era como si , de repente, se diera cuenta que, desde Santiago, irían directamente a Madrid y desde allí en vuelo directo a casa. No le volvería a ver más. Otro desengaño de nuevo ¿Por qué la vida era tan cruel con ella? Tendría que hacer algo. El pensar que nunca le volvería a ver le hacía daño, mucho daño. Ni siquiera les había dado tiempo a trazar planes para seguir viéndose. Estarían demasiado lejos. Separados por miles de kilómetros. Ambos estudiando y ninguna vacación a la vista. No soportaría su ausencia. Estaba segura de ello,y esto no sería una chiquillada, sino algo más profundo y fuerte.
Aquella noche sería la última que pasarían en Andalucía, ya que al día siguiente partirían desde Málaga a Madrid y allí emprenderían otro periplo recorriendo parte de El Camino. ¿Qué interés tenía ella en el dichoso Camino? Eso era cuenta de ellos. Alguna historia habrían tenido sus padres para querer vivirlo nuevamente ¿Visitar a una señora que les ayudó? ¿A quienes? ¿A su madre y a ella? ¿Por qué? ¿Dónde estaba su padre? Nunca pensó que en su familia hubieran secretos, pero los había. e enteraría tarde o temprano ¿Por qué no ahora?
Creía que no era el momento oportuno. A sus padres se les veía felices y nerviosos. Sería algo importante para ellos. No quería ser egoísta y dejarles disfrutar, pero es que ella no le vería nunca. Tenían muchas cosas de las que hablar y no tenían tiempo.
Se habían intercambiado sus direcciones y números del móvil. También tenía Internet y video conferencia. Se verían por ese medio, aunque no era lo mismo. Y dándole vueltas as la cabezase quedó dormida.
De nuevo Madrid. Mientras Dae confirmaba el alquiler de un nuevo vehículo, Alba y sus hijos se dedicaron a ir de compras. Tenían que llevar algún regalo a los abuelos y, al mismo tiempo pasear con ellos por los lugares tan queridos que formaron parte de su vida.
Gran Vía, Puerta del Sol, Cibeles, El Paseo del Prado... Todo ello conocido por ella, pero no por sus hijos. Eran rincones muy importantes en su vida. Estaban cerca del hotel. Los chicos se mostraban interesados en conocer todo, sin embargo Aera se la veía tristona, y Alba se dió cuenta de ello, aunque no quiso comentar nada. Sólo pensaba en su interior: " hija, qué adolescencia tan complicada estás teniendo".
Aera iba muy callada durante el trayecto desde Madrid hasta Valladolid. A los chicos les impresionaba el paisaje, pero ella iba con la vista fija en no se sabía donde y quieta, muy quieta. Ni la conversación que mantenían con sus hermanos, ni los comentarios de los chicos, la sacaban de su ostracismo, Tenía la mente en un solo lugar, en una sola persona.
Tomaron el camino que les llevaría directamente al refugio. A ese lugar testigo de aquella etapa de la que nada sabían sus hijos, aunque Aera sospechara que algo extraño había ocurrido entre ellos y, que alguna vez tendrían que contar.
De nuevo las casas solariegas estaban ante ellos. Todo igual, como si el tiempo se hubiera detenido. Dae aparcó el coche en la Plaza Mayor. Alba salió del vehículo y, apoyada en él, comenzó a recorrer con la mirada las casas que, de repente la trasladaron a dieciocho años atrás. El Ayuntamiento, la escuela sin casi niños, el bar, la casa del médico, ya jubilado y, otro más joven en su lugar. Ese médico comprensivo y discreto que no hizo preguntas de cómo ni por qué, simplemente diagnosticó que Aera se estaba desarrollando dentro de ella.
Dae se daba cuenta de la emoción que sentía, aunque él no viviera esos momentos tan difíciles para ella, pero conociéndola, imaginó las amarguras que debió pasar entonces. Puso su brazo sobre los hombros de ella y la atrajo hacía sí, besando sus sienes. Alba recostó su cabeza sobre el hombro de él y unas lágrimas de emoción salieron de sus ojos.
A pesar de que no tenía ánimos para nada, esos interrogantes hacían que sospechara que algo trascendente habría ocurrido, y quería saberlo. Pero la tristeza, la rabia... no la dejaban razonar con normalidad. Decidió también ella, salir del coche. Se alejó un par de metros y comprobó que su móvil tenía cobertura. La tenía y, decidió llamar a Alejandro para anunciarle que ya habían llegado a un lugar remoto, perdido en mitad de la nada en donde se supone que ella había nacido.
— No debes enfadarte. Si tus padres tenían empeño en ir hasta allí, seguro que fue importante para ellos. Has de ser un poco más flexible con la vida de los demás, si quieres que ellos lo sean contigo. Disfruta cuanto puedas y sobre toco, piensa que tu madre hace años que no ha vuelto y probablmente tenga recuerdos y desee volverlos a vivir.
— Lo sé. Solo que...
—¿Que? Te echo de menos. Parece mentira, pero has dejado profunda huella en mí.
— ¿Es verdad? ¿Me lo dices en serio?
— Te lo digo tan en serio como la luz que nos alumbra
— Yo también me acuerdo de tí. ¿No crees que es imposible?
—¿Por qué? Yo me he enamorado de tí
—¡Oh Alex! Yo también. Pero es que todo es muy difícil
— Nada es imposible, pequeña. Dame la dirección de donde estáis. Iré a veros este fin de semana.
—¿En serio? ¿De verdad?
—Si, pequeña tirana. Quiero verte. Necesito verte.
La rueda de la fortuna gira una y otra vez y, el hombre es hombre. De nuevo se vuelven a vivir las mismas cosas, o muy parecidas. Mientras el hombre y la mujer pisen La Tierra, seguirán dándose los casos de enamoramiento ¿Precoz? O cuando tuvieron que ocurrir, simplemente ocurrieron.
Exultante de alegría, corrió hacia donde estaban sus padres agitando en el aire el teléfono móvil. con la buena nueva que Alejandro había anunciado. Esperaría unos días y estaría con él. Lo malo sería que, después de ese encuentro, llegaría el adiós definitivo. Pero en eso, de momento, no quería pensar. Sólo en que dentro de poco se volverían a ver.
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