Capítulo 32 - Abuelos y nietos
Aileen pensaba y pensaba a solas en
la habitación del hotel. Se había despertado temprano, pero seguía sola en
ella. Sonrió levemente, imaginando lo ocurrido entre sus padres. Movió la
cabeza al tiempo que sonreía. Seguramente creyeran que por ser joven no
entendía de asuntos amorosos. La vida de ellos había sido muy azarosa a pesar
de amarse. Sería la hora de poner las cosas en su sitio. Imaginaba una casa con
ellos cuatro viviendo en ella. ¿Cómo sería su hermana? ¿La aceptaría? ¿Y Kwan
como padre? Ese día había estado pendiente de ella totalmente, como si quisiera
recuperar en un día la ausencia de diecisiete años.
Su mirada iba indistintamente a su
madre también y, al hacerlo se le veía emocionado. Sintió una punzada de dolor
por ellos ¿Cómo había sido posible que resistieran tanto tiempo sin verse, si
se notaba a la legua que estaban locos el uno por el otro? ¿Qué sacrificio les
obligaron a hacer? Si ella no hubiera intervenido pidiendo a su madre conocer
la verdad de su origen, probablemente nunca volverían a verse. Y ese
pensamiento le partía el corazón, porque su madre había renunciado a la vida
por ella y por el recuerdo de aquel hombre invisible a la que amaba desde
siempre.
Se alegraba de que todo lo hubieran
resuelto esa misma noche. Hablarían
largo y tendido. Y después…
No se equivocaba. Ambos permanecían
en el lecho, sus manos entrelazadas mirándose a los ojos fijamente. No
necesitaban hablar para expresar lo que esa noche había significado en sus
vidas. Kwan la atrajo hacía el besándola en el frente desbordado por el amor
que sentía. ¿Cómo había sido posible que esa diminuta mujer completase su vida
hasta el punto de no mirar a ninguna otra, porque todas eran insuficientes
frente a ella? ¿Cómo era posible que hubiese seguido viviendo sin volverla a
ver? Ahora que la había recuperado de nuevo, se preguntaba si había respirado,
si había hecho la vida normal sin ella, porque ahora, de nuevo juntos, no
podría resistirlo si tuvieran que volver a separarse.
No hablaban, no deseaban hacerlo
como si al hablar rompieran la magia del momento que estaban viviendo. Tenían
que ir al encuentro de su hija, en una habitación contigua, pero no deseaban
cortar el nexo que ellos sentían. Sabían que volverían a separarse, aunque fuera
por unos pocos días. Pero su distanciamiento había durado demasiado y no creían
poder resistir nuevamente la ausencia del otro. Sabían que uno viviría lejos del
otro, pero al menos tenían el consuelo de que, al menos él viajaría a Irlanda
para ver a su otra hija y entonces, aprovecharían al máximo el volver a estar
juntos de nuevo.
Ahora, en ese momento, no querían
pensar en el corto espacio de tiempo que les quedaba. Ninguno se atrevía a
plantearlo y, fue Kwan quién apretándola contra él comenzó a exponer los planes
que había trazado.
— —Cariño, hemos de hablar. Pienso visitar a mis padres
hoy mismo. Pero deseo que venga conmigo Aileen.
— —¿Aileen? No de ninguna de las maneras. ¡Estás loco!
Ni siquiera conocen su existencia. No quiero que pase por un rechazo.
— —No lo harán. No estando conmigo. Lo que desearía es
que tú también vinieras, pero comprendo que en primer lugar he de plantear con
ellos, a solas, la cuestión. Sé que cuando la vean no la rechazarán
— —¿Por qué? ¿Por qué tiene rasgos orientales y será
más creíble?
— —¡Naturalmente que no! Pero piensa que ni siquiera
conocen que existe. Sé que no la rechazarán y será la embajadora de las cuestiones
que les plantearé, porque junto con su presencia, les anunciaré que voy a pedir
el divorcio. Es más, daré orden a mí abogado para que se encargue de ello, pero
primero he de hablar con mi mujer. Mis padres no me preocupan. Sé que al final todo
se normalizará después de organizar un trifostio, por supuesto. Pero la
aceptarán. Lo que me produce más preocupación no son ellos ni Young Mi, sino Suni.
Recibirá dos noticias de las que no espera: nuestra separación, y el saber que
tiene otra hermana. Pero ese paso lo daremos cuando estemos en Irlanda y con
vosotras delante. Creo que iré con vosotras a Dublín, pero tendréis que
retrasar el viaje al menos dos días. De este modo concluiríamos con todas las
cosas pendientes que tenemos y al fin nos casaríamos y emprenderíamos nuestra
vida en común con total normalidad.
Amy no sabía qué decir. Lo tenía
todo muy pensado y como le conocía, sabía que no obraba a la ligera. Era como
si quisiera borrar de una vez los años de ausencia. Estaba perpleja. Siempre
iba por delante de ella, y no era esa la forma de proceder de los coreanos;
eran meticulosos y pensando muy bien los pasos que habrían de dar, antes de
lanzarse al “vacío”. Tenía prisas por retomar una vida que debió ser normal,
pero por circunstancias se torció. Pero no era hora de mirar atrás, sino hacia
adelante, al nuevo futuro que ese les presentaba. Tendrían una hija más a la
que cuidar y proteger. Comenzaba a quererla sin conocerla, sin saber de su
existencia hasta hacía pocas horas. A ambas hermanas les vendría muy bien estar
juntas. Pero no debía cantar victoria hasta no estar frente a ella. Lo más
probable es que la rechazara de plano. En definitiva, aún no sabía nada de
nuestras existencias y, conocer al mismo tiempo el divorcio de sus padres,
sería un golpe fuerte para una mentalidad tan joven como la de Suni. Tendría
que ganarse su afecto, su confianza, día a día y minuto a minuto. Tendría que
hacerla ver que no era su enemiga, ni ocupar el lugar de su madre, pero sí ser
una amiga con quién contar en horas difíciles.
Sería muy complicado mantener una
relación con tantas trabas. Seguirían viviendo como hasta ahora ¿Se acostumbrarían?
No lo creía factible. Una familia así no podía funcionar. Hay miles de cosas
que surgen a diario y debían solucionarlas en el acto, pero viviendo tan lejos,
dudaba mucho que funcionara.
Cegado por su entusiasmo no se
había dado cuenta de esa pega tan absolutamente grande. ¿Tendría que renunciar
ella a su trabajo? Aileen ¿debería dejar sus estudios para seguirlos en Corea si
acaso se mudaran a vivir allí? Pero las dificultades que tendría serían
enormes: la barrera del idioma principalmente. El aislamiento de sus amigos y
compañeros. Se sentiría extraña en un ambiente para el que no estaba
acostumbrada. ¡Dios mío, era de locos! De todo eso no habían hablado cegados
por el entusiasmo de volver a estar juntos. Pero debían hacerlo.
Se lo pintaba muy bonito, muy
bucólico, pero debía conocerlos primero, analizarles y saber por dónde ella
debía actuar. La compensaba el ver a sus padres amarse, mirarse como lo hacían.
Suplir, en definitiva, los años de alejamiento y, a pesar de todos seguir
enamorados. Por ellos bien valía la pena cualquier sacrificio y aguantar
desaires y rechazos. Al final, se impondría el bien y el sentido común.
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