Capítulo 1 - Pisando las olas
Descalza, con el pantalón remangado hasta la rodilla, caminaba lentamente posando su mirada en el horizonte. Era una mañana de primavera, pero, a pesar de estar avanzada, una ligera pero pertinaz lluvia, caía lentamente salpicando con sus gotas la arena de la playa formando pequeños círculos. De vez en cuando, algún que otro perdido rayo de sol, le daba en el rostro, haciendo que entornara los ojos levemente.
Iba sola, pues nadie más que ella, había en su entorno. No era amiga de muchos bullicios, por tanto, rehuía los grupos de personas que, con el buen tiempo primaveral, acudían a la playa en sus ratos de esparcimiento. Deseaba y buscaba la soledad. Se recreaba en sus recuerdos de juventud, felices, de esa época en que todo era más sencillo, aunque pensásemos que cualquier cosa ocurrida lo magnificáramos haciéndolo más grande de lo que en realidad era. Todas sus preocupaciones consistían en tratar de gustar a cualquier chico nuevo que estuviera en su clase, recién llegado.
Recordaba el rostro de sus
padres, ya muertos, cuando tenían toda la vida por delante y nada ni nadie les
perturbaba. Por desgracia no fue así. La situación que ahora tenía era ¡tan diferente
a la que imaginara! A pesar de todo, casi se alegraba de que no tuvieran que
vivir lo que ella vivía en el momento actual.
Sonrió al evocar el día en que,
nerviosa apremiaba a su madre para ir hasta la ciudad para que la comprase el vestido
más bello que hubiera en la tienda. Al cabo de una semana sería la gran fiesta
de graduación. Terminaba la secundaria y sería muy, muy especial. Poco a poco
se había hecho mayor, pero sus ilusiones, sus fantasías, permanecían intactas.
Hasta había veces en que, su madre se lo reprochaba con una frase que tenía
grabada a fuego en su memoria:
—Baja de esa nube, niña
Al llegar a ese recuerdo no pudo
evitar que alguna lágrima acudiera a sus ojos. ¿Qué pensaría su madre ahora?
¿En qué nube estaba subida cuando le conoció y pensó que sería el hombre de su
vida?
Nunca pensó que el amor a primera
vista existiera. “Sólo ocurre en las películas”, solía decir. Pero no fue
así. Lo iremos sabiendo más adelante.
No muy lejos de ella, divisó el
tronco de un árbol que, en su día fuera grande y bello, pero que seguramente
por el paso de los años llegó a su vejez y quizá su propietario, lo cortó
transportándolo hasta allí. Estaba anclado en la arena, firme, como si de nuevo
hubiera echado raíces.
Al llegar a su altura, decidió descansar unos
instantes. Y así lo hizo, más por cambiar de pensamientos que por cansancio.
Del bolsón que portaba, extrajo una pequeña botella de agua y bebió un sorbo,
mientras contemplaba el ir y venir de las pequeñas olas y, que el agua llevara hasta sus pies. Portaba unas sandalias en uno de sus brazos, y las dejó
a su lado para que no se mojaran. Sacó también una manzana roja y verde que,
mordisqueó lentamente.
Ese breve gesto, hizo que, de
momento, sus pensamientos se alejaran. Instintivamente acarició su tripa que ya
se le veía algo abultada. Iniciaba su quinto mes de embarazo y, su cuerpo
estaba tomando una forma muy diferente hasta la que entonces tenía. Sus caderas se tornaban más redondas y su cintura, poco a poco, iba desapareciendo. Sonrió levemente
mientras retiró la mirada del horizonte, posándola en la dirección de su mano
que, suavemente iba de un extremo a otro de su tripa, acariciando al ser que
llevaba dentro.
Pese a todo lo que aquello
significaba, no estaba arrepentida. Estaba sola en el mundo, así que, la
criatura que ahora se gestaba dentro de ella, sería su compañía mientras
viviera, porque siempre se aferraría a ella para combatir lo que la vida, con
sus sorpresas, le tuviera destinado.
Hubiera deseado con todas sus
fuerzas que el padre, estuviera en esos momentos a su lado y, juntos viviesen
ese maravilloso momento. Pero no sólo no se había dado el caso, sino que era
imposible que se diera. Les separaban miles de kilómetros y acontecimientos
sucedidos que, hacían inviables que eso ocurriera. Ni siquiera él sabría que
iba a ser padre.
Se convertiría en madre soltera,
pero no le faltaban agallas para sacar adelante esa criatura que tomaba vida,
poco a poco dentro de ella. Su situación no es que fuera de lo más halagüeña,
precisamente. Había vuelto a su tierra nuevamente, dejando girones de su auto
estima, de su vida en aquél remoto país del lejano oriente. Por un momento se
alegró de que sus padres no estuvieran allí para vivirlo. Cualquier pareja
espera ansiosa la llegada de su primer hijo. Éste no había sido buscado, ni
deseado en ese momento, pero ahí estaba. Lo habían concebido en una noche de
loca pasión, cuando, nadie auguraba el desenlace de aquel amor apasionado.
Una ola algo mayor que sus
hermanas, llegó hasta sus pies trayéndola de nuevo al hoy, al aquí y al ahora.
Ya no servían de nada los lamentos, aunque los sentía, pero al menos, la consolaba
el saber que su hijo la escuchaba, porque era el único ser portador de sus tristezas,
enfados y desesperaciones.
Al ocurrir su desastre, no dudó
ni por un instante, regresar a su país. Es irlandesa y, por tanto, el mar está
muy presente en su vida. Siempre le había atraído. Sentía su llamada estuviera
donde estuviera. Era el lugar en donde había nacido, crecido y en donde
reposaban sus padres. Allí nacería su hijo. Faltaba poco para saber el sexo.
Aunque le daba lo mismo, en su interior libraba alguna que otra lucha; deseaba
fuese niña, aunque, por otro lado, decía que mejor varón, así no tendría que
cargar con las dudas e inconvenientes que ella sufría ahora, en el caso de que
su pequeña se quedase embarazada y el padre de su hijo no la hiciera ni caso.
Se estaba adelantando a los
acontecimientos. Pero no podía evitar dejar volar su imaginación volviendo a
vivir cómo empezó todo y cómo concluyó. Al llegar a esa parte, movió vivamente
la cabeza como para desterrar recuerdos. No quería volver a vivirlos, por
tanto, guardo el resto de manzana y la botella de agua y, levantándose de
improviso, decidió volver a casa.
Miró hacia arriba y contempló que
el cielo, ahora tenía algunos claros azules, que la lluvia había cesado y que
los rayos del sol eran más luminosos. Sentía su ropa mojada, algo que hasta entonces
no se había dado cuenta, sumida como estaba en sus recuerdos.
Lentamente se apoyó en el tronco
para impulsarse y levantarse. Se le había dormido una pierna y unas ligeras
cosquillas anunciaban que, quizás, de ahora en adelante, también tendría que
lidiar con esas pequeñas molestias y con los horrorosos calambres que probablemente
sufriera.
Pero... ¿Qué sería eso para lo que
llegaría después? No tenía ni idea, pero por lo escuchado era un momento
terrible que tendría que pasar ella sola, ya que ni siquiera amigas le quedaban
en aquel lugar, después de haber faltado de allí durante tanto tiempo.
Todos sus amigos de entonces, se
habían dispersado y tan sólo vivían en Connemara los padres y algún vecino de
entonces. Algunos de ellos, se extrañaron cuando la vieron llegar de nuevo. Aún
podía ocultar su estado, aunque no por mucho tiempo. Tampoco la importó
demasiado. Tenía otras cosas más importantes de las que ocuparse. Lo primero de
ello sería buscar trabajo. Pensó que allí la sería difícil ya que era un lugar
de vacaciones, con pocas plazas hoteleras y pocas oportunidades para ejercer su
profesión: informática. Aunque parezca que eso fuera ponerse delante de un
ordenador y teclear, distaba mucho de ser verdad. Ella era una especialista muy
cualificada en esa materia. Pero dudaba que en aquel lugar importase demasiado. Y, sin embargo, el haberse hecho programadora especializada, es lo que
había sido la causa, de haber llegado a Connemara de regreso.
Poco a poco iremos conociendo qué
o quién condicionó todo para que eso ocurriera que, como todo en esta vida fue
casual e inesperado, pero que todo lo cambió radicalmente.
Al llegar a este punto, sacudió
la cabeza como queriendo ahuyentar el largo camino desde que salió de la
universidad en comunicaciones, hasta llegar a su actual situación. Un camino no
demasiado largo, pero tampoco corto.
Ya de pie, sacudió su ropa por
posible arena y poco a poco, encaminó sus pasos hasta su casa que no estaba muy
lejos de allí
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La casualidad o simplemente el destino unió a dos personas distintas y distantes, de mundos opuestos, con barreras difíciles de saltar ¿Lo harían ellos?
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