Amanecía en Edimburgo un día lluvioso como era habitual en esa época del año. Hoy terminaría todo el largo proceso de divorcio entre un conocido empresario de la industria editorial y su esposa. Llevaban casados muchos años, pero nunca habían funcionado bien, hasta que llegaron a un punto de no retorno.Su relación comenzó como todas: amor, desencuentros, enfados, voces altas, frecuencia en ellas y al final cada uno en un dormitorio diferente y haciendo su vida como mejor les apeteciera.
El empresario vivía amargado, procurando estar en su casa el menor tiempo posible. Ocurrió que un día no pudo más y decidió ausentarse de su hogar por varios días. Llevaba tiempo planteándose la separación, pero no terminaba de decidirse. Pensó en tomarse unas vacaciones, distanciarse sin alejarse mucho. Por ese motivo, viajó hasta Irlanda, aunque conocía el pais, ya que viajaba a él con frecuencia por motivos laborales. Pero ésta vez haría algo diferente: un circuito en tren para conocer una zona del pais.
¿ Por qué eligió ese tour? Sólo el destino lo sabía. Durante ese viaje, conoció a alguien que le hizo perder la cabeza y ver con claridad que la situación que vivía a diario era insostenible y quizás lo mejor sería divorciarse y que cada uno campara por sus respetos. No habían tenido hijos, lo que haría todo más fácil. De haberlos tenido, se hubieran complicado más las cosas.
Todos conocemos quién fue esa persona que conoció, y el resultado de esos días, aunque el final fue desastroso para nuestros protagonistas, que vivieron de espaldas durante largos años. Pero ya llegaremos a eso poco a poco. Vayamos al día en que tomó la decisión de separarse definitivamente de su mujer.
Conducía el coche por las estrechas calles de Edimburgo en su casco antiguo. Se dirigía al despacho de su abogado. El caserón era enorme, con la fachada de esa piedra marrón escocesa, que seguramente pertenecía a la familia del letrado desde generaciones atrás. Como de generaciones de abogados se trataba.
En un lateral de la puerta de entrada, había una placa en bronce que decía : R. MacDougall- Abogados
Iba para acudir a la cita con ese despacho que había tramitado todo el papeleo de su separación. . Paró frente a la fachada y aparcó el coche. Antes de salir del vehículo, revisó pensativo el caserón, no porque fuera la primera vez que lo veía. MacDougall, eran sus abogados desde hacía años, también uno de ellos, su amigo desde que estudiaban en la universidad, por tanto tenía plena confianza en ellos. Había hablado antes por teléfono y a groso modo les había explicado lo que quería.Y el día señalado para su cita era el de esa mañana. Reflexionó por última vez lo que se iba a cumplir.
La que fuera su esposa, lo había firmado la tarde del día anterior, por tanto sólo faltaba la firma de él para ser nuevamente soltero. Salió del coche y, con paso firme, se dirigió a la entrada del despacho. Le recibieron enseguida y le atendió su amigo y abogado. Se saludaron cariñosamente y mantuvieron una charla sobre lo que les ocupaba, interesándose si todo se había cumplido a plena satisfacción de ambos. Firmó y recostó la espalda en el respaldo del sillón. ¡ Lastima no haberlo hecho antes !, se dijo, mientras apuraba una copa de whisky que su amigo le ofreció.
Al fin era libre, no porque ansiaba dejar de serlo, sino porque al entrar en su casa no vería malas caras constantemente ni tendría discusiones a diario. Y en ese instante volvió a su memoria otra imágen y un último día. Si todo hubiera sido distinto, ahora podría presentarse ante ella para ofrecerle su amor, ese que guardaba escondido dentro de su pecho y que no olvidó ni un sólo instante.
Pero era demasiado tarde. El error cometido le pesará siempre. Si la hubiera confesado la verdad....Tampoco se hubiera conseguido nada, ya que la palabra casado la asustaría aunque sólo estuvieran tomando un café y charlando como compañeros de viaje. Por eso lo ocultó.
Nunca imaginó que llegarían tan lejos y con tan malas consecuencias por su ocultamiento. Pero ya estaba todo hecho y no había vuelta atrás. Ni siquiera podría localizarla ya que nunca se habían dicho dónde vivían , ni uno ni el otro. Sabía que había nacido en Connemara y que vivía en Dublín, y que había escrito una novela.
Compraría un ejemplar y la leería. No lo había hecho hasta ahora, pero al fin sabría qué clase de escritora era, y con algo de suerte, entre sus páginas quizá descubriera alguna pista que le pudiera orientar y buscarla.
Era editor, propietario de una fuerte empresa editorial con representación en Dublín, de ahí que viajase con frecuencia a esa ciudad. Tenía ojo clínico para descubrir el talento, pero era demasiado tarde para todo, excepto para olvidarla.
- Las casualidades de la vida. Ella trabajaba en mi editorial, era una de mis empleadas y nunca coincidimos ni en el ascensor. Y quiso el destino que nos encontráramos en el tren.
Rió suavemente moviendo la cabeza de un lado a otro. No disfrutaba de la libertad que tanto había ansiado, ya no, ahora no. Tampoco tenía interés en dejar de ser libre. Su corazón ya estaba ocupado por un imposible, y así seguiría siempre.
Esa noche no durmió a penas nada. Las emociones habían vuelto a su memoria, y repasaba los años que había vivido como casado, que ya habían pasado al olvido, pero sobretodo los días que pasó con Alana.
- Mañana sin falta iré a la librería y buscaré su novela. ¿ Pero es que todo lo de ella ha de ser un misterio? ¡ Ni siquiera sé el nombre del libro! Bueno eso es lo de menos. Ella trabajó para nosotros, en la oficina de Dublín debe haber algún registro de los autores que escribieron para nosotros, o sino, de su pertenencia a nuestra empresa en Recursos Humanos. He de encontrar algo que me conecte de nuevo a ella. Necesito saber cómo está, cómo le va. Si, si, ya lo sé, será poner una pica en Flandes, pero si no lo intento, nunca lo sabré.
-Aún tengo en mi retina su imagen el día que nos dijimos adiós, y lo felices que fuimos durante esas noches, y de qué manera más tonta, lo fastidiamos todo. Yo lo fastidié. ¿ Por qué demonios no se lo expliqué antes? Todo hubiera sido muy distinto en nuestras vidas. ¿ Cómo estará ahora ? ¿Seguirá escribiendo? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Es para volverse loco. Quizá cambiando de aires, viviendo en otro lugar me vaya mejor la vida. Desde casa, ahora con las nuevas tecnologías, puedo perfectamente dirigir mi negocio, y si acaso venir a Edimburgo o a Dublín en cualquier momento, pero necesito perderme en algún lado y encontrar la paz que necesito. Lo intentaré en mi casa de Inverness, allí en mitad del campo sin nada ni nadie que me entretenga. Sólo yo con mis pensamientos. He de tranquilizarme. No creí que me alteraría tanto lo del divorcio, aunque en realidad no ha sido ese trámite, sino los recuerdos que ello trae consigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario