Comenzó a escribir una nueva obra. Eso la mantendría ocupada casi todo el día, porque una vez que comenzaba, no sabía parar. Tampoco tenía otra cosa que hacer y así el tiempo se le pasaría rápido.
Tal y como la prometiera Alastair, todos los días se ponían en contacto con ella. Primero hablaba Alba con su madre, y después Alastair la ponía al corriente de lo que habían hecho o de lo que iban a hacer. Pero cada día se extendía un poco más, y ella lo agradecía. La encantaba escuchar su voz; estaban contento, los dos. El viaje estaba resultando todo un éxito y aunque echara de menos a su hija, la gustaba verla feliz, lo mismo que al padre. Ambos lo necesitaban. Tenían que conocerse y ganar terreno al tiempo que les había robado tantos años.
Y pronto pasaron los quince días que estuvieron recorriendo Italia. La chica venía exultante de felicidad y asombrada por las cosas maravillosas que había visto. Alastair también llegaba más relajado y sonriente.
Alana había vuelto a Dublín y esperaba en el aeropuerto que llegasen. Estaba impaciente y deseosa de verles. Al menos la tendría en casa hasta Navidad, en que de nuevo lo pasaría con su padre. Pero mejor no pensar en eso, ni adelantar acontecimientos.
Cuando les vió salir, abrió los brazos en los que se refugió Alba riendo y besando a su madre. El padre las observaba y notó que Alana estaba algo más delgada y hasta un poco demacrada, y su aspecto le inquietó.
Mientras Alba deshacía la maleta para sacar los regalos que la habían comprado, Alastair preguntó a Alana si había estado enferma o la ocurría algo.
- No me pasa nada. Sólo que la he echado mucho de menos y mis comidas... bueno ya sabes cómo son mis comidas. Eso es todo. En un par de días estaré perfectamente.
-¿ Acaso estabas preocupada por ella?
- ¡ No! ¡ Qué cosas dices ! La sabia segura y a salvo de cualquier tropiezo puesto que estaba con su padre. Sólo ha sido nostalgia, nada más.
- ¿ Por qué no vienes unos días a Edimburgo? Puedes trabajar allí lo mismo que aquí y tienes donde vivir, ya lo sabes
- Gracias, pero no es necesario. Dentro de nada comienza el instituto y ha de estar aquí preparándolo todo. Además querrá ver a Pierce ¿ Ha hablado con él durante las vacaciones?
- Todos los días.¡ Increíble !
- ¿ Por qué dices eso? ¿ No recuerdas lo que tú hacías a su edad?
- Pues no, francamente. Ya era bastante mayor para guardar recuerdos. pero sí algunas cosas, que traté de olvidar y no lo he conseguido.
Alana sabía a qué se refería, y si no lo imaginara, bastaba observar su mirada oscura y seria fija en su cara. Carraspeó ligeramente para cambiar de conversación mirando por la ventana, y comentó:
Se aproxima el mal tiempo. Todas las mañanas hago un recorrido por ese parque que está enfrente de casa. Me encantan lo árboles en el otoño. Veo caer las hojas y formarse una alfombra de hojas. Y todo está en calma; hasta los patitos están más tiempo en su caseta que nadando. Y es que todo en esa época del año, se aletarga, para en primavera, ser una explosión de vida nuevamente. Lo echo de menos durante el invierno.
Él se había aproximado también a la ventana y observaba junto a ella el paisaje que le describía. Estaban muy cerca, casi se rozaban. Entre ellos, fijos en el exterior, había un silencio áspero, que sin embargo era muy elocuente. En un instante él apoyó su cabeza en la de ella y depositó un ligero beso en su pelo. Ella dió un respingo, que él interpreto como que no la había gustado que lo hiciera, y de inmediato se retiró.
Alana pensaba ¡ cuánto había echado de menos su proximidad ! , pero no dijo nada cuando él se separó bruscamente.
-Bueno ahora tocan los regalos. Porque ¡ cómo no íbamos a traerte algún regalo! - dijo Alastair para cambiar el silencio que se había hecho entre ambos, demasiado elocuente. Extrajo de una bolsa una caja empaquetada para regalo y se la entregó a ella. La gustó ese detalle, e impaciente comenzó a romper el papel de regalo y a abrir la caja. Ante sus ojos apareció un chal de finísima seda y de color pálido celeste.
- No sabía que traer. Alba lo vió y es el que elegimos. También un frasco de perfume; tu preferido, según ella me indicó.
-¡ Oh es precioso ! - y se lo puso rodeando su garganta , y en verdad la favorecía muchísimo.
Y también destapo el frasco de perfume. Depositó unas godas en el reverso de su mano, y frotó una con otra para distribuir el aroma.
No la quitaba la vista de encima, y sonreía satisfecho de que la gustara. Tenía la sensación de estaba más lejana que cuando se fueron. Notó que su cara estaba más triste, y que unas ojeras rodeaban sus ojos, restandoles la viveza que siempre había tenido. Interiormente se preocupó, pero no sabía cómo abordar el tema. Lo había iniciado y ella dió evasivas, restándole importancia, pero se había dado cuenta de que no era la misma, estaba apagada y no sabía como podía remediarlo. Lo hablaría con Alba, aunque no quería hacerlo; lo disimularía lo mejor posible, pero debía estar atenta y cuidarla todo lo que pudiera. No quería ni pensar si cayera enferma. Le gustaría abrazarla y decirla que no pasa nada. Que él seguía queriéndola y así sería siempre. Que tenían todos los ingredientes para ser felices. Habían aclarado todo sus problemas y tenían una hija excelente ¿ qué más podían pedir? La notaba inseguro y desganada.
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