Al llegar a casa, Alba encontró a su madre cabizbaja, y se alarmó creyendo que habían discutido, pero se tranquilizó cuando le explicó que todo había ido bien y no había habido ningún problema.
- Mañana terminaremos todos los trámites para finalizar con este asunto. Iremos al juzgado para cambiar los apellidos y oficializar que eres su hija. Me ha pedido que fuera con él y yo he aceptado
- Me alegro máma, no sabes cuánto. Os quiero a los dos, y a ambos teneros cerca. Me echo a temblar cada vez que os miráis de esa forma como hicísteis en el Centro en Edimburgo. Creí que íbais a poneros a dar voces en medio de toda la gente. Mejor así ¿ no te parece? Soy muy feliz mamá, aunque no completamente, pero... Quiero ir con vosotros ¿ puedo?
- Se lo tendrás que pedir a papa; es él quién lleva la voz cantante. Si deseas hablar con él ha dicho que está en el hotel de siempre, así que creo deberías llamarle. Le saludas y a la vez se lo comentas. Te dejo a solas por si queréis hablar algo vuestro. Estaré en mi habitación.
Y salió del salón para que hija y padre hablaran con tranquilidad. Y Alastair aceptó encantado. Los tres sellarían para siempre el nacimiento legal de esa criatura que, se diría, había obrado el milagro de volver a unirlos, aunque sea una unión con reparos, pero menos es nada, pensó. Siguieron hablando de cosas intrascendentes, pero ambos sentían el impulso de establecer comunicación que no había habido durante los primeros años de su nacimiento. Ambos se mostraban contentos, aunque una sombra flotaba entre ellos.
Al terminar de hablar, la chica fue en busca de su madre y la halló en su dormitorio. Últimamente se encerraba en él, quizá fuera porque era en la única habitación de la casa en que se encontraba libre de miradas analizando si estaba contenta o triste. Y lo cierto es que ésto último era lo que primaba. Estaba feliz por su hija, porque al fin nadie se refiriera a que era hija de madre soltera, aunque lo fuera , pero nadie tenía el derecho a especular con ello. Reconoció que Alastair había sido muy generoso, al ni siquiera plantear alguna duda. Estaba muy seguro de ello, al menos aparentemente, y no tuvo duda alguna en darle sus apellidos.
Pero también sentía una inmensa tristeza por haberle perdido, cuando era totalmente suyo. Los celos, la inmediatez de su separación, quizá fueron las culpables de aquella última vez que se vieron y que fue el principio del fin. Eso ya no tenía arreglo, así que sería mejor echar el cerrojo de esa historia que pudo ser y no fue.
Puntual, Alastair se presentó en el domicilio de ellas; las recogería y los tres juntos se personarían ante el juzgado. Allí les esperaría el secretario de MacDougall, por si fuera necesaria su presencia. Pero no lo fue y los trámites fueron relativamente sencillos.
Alba no pudo evitar emocionarse cuando tuvo en sus manos el pliego de papel que certificaba su nacimiento y los apellidos. Con lágrimas en los ojos, y bajo la atenta mirada de sus padres, ella leyó en voz alta.< Nombre: Alba Shepherd O`Sullivan - Padre Alastair Shepherd - Madre Alana O`sullivan...>
Necesitó varias lecturas, ya en su casa, para convencerse de que todo estaba concluido, excepto un trámite: las visitas. Pero esperaba que eso también llegara a buen término.
Se despidieron, en la puerta del Juzgado, del secretario que MacDougall había enviado. Rechazó la invitación para tomar siquiera un café, alegando que tomaría el primer vuelo de regreso a Edimburgo. Y de nuevo el silencio se estableció entre los tres.
Caminaba entre medias de sus padres. Alana con la cabeza baja y Alastair miraba al frente, y sin duda pensando en lo que acababan de hacer. Ninguno se atrevía a romper ese silencio, y fue él quién lo hizo.
- Bueno, pues ya está. Propongo que para celebrarlo, comamos los tres juntos en un restaurante ¿ os parece?
Alba aceptó de inmediato, y al no responder, padre e hija dirigieron sus miradas hacia Alana que a duras penas contenía el llanto. Alastair se puso al lado de ella, y tomándola una mano, la miró de frente:
- ¿ No estás contenta? ¿ Te ocurre algo?
- No, en absoluto, me siento feliz y contenta, aunque no lo parezca. Se ha cumplido su sueño, ya no será ...
- ¿ Qué no será ? Nunca lo ha sido ni lo será jamás. Ni siquiera lo insinúes, ni lo vuelvas a pensar, o tendrás constancia de lo fuerte de mi carácter. Has sido una buena madre y has hecho con ella un trabajo estupendo, teniendo en cuenta que estabas sola y sin experiencia en ese terreno. No puedo sentirme más orgulloso de mis dos mujeres
Alana se quedó sorprendida al escuchar esa frase:
-¿ Sus dos mujeres? ¿ Por qué me considera su mujer si no lo soy? Ha sido exquisito y condescendiente, pero no puedo evitar el pensar si lo ha hecho convencido o por cumplir, como se suele decir.
- Alana, es mi hija y tu has sido y eres muy importante.¡ Su madre ! ¿ Te parece poco? ¡ Sois mi familia, ambas!
- Has sido generoso, pero... pienso que hasta hace menos de una hora, era totalmente mía, y ahora...
- Y ahora has de compartirla conmigo ¿ no es eso? ¡ Soy su padre y me parece que es justo!
- No, no me mal interpretes. Estoy contenta y feliz, y me alegro de que lo hayas hecho, sólo que ha sido todo demasiado rápido. Hasta hace poco yo tenía una vida organizada sólo con nosotras dos, y sin embargo ahora unas bases, han organizado nuestras vidas, tanto la tuya como la mía. Tenemos que estar sujetos a unas normas, y es justo y normal, solo que ni siquiera se me había pasado por la imaginación que esto pudiera ocurrir. Me había hecho a la idea de que estaríamos así toda la vida.
- La vida es cambiante, Alana. Todo se mueve a nuestro alrededor, y lo que hacemos o decimos hoy, quizá mañana sea totalmente opuesto. He de decirte que no me lo creo tampoco, pero que mi felicidad y contento me llenan por completo. Me gustaría que tú tuvieras la misma sensación.
- Y la tengo, la tengo. Ha tenido la suerte de tener al mejor padre que pueda existir
- Pues entonces, si apruebo tu examen, sé feliz por una vez en tu vida, Alana. Todo se normalizará y volveremos a tener la vida ordinaria, sólo que tendremos un aliciente. ¡ Vamos, mujer alégrate !
- Eres bueno Alastair, un buen hombre y mereces ser querido.
- ¿ Ya habéis terminado de confesaros? - interrumpió Alba contenta.
- ¡ PAPA ! - dijo pomposamente- Ahora sí podre llamarte así - y rompió a reír contagiando a sus padres.
Y sí ,comerían los tres en un restaurante y charlarían como hacen las familias, aunque ellos fueran muy particulares.
Caminaron tranquilos, despacio, distanciando al máximo la hora de la despedida. Alba había quedado con Pierce, que sería presentado a su padre cuando algo más de tiempo hubiera transcurrido. Y ese fue el tema de conversación de ambos.
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