jueves, 13 de enero de 2022

Mundos opuestos - Capítulo 32 - La pasión

 Se la quedó mirando fijamente cuando a penas faltaban cinco metros para el encuentro. Y la vió más bonita que nunca la había visto. Quizá fueron sus ojos que la miraban con otro prisma o con otra perspectiva de algo más que algún encuentro casual de vez en cuando. No sabría decir si realmente estaba enamorado de ella ¿Se había acostumbrado, o buscaba su compañía simplemente porque se sentía solo? Pero el caso es que en esos días antes de su cita, había pensado mucho en ella y en su soledad. Estaba decidido a cambiarlo todo.  Cambió de postura  y se levantó cuando la tenía frente a él. Ella estaba seria, pero no retiraba su mirada y él recorrió su cara y su cuerpo entero al tenerla tan cerca que se podían escuchar las palpitaciones de su corazón. Y en ese momento no pensó en nada. Anuló la distancia que les separaban y abrazándola la beso profundamente. Era la primera vez que lo hacía en la calle. No sabía si habían personas que presenciaran la escena, no le importó. Por una vez en su vida, anuló las consideraciones que siempre había tenido en público. Era la primera vez que traslucía al exterior sus sentimientos. Y por primera vez se dio cuenta de la necesidad que tenía de ella, de tenerla cerca y de hacerla partícipe de su pasión. Ella no se retiró, al contrario, pegó su cuerpo al de él. Era la primera vez que la demostración de amor de  Dong Yul hacia ella, era tan evidente.

No sabía lo que había ocurrido en ese breve viaje. No la importó. Al sentir su abrazó, olvidó todas sus ausencias. Sabía que no estaba enamorado de ella, que era simplemente un comodín en su vida. Pero no la importaba. Ella si le amaba y tendría el suficiente amor para ambos. Ese beso arrebatador, hasta un poco desgarrado, la hizo sentir que la necesitaba, que algo había ocurrido en ese viaje que había cambiado todo. Era la primera vez que se comportaba tan vehemente en público, pero no la importó que, los turistas mañaneros les mirasen y que cuchichearan entre ellos sonriendo. Podían sonreír, porque lo que estaban viendo era amor puro y duro.

El tiempo se había detenido allí, ahora. No sabía la duración de la demostración sentida, y pensó que ojalá durase una eternidad. Al separarse, ambos se miraron fijamente. Ella sabía lo que respondería si la ofreciera algo. Él lo había decidido aquella  mañana, allí, en ese instante: Macarena sería su compañera de por vida.

En su mente se mezclaban varias imágenes y distintos sentimientos que las acompañaban, pero todas estaban meridianamente claras. Unas inalcanzables, por tanto desechadas, pero otra diáfana: su presente y su futuro: Macarena.

— Unámonos — la dijo con la respiración entrecortada

— ¿Qué quieres decir con eso?

— ¿Lo quieres más claro? Que nos casemos. Hasta hace cinco minutos mi proposición hubiera sido que vivamos juntos, sin más. Pero ahora, deseo algo más profundo, más de verdad. Y es que deseo seas mi mujer. Con todas las consecuencias tuyas y mías. De mi lo sabes todo, excepto lo último, que te contaré de inmediato. No tengo nada que ocultar ni te lo he ocultado nunca. ¿Qué me dices?

— No lo sé. Me dejas aturdida. No me esperaba este recibimiento. Sí. Ciertamente tienes que contarme algo . Lo que te ha llevado a tomar esa decisión. Eras reacio al matrimonio, hasta ahora ¿Qué es lo que te ha hecho cambiar de criterio? Necesito saberlo.

— Te lo contaré todo, pero no aquí. Vayamos a tu casa o a la mía. Lo que prefieras. En parte lo sabes todo de mi, pero hay algo que ignoras y que ha ocurrido en estos días. Ello me hizo regresar rápidamente y, al pisar suelo español, me he dado cuenta de lo que quería. Han sido un par de días los que he estado en mi pais, pero he echado de menos todo esto —dijo fijando la imagen a su alrededor

—Esta es ahora mi casa. Aquí lo tengo todo. No me he dado cuenta hasta ahora. Este es mi paraíso particular, mi sosiego y tu estás en él. Tú y solo tú. Quiero que compartamos lo que la vida nos traiga en lo sucesivo. No sé si estos sentimientos es que estoy enamorado de ti. Lo que tengo muy fijo es que deseo compartirlo contigo y con nadie más. Que si aceptas ser mi esposa me harás feliz, el más feliz de la Tierra. Pero si dices que no, lo aceptaré. Sé que es todo muy precipitado, también para mí. Pero de repente, al verte en la lejanía , por la playa para nuestra cita, me he dado cuenta meridianamente que es a tí a  quién deseo tener a mi lado. Probablemente lo he deseado desde que te conocí, sólo que ha sido ahora cuando lo he descubierto.

Se abrazaron nuevamente. Aquello significaba algo. No sabía lo que le había hecho cambiar de opinión, pero bendita sea. Sabía el porqué de su viaje a Seúl, y sabía también que nunca la olvidaría, por eso pensó que no regresaría. Porque aunque, sabía que no sería jamás para él, por lo menos la podría ver de vez en cuando y, saber que la tenía cerca le bastaba. Pero cuando la llamó por teléfono la noche anterior, no se lo podía creer. ¿Por qué había regresado tan pronto y tan de improviso? ¿Había ocurrido algo?
Ni siquiera quiso saberlo, no lo preguntaría. Sería él, si así lo quería, quién la contara los motivos que había tenido para su precipitada vuelta. La dijo, al marchar, que permanecería en su país una o dos semanas. Sin embargo allí estaba, con ella, abrazándola y haciéndola una proposición que jamás pensara escuchar y que la aturdía. Que borraba de su cabeza cualquier otro pensamiento, y al mismo tiempo, sellaba sus labios para que no se les escapase la respuesta que deseaba dar.

Primero escucharía todo lo que tendría que contarla y, si acaso, después le daría una contestación referente al adelanto que le había hecho. Ese adelanto fue contundente. Jamás la había abrazado tan fuerte y tan intensamente. Ni tan siquiera la primera vez que la propuso pasar una noche juntos. Ella le amó desde ese primer encuentro, pero él, la había contado, mucho tiempo después, el porqué no podía amar a otra mujer.

Había renunciado a él. Fue sincero con ella. Desde el primer momento de su relación expuso lo que hacía que permaneciese soltero. ¿Esperaba que ocurriera un milagro? Pero no lo tuvo. Y el tiempo pasaba y comprobaba que la relación imposible se hacía cada vez más difícil. Y ella se había convertido en su paño de lágrimas, en su confidente, ignorando sus sentimientos y el daño anímico que la producía. Pero, al mismo tiempo, esas confidencias, a pesar del dolor que la producían, hacía que le sintiera más cerca de ella, que la hacía más necesaria. No importaba que ella después se deshiciera en llanto una vez que él se marchase, pero  durante el tiempo que se confesara con ella, la había abrazado como buscando refugio en su pecho.

Estaba segura de la respuesta que le daría, pero deseaba escuchar la proposición de sus labios, deleitarse en ese momento tan deseado durante tanto tiempo. Ella haría que la quisiera, que olvidase, al menos un poco,  a la mujer de su primo. Que olvidase ese amor imposible y se volcase totalmente en el suyo que le daba a manos llenas siempre que él lo deseaba.

La ocasión había llegado y, aunque por dentro se sentía inmensamente feliz y esperanzada, exteriormente, se mostraba indiferente, ignorando totalmente y falta de entusiasmo lo que él pudiera decirla. No se podía creer que, el momento para ella había llegado. Ese momento tanto tiempo esperándolo. Se lo había dicho abiertamente, aunque estuviera reticente a creérselo. Se repetía una y otra vez sus palabras de las que no tenía duda.

 Acordaron ir a casa de él y hacia allí se encaminaron. No era la primera vez que lo hacían, pero ésta era distinta. Los nervios los tenía a flor de piel. Por un lado deseaba que se lo repitiera nuevamente, tantas cuantas veces fueran necesarias para que de una vez creyera que en verdad era lo que estaba escuchando y, que, durante tanto tiempo esperaba.

La llevaba cogida por la cintura y, esa era una novedad. Nunca lo había hecho; a lo más que había llegado había sido tomarla ligeramente del brazo, mientras se encaminaban a su casa o a un hotel para pasar un rato divertido. Nunca, en público , le había hecho una demostración de amor como la de hacía a penas unos minutos en la playa. Ahora se detenía de vez en cuando, la miraba, besaba su mejilla y sonreía. Después la tomaba de la mano entrelazando sus dedos con los de ella. Eso nunca lo había hecho y ella estaba encantada de la vida. Su corazón se aceleraba. No quería sentir ni pensar en otra cosa. Era su momento y lo viviría intensamente. En estas circunstancias si la pidiera la vida, se la daría sin pensar.

Ella buscaba esa misma correspondencia en él, aunque sabía que no era así, pero el tiempo jugaría a su favor y quizás algún día lo consiguiera. De momento escucharía lo que tenía que decirla, pero ella sabía de antemano cuál sería su respuesta.

Al llegar frente a la entrada de su casa, Dong Yul se detuvo y, mirándola fijamente volvió a besarla. .Avanzaron lentamente, quizá sopesando lo que la diría y lo que ella escucharía, aunque ella tenía muy clara la respuesta , si es que llegase a proponer lo que imaginaba y que hacía unos instantes, en la playa, la había propuesto.

Deseaba ardientemente escucharlo de sus labios otra vez, pero al mismo tiempo ya lo sabía, así que decidió no hacerle sufrir más y sus miradas, clavadas una en el otro, No esperaron a más:

—¿Te quieres casar conmigo?

— ¡ Si ! No me importa que no me ames. No me importa lo que venga después. Te quiero Dong. Siempre te he querido y deseo pasar contigo la travesía del desierto, si es que te sigue atormentado. Juntos resolveremos los problemas que surjan. Prométeme que no me ocultarás nunca nada de lo que sientas. Esas serán mis armas para luchar contra la pasión que te desborde. Siempre estaré a tu lado. Sólo te pediré una caricia de vez en cuando. Con eso me conformo

— No, mi vida. Te lo daré todo, porque yo también te quiero. Quizá no con la pasión que debiera y mereces, pero dame tiempo. Mereces ser amada con intensidad y yo deseo amarte así, y así será.

La tomó en brazos y atravesó con ella el umbral de la puerta, ante las protestas y risas de Macarena que no había conocido nunca tanta felicidad.

— Bájame. Bájame. Eso se hace cuando estás casado — protestaba ella feliz

— Nosotros ya lo estamos. Pero lo haremos ante la ley y de nuevo traspasaremos el umbral de nuestra casa así todas las veces que quieras. Porque serás la dueña y señora de mi vida.

Mientras entraban en la casa, la besaba y apretaba su cuerpo contra el de él. Llevándola en dirección al dormitorio, allí consagrarían íntimamente su unión. Se sentía liberado, libre, al fin, de un sentimiento que le había torturado durante muchos años, para recobrar al fin un amor silencioso y paciente que le aguardaba sin pedir nada a cambio, pero él estaba dispuesto a dárselo a manos llenas.

Y se amaron con pasión vehemente , como dos jóvenes que acabaran de conocerse. Después, con la serenidad, Dong Yul abrió su corazón y lentamente, con todo lujo de detalles, contó a Macarena las vivencias de tantos años, que justo en ese día, habían pasado a ser recuerdos, para comenzar a vivir el presente real, verdadero, con un amor paciente y sincero como había sido el de la mujer que ahora se encontraba entre sus brazos. Su mujer, su esposa, su amante, su vida..., que lo sería en breves fechas para formalizar lo que en ese día, aunque no fuera la primera vez, había sellado, la de los dos, juntos para siempre.

Y como en una nebulosa, quedaron otros rostros, lejanos, pero arrinconados en su memoria con una sonrisa cariñosa, pero libre, al fin. A su lado, acurrucada, estaba su verdadero amor, el que pacientemente había aguardado su turno que, aunque había tardado quizá demasiado, había demostrado ser de ley y para siempre.


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