miércoles, 19 de enero de 2022

Mundos opuestos - Capítulo 38 - Frente a frente y cuesta abajo

  Con un simple pretexto, Alba dejó solos a Dae y Alejandro. Su marido le había pedido que lo hiciera. Quería hablar con el muchacho y determinar de una vez el calibre de esa relación recién comenzada. Quizás era algo prematuro; primero escucharía las intenciones de Alejandro, y después, según le contara, sería la hora de comentar lo que había pensado para ellos. No había que precipitarse y comprobar que él mostrara el mismo entusiasmo por su hija, como ella por él.

Se alejaron del bullicio turístico hasta encontrar un bar en el que pudieran hablar con tranquilidad que no estuviera repleto de peregrinos comiendo pulpo a Feira, o simplemente turistas  visitando la maravillosa catedral.

Y hacia La Rua do Villar se dirigieron, mientras Alba, con sus hijos, daban una vuelta por los alrededores y esperarían en el hotel a reunirse con el resto de la expedición. Para Aera fue decepcionante el proceder de su padre. Iban a estar juntos menos de un día y se lo llevaba para ¿hacer turismo? Estaba segura que Alejandro conocía de sobra Santiago; era una excusa para leerle la cartilla.

Tenía la mueca característica de cuando se enfadaba y Alba lo conocía y sabía el porqué. Mientras los chicos se entretenían con la televisión, para ellos desconocida, Alba tomó de la mano a su hija y la condujo a la salita que había antes de entrar en el dormitorio. Pidió unos refrescos a recepción, e hizo sentar a la muchacha a su lado. Necesitaba tenerla cerca para transmitirle sus propias inquietudes, y hacerla comprender que todo iba demasiado rápido y había que tener en cuenta muchas cosas, por el bien de ellos mismos y la tranquilidad de la familia..

— Sé que estás contrariada y hasta enfadada con papá.  Has de reconocer que estamos intranquilos, que necesitamos saber y corroborar vuestro futuro. Creo que vais muy rápido y eso nos preocupa. Justamente eso es lo que papá quiere saber. Si, ya sé que tu nos lo has dicho, pero tú eres una parte implicada muy débil. Es tu primera experiencia amorosa y tenéis muchas cosas en vuestra contra. Justamente eso, es lo que deseamos planificar para que nada ni nadie te haga daño. Tienes que  estar muy segura de su amor, de ese amor  inesperado que sentís, al menos eso es lo que dices. Tenemos que saber ciertamente, si él, lo siente con la misma seguridad que tú. Somos tus padres y nos tiene preocupados. No es que rechacemos a Alejandro; nos parece un chico guapo, simpático y educado, pero tiene que terminar de estudiar y después... ¿planificar vuestro futuro?

—Vais a estar separados durante mucho, mucho tiempo. El tiempo es un amigo y enemigo a la vez. Si el amor es sincero, con la ausencia se refuerza, pero también puede darse el caso del enfriamiento de ese amor que brotó tan prematuramente. Todo eso hay que tenerlo en cuenta. No queremos que te hagan daño, que te duela su ausencia.

— Omaaa... Todo eso lo sabemos y hemos hablado de ello

— ¿Cuándo lo habéis hablado? Hace nada que os conocéis. Vais a mucha velocidad. Es como si montaras en bicicleta por una cuesta  calle abajo. La velocidad que lleves te puede costar un accidente.

— Tenemos que ir deprisa. No estaremos juntos para planificarlo. Si, ya sé que nos veremos por videoconferencia, pero no es lo mismo. Mañana saldremos todos de aquí y a más tardar nosotros nos marcharemos en un par de días, pero él lo hace esta misma noche. ¿De verdad piensas que no nos queremos? ¿Que vamos a estrellarnos cuesta abajo? 

 —Terminaré mis estudios, pero no voy a ir a la universidad. Pediré a papá que me busque un empleo en la financiera. Quiero trabajar. necesitamos ahorrar dinero. Y en cuanto él tenga un trabajo, nos casaremos. Viviremos en Seúl, que siempre será más fácil para todos, pero si acaso no fuera así, lo haríamos en España. Me dolería separarme de vosotros, pero sé que vosotros vendríais con frecuencia. Tú seguiste a papá, bien pues el viaje será a la inversa.


— Aera ¿ Cuándo habéis pensado todo eso? Veo que has madurado mucho en tan corto espacio de tiempo y eso me gusta, aunque me dolería mucho separarme de tí. Es algo en que no había pensado. Todo va muy deprisa y eso me da miedo. Tengo miedo de que sean pájaros en vuestras cabezas y te haga sufrir.

—¿Cómo tú sufriste? ¿ Por qué nací en España? ¿Me lo contarás algún día?

— Es algo complejo. Un mal entendido, pero sí, te lo contaré algún día. No quiero que sufras, cielo, porque las penas de amores son las más amargas que existen.

— No sufras, mamá. Alejandro me quiere y tiene la misma ilusión que yo. Sólo deseo que terminen ya de hablar. El tiempo vuela y no tenemos mucho.

— Tranquilízate, niña. Ya no tardarán mucho en venir.

Mientras esto ocurría, también en el bar, la conversación de los dos hombres era prfunda, aunque no tensa. Dae tenía en cuenta la violencia que sentiría el muchacho al tratar de temas tan personales y delicados con su futuro suegro, si es que llegaban a consolidar su relación. A él se le veía muy maduro, que había sopesado todos los riesgos que corrían, pero en quién tenía dudas era, precisamente, en su hija. Había demostrado su inmadurez, aunque brevísima, con su primo y, de lo que estaban tratando ambos, era nada más y nada menos que de su futuro. Por la parte que le tocaba, quién más le llegaba era su hija, pero también el muchacho que se le veía muy entusiasmado.

— Entiendo su preocupación y sus dudas, al haber ocurrido todo tan repentino, pero, créame  señor, amo a su hija. Sé que le parecerá imposible o incluso prematuro, pero no es así. Llámelo flechazo o como quiera, pero mi vida ya no es la misma. Sé que será una época dura al estar tan lejos, pero por ella lo superaré. Terminaré mis estudios y pediré su mano con mi licenciatura bajo el brazo. Viajaré hasta Corea para pedirle su mano. Buscaré un trabajo y nos casaremos lo más rápidamente posible, ya que después de tanto tiempo separados el estar juntos es lo que necesito. Sé que es muy joven, pero creo que ha madurado en estos pocos días. Entiendo sus dudas, porque yo también las tendría si se tratara de mi hija, pero créame señor, de romper nuestra relación, sería por parte de ella y no por la mía.

Dae le escuchaba en silencio y se vió reflejado en él si se hubiera dado el caso. Alba no tenía parientes que le planteasen las dudas que sentía en ese momento. Pero por experiencia sabía que la vida te presenta papeletas difíciles de resolver, pero si existe el amor verdadero, las resuelves. Si no que se lo digan a él.

Decidió que tenía que conocer más sobre su día a día. ¿ Qué demonios estaba estudiando? Ni siquiera lo sabía, pero había llegado el momento de averiguarlo.

— Dime ¿Qué estudias?

— Económicas y empresariales

— ¿Ambas?

 — Sí, ambas. Me convalidan algunas asignaturas, así que aproveché para hacer ambas. Así tendré más posibilidades  de trabajar.

— Bien muchacho. Compruebo que eres un cerebrito. Si lo consigues, hablaremos de ello. ¿Puedo darte un consejo?

— ¡Claro señor!

— Esfuérzate por sacar ambas, aunque os cueste más tiempo. Ya hablaremos cuando llegue el caso. Y ahora, vayamos en busca de la familia. Sé que Aera estará desesperada.

Se levantaron y se dirigieron hacia el hotel. Comerían juntos y después acompañarían a Alejandro hasta el aeropuerto para regresar primero a Madrid, y después a Málaga. Le quedaba mucho viaje y a penas habían pasado unas pocas horas juntos.

Se le rompió el corazón cuando le vió entrar en el avión  ¿Cuándo volverían a verse? Tenían por delante una eternidad, muchos sueños  y pocas oportunidades de verse. Los padres, les habían dejado solos después de comer, hasta la hora de salir para el aeropuerto. Debían hablar. Alejandro la explicaría el encuentro con su padre y debían recomendarse el uno al otro, el tratamiento que llevarían en el futuro, ya que las largas distancias que les separaban eran un impedimento importante para viajar. Mientras ella, estaba descorazonada, Alejandro, al contrario, se mostraba alegre y eufórico. La conversación con su futuro suegro, no sólo había sido lógica, sino satisfactoria. Era un muchacho que, a pesar de su juventud, tenía las ideas muy claras de lo que quería hacer con su vida, y en ella entraba Aera. Haría todo lo indecible por sacar ambas carreras a la vez. Por difícil que fuera las sacaría. Podía establecer su vida en Corea, al lado de ella, pero dudaba mucho que le convalidaran sus estudios y entonces sería una pérdida de tiempo y más  contratiempos. No. Debían sacrificarse y aguantar esos dos años que le quedaban. Al licenciarse, con un poco de suerte, Dae probablemente le encontraría un hueco en su empresa.
Le costaría  establecerse lejos de España, pero estaría con ella y con su familia, que también sería la suya. Tenía por delante mucho trabajo. No dormiría si fuera necesario, estudiando, pero a su mente llegaba la carita sonriente de Aera y sabía que por ella, haría cualquier sacrificio para conseguir estar unidos.

Le extraño que su suegro no dudase al confiarle el momento en que se enamoró de ella. Pasó casi de puntillas por ello. Suponía que detrás había una historia; quizá semejante a la de ellos y por eso no insistió ni se extrañó.

— Somos  de mundos tan distintos que por eso me choca que no hiciera ningún comentario. Sospecho  que debió ocurrirles algo semejante y, así comprendiera tan fácilmente,  lo que siento por Aera. Alba renunció a todo por seguirle hasta un mundo tan opuesto al nuestro. Supongo que no sería fácil. Lo que más me extraña es que Aera naciese aquí.  Lo importante es que parece que me aceptan.

Se repetía una y otra vez la entrevista con su suegro que, en un principio le puso muy nervioso porque pensó que era para que renunciase a su hija, pero a medida que transcurría el interrogatorio, supo que lo que buscaba era asegurarse de que en verdad se amaban  y buscaban el estar juntos. 

Salió de su ensimismamiento cuando la voz de la azafata anunció a los pasajeros que tomaban tierra en Madrid. No saldría del aeropuerto. Se quedaría allí hasta el enlace para Málaga. Emplearía ese espacio de tiempo para hablar con ella. y comentar las novedades del día ¡ Habían tenido tan poco tiempo para estar juntos! 

Al fin estaban a solas. En un dormitorio semejante pasaron su primera noche juntos. Recordó ese momento de intimidad y de lo vulnerable que Alba se mostró en su primera vez. No lo había olvidado nunca. Sonreía y no pasaba desapercibido para su esposa. Probablemente ella pensaba en lo mismo. Después de aquello todo vino rodado hasta que... No quería pensar en esa parte. Lo obviaría hasta el día en que se encontraron para ya no separarse.


Con sus manos enlazadas, comenzaron a desgranar, paso a paso, la conversación mantenida con Alejandro. Algunas veces le rebatía y Dae le aclaraba el punto que ella no tuviera claro. Y pasaron las horas hasta dar por finalizada su conversación. Guardaron unos minutos de silencio, pero sus manos seguían enlazadas. Él miraba al techo como si buscase algo sin terminar de encontrarlo. Seguramente su cabeza repasaba  nuevamente lo contado a su esposa. El paréntesis quedó roto cuando Dae dijo:

— Y ahora, hablemos de nosotros...— dijo, girando su cuerpo para abrazarse al de Alba que le esperaba. Sabía lo que vendría a continuación. 

A pesar del tiempo transcurrido desde que estaban juntos, el entusiasmo por Alba no había decaído nunca. La seguía amando como al principio, si cabe aún más. Sabía que era correspondido en igual medida. Su matrimonio era la mejor cosa que pudo hacer desde que tenía uso de razón. Nadie, viendo lo distintos que eran, hubieran dado ni un centavo por su duración, sin embargo, ellos jamás dudaron de que se pertenecían uno al otro sin reservas. Eso era lo que deseaban para su hija. Que si llegaban a casarse, tuvieran esa conexión entre ellos como la existente entre Dae y Alba. Que superaran todas las barreras que encontraran a su paso y pudieran salvarlas como ellos habían hecho.




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