Capítulo 39– Todas las piezas
encajadas
Todo había vuelto a la normalidad
en la mansión Park Kwan, excepto el ir y venir de los sirvientes arreglándolo
todo. Hoy era un día grande en la mansión: Se casaba el señorito con la
extranjera y el patriarca sería quién se la entregara a su hijo. Todos estaban
algo alterados. Había sido un matrimonio muy deseado y difícil de conseguir
hasta que lo lograron. Todos conocemos las peripecias pasadas por esta pareja
que hoy cerrarán el círculo. Pero antes de todo, retrocedamos tan sólo un mes
antes.
Young Mi y Kwan se desplazaron
hasta Dublín, necesitaban hablar con su hija y explicarla detalladamente el
nuevo rumbo que habían tomado sus vidas. Unos días después de ellos, viajarían
los abuelos con Aileen con la misma misión: visitar a Suni. Pero antes debían
dejar un espacio para que los padres la explicaran el motivo de su visita.
Ellos intervendrían después, para recoger los trozos de corazón roto de la
chiquilla y unir sus pedazos. Les partía el alma que, siendo tan joven, tuviera
que pasar por ese amargo trago, pero para eso también estaba Aileen. Tenía
experiencia sobre tales historias, aunque ella supo la verdad de boca de su
madre, detalladamente hacía tiempo.
Mientras ellos iban hacia el
internado, los abuelos habían aceptado el ofrecimiento de Amy de hospedarse en
su casa. No era grande, no tenía, ni mucho menos las comodidades de las que ellos
gozaban en Seúl, pero lo había hecho de corazón y los abuelos aceptaron encantados.
Suegra y nuera, paseaban por la
playa. Por esa playa que tantas lágrimas enjuagó de los ojos de Amy y tanta paz
la dio en los momentos angustiosos que vivió tras su ruptura con Kwan. Ambas
guardaban silencio mientras oteaban el horizonte que, día de hoy, lucía con sol
y el mar en calma. Ambas iban descalzas portando en sus manos los zapatos. Era
agradable sentir el agua del mar, aunque estuviese helada. Era un paisaje
agreste, hermoso y tan distinto al que habitualmente veían en Seúl.
Se parecía a Jeju: el mar bravío,
el cielo las más de las veces nublado y el agua helada. Los paisajes, al igual
que las personas, sean de donde sean, siempre tienen algo en común y Connemara,
no sería una excepción.
Y allí, en el mismo lugar,
continuaba el tronco de árbol que la sirviera de asiento cuando su embarazo
estaba tan adelantado, que la costaba caminar. No pudo evitar que, a su memoria
llegaran todos aquellos recuerdos de cuando la soledad la agobiaba ante el inminente
nacimiento de Aileen. Nunca hubiera afirmado que, a día de hoy, estuvieran
juntos nuevamente y a punto de crear una familia. Esa familia por la que tantas
lágrimas derramaron ambos, aunque cada uno de ellos lo ocultó. Hoy todo estaba
solucionado, pero aún quedaba el tema de Suni.
Instintivamente, Amy miró su reloj,
algo que extrañó a su suegra:
— —¿Qué pasa? ¿Se ha hecho tarde?
— — No, en absoluto. Aquí el reloj se para. Pensaba en
Suni y si a estas horas sus padres ya habrán llegado al internado. Siento el
mal trago que van a tomar todos ellos, por otra parte, necesario. Me alegro de
que Aileen esté cerca de ella, porque la va a necesitar, aunque ahora sienta su
rechazo.
— Afortunadamente,
tenemos una niña que es un tesoro. No dejo de bendecirte cada noche antes de
dormir. Me congratulo de que, a pesar de todos los tropiezos, Kwan te amara y
no pensara en más aventuras.—respondió su suegra.
En verdad las querían. No había
pasado mucho tiempo, pero sí el suficiente para darse cuenta de la gran joya
que tenían por nuera y nieta. Estaban a gusto en Connemara. El patriarca salía
cada día a dar un largo paseo y entabló amistad con algunos de los lugareños
que acudían a desayunar al mismo sitio. No hablaba ni mucho ingles ni tampoco
bien, pero si lo suficiente como para poder mantener un diálogo corto con sus
nuevos amigos.
Hasta ese momento no se había
preocupado de conocer la cultura irlandesa y, con agrado comprobó que eran buenas
gentes, cariñosas y hospitalarias. No necesitaba más. La casa de su nuera, no
era muy grande, pero tenía lo necesario para poder vivir con relativa
comodidad, a pesar de que él notaba que Amy, al principio se la veía algo
violentada por no poderles ofrecer otra casa más grande y más lujosa, tal y
como ellos estaban acostumbrados.
Les costó convencerla de que
estaban felices y muy a gusto. No necesitaban la pomposidad de su mansión. Todo
eso lo suplía el cariño y respeto que todos sentían por todos.
Nadie hubiera dado nada, porque aquel
compromiso saliera bien, pero así era y, en cuanto solucionasen el tema de
Suni, volverían de nuevo a Seúl para, definitivamente, ser miembros de una
misma familia.
Al estar sus padres presentes y
convivir bajo el mismo techo, Kwan y Amy decidieron llevar vida separada, es
decir nada de dormir juntos y contar las veces que, a solas, podían besarse.
Esas reglas las impuso Amy guardando el debido respeto a sus suegros y ellos lo
sabían y se lo agradecían.
— —Amy, eso no se hace —se quejaba Kwan
— —Amor, estarían violentos y total van a ser unos
pocos días. Después seré toda tuya
— —¡Oh cariño! Ya lo eres desde hace mucho, mucho
tiempo. Y yo tuyo también.
Se separaron de inmediato, tras
besarse, al oír la voz del patriarca que llegaba con alguien no habitual. Se
había hecho amigo de uno de los lugareños y le había invitado a comer con
ellos. Lejos de molestar a Amy, la llenó de orgullo. Al fin sus suegros se
sentían como en casa y ella era uno más de la familia, quizás el miembro más
importante de ella por las ramificaciones que había creado.
Lo que parecía imposible, se dio también
en ese día. Nadie lo esperaba ni estaba previsto, pero fue la propia Young Mi
quién pidió a Kwan que la llevara a Connemara. Debía disculparse con Amy y una
vez descargada la conciencia con su hija, necesitaba la paz de la otra parte.
Los tres, aunque no dijeron nada, se alegraban de aquel final, aunque con Suni
hubiera sido agridulce. Gracias a la presencia de Aileen fue más llevadero para
todos.
Fue una sorpresa la llegada de
ellos haciendo sonar el claxon con todas las fuerzas. Salieron algo asustados
pensando que ocurriría algo desagradable, pero fue ver las caras de los tres
ocupantes del coche, cuando todas las dudas se disiparon. Young no espero
siquiera a que Kwan le abriera la puerta del coche. Amy esperaba inquieta y
sorprendida a que todos bajasen y les contasen el resultado de la entrevista.
De repente, sintió unos brazos que la rodeaban llorando. Era la primera vez que
se veían y además en circunstancias muy extrañas. En un primer momento creyó
que todo había ido mal y a eso era debido ese abrazo acompañado de un llanto
nervioso.
— —¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?
La voz de
Young Mi abrazada a ella, la preocupó e instintivamente giró la cabeza buscando
la mirada de Kwan, que, sonriente decía sí con la cabeza. Su suegra también
estaba preocupada, pero al fin respiró aliviada, cuando hasta la ahora nuera,
comenzó a pedir perdón a Amy.
Necesitaban
estar a solas. Abrir sus corazones y reflexionar sobre todo lo ocurrido en sus
vidas. Cada una de ellas hizo un resumen de lo pasado a la otra. Tenían que
hacer desaparecer el espinoso asunto de tantos años. El daño estaba hecho, pero
por fortuna había sido un beneficio para todos. No sabían el tiempo que los
llevó hacer sus confesiones y perdonarse mutuamente, dando al olvido todo el
pasado.
Hoy, todos
comenzarían una nueva vida, lejos de preocupaciones y recelos. Tan sólo les
faltaba Suni para ser felices completamente.
Al día
siguiente, tomarían el relevo los abuelos y si la niña lo deseaba, abandonaría el
internado para regresar a su casa, a Seúl, con su familia, con los suyos.
Reflexionó
durante toda esa noche. No podía creerse que tuviera una hermana mayor que
ella. Recordó que la había odiado cuando sus padres se lo confesaron, pero a
medida que transcurría la conversación se dio cuenta de que ella había sido una
verdadera víctima de esa extraña situación, pero que, sin embargo, esperaba en
el vestíbulo para poder conocerse. La rechazó en un primer momento, pero a
medida que su padre le explicaba el porqué se encontraba allí, dejó de
escucharle para centrarse en conocer a la joven que aguardaba fuera a ser
llamada por ellos.
Ambas
hermanas, al encuentro y sin pronunciar palabra, se fundieron en un abrazo
uniendo sus lágrimas. No hizo falta la intervención de Aileen. Suni la miraba
extasiada. Siempre había deseado tener una hermana, pero en ese momento
comprendió que, aunque no la conociera, había deseado que fuese como ella:
cariñosa, generosa, pero firme en sus decisiones. Suni estaba muy perdida,
máxime ahora con la situación creada, por eso la mano firme de Aileen la
ayudaría en todo. No quería saber nada más. Suponía que, pasado un tiempo ella
la preguntaría y su hermana la respondería de todo cuanto desease saber, pero
sería a solas ellas dos, para abrazarse, llorar, reír y hasta insultarse, si
fuera necesario.
La
observaba detenidamente, se parecían muchísimo, ambas a su padre, aunque no
conociese a Amy, se notaba que la influencia asiática predominaba sobre la
europea. Pero eso no importaba. Se pareciese a quién fuera, tenía una hermana
guapísima y muy exótica. Al contarle a Aileen esas reflexiones, ambas rompieron
a reír abrazándose una vez más
—¿Exótica yo? Te voy a dar exotismo y de nuevo
salieron del despacho que las habían dejado para que se conocieran y yendo al encuentro
de sus padres.
RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora: 1996rosafermu / rosaf9494quer
Edición: Julio 2022
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