Capítulo 30 – Aileen y
Suni
Kwan se situó en el medio, entre
ambas mujeres. A las dos quería, necesitaba llevar abrazadas. El semblante de
Amy le inquietó. Nunca la había visto tan baja de moral, tan triste, tan dudosa.
Debería estar feliz de que, al fin, todas las cosas hubieran vuelto a su debido
lugar. Cierto que tenía reproches que hacerla, pero eso llegaría a su debido tiempo.
También él, debió ser claro con ella e informarla de la situación que tenían,
un frente abierto con los padres de él, un matrimonio concertado y prometido. Y
en ese momento, en que él se desesperaba porque la había conocido, algo ocurrió
entre ellos. Esa especial comunicación que sirve a veces entre un hombre y una
mujer, se enamoran y se juegan todo a una sola carta.
Y ella se lo jugó todo sin saber en donde se estaba metiendo. Y le amó, con ese amor de locos en que nada se mira, sino el momento de entrega total y absoluta. No había nada de especial en ello, ya que ambos confesaban amarse para siempre, pero calló lo enrevesado de la situación de él.
Todo llegaría a su tiempo, pero les aguardaron días de
sufrimiento y desesperación en que, ella había llevado la peor parte. Pero como
compensación había tenido una hermosa hija, recuerdo permanente del padre.
¿Había sido para bien o para mal? Porque ella, cada vez que la miraba, no podía
evitar el recordarle y el momento supremo de su concepción.
Esas sensaciones sólo las conocía ella. No deseaba desterrar esos recuerdos perdidos e ignorados. ¿Por qué recordarlo todo de nuevo? Ambos estaban dolidos. Ambos tenían reproches y explicaciones. ¿Sería mejor correr un tupido velo? Cada uno de ellos, por separado, pensaba que no. Tenían que abrir su corazón y conocer lo que cada uno sintió. El recuerdo había sido más fuerte y, todo lo vivido entonces, lejano, les uniría, perdonarían y comenzarían una nueva trayectoria muy distinta a la pasada. Porque ahora había dos niñas de por medio que tendrían que adoptar como padres de ambas, aunque una de ellas tuviera una madre separada, si es que se diera el caso que esperaban
Era muy probable, que al enterarse
Suni, no admitiera como hermana a una desconocida de la que no había escuchado
hablar y para más inri, era la mayor de las dos. Sería una sorpresa para la más
pequeña. Ella no tenía noción de nada de la vida de su padre anterior a su
llegada. No había tenido noticias de que él hubiera amado a otra mujer
antes que a su madre, aunque a ella siempre la quiso como lo que era: su
hija.
¿Cómo reaccionaría ante ese tropel
de noticias tan ignoradas? Contaban con la complicidad de Aileen que si estaba
enterada de todo. Habría que ir paso a paso, pisando sobre seguro. Sería un
choque emocional muy fuerte para la adolescente.
—¿Te encuentras bien? Te veo muy
seria y hoy es un día de especial alegría. ¿Acaso no es lo mismo para ti?—dijo
él mirando el rostro de Amy.
— —No, en serio. Estoy bien. Preocupada, pero de salud
bien
— —¿Preocupada? ¿Qué te preocupa? Sea lo que sea
déjamelo a mí. Lo solucionaré todo. Ya no estáis solas. Nunca lo habéis estado,
aunque no lo supiera. Disfrutemos que estamos juntos y pronto seremos uno más.
¿Tenéis fecha para estar en Irlanda?
— —¿A qué te refieres?
— —Pues que tengas que integrarte al trabajo en una
fecha concreta
— —No, tengo una semana de vacaciones
— —Bien, pues volveremos juntos. Deseo que, cuanto
antes, zanjemos los asuntos que tengamos pendientes cada uno de nosotros. Pero
deseo que seamos tu y yo solamente. Necesitamos estar a solas y abrir nuestras
almas, porque será la única forma de que sanemos las heridas que ambos tenemos.
— —Tienes razón, pero no sé qué podemos hacer con
Aileen
— —No te preocupes ni por eso ni por nada. Estoy aquí.
Lo resolveré. Disfruta de este momento mágico que no esperábamos, al menos yo
— —Yo tampoco lo esperaba. Creo que Aileen debe
quedarse en la habitación nuestra y nosotros hablar en la cafetería del hotel.
Ese momento nos pertenece sólo a nosotros.
— —He dicho que me lo dejes a mi. No me parece mala
idea, pero…
— —Pero ¿qué?
— — No. Nada, no te preocupes. Te sigo queriendo Amy ¿lo
sabes? Nunca he dejado de hacerlo. Me rompiste el corazón al marcharte
— —Kwan…Yo también te quiero y pasé un tiempo
desesperada, sin saber qué hacer cuando me enteré de que esperaba un hijo.
Sabía que tenía que decírtelo, pero no sabía cómo. Estaba muy desorientada y
pensando que fui un juguete en tus manos. Pero siempre estuve segura de tener a
mi bebe, aunque estuviera sola. No dudes ni por un momento que pensé deshacerme
de ella, porque no sería cierto. Al contrario, cuando se confirmó el embarazo,
hablaba con ella y la acariciaba. Ella fue mi tabla de salvación, por quién
daría mi vida cien veces si fuera necesario.
— —Hablemos de todo esta noche a solas. Nos está
mirando y seguro que piensa “¿de qué estarán hablando?”
— —No Kwan. Ella lo sabe todo. No podía tener secretos para ella. Es muy inteligente y me hacía preguntas. Respondí con la verdad por eso es que ella sentía que debía venir a conocerte.
——Siento que hayas tenido que pasar por todo eso tu sola. Si lo hubiera sabido hubiera dejado todo. Reunámonos con ella y tracemos el plan para el día de hoy. Estaré con vosotras todo el día. No hay nada más importante en mi vida que eso. He recuperado parte de ella, no voy a dejarla a un lado. La otra está en Irlanda. Iré en estos días y le contaré todo lo ocurrido. La verdad. Después desearía que os conociera. Sé que no va a ser fácil. Nada es fácil, pero si las cosas vienen así, hay que tomarlas, como hemos hecho. Claro que teníamos el terreno abonado y, parte te lo debo a ti. Aunque aún no se han terminado los malos ratos. Me esperan dos con muchas aristas y nada buenas, pero me siento fuerte. Os tengo a vosotras detrás mío. Y sois una muralla inquebrantable. Aunque no lo creas, o no te lo parezca, siempre, dentro de mí había albergado la esperanza de volver a reunirnos. No sabía cuando ni como, ya que había pasado mucho tiempo. Alguna noche, desvelado, mi cabeza se volvía loca admitiendo algo positivo y a renglón seguido negándolo. Eres una mujer preciosa e inteligente, por tanto, la idea de que me estuvieras esperando sin haber tenido contacto alguno, era impensable. Había veces que pensaba estarías casada y, entonces la rabia me invadía y no aparecía por la oficina, porque lo pagaría con los empleados y eso no era justo. Cada vez que iba al departamento que tu dirigiste, instintivamente mi mirada, iba al lugar en que te sentabas y sentía una tenaza en la garganta difícil de aguantar. Siempre te he querido. Desde la primera vez que te vi sabía que ibas a ser importante en mi vida, aunque nunca imaginé que tanto. Yo mismo pensé que sería un capricho. Que me habías deslumbrado por ser distinta a todas las mujeres que había tratado. Inteligente, ocurrente, simpática, pero al mismo tiempo rígida y formal en el trabajo. Hasta pensé que “un tesoro como ese no podría andar suelta por la vida”. Y te amé profundamente y fuiste mi objetivo, aunque todo salió mal. No voy a repetir lo que falló, porque por ello es que me dejaste de un día para otro. Y ahora, cuando mi vida estaba truncada, sin esperanzas de obtener la felicidad, vuelves a entrar en ella y con regalo inesperado: una hija. Hablaremos de todo ello esta noche, a solas y ¡claro que tengo que reprocharte no me lo hubieras dicho antes! Pero todo eso lo aclararemos lentamente, paso a paso. Sin reproches por lo que no tiene remedio, pero sí un final feliz. Estar a solas es lo que necesitamos y sacar fuera de una vez nuestras frustraciones ya pasadas. Pero de ahora en adelante, lo retomaremos donde lo dejamos, pero no con tu partida, sino en la noche anterior a ello. Espero me comprendas, porque me muero de ganas de pertenecernos.
— —Te estas precipitando un poco. Hay muchos flecos, al
menos por tu parte. Pienso que lo primero es que hables con tu mujer y tus
padres. A estos últimos trates de convencerles que no soy una enemiga ni busco
notoriedad. Sólo quiero encontrar al hombre que amé casi sin conocerle y me
robó el corazón. Que conozcan a nuestra hija y la aprecien tal y como es. Con
tu mujer, sabrás lo que has de hacer, pero ella no quiso que hablara contigo.
No iba a robarle el marido, pero sí decirte que habías sido padre. Nada más,
pero tampoco me dio opción. Estaba muy dolida, quiero que lo comprendas, y no
quise volver a contactar contigo. Pero, sí guardé la prueba de aquella llamada,
porque intuía que tarde o temprano, tendrías que saberlo y sería negado.
— —Sin quererlo, sin aplazamientos, hemos hablado de
todo lo que nos dañaba, así que sólo queda disfrutar con la parte más benigna. Ya lo sabes. Esta noche tenemos una cita.
— —Pero…
— —No hay peros que valgan. Te quiero, te deseo. Me
quieres y me deseas. El resto corre de mi cuenta.
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