Capítulo 40 – Está bien
lo que bien acaba
Todo estaba dispuesto en la
mansión. Hoy sería el gran día y, de nuevo se volvería a vivir otro
acontecimiento, pero en éste había alegría, nervios, prisas, hasta gruñidos por
algo. Todos estaban colaborando en todo. Alguien comparaba éste con otro que
hubo hacía algunos años. Diferente. En el primero fue una empresa dedicada a
ello quién organizó el evento. En éste fueron todos, trabajadores incluidos
quienes quisieron hacerlo. Era un homenaje a los contrayentes.
La familia Park Kwan, celebraba el
matrimonio de su único hijo, aunque no su único matrimonio, ya que del primero
se había divorciado. Apreciaban mucho a Lee el único hijo y a la joven
irlandesa con quién se casaba. Sería esa
misma tarde-noche y en el gran salón en donde sellarían su amor. Un amor no
exento de dificultades, pero, por eso precisamente, era más firme y para
siempre.
La generación más joven, también
estaba alterada. Desde que se conocieron, tanto Aileen como Suni, eran
inseparables. La más pequeña de la casa, desde que supo que tenía una hermana,
no se había querido separar de ella. Había sido un regalo después de conocer la
verdadera situación de sus padres. La admiraba firmemente. Había sido una
sorpresa de la cuál aún no se había recuperado. Admiraba de su hermana la
valentía y firmeza que tuvo al plantear el tema de viajar hasta Corea para
conocer a su padre.
En un principio, Suni, rechazó de
plano a su hermana. Eran demasiadas cosas que digerir en tan poco tiempo. Creía
que la odiaba, hasta que conoció que Aileen fue la primera, y quién la había
quitado el sitio en esa familia, había sido precisamente Suni y no al revés.
Comenzaron a ser tolerantes una con
la otra durante su viaje de regreso a Seúl. Suni, no quiso volver con su madre
que, según ella, tenía asuntos pendientes por resolver. Prefirió hacerlo junto
a sus abuelos y a su supuesta hermana mayor.
Sus asientos estaban juntos, por lo
que en cualquier momento romperían ese silencio absurdo de ignorar al que
tuvieran al lado. Suni optó por fingir que se había dormido, y mientras, Aileen
se enfundó los cascos y se puso a ver la película que proyectaban. La abuela
deseo intervenir en más de una ocasión, pero fue el señor Kwan quién se lo
impidió:
— —Déjalas. Están condenadas a entenderse. Ellas mismas
trazarán el camino. Aún no han salido de la sorpresa que les causó la noticia.
Han de asimilarlo. Dejémoslas en paz. Ellas encontrarán el camino.
Y Aileen lo encontró, porque al
cabo de un rato, Suni dormía como un bebe. Se levantó de su asiento y cogiendo
una fina mantita, la arropó con cuidado de no despertarla. Durante unos
instantes, se detuvo a contemplar el rostro casi infantil de su hermana que
dormía plácidamente y aún tiempo emitía un tenue silbido al respirar. Depositó
un suave beso en su frente y, volvió a acomodarse en su asiento.
El roce de los labios de Aileen
sobre su frente, fue quién la despertó, aunque no quiso darlo a entender. Fue
ese dulce gesto quién conmovió sus cimientos. Había permanecido sola en el
internado, lejos de su familia, durante casi un año y, el gesto de su hermana
fue lo que hizo que volviera a sentir que estaba en casa, con los suyos. Estaba
falta de ese cariño de hogar y, a pesar de que su madre no era precisamente una
forofa de las caricias, recibió la de su hermana con agrado.
— —Quizá esté bien ser la hermana pequeña. —se dijo.
Con un ojo cerrado y otro
entornado, dirigió una mirada hacia Aileen, que se dio perfecta cuenta de que
se había despertado, pero seguía inmersa en la película Memorias de África,
como si fuera lo más interesante del mundo siendo infinidad de veces que la
había visto. Una tenue vocecilla dándola
las gracias, fue la que hizo que se quitara los cascos y mirase a su hermana.
— —Soy tu hermana y te quiero. Ni tú ni yo pedimos ser
las primeras, pero las cosas surgieron así. Hemos de llevarlo lo mejor que podamos
porque lo vamos a ser mientras vivamos. Yo si conocía de tu llegada al mundo.
Eso te llevo de ventaja, pero también me dolió cuando supe quién era tu papa y,
siendo el mío también, no tenía sus caricias, ni me arropaba por la noche, ni
me recogía en el colegio. Has sido muy afortunada, Suni. No debes quejarte. Acéptame
como lo que soy. Las dos tenemos una maleta llena de quejas, pero no es el
momento. Dejemos que el tiempo transcurra y asimilemos lo que ha pasado en
nuestras vidas. Después todo será más sencillo. Además, el próximo curso iré a
la universidad. Ya no me tendrás. Es cuestión de dejar correr el tiempo.
— Pero es
que no quiero perderte, ahora que te he encontrado. Discúlpame mis malos modos.
Han sido noticias muy importantes y muy poco tiempo para hacerme a la idea.
— —Suni, siempre podrás contar conmigo. Yo te cuidaré.
Soy la mayor
Ambas chicas comenzaron a reír y al
final se abrazaron. Los abuelos las observaban desde el asiento de atrás. El
abuelo, miró a su mujer y la guiñó un ojo con una tierna sonrisa:
— —¿Ves mujer? Ya todo está bien. — Y volvió a la
lectura del libro sobre Irlanda que le habían regalado sus nuevos amigos del
pub MacKenzie.
Pero al mismo tiempo, sin darse
cuenta echó la vista atrás, a bastantes años atrás y recordó las peleas que
tuvieron con su hijo al renunciar a unirse en matrimonio con Young Mi. Sólo
decía que amaba a otra mujer y que no podría jamás amar a otra.
— —Pamplinas. En cuanto os caséis, será la única de tu
vida
Sonrió al llegar a este pensamiento.
¡Qué poco conocía a su hijo y que lejos estaba de que eso fuera verdad! Y por
entonces ignoraba que en camino venía otra mujer que lo cambiaría todo, no sólo
la vida de él, sino de todos ellos.
Pero también pensaba que había
merecido la pena el sufrimiento para ahora gozar de tanta felicidad y tan
totalmente opuesta a aquella otra. Amy lo cambió todo, sin saberlo y sin
desearlo.
Sonrió al pensar en ellos. Durante
todo el tiempo que habían estado en Irlanda, se habían comportado como es
natural: alguna caricia y poco más. Las mujeres se habían acoplado en una
habitación y él y su hijo en otra. A cambio les daban libertad para salir a
pasear y que tuvieran sus momentos a solas. No quería pensar en lo que eso
conllevaba.
—¡Allá ellos! Ya son mayorcitos —
se repetía
—¿Qué te hace tanta gracia! — le
decía su mujer al verle tan abstraído de la lectura y sonriendo de vez en
cuando.
Y al final Seúl. Ya estaban en casa
después de tan largo viaje. Durante esas horas, las hermanas habían hablado
todo el tiempo como cotorras. Sin duda poniéndose al día de lo que había sido
su vida. Y ellos, aunque callados, pero sin duda, también pensaban en lo que la
ceremonia que iban a celebrar pronto, había significado en sus vidas antes,
durante y después de todos los acontecimientos que tuvieron lugar.
La novia saldría de la casa paterna,
y sería el patriarca quién la entregara a su hijo. Kwan tenía la opción de hospedarse
en un hotel, o en su propia casa, cosa que rechazó: la estrenarían juntos.
Todos los empleados estuvieron
presentes en la ceremonia, y para que ello fuese posible, alquilaron una
compañía de buffet para que sirviera la cena y así ellos también disfrutar del
acontecimiento. Todos los querían y respetado durante muchos años. Les pareció
justo que también disfrutaran de las buenas ocasiones y ésta era una muy buena
sin duda alguna.
Un patriarca emocionado, llevó del
brazo a Amy hasta donde, nervioso y rotundamente feliz, aguardaba Kwan. Al fin
sus sueños se habían cumplido. Las hijas de ambos estaban presentes y era una
situación insólita, ya que ninguna de ellas estuvo presente la primera vez que
se unieron en uno solo, aunque fuera por separado.
La fiesta duró hasta altas horas de
la noche, pero los ya marido y mujer, se “escaparon” en cuanto les fue posible.
Querían comenzar su vida juntos en solitario, íntimamente como ellos siempre
habían deseado y tardado años en conseguirlo.
Estrenarían juntos el chalet que
Kwan había comprado como hogar. Iban a estrenar muchas cosas en aquella noche
memorable que tanto sacrificio habían tenido que realizar sin esperanzas de
lograrlo. Pero al fin, el amor se abrió paso a grandes zancadas.
Tuvieron toda la noche para
expresarse mutuamente cuanto se amaban y se necesitaban. Iniciarían su viaje de
novios al día siguiente, sin prisas, sin horarios establecidos, cuando ellos
quisieran. Habían sacrificado tantas cosas que ahora tenían la sensación de
estar cometiendo algún delito.
Kwan mostraba su ansiedad de
tenerla, y ella correspondía de la misma manera. Eran dos ciclones de
sentimientos compartidos y reprimidos durante demasiado tiempo. Ahora el dique
que les mantenía alejados se había roto definitivamente. Eran uno del otro
nuevamente sin tener que esconderse, sin dar explicaciones a nadie de su
conducta y de sus deseos.
— —Tengamos un nuevo hijo pronto, amor mío. Sería un
broche perfecto para unir definitivamente los eslabones de la cadena
— —Kwan acabamos de casarnos
— —Pues por eso. Porque ya no tenemos barreras que nos
separen y sería un nexo de unión para nuestras respectivas hijas.
— —¡Oh Kwan! ¿Cómo voy a negarte nada? Tengámoslo,
pues.
D DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS / COPYRIGHT
a Autora: 1996rosaferm / rosaf9494quer
E Edición: : Julio 2022
F Fotografía: Internet
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