lunes, 4 de julio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 28 - Frente a frente

 


                    Capítulo 28 – Frente a frente

 

La secretaria, sonriente se dirigió a Amy y a Aileen dándoles paso. Se acercaron a la puerta y abrió el picaporte cediendo a su presión. El corazón se le saldría del pecho. Los latidos eran tan fuertes que pensaba que su hija los escucharía. Con un gesto hizo que se sentara:

—Aguarda en esta sala. Te avisaré cuando puedas entrar. Ahora necesito estar a solas con él y explicarle todo detenidamente. Necesita una explicación. No te preocupes no vamos a discutir tan fuerte que se entere todo el edificio, simplemente haré tu presentación.

Y entro resuelta a pasar el mal trago que la aguardaba. Aspiró aire hasta llenar sus pulmones con ello, irguió su cabeza y sus hombros y entró, agradeciendo con una sonrisa la gentileza de la secretaria.

Kwan permanecía sentado leyendo algún documento. Se le veía absorto en lo que quiera que leyese. Estaba en mangas de camisa remangadas hasta el codo. El nudo de la corbata aflojado y desabrochado el botón del cuello. Usaba gafas para leer. Ella todavía no.

Durante unos instantes se recreó en contemplar su rostro. Seguía rabiosamente atractivo. Comenzaron a sudarle las manos, algo que aborrecía porque denotaba inseguridad, pero, cómo evitarlo. Al fin él se quitó las gafas y levantó la mirada. En su cara se dibujaba una sonrisa para recibir a la persona que deseaba verle, pero al comprobar de quién se trataba, se convirtió en sorpresa inesperada borrándose de inmediato de su cara.

   —¿Tú?

Se levantó como el rayo y se dirigió hacia ella para comprobar que, efectivamente se trataba de Amy. Recorría su cara con ansiedad, como si la viera por primera vez. La tomó por los brazos y la separó un poco para contemplar su silueta, para comprobar que no se trataba de una visión, sino que realmente la tenía delante. Y hasta su olfato llegó el perfume, el que ella usaba habitualmente y que él la compró. Había pasado tanto tiempo que había olvidado todos esos pequeños detalles.

Un nudo apretaba su garganta y los ojos, de repente, se llenaron de agua. Ambos se miraban sin hablar, como tratando de convencerse que estaban juntos, aunque no fuera por una unión deseada. No pudo evitarlo, fue más fuerte que él, que todos esos años de su ausencia y añoranza. Se acercó y depositó un beso en su frente.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de ella, que temblaba de emoción. Tenía que sentarse o apoyarse en algo, porque de lo contrario caería redonda al suelo desmayada. Como si la leyera el pensamiento y sin soltarla, la condujo hasta un sofá que estaba situado en otro ángulo del despacho e hizo que se sentara.

La faltaba el aire y respiraba agitadamente. Tenía que empezar a hablar, pero ¿cómo romper ese hechizo tantas veces añorado y deseado? No encontraba las palabras para hacerlo, pero al fin, retirando la mirada de la cara de él pudo articular las primeras palabras.

   No hemos venido a pedir nada. Ni un trabajo ni nada de nada. Hemos venido a darte y, de ti dependerá si lo aceptas o no.

—¿Hemos? ¿Quiénes? ¿De qué o quién se trata?

—Se que va a sorprenderte y seguro me culparás, aunque no sea mía la culpa, que de ello tengo muestras. Cuando nos separamos no sabía que estaba embarazada, por supuesto de ti. Espero que no tengas ninguna duda al respecto, pues es tan evidente que no podrías negarlo. Lo supe al cabo del tiempo de haber regresado a Irlanda. Tenemos una niña: Aileen, quién espera afuera. De no haber sido por ella, no estaríamos aquí, pero ella deseaba conocer a su padre, saber algo de él. En un viaje tan largo como este, no podía dejarla sola ya que es muy joven. Muy a pesar mío, la acompañé. Lo hice por ella. No quiere, no queremos nada en absoluto. Sabe que estás casado. Sólo lo que desea es verte nada más. Nos iremos probablemente pasado mañana. Y ahora le diré que entre

  —¿Me estás diciendo que además de una, tengo otra hija? ¿Y que a lo largo de todos estos años no has tenido ocasión de comunicarte conmigo y decírmelo? ¿Cómo supones que debo tomarlo? Eres cruel ¿Cómo siquiera lo has pensado?¡Cuánto has cambiado, Amy!

—Estás sacando conclusiones sin saber lo ocurrido, pero eso lo sabrás con esto

 De su bolso extrajo un pequeño sobre blanco del que extrajo un pendrive, entregándoselo. Kwan lo miró con curiosidad. No sabía lo que contenía, ni siquiera lo imaginaba. Pero fuera lo que fuese podía esperar. Fue él mismo quién se dirigió hacia la puerta abriéndola y buscando con la mirada a aquella persona que decían era su hija. Vio la silueta de una muchacha muy joven, con el cabello dorado y rojizo que tapaba en parte su cara. Al sentir el ruido levantó la cabeza y entonces comprendió lo que Amy le había dicho: tenía todos los rasgos asiáticos. No le había mentido. Fijándose algo más, atónito, dirigiéndose hacia ella, comprobó más de cerca que el parecido con su hermana era grande. No había lugar para la duda.

—Así que tu eres hija mía- dijo pausadamente sin salir aún del asombro

—Si señor—dijo haciendo la clásica inclinación de cabeza. La cogió de una mano y la dijo.

—Ven. Tenemos mucho de lo que hablar

Se introdujeron de nuevo en el despacho y al mismo tiempo Amy salía de él, a pesar de que él pidiera que se quedara:

—No Kwan. Sois vosotros quienes tenéis que hablar. Apagar incertidumbres y dudas. Yo he cumplido mi parte. Te ruego que la escuches y respondas a sus preguntas que seguro te hará. Esperaré fuera. Tomaros vuestro tiempo.

Se dirigió al mostrador y encargó a una de sus secretarias que atendieran a la señora y la llevasen alguna bebida o lo que ella deseara. Y entró en el despacho.

Aileen permanecía de pie revisando el despacho palmo a palmo. Ese era el lugar en el que prácticamente vivía su padre. Sobre la mesa había un marco con dos fotografías: una dama bellísima y una niña. Detuvo su mirada en ellas. La niña se parecía a su padre e hizo sus deducciones:

—Así que tiene otra hija que por tanto es mi hermana. ¿Podré conocerla?

Detuvo su inspección al oír cerrar la puerta y los pasos de su padre que se acercaba a ella.

—¿Deseas tomar algo?

   —No señor. Muchas gracias

   —No me llames señor: soy tu padre

   —Lo sé y, desde hace mucho tiempo. Pero hasta ahora no hemos podido venir. Lo hicimos a mi petición, pero mamá le daba miedo dejarme sola, porque nunca he salido de Irlanda. Decidió acompañarme y de paso hablar con usted

   —Así que vivís en Irlanda.

   —Si en Connemara. Cuando entre en la universidad, viviré en Dublín

   —¿En la universidad? ¿Cuántos años tienes?

— —Diecisiete cumplidos

   —¿Qué vas a estudiar?

   —Lo mismo que estudió mamá. Me apasiona y además tendré ayuda con ella.

   —Sabes que tu madre era muy buena, de las mejores. ¿En qué trabaja?

Poco a poco la conversación se extendía preguntándola por lo que habían hecho y hacían durante estos años. Necesitaba saber cómo se había desenvuelto. Sabía que había renunciado a todo, a su puesto de trabajo tanto en Seúl como en Irlanda. No podía ni imaginar las aventuras que habrá pasado sin trabajo, o al menos el que no la corresponde. Con una niña recién nacida, sin experiencia y sin nadie que la ayudase.

Le dolió grandemente esa situación por la que tuvo que pasar y él ignorante de todo. Había sido un cobarde al no enfrentarse a sus padres cuando aún había tiempo. ¡Cuántos quebraderos de cabeza se hubieran ahorrado y ahora no tendría que dar explicaciones a su hija de lo ocurrido!

La miró de frente y guardó silencio. Era una niña preciosa, que en lugar de exigir el porqué de las cosas, simplemente había llegado hasta él para conocerle. No pedía nada más. Ahora podría poner rostro de un padre ignorante de que ella estuviera en el mundo, pero también conocedora de los motivos de su madre.

Estaba dividida entre ambos. Miró sus cabellos: “el único rasgo de Amy”, pensó.

Ironías de la vida, ella peleando por su hija y la niña por el padre. Por un padre que desconocía que había nacido por un amor compartido y truncado. Pero todo eso ya era historia. La suya comenzaba ahora, en este punto en la primera vez que vio a su progenitor y no la extrañó que su madre perdiera la cabeza por él. Además de ser guapísimo, era dulce y comprensivo, tal y como le había imaginado y pensado sólo para ella, porque pensaba que, si su madre se enterase de que sentía debilidad por él, se enfadaría y se sentiría traicionada. De hecho, sabía que había sido un gran sacrificio acompañarla hasta allí y no por el desembolso económico que había supuesto, sino porque sabía que nunca le había olvidado y que cuando tuvo consciencia, la escuchaba llorar mientras la miraba tiernamente contándola un cuento. Era demasiado pequeña para comprender la situación que ambos tenían. Pero ahora era mayor y también supo el sacrificio tanto moral como ético el venir hasta donde estaba su padre y presentarse ante él.

 Desconocía la reacción que tendría y, aún la desconocía. Pensaba que, pasando el primer encuentro con la verdad, infinidad de cosas entre ellas los reproches por no haberlo sabido antes. Que la prueba que habían llevado en realidad era una especie de excusa, aunque ella en aquél entonces recién dada a luz, se le viniera el mundo encima. Con ella había contado en todo momento, pero sentía que tenía necesidad de su padre, de ese padre quizás mitificado, al que le pediría un sinfín de explicaciones que llegarían poco a poco, cuando su cabeza procesara que le tenía delante y que su madre no había exagerado. Que era dulce y, lo más importante para ella, que no la rechazó en ningún momento ni negó su paternidad. La situación expuesta era tan meridianamente clara, que no cabía la duda. Exceptuando que su esposa se negara a ello.


RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora: 1996rosafermu / rosaf9494quer

Edición: Julio 2022

Fotografía: Internet

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