Capítulo 28 – Frente a frente
La secretaria, sonriente se dirigió
a Amy y a Aileen dándoles paso. Se acercaron a la puerta y abrió el picaporte
cediendo a su presión. El corazón se le saldría del pecho. Los latidos eran tan
fuertes que pensaba que su hija los escucharía. Con un gesto hizo que se
sentara:
—Aguarda en esta sala. Te avisaré
cuando puedas entrar. Ahora necesito estar a solas con él y explicarle todo
detenidamente. Necesita una explicación. No te preocupes no vamos a discutir
tan fuerte que se entere todo el edificio, simplemente haré tu presentación.
Y entro resuelta a pasar el mal
trago que la aguardaba. Aspiró aire hasta llenar sus pulmones con ello, irguió
su cabeza y sus hombros y entró, agradeciendo con una sonrisa la gentileza de
la secretaria.
Kwan permanecía sentado leyendo
algún documento. Se le veía absorto en lo que quiera que leyese. Estaba en
mangas de camisa remangadas hasta el codo. El nudo de la corbata aflojado y
desabrochado el botón del cuello. Usaba gafas para leer. Ella todavía no.
Durante unos instantes se recreó en
contemplar su rostro. Seguía rabiosamente atractivo. Comenzaron a sudarle las
manos, algo que aborrecía porque denotaba inseguridad, pero, cómo evitarlo. Al
fin él se quitó las gafas y levantó la mirada. En su cara se dibujaba una sonrisa
para recibir a la persona que deseaba verle, pero al comprobar de quién se
trataba, se convirtió en sorpresa inesperada borrándose de inmediato de su
cara.
— —¿Tú?
Se levantó como el rayo y se
dirigió hacia ella para comprobar que, efectivamente se trataba de Amy.
Recorría su cara con ansiedad, como si la viera por primera vez. La tomó por
los brazos y la separó un poco para contemplar su silueta, para comprobar que
no se trataba de una visión, sino que realmente la tenía delante. Y hasta su
olfato llegó el perfume, el que ella usaba habitualmente y que él la compró.
Había pasado tanto tiempo que había olvidado todos esos pequeños detalles.
Un nudo apretaba su garganta y los
ojos, de repente, se llenaron de agua. Ambos se miraban sin hablar, como
tratando de convencerse que estaban juntos, aunque no fuera por una unión
deseada. No pudo evitarlo, fue más fuerte que él, que todos esos años de su
ausencia y añoranza. Se acercó y depositó un beso en su frente.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de
ella, que temblaba de emoción. Tenía que sentarse o apoyarse en algo, porque de
lo contrario caería redonda al suelo desmayada. Como si la leyera el
pensamiento y sin soltarla, la condujo hasta un sofá que estaba situado en otro
ángulo del despacho e hizo que se sentara.
La faltaba el aire y respiraba
agitadamente. Tenía que empezar a hablar, pero ¿cómo romper ese hechizo tantas
veces añorado y deseado? No encontraba las palabras para hacerlo, pero al fin,
retirando la mirada de la cara de él pudo articular las primeras palabras.
—
No hemos venido a pedir nada. Ni un trabajo ni nada
de nada. Hemos venido a darte y, de ti dependerá si lo aceptas o no.
—¿Hemos? ¿Quiénes?
¿De qué o quién se trata?
—Se que va
a sorprenderte y seguro me culparás, aunque no sea mía la culpa, que de ello
tengo muestras. Cuando nos separamos no sabía que estaba embarazada, por
supuesto de ti. Espero que no tengas ninguna duda al respecto, pues es tan
evidente que no podrías negarlo. Lo supe al cabo del tiempo de haber regresado
a Irlanda. Tenemos una niña: Aileen, quién espera afuera. De no haber sido por
ella, no estaríamos aquí, pero ella deseaba conocer a su padre, saber algo de
él. En un viaje tan largo como este, no podía dejarla sola ya que es muy joven.
Muy a pesar mío, la acompañé. Lo hice por ella. No quiere, no queremos nada en
absoluto. Sabe que estás casado. Sólo lo que desea es verte nada más. Nos
iremos probablemente pasado mañana. Y ahora le diré que entre
—¿Me estás diciendo que además de una, tengo otra hija? ¿Y que a lo largo
de todos estos años no has tenido ocasión de comunicarte conmigo y decírmelo?
¿Cómo supones que debo tomarlo? Eres cruel ¿Cómo siquiera lo has pensado?¡Cuánto
has cambiado, Amy!
—Estás sacando conclusiones sin
saber lo ocurrido, pero eso lo sabrás con esto
De su bolso extrajo un pequeño sobre blanco del que extrajo un pendrive, entregándoselo. Kwan lo miró con curiosidad. No sabía lo que contenía, ni siquiera lo imaginaba. Pero fuera lo que fuese podía esperar. Fue él mismo quién se dirigió hacia la puerta abriéndola y buscando con la mirada a aquella persona que decían era su hija. Vio la silueta de una muchacha muy joven, con el cabello dorado y rojizo que tapaba en parte su cara. Al sentir el ruido levantó la cabeza y entonces comprendió lo que Amy le había dicho: tenía todos los rasgos asiáticos. No le había mentido. Fijándose algo más, atónito, dirigiéndose hacia ella, comprobó más de cerca que el parecido con su hermana era grande. No había lugar para la duda.
—Así que tu eres hija mía- dijo
pausadamente sin salir aún del asombro
—Si señor—dijo haciendo la clásica
inclinación de cabeza. La cogió de una mano y la dijo.
—Ven. Tenemos mucho de lo que
hablar
Se introdujeron de nuevo en el
despacho y al mismo tiempo Amy salía de él, a pesar de que él pidiera que se
quedara:
—No Kwan. Sois vosotros quienes
tenéis que hablar. Apagar incertidumbres y dudas. Yo he cumplido mi parte. Te
ruego que la escuches y respondas a sus preguntas que seguro te hará. Esperaré
fuera. Tomaros vuestro tiempo.
Se dirigió al mostrador y encargó a
una de sus secretarias que atendieran a la señora y la llevasen alguna bebida o
lo que ella deseara. Y entró en el despacho.
Aileen permanecía de pie revisando
el despacho palmo a palmo. Ese era el lugar en el que prácticamente vivía su
padre. Sobre la mesa había un marco con dos fotografías: una dama bellísima y
una niña. Detuvo su mirada en ellas. La niña se parecía a su padre e hizo sus
deducciones:
—Así que tiene otra hija que por
tanto es mi hermana. ¿Podré conocerla?
Detuvo su inspección al oír cerrar
la puerta y los pasos de su padre que se acercaba a ella.
—¿Deseas tomar algo?
— —No señor. Muchas gracias
— —No me llames señor: soy tu padre
— —Lo sé y, desde hace mucho tiempo. Pero hasta ahora
no hemos podido venir. Lo hicimos a mi petición, pero mamá le daba miedo
dejarme sola, porque nunca he salido de Irlanda. Decidió acompañarme y de paso
hablar con usted
— —Así que vivís en Irlanda.
— —Si en Connemara. Cuando entre en la universidad,
viviré en Dublín
— —¿En la universidad? ¿Cuántos años tienes?
— —Diecisiete
cumplidos
— —¿Qué vas a estudiar?
— —Lo mismo que estudió mamá. Me apasiona y además tendré
ayuda con ella.
— —Sabes que tu madre era muy buena, de las mejores.
¿En qué trabaja?
Poco a poco la conversación se extendía
preguntándola por lo que habían hecho y hacían durante estos años. Necesitaba
saber cómo se había desenvuelto. Sabía que había renunciado a todo, a su puesto
de trabajo tanto en Seúl como en Irlanda. No podía ni imaginar las aventuras
que habrá pasado sin trabajo, o al menos el que no la corresponde. Con una niña
recién nacida, sin experiencia y sin nadie que la ayudase.
Le dolió grandemente esa situación
por la que tuvo que pasar y él ignorante de todo. Había sido un cobarde al no
enfrentarse a sus padres cuando aún había tiempo. ¡Cuántos quebraderos de
cabeza se hubieran ahorrado y ahora no tendría que dar explicaciones a su hija
de lo ocurrido!
La miró de frente y guardó silencio.
Era una niña preciosa, que en lugar de exigir el porqué de las cosas,
simplemente había llegado hasta él para conocerle. No pedía nada más. Ahora
podría poner rostro de un padre ignorante de que ella estuviera en el mundo,
pero también conocedora de los motivos de su madre.
Estaba dividida entre ambos. Miró
sus cabellos: “el único rasgo de Amy”, pensó.
Ironías de la vida, ella peleando por su hija y la niña por el padre. Por un padre que desconocía que había nacido por un amor compartido y truncado. Pero todo eso ya era historia. La suya comenzaba ahora, en este punto en la primera vez que vio a su progenitor y no la extrañó que su madre perdiera la cabeza por él. Además de ser guapísimo, era dulce y comprensivo, tal y como le había imaginado y pensado sólo para ella, porque pensaba que, si su madre se enterase de que sentía debilidad por él, se enfadaría y se sentiría traicionada. De hecho, sabía que había sido un gran sacrificio acompañarla hasta allí y no por el desembolso económico que había supuesto, sino porque sabía que nunca le había olvidado y que cuando tuvo consciencia, la escuchaba llorar mientras la miraba tiernamente contándola un cuento. Era demasiado pequeña para comprender la situación que ambos tenían. Pero ahora era mayor y también supo el sacrificio tanto moral como ético el venir hasta donde estaba su padre y presentarse ante él.
Desconocía la reacción
que tendría y, aún la desconocía. Pensaba que, pasando el primer encuentro con
la verdad, infinidad de cosas entre ellas los reproches por no haberlo sabido
antes. Que la prueba que habían llevado en realidad era una especie de excusa,
aunque ella en aquél entonces recién dada a luz, se le viniera el mundo encima.
Con ella había contado en todo momento, pero sentía que tenía necesidad de su
padre, de ese padre quizás mitificado, al que le pediría un sinfín de
explicaciones que llegarían poco a poco, cuando su cabeza procesara que le
tenía delante y que su madre no había exagerado. Que era dulce y, lo más
importante para ella, que no la rechazó en ningún momento ni negó su
paternidad. La situación expuesta era tan meridianamente clara, que no cabía la
duda. Exceptuando que su esposa se negara a ello.
RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora: 1996rosafermu / rosaf9494quer
Edición: Julio 2022
Fotografía: Internet
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