Capítulo 15 - ¿Qué me está ocurriendo?
Permanecía callado tras la
declaración de ella. Creía no haber escuchado bien. Ninguno de los dos hablaba
esperando, quizás, alguna respuesta que no se producía por la sorpresa de uno y
la timidez de otro. Sólo se escuchó la señal de que el teléfono había colgado. Se
abría un paréntesis de dudas, de incertidumbre y de espera. Pero no duró mucho.
Escondía su cabeza bajo la ropa de
la cama avergonzada, probablemente por su inesperada declaración. Reinaba un
absoluto silencio en la habitación. Daba vueltas y más vueltas en la cama
angustiada por lo que acababa de suceder. No sabía lo que duraba cuando, un
ruido en la puerta la sobresaltó. Una voz conocida se escuchaba al otro lado
conversando con otra totalmente desconocida para ella. ¿Qué ocurría? ¿Quiénes eran? Pronto saldría de dudas. La voz rotunda de Kwan
retumbó en la estancia:
—¿Qué ocurre? ¿Dónde estás?
Dirigió su mirada hacia la cama en
la que un bulto totalmente oculto a las miradas, hacía pensar que había alguien
bajo las sábanas. Unas palabras en coreano que no entendió, pero si identificó
la voz: era la de él. ¿Cómo podría mirarle a la cara después de lo que le había
dicho? Quería pensar que no le era indiferente por tantos detalles hacia ella
que, a veces la sorprendía. El paraguas ¿el perfume? El casi arrastrarla hasta
el médico y ahora estando aquí. No había más explicación que la que pensaba y,
no deseaba hacerlo. Era demasiado bueno, demasiado bonito para creerlo. La otra
voz no identificada cerró la puerta tras de sí. ¿Quién era ese hombre? ¿Cómo
había podido entrar en su habitación? Por deducción creyó comprender todo: era
el encargado de recepción que, a petición de Kwan había subido a ver lo que
ocurría.
Unas manos palpaban la ropa de la
cama recorriendo el bulto que se apreciaba. Un tirón del embozó dejó descubierto
su menudo cuerpo en posición fetal. Kwan estaba allí, con el entrecejo
fruncido, pero al mismo tiempo con un gesto divertido, contemplándola.
—¿Porqué te escondes? ¿De quién?
¿De mí? Estaba muy preocupado por ti. Tengo responsabilidad sobre ti. Por todos
los sitios circulan virus y tú no estás acostumbrada a los nuestros. Podías
haberte contagiado de alguno. Estás lejos de casa trabajando por mi solicitud
en ello. Soy responsable de ti.
— —No eres responsable de mí ni de nadie. Ya soy
mayorcita. Me cuido sola
— —¿Por qué estás enfadada?
— —No estoy enfadada, solo que…
Ni siquiera hacía alusión al párrafo que dijera antes de cortar la comunicación. Con un poco de suerte no lo había escuchado. Unos golpes en la puerta de nuevo interrumpieron sus pensamientos. Y de nuevo otra voz no identificada hablando en coreano, pero esta vez era femenina y con uniforme blanco de enfermera.
—¿Ha contratado una enfermera para que me cuide?—. No daba
crédito a lo que veía.
No dejaba de mascullar por lo bajo, lo
que se desarrollaba ante ella. La está tratando como una niña, entre algodones.
Menospreciaba que sabía cómo hacerlo. La mujer de blanco sacó un termómetro que
acercó a su frente sin rozarla y, en el acto indicó que no había fiebre. La
tomó el pulso, muy profesional y no entendió lo que decía a Kwan, pero por la
rápida mirada de él hacia Amy, dedujo que lo tenía un poco alterado. Sonrió
levemente al mirarla y notó que respiró aliviado. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué se traía entre
manos?
Deseaba que la dejaran en paz, que
salieran de la habitación y quedarse tranquila. Le daba un poco de miedo
quedarse a solas con él. Hasta ese momento, no daba señales de haber escuchado
lo que dijo antes de colgar, pero no las tenía todas consigo.
—Debiste morderte la lengua. Has
sido una tonta ¿Cómo crees que él puede prestar atención a tus insensateces?
Y de nuevo ambos parloteaban a sus
espaldas. La enfermera aceptaba lo que quiera que la dijera afirmativamente,
moviendo su cabeza, a medida que se dirigían hacia la puerta. Amy permanecía
tumbada en la cama tratando de ocultar su cara en la almohada. Escuchó la puerta
al cerrarse y sintió que él volvía a su cabecera.
No decía nada. Ella no veía nada
puesto que tenía los ojos fuertemente cerrados, pero sabía que la miraba
fijamente. Sentía esos ojos sobre ella y una mano con movimiento suave que
hacía que abandonara su escondite de la almohada. Una voz imperiosa llegó hasta
ella.
—¿Qué fue lo que dijiste?
— — No he abierto la boca para nada —respondió recelosa
Sólo notó que bajó su cabeza hasta
ponerla a la altura de la de ella. Que sus manos se posaban sobre su cara y que
la de él estaba cada vez más cerca, más cerca… hasta llegar a su boca posándose
sobre sus labios. Creyó morirse y subir
al cielo en una fracción de segundos. ¡La besaba! ¡Y con qué pasión!
No tenía dudas. Al menos no debiera
tenerlas de que él la amaba igual que ella. Que las palabras ininteligibles que
la susurraba eran de amor. Al fin se había relajado medianamente dispuesta a
corresponder con el abrazo, aunque fuera tímidamente. Eran minutos deliciosos
los que vivían que, a ellos les pareció segundos, porque de nuevo, unos toques
en la puerta rompieron la magia del momento.
—Tenemos que hablar—es lo que dijo al tiempo que se levantaba de la cama
Se dirigió hacia la puerta y al
abrirla apareció de nuevo la enfermera con un pequeño maletín en su mano.
— —He de irme. Tenemos conexión con Dublín, pero la
enfermera se quedará contigo hasta que estés bien. Todo lo que necesites ella
te lo proporcionará. Estaré en contacto contigo. Si necesitas algo llámame. Me
gustará escuchar tu voz.
Se inclinó hacia ella besando su
frente y acariciando su mejilla. Por una fracción de segundo sus miradas se
cruzaron. Ambas estaban brillantes por lo sucedido hacia apenas unos minutos. Necesitaban
hablar y estar solos. Aclarar lo ocurrido y lo que ocurriría en un futuro
próximo. ¿Cómo había sucedido todo? ¿Sería cierto que ambos se habían
enamorado? Ella estaba muy segura de lo que sentía pero, ¿desde cuando él
sentía lo mismo? Recordó sus miradas silenciosas, observadoras, pero ahora
estaban claras. El afán por cuidarla y protegerla. Los pequeños detalles para
que ella estuviese bien…la infinidad de cosas en que ni por lo más remoto,
pensara que se debía a lo que acababa de vivir.
Todas ellas eran señales claras de
lo que ocurría entre ellos, pero reticentes a darse por vencidos y declararse
abiertamente que, sencillamente, se habían enamorado. Que no necesitaban
semanas, ni meses, ni años, para que ese fenómeno ocurrido entre un hombre y
una mujer, pasase entre ellos.
Él, pertenecía a un mundo
completamente ajeno al de ella, no sólo porque fueran de distintos niveles
monetarios. Pertenecían a mundos distintos y distantes, dispares en todo.
No sólo en distancia, sino que eran de otro mundo y uno de ellos más cerrado
que el otro.
Al quedarse sola, no se refugió en
lo sucedido, sino en la lógica. Y era aplastante: era su jefe, de otra
nacionalidad, de otras costumbres en las que imperaban los mandatos paternos
hasta para buscarse una novia. ¿Tendría él novia? Seguramente y hasta
posiblemente fijada la fecha de la boda. Pero él no fingía cuando la besó y la
acariciaba. Infinidad de detalles ocurridos, le avisaban de que estaba
pendiente de ella en todo momento. Que no fingió al besarla, sino que se le veía
feliz. Esos sentimientos no pueden improvisarse. La ternura de su mirada…
Pero al mismo tiempo pensaba que
hacía poco que se habían conocido y no era posible que ese sentimiento hubiera
saltado entre los dos. No era lógico ni normal. Tendrían que hablarlo
detenidamente antes de que fueran más allá y resultaran heridos. ¿Qué pasaría
cuando ella tuviera que regresar a Irlanda? No estaban cerca para pasar los
fines de semana juntos. Tenían medio mundo entre ellos y un mundo, por su
parte, muy conservador y absorbente. Lo más probable es que tuviera una novia
impuesta por los padres como tenían por costumbre. ¿Qué harían entonces?
Dependería de la intensidad de amor que sintiera cada uno. Ella no tenía
impedimentos, pero él los tenía todos.
Era una rotunda locura que tendrían que aclarar no tardando mucho antes de que todo se desmadrara, porque estaba segura que ocurriría no tardando mucho.
Tendría que buscar un hueco en su
agenda para sentarse a hablar tranquilamente y poner sobre la mesa todas las
trabas que tendrían por parte de él. Necesitaba no sólo claridad, sino también
la verdadera situación de Kwan. La vida de Amy era sencilla y como los caracoles:
siempre llevando la casa a cuestas. No tenía nada ni nadie que la atase a nada
ni a nadie. Pero en el caso de él, todo era diferente. Pertenecía a un estatus
rígido e interesado. No admitirían el rompimiento de un matrimonio acordado si
es que, seguramente, habrían acordado hacía tiempo.
Mucho se temía que, ese matrimonio, si es que existiera, estaba segura había sido concertado por las familias
y no por los novios. Lo que agravaba más la situación.
No quería seguir pensando. Habían
sido unos instantes maravillosos los que acaban de vivir, pero lo mismo de
rápido y frágiles eran los pensamientos totalmente racionales que estaba
viviendo en ese momento.
Lamentó no estar a solas, ya que la
enfermera a veces la abstraía de sus pensamientos y, necesitaba madurar sobre
ellos. Pensar todo lo que tenían que hablar, admitir o rechazar. Les iba en
ello la felicidad y la alegría o el rechazo familiar. Creía a ciencia cierta
que sería esto último y lo lamentaba por Kwan. No deseaba ponerle en la
tesitura de elegir, pero estaba dispuesta a ello.
¿Cómo había ocurrido todo esto en
sus vidas? ¿Por qué? Habiendo millones de hombres y mujeres caminando por el
mundo, han tenido que enamorarse y, al mismo tiempo pensar en romper con lazos
fuertes y familiares desde hacía tiempo.
Iba a ser algo muy difícil de
mantener. Ninguno sabía de la vida del otro. Era todo descabellado a lo que
tendrían que renunciar. Sería muy difícil mantenerlo en secreto estando
trabajando juntos. Una mirada, algún gesto, alguna sonrisa o algún silencio,
les delataría. Para ninguno de los dos era conveniente que todos comentasen su
relación.
Hay una sentencia que dice que el
amor y el dinero, no pueden estar ocultos. Y eso la daba mucho miedo. ¿Qué
pensarían? No sería aceptada por la familia de él. ¿Tendrían que verse a
escondidas como si fueran delincuentes? Los días habían pasado y cuando
quisieran recordar, estarían de regreso a casa. Y el pensar en ello, se le
ponía la carne de gallina. Eran muchos kilómetros los que les separaban y
muchas dificultades para entorpecer más las cosas.
Lo más positivo sería cortar esta
relación puesto que comenzaba ahora, pero ¿cómo? ¿Y si fuera el amor que
estaban esperando?
Al no poderse comunicar con la enfermera
ya que no hablaba inglés, ni ella coreano, estuvo pensando en el problema que ellos
mismos se habían creado. Metida en la cama y tapada hasta los ojos, no es que
tuviera frio ni se encontrara mal, sino que de esa forma se aislaba del mundo,
buscando de qué manera, cuándo y cómo, terminar con algo maravilloso que
acababa de comenzar y estaba destinado al fracaso en el mismo instante en que
se forjara.
Tendrían que guardar las formas en
el trabajo. Salir a escondidas y evitar encontrarse con algún compañero cuando
estuvieran juntos. ¿Por qué era todo tan complicado? Solo querían amarse. Sería, además muy difícil, teniendo por vecinos a sus dos compañeros irlandeses.
No la había llamado en toda la
tarde. Esperaba que, al terminar el horario laboral y el de la enfermera
también, él fuese a verla e incluso tratara de quedarse a pasar la noche con
ella. Todo era absurdo y anómalo. Estaba bien y pensaba en ir a trabajar
al día siguiente. Se preparaba para una pelea con él. Les sería muy difícil
verse mientras trabajaban y estaba dispuesta a evitarlo a toda costa. No podría
mirar a la cara a sus compañeros porque de seguro comenzaría la rumorología,
estando ignorantes como estaban de que ellos no tenían ninguna relación seria
hasta ese momento.
¿Qué tipo de relación estaba
dispuesta a mantener con Kwan? ¿La de novia o amante? Y en el caso de que se
casara con otra muchacha ¿rompería con él o seguiría viéndole a escondidas?
—Todo eso es muy prematuro. Ni siquiera sabemos si nuestro enamoramiento
va a ser flor de un día. —se dijo reflexionando los distintos caminos que
tomarían.
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS / COPYRIGHT
Autora : 1996rosafermu / rosaf9494
Edición: Junio 2022
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