Capítulo 10 -Seúl
En el aeropuerto ya estaba el
chófer con el coche grande esperando a los recién llegados. En un cartel había
puesto el nombre de la empresa a modo de identificación. Tuvo que aguardar unos
minutos a que recuperasen su equipaje. Al abrir la puerta, los tres formaban
una sola persona, como si los tres estuvieran asustados y de esta forma
pudieran protegerse. No era tal, sino simplemente que la aglomeración de
personas frente a la salida de viajeros era mucha y temían despistarse y no
saber a dónde ir si alguno de ellos se extraviara.
El chófer en primera fila,
enseguida les localizó. Además, eran inconfundibles: tres, una mujer y dos
hombres. Ella sobre todo no pasaba desapercibida no solo por sus rasgos, sino
por el color de su pelo. Sonrieron al divisar el cartel y al hombre sonriente
que les hacía señas con la mano. Se saludaron haciendo reverencias; eso lo
tenían muy presente ya que no era como en occidente: guardar distancias. Nada
de besos, ni de estrechar las manos, sólo inclinar la cabeza.
Los compañeros coreanos que
quedaron en Dublín les habían aleccionado bien ya que en esos días que habían
estado juntos habían tenido la oportunidad de conocer un poco a los dublineses,
gente simpática y afectuosa, muy distinta a la de su país. Y no es que los
coreanos no lo fueran también. Eran serviciales y simpáticos, sólo que las costumbres
europeas no las entendían muy bien, a pesar de que los que residían en
cualquier lugar de Europa, conocían el porqué de su comportamiento y ellos lo
aceptaban también, aunque en un principio ni lo entendieran y opusieran resistencia
a practicarlo. Pero en Corea sería a la inversa y debían tener mucho cuidado.
Hasta estaban un poco intimidados.
El chófer era de carácter cálido y
hablaba un poco de inglés, con lo cual entre unos y otros se entendieron.
Tenía órdenes muy concretas: debía
dejarles en el aparto hotel, ya que vendrían muy cansados del largo viaje y de
los nervios. Les dio una nota escrita por Eun-Ji con las instrucciones ya que
el director estaba de viaje como ya les había indicado.
Descansarían esa noche y a la mañana
siguiente, a las ocho en punto, hora de Corea, iría el mismo chófer a
recogerles y les conduciría a la sede central en donde serían recibidos y dado
las instrucciones pertinentes. Descansarían esa noche, pero debían estar listos
a la hora indicada que serían las doce de la noche en Dublín.
Cada uno de ellos, se instaló en su
apartamento correspondiente. Amy lo recorría fijándose en todos los detalles.
Sonrió satisfecha: todo estaba impecable y a su comodidad. Iban a ser los tres
meses que pasara allí más fantásticos de toda su vida.
Pasó al cuarto de baño con el
neceser de aseo en la mano y entonces se fijó que en uno de los estantes había
un frasco de perfume, justo el que ella usaba ¿Cómo lo habían sabido? Pensó que
había sido una casualidad y que posiblemente fuera una gentileza del hotel al
saber que eran europeos.
Sí había reparado en el hermoso ramo de rosas
depositado encima de una mesa velador en un jarrón de cristal. De entre las
flores, destacaba un sobre, lo extrajo y lo abrió. Pero sólo pudo saber que lo
había mandado la empresa como bienvenida.
Sonó el teléfono interior y se
trataba de uno de sus compañeros Thomas para ver si estaba instalada y
conforme. Por él supo que les habían dejado una botella de magnífico vino.
—
Estoy bastante despistado con la hora ¿Cuándo
cenaremos? Tendremos que acostarnos pronto, aunque no tengamos sueño. Hay que
tener en cuenta que mañana tenemos que estar a las ocho en las oficinas, y biológicamente
para nosotros será la una de la madrugada. ¿Qué te parece si tomamos cualquier cosa
en la cafetería y nos metemos en la cama? No creo que nos cueste mucho ya que
estamos cansados por tantas horas de vuelo.
— —Tienes razón. Estamos cansados, pero mañana lo
veremos con otra perspectiva —respondió Amy— ni siquiera voy a cambiarme de
ropa. Después me echaré una siesta y que no se nos olvide avisar en recepción
para que nos despierten.
La cena transcurrió comentando la
llegada y la decepción que habían tenido por la pobre recepción tenida. Ellos
habían sido muy cariñosos cuando llegaron. Esperaban a que el director les
recibiera de inmediato y, sin embargo, estaba de viaje.
—Ellos son más cerebrales que
nosotros —dijo Amy sin duda decepcionada como sus compañeros— Estamos en el
mundo opuesto al nuestro; somos diferentes no sólo físicamente, sino también en
forma de ser. Para ellos es normal su proceder, en definitiva, venimos a
trabajar para ellos y no a una recepción.
Tras una corta sobremesa, cada uno
se retiró a su habitáculo. Estaban cansados por el largo viaje y la larguísima
escala hecha. Se pusieron de acuerdo en la hora en que debieran estar listos y
darían orden en recepción para que despertasen a los tres, pero por si acaso,
el primero que se despertara avisaría a los otros.
No era la primera vez que viajaba,
lo único que tenía miedo sería a ser rechazada por no hablar coreano. Esperaba que
fueran condescendientes con ella.
La costó dormirse y lo hizo tarde.
Miró el reloj y comprobó que al cabo de dos horas tendrían que comenzar su
primer día de trabajo. Su cabeza, su cuerpo, la gritaba que estaba cansada, que
sería de noche en Dublín, y sin embargo allí comenzaría un nuevo día dentro de
nada. Sabía que tardaría en cambiar el chip y se acostumbraría a ello, pero
mientras tanto terminaría agotada de cansancio. Porque además su trabajo no la
permitía tomarse muchos respiros. También sabía que una vez que se sentara ante
la pantalla, el teclado y, se pusiera los auriculares, se olvidaría del
cansancio y de las conversaciones y movimientos que se produjeran a su
alrededor. Sólo esperaba que conectara bien con la persona que fuera su
ayudante, ya que sabía que ninguno de sus compañeros lo serían.
Hubiera sido un remanso de paz para
ella, tener a su lado a Peter o a Thomas. Se conocían y conectaban
perfectamente, pero comprendía que, al cabo del tiempo, ellos regresarían a su país,
y su puesto, de ahora, lo ocuparía la persona que ahora iba a ser su mano
derecha, que, por supuesto sería un coreano de los que trabajaban en la
actualidad en la empresa.
Llegaron enseguida. Tal y como les
había dicho Kwan, no estaba lejos de donde vivían. También comprobó que el
tráfico en Seúl era infernal con lo cual tendría que medir el tiempo que se
tardaba en llegar cuando el tráfico les plantara cara. Se manejaría en
transporte público que pensaba sería magnífico.
Seúl era una ciudad moderna, como
si fuera una sucursal de una ciudad americana.
—¿Habrán tenido influencia los
americanos? No terminaba de creerlo, pues al mismo tiempo, la impresión que
tenía de ellos es que eran muy individualistas. Pero el caso es que tenían “que
fabricar” la capital, dado que era poco menos que un solar hasta hacía pocos
años atrás. Se veía una ciudad próspera y eso se notaba en el ambiente, en la
forma de vestir de sus gentes. En la cantidad de comercios, de diversos gremios
que llenaban sus calles y de los atuendos muy bien cuidados de sus habitantes.
Especialmente el de las mujeres más sofisticados que las europeas. Impecables
los hombres, generalmente bastante altos y hasta diría que coquetos. Eso si la
sorprendió, puesto que no lo esperaba.
Sus dos compañeros charlaban animadamente
sorprendidos, al igual que ella, de lo que veían a su paso.
Llegaron enseguida y además con
antelación, como habían previsto. Si ellos eran puntuales, demostrarían que,
también los occidentales lo eran.
Al bajarse, Amy se dirigió al
chófer y le pidió que le hiciera una lista de las calles más importantes por
las que habían pasado, tanto a la ida como a la vuelta, resaltando alguna seña
de identidad.
— —Señorita no lo necesita. Yo iré a buscarlos y los
llevaré de regreso al hotel. No se preocupe.
— —Se lo agradezco, pero he de manejarme por mí misma. Pretendo conocer bien la ciudad. Posiblemente no haga otro viaje igual en mi vida.
— —Lo entiendo y hace bien. No se preocupe, así lo haré
Tras darle las gracias, los tres,
se adentraron en el edificio. Ya tenían sus acreditaciones, así que irían
directamente a su departamento y allí pedirían la tarea a desempeñar. Sin
pérdida de tiempo se pondrían a ello.
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