Capítulo 16 - Olvidando el presente
A lo largo de la tarde, esperaba impaciente alguna llamada de él que no se produjo. Recordó que tenían una conexión con Dublín y, seguramente se alargaría en el tiempo. De cualquier manera, la impacientaba el volverle a ver, aunque tampoco lo deseaba. La ponía nerviosa, porque sabía que Kwan se referiría a su encuentro de la tarde. Tenían que hablar y reflexionar. Comentar las situaciones que se darían estando trabajando juntos. Aunque evitasen encontrarse, en algún momento coincidirían y les sería muy difícil ocultar sus sentimientos, porque algún ademán, alguna mirada, algún gesto les delatarían y, aunque no tenían nada de que avergonzarse, no soportarían las risitas de complicidad que harían al verlos juntos, aunque el asunto que les llevase fuera relacionado con el trabajo.
Subieron la cena, sin duda encargada por él. También para la
enfermera. No hablaban, no era posible hacerlo ya que no se podían comunicar.
Sólo se miraban y sonreían como queriendo transmitir con la sonrisa lo ridícula
de la situación.
Una llamada inesperada mientras veían la televisión. Era Kwan
para justificar su ausencia. La conexión se había retrasado y complicado en
cierta medida. Nada de lo que preocuparse, pero se había retrasado. Una cena
con un inversor venido ex profeso para interesarse sobre el proyecto, le
obligaban a no poder ir a darle las buenas noches.
— — Lo
siento, amor
— — No
te preocupes. Mañana nos veremos
— —Iré
a primera hora antes de ir a la oficina
— —No.
Yo iré a trabajar
— —¡Ni
hablar!
— — Si.
No insistas en que me quede aquí encerrada. Iré y no podrás impedírmelo. Estoy
bien, aburrida y de mal humor. En la oficina nos veremos. ¡Además! Me
necesitáis.
No pudo replicar, colgó el teléfono. Aún no tenía poder sobre
ella. Se moría de ganas por verle, pero sería mejor plantear las cosas antes de
que se desmadraran. Se encontraba en perfectas condiciones. Se aburría
soberanamente y la necesitaban. Seguramente el problema surgido sería algo sin
importancia a solucionar en cinco minutos. Deseaba volver al trabajo, es donde
más le vería y, al menos de momento, menos peligro habría de que les
descubrieran.
De nuevo el teléfono repiqueteó. El corazón le dio un vuelco,
pero no se trataba de Kwan sino de Peter y Thomas que se interesaban por su
salud. Quedaron de acuerdo en que los tres irían juntos a la mañana siguiente.
La explicaron por encima lo ocurrido durante la conexión y en cierto modo se
quedó tranquila; no era nada que no pudiera solucionarse.
Su teléfono volvió a sonar un par de veces insistentemente,
pero ella decidió no contestar porque sabía que trataría de disuadirla de que
al día siguiente fuera a trabajar. Pero no cayó en la cuenta de que ambos eran
testarudos y de que él se personaría en el hotel, como así sucedió. Sabía que
se pondría furioso porque también despidió a la enfermera. No estaba enferma y
deseaba imponer su criterio. No era una niña pequeña y además, estaba
acostumbrada a regir su vida. Lo de Kwan era demasiado pronto y aún no lo tenía
encajado. Algo en su interior la decía que tenían que ir despacio, midiendo muy
bien los pasos a dar.
No quería entusiasmarse más de la cuenta por si acaso no
resultara esa relación tan extraña que había comenzado. Tenían mucho trecho que
recorrer plegado de piedras en el camino. Tenían que pensar si no resultara
por el motivo que fuera, lo que harían. Seguro que él no tendría problemas,
pero ella sí y de los grandes. No deseaba pensar en ello y, sin embargo no
podía evitarlo.
Era casi media noche cuando llamaron a su puerta. Se levantó
sobresaltada:
—Abre, soy yo.
Reconoció al instante la voz. Se trataba de Kwan. Le tenía
allí ¿A qué había venido? Le había informado de que estaba bien y de que al día
siguiente se incorporaría a trabajar. Al abrirle, notó en su cara una señal de
ansiedad y nerviosismo.
—¿Qué pasa? ¿Qué te ocurre?
—¿Estás bien?
—¡Claro que estoy bien! Te lo he dicho
—Tenía que comprobarlo. No he terminado hasta ahora. Sabía
que no dormiría tranquilo si no lo comprobaba por mí mismo
—¡Oye! Ya no soy una niña. Has de tener confianza en mí, de
lo contrario, lo nuestro no funcionará.
Se abrazó a ella como si hicieran siglos que no la viera.
¿Por qué siempre estaba tan ansioso y tan temeroso? La relación estaba muy
reciente como para sentir constantemente esa preocupación por ella.
—Sé que es muy tarde. Me ha sido imposible venir antes. La conferencia
ha estado algo complicada
—¿Qué ha pasado?
—Nada. No te preocupes. Fue un error de forma, pero nos dimos
cuenta a tiempo
—Mañana iré a trabajar
—Ni lo sueñes
— —Cierto,
no será un sueño sino una realidad. Estoy bien. No ha sido más que un ligero
enfriamiento. He de ir allí y averiguar qué ocurrió
Empezaron un tira y afloja de discusiones, pero al final, Amy
ganó la partida. Al terminar la discusión se abrazaron igual que si hiciera un
siglo que no se vieran. Al final quedaron de acuerdo: iría a trabajar, pero
vendría el chófer a buscarla para que estuviera más resguardada.
Se miraban con intensidad sin decir nada porque sus ojos lo decían todo. Ninguno de ellos, aunque no lo dijeran, se extrañaban de aquel amor tan profundo y tan repentino que sentían. Amy no terminaba de comprenderlo, pero no quería averiguar más. No en aquel momento en que la sangre corría veloz por las venas de ambos. Eran lo mismo que un torrente incontenible, cegados por la pasión desencadenada que tampoco intentaban reprimir. Sentían un fuego encendido que les recorría a ambos imposible de contener. Y no lo contuvieron. No quisieron y no pudieron.
Sería muy entrada la madrugada cuando Kwan salió del hotel
rumbo a su domicilio. Había sido la noche más maravillosa que nunca había vivido.
Se hubiera quedado a su lado, pero Amy le convenció que tenía que irse, ya que
al lado vivían sus compañeros y daría muy mala imagen.
—Hemos de disimular en el trabajo. No quiero que se den
cuenta de lo que ha pasado. Estaría en boca de todos y, francamente no me
gusta. Pensarán que he ido a la caza y captura del chico rico, guapo y poderoso.
No es esa mi visión de un amor. Tampoco que sea a escondidas, pero tendremos
que esperar a que vuelva a Dublín y no tendremos que escondernos de nadie.
—Pero tampoco nos veremos. No quiero que regreses. Seguirás
trabajando como hasta ahora, teniéndote cerca
—Eso no puede ser. En mi país hay una persona que está
ocupando mi puesto que deseará regresar a su casa, a Corea. Tenemos tiempo aún
para pensar en algo. Ahora márchate ya. Es tarde. Al menos duerme un poco.
A regañadientes salió del hotel. Sonreía incrédulo por lo
sucedido. Pocas horas antes, ni siquiera lo hubiera imaginado. Sin embargo,
ahora, no sólo le había dicho que también le amaba, sino que había sido suya en
una noche intensa y maravillosa. Tendría muchas cosas que solucionar para
aclararlo todo frente a su familia, pero una cosa tenía clara: no renunciará a
Amy por nada ni por nadie del mundo.
Se había enamorado perdidamente de ella en cuanto la vio en Dublín.
Le ocurrió algo extraño y especial que aún no termina de entender.
Probablemente el destino hizo que le interesara lo sabido del proyecto que
estaba creando en Irlanda e ideara fusionarse con ellos y ahí estaba ella.
Desde ese momento le fue imposible borrarla de su cabeza y rehuía cuanto podía
la compañía de Young Mi, a la que había sido prometido por ambas familias desde
hacía tiempo.
Ya deberían haber contraído matrimonio, pero él al menos, no
sentía ningún interés por ella a pesar de ser una preciosidad de mujer. Ese
sería un doble problema a plantear no sólo a sus padres que conocía
sobradamente la reacción que tendrían. Sino confesar a Amy la existencia de su
prometida. A la que no amaba, no le atraía y no deseaba unirse a ella para
siempre. Tenía que pensarlo todo con detenimiento y cuanto antes. Porque el
tiempo apremiaba y el de la permanencia en Corea de Amy, se agotaría, de ahora
en adelante, a toda prisa. Debía confesárselo a ella y de acuerdo a la reacción
que tuviera, así obraría con la segunda parte: confesar a ambas familias que
rompía el compromiso.
Seguramente las voces se escucharían en toda Corea. Le desheredaría,
algo que no le importaba en absoluto. Formaría otra empresa con la ayuda de Amy.
Tenía unas fuertes manos para trabajar, pero… La reacción que tuviera Amy es a
lo que más temía. Conocía su forma de pensar; esa sería la parte más difícil. Tratar de convencerla de que no significaba
nada para él y si tuviera que abandonar su país lo haría. Haría cualquier cosa
con tal de estar juntos, de no separarse nunca.
Le esperaban días y noches de no dormir pensando en el tema.
Sabía que no sería un asunto fácil, pero tenía que hacerlo y cuanto antes,
mejor. Dejaría pasar dos o tres días para ir madurando lo que contar a Amy.
Sabía como reaccionaría. Probablemente fuera mejor esperar a hablar primero con
su prometida y padres. ¡Por Dios, qué difícil y complicado es todo esto!
No sabía si desearía no haberse fijado en la irlandesa o
haber admitido la componenda de esa descabellada boda que les habían preparado
entre las familias, sin contar con ellos, como si no tuvieran derecho a opinar
sobre sus vidas. Estaba convencido de que a Young le ocurría lo mismo que a él.
Seguramente estuviera enamorada de otro muchacho totalmente ajeno a los
negocios de su padre. Iba a volverse loco, pero sobre todo, el ocultárselo a
ella es lo que más le dolía.
RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR /COPYRIGHT
Autora: 1996rosafermu / rosaf9494
Edición: Junio 2022
Fotografías: Internet
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