Capítulo 18 – A los pies
de los caballos
La veía distanciarse de él.
Definitivamente sus lazos se habían roto irremediablemente. ¿Cómo podía ser lo
ocurrido tan bello y al mismo tiempo resultar tan desastroso? Fue tras ella y,
agarrándola de un brazo, hizo que se detuviera. Estaba llorando y eso era una
nueva puñalada en sus sentimientos. La miró fijamente y arrimó su cabeza
besándola desgarradoramente. Ella no se resistió, pero sabía que todo estaba
perdido. Sabía de su carácter. Cuando tomaba una decisión no daría marcha
atrás. Tenía razón. Debió explicarle la situación antes de dar el paso adelante
que habían dado. Habían tenido relaciones sexuales y esperaban ansiosos la
oportunidad de repetirlas. Se amaban. Esa era la única verdad y sin embargo era
la que estaba más distante.
No sabía cómo empezar a hablar. Ya
se lo había dicho todo. Pero no terminaba de entender las costumbres coreanas
en que, aún en el siglo que vivimos, no son dueños de sus propias vidas.
Vivirían con esta incertidumbre
hasta que sus padres regresaran del viaje ese, improvisado. Pero también tenía
otro frente abierto no menos sencillo. Tenía que hablar con Young Mi explicarle
detenidamente lo ocurrido que no había sido buscado, sino puesto en su camino
por el destino. Amaba desesperadamente a Amy, pero al conocer la noticia de su
compromiso, había roto el sutil lazo que les unía.
Esperaba, sabía, la reacción que
tendrían los padres y el cuadro a vivir, surgía en su mente una y otra vez: los cuatro
padres y en un lado, una llorosa novia despechada. Y él, de rodillas pidiendo perdón ante
sus futuros suegros y sus padres.
¿De qué tenia que pedir perdón? ¿De
haber concertado un matrimonio a sus espaldas? Probablemente ellos se unieron
de esa forma. Tradición que se transmite de padres a hijos. Pero ahora no eran
tan sumisos y, sin embargo, se seguía cumpliendo.
Como en una nebulosa, veía a Amy
con ojos de asombro ante la escena que él estaba imaginando. ¿Cómo un hombre
tan resuelto, poderoso e inteligente, se postraba de rodillas pidiendo perdón
por algo que habían concertado ellos? No lo entendería, porque para la mente
occidental eso era imposible. Pero el suyo era otro mundo, otra mentalidad que
había infra valorado creyendo que, todo sería más sencillo de explicar y de
llevar a cabo.
Pero además la tormenta no
terminaría ahí. Le aguardaba una época de desconcierto, de no saber lo que
hacer y de rechazo, porque Amy ya lo había anticipado. Y eso, justamente era lo
que más le dolía.
Estaba dispuesto a todo, menos
renunciar a ella. Si así lo deseaba, lo dejaría todo. Vivirán en Irlanda; allí
formarían su hogar. Él, trabajaría en lo que fuera, pero por nada del mundo
estaba dispuesto a perderla.
Caminaban uno junto al otro, pero
separados. Ella ni siquiera le miraba mientras él iba desgranando todo lo
ocurrido y todos los planes que tenía por si acaso los padres se negaran a
darle la libertad de palabra. Amy no le escuchaba, ni le miraba. Se repetía
mentalmente que todo había terminado de la peor manera posible.
De repente sintió la necesidad de
salir de ese país. Regresar a Irlanda, perderse fuera de allí. No quería saber
nada de él, de su engaño, porque sí, creía que desde el principio en que se
conocieran tuvo en mente conquistarla y, no paró hasta que lo consiguió.
Logró que se enamorase de él,
mostrando una cara amable que, ahora, creía fingida. Trazándose una meta: tener
una relación sexual con ella y, lo había conseguido. Quién sabe si lo que está contando, no sería una fantasía para seguir con ella. Pensaba que hasta ese punto no llegaría. No
fingía cuando en la cama la declaraba su amor. En sus besos, en sus
caricias, en su posesión, en su preocupación por ella al estar enferma… no eran
fingidas. En el rostro, en sus ojos, se leía la preocupación.
Deseaba auto convencerse de que en
verdad la amaba. Pero luego llegaba la otra cara de la moneda y también se
afianzaba en esa idea. Lo mejor de todo sería renunciar a ese puesto y a esa
empresa y seguir con su vida en Dublín, en Belfast o en… Connemara.
Ese sería su refugio. Lejos de todo
y de todos. No trabajaría tampoco con la delegación de Irlanda. No quería volverle
a ver. Rompería también con ese lazo y la posibilidad de que la encontrara. Eso
haría.
No se habían dado cuenta, pero
estaban frente al hotel de ella. Mecánicamente, ambos entraron en
él. Kwan pensaba que hablaría más tranquilamente sentados uno frente al otro.
Amy no quería ni mirarle; estaba muy dolida en lo más profundo de su autoestima
y en sus sentimientos. Sumida como iba en sus pensamientos, instintivamente, puso su tarjeta en el dispositivo de la puerta y ésta
cedió fácilmente. Entró decidida sin darse cuenta que él iba detrás de ella.
Tampoco se dio cuenta de que unos brazos fuertes la cogía por detrás
apretándola contra el pecho de él y que la susurraba algo que ni siquiera
entendía ni prestaba atención absorta en sus planes más inmediatos.
La cabeza la daba vueltas con zumbidos en los oídos. Sabía que iba a desmayarse de un momento a otro y no quería
que ocurriera delante de él. No deseaba tenerle allí, saber nada de nada. Todas
las explicaciones estaban de más. Tenía que irse. Ahora... Inmediatamente.
Su cabeza era un remolino de cosas
por hacer de inmediato y de otras para el día siguiente. Lo primero
presentar su dimisión. Estaba destrozada, así que si entorpecía el lanzamiento
o lo que quisieran hacer con el trabajo realizado, no era de su incumbencia.
Había pagado muy caro ese viaje. Se marcharía y sería a ser posible al día
siguiente.
Estaba como sonámbula. Kwan por un
momento se paró en su abrazo y fijó sus ojos en el rostro de ella. No estaba
bien, no era normal esa expresión en su cara ni en su forma de actuar.
— —Para, para. Para de una vez. Tenemos que hablar—dijo
enfurecido y a la vez alarmado por el comportamiento de ella
— —¿Qué debo parar, di? ¿Escucharte? ¿Cómo tratas de
arreglar lo que ya está roto definitivamente? ¿Es eso lo que he de parar? Pues
no me da la gana. No tienes ni idea del daño que me has hecho. Que nos has
hecho… a todos.
— —Escúchame. Todo tiene una explicación
— —Es que no deseo conocerla. Ya me lo has dicho y no
tienes razón. Lo has hecho mal, muy mal. Sólo que yo he pagado los platos
rotos. Seguirás con tu vida adelante. Te casarás con esa chica o con la que
engañes, me da igual, porque francamente, nada de lo tuyo me interesa. Te agradecería
que ahora salieras de aquí inmediatamente. Tengo mucho que hacer.
— —No tienes otra cosa que hacer más que escucharme.
Atender mis ruegos y comprender cómo ha ocurrido todo. Lo he hecho mal, pero
sólo en una cosa: en no habértelo dicho desde un principio. Del resto no me
arrepiento en absoluto. Nadie contó conmigo para concertar un matrimonio que no
deseamos ninguno de los dos. Por muy padres nuestros que sean, no tienen
derecho a organizar nuestras vidas.
— —No sigas. No me interesa nada, ni tú tampoco. Mañana
tendrás encima de la mesa de tu despacho mi carta de dimisión pretextando
motivos de salud. Así no tendrás que dar explicaciones a nadie del porqué mi
marcha tan repentina.
— —No puedes
irte. Tienes un compromiso de por medio y tienes que cumplirlo
— —Demándame ¿Crees acaso que me importa?
— —¿Me creerías capaz de eso?
— —¿Acaso es menos importante el motivo de nuestro rompimiento? Comprende de una vez que, todo el amor que sentía por ti,
se ha desvanecido automáticamente. Ya no te quiero Kwan. Me tiene sin cuidado
cómo hagas tu vida de ahora en adelante.
Esas palabras últimas, fueron la
que hicieron que Kwan deshiciera el abrazo que hasta ese momento la rodeaba. No
había marcha atrás. Lo había perdido todo, porque con ella desaparecían sus
sueños más profundos de formar un hogar. Le daba igual el lugar en que
lo hicieran pero debía ser con Amy y con nadie más. ¿Por qué se le ocurriría la
idea de ser tan legal? Si se hubiera callado nada de esto hubiera ocurrido. No
tenía más que organizar un viaje, llevarla con él y allí en el lugar en el que
aterrizaran unirse para toda la vida. No se enteraría de lo que motivaba ese
repentino viaje que sólo existía en su imaginación. Sabía que renunciaría a
todo el poder y el bienestar del que ahora disfrutaba y, no le importaba porque
la tendría a ella.
Las cosas, su vida… había cambiado
radicalmente a causa de unas palabras pronunciadas por desear ser honesto con
todos, pero resultó que no sólo no lo consiguió, sino que quién está a los pies de
los caballos es únicamente él, que no sabía qué hacer ni por donde tirar.
Se volvió, ya en la puerta y con
ojos brillantes de desesperación, la dijo:
—Siempre te querré, estés donde
estés y con quién estés. No te olvidaré nunca.
Y dando un portazo salió de aquella
habitación y de la vida de Amy.
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