Capítulo 20 – En casa
Decidió que sería mejor tomarlo con calma. Tenía todo el tiempo del mundo por delante. Nadie la metería
prisa, pero a pesar de ser la dueña de su propia vida, debía organizarla, ir
paso por paso. Allí el tiempo se estiraba interminablemente y, cuando en la ciudad
nunca llegas a tiempo, en Connemara te sobra. Arreglaría un poco el dormitorio;
cambiaría las sábanas y el edredón, además de poner la manta eléctrica. Estaba algo destemplada. Deseaba dormirse y despertar al cabo de los días. No tenía prisa.
En la empresa la habían pagado
generosamente y pocos gastos, por lo tanto, tenía bastante ahorrado para
aguantar una pequeña temporada. Primero debería adaptarse a aquel lugar que, no
era desconocido para ella, pero muy diferente al ritmo de vida que había
llevado hasta que decidió dejarlo todo.
Se trazó una especie de guía para ir poco a poco adaptándose a la nueva vida. Una vez organizada la casa, iría hasta la ciudad y efectuaría las compras para llenar el frigorífico.
Por las mañanas, mientras el tiempo
lo permitiera, daría largos paseos, principalmente por la playa. La gustaba
caminar por la orilla y que el agua azotase su pies. La serviría para reflexionar
y hacer un balance sobre el desastre de su vida. Había renunciado a todo, no
sólo al amor, sino a la vida cómoda a la que se había acostumbrado. No
necesitaba grandes lujos, pero sí una estabilidad económica y, a esta parte, le
había dado el finiquito.
A penas cenó esa noche. No tenía
apetito y estaba cansada y triste, muy triste. En una semana había vivido en la
otra punta del mundo y ahora estaba en casa. Una casa solitaria y fría, tan helada como
su propio corazón.
Abrió la nevera y estaba
completamente vacía. Volvió a salir. Iría dando un paseo hasta el pub del escocés Mac Kenzie,
que conocía de toda la vida. Allí tomaría, al menos, un café caliente que la
entonara un poco. Después volvería a casa y se metería en la cama; con suerte
llegaría el sueño y esperaba reponerse del cansancio anímica y corporal que
sentía.
No durmió muy bien aquella noche,
quizás por el propio cansancio. Lo extrañaba todo: la cama y su frialdad en las sábanas, incluso con la manta eléctrica el silencio
absoluto... Todo, a pesar
de no serle extraño. O quizás la extraña era ella misma.
Comenzó a cumplir el calendario que
se había fijado hasta retomar de nuevo la vida normal. Daría un paseo por la
playa. Era un lugar hermoso que la permitía confesarse con ella misma,
reflexionar sobre lo dejado atrás y lo que debía hacer. A propósito, había
dejado descolgado el teléfono. No lo quiso conectar por si acaso a él se le
ocurriera llamarla. Desde que decidió tomar esa decisión, no tenía conexión con
nadie. No necesitaba conectarse a nadie, ya que nadie la esperaba. Decidió
seguir de esa manera hasta que su corazón herido, fuera sanando poco a poco.
Nunca sabría si Kwan lo intentó de nuevo.
Había tanta calma y paz en aquel
lugar que se relajó un poco. Miraba al cielo siguiendo los gritos de las gaviotas.
No había nadie, a pesar de no ser temprano. Sólo estaban el rumor del mar y
ella. Ese ir y venir constante del pequeño oleaje, serenaba su espíritu. La
relajaba no necesitando ni psicólogo, ni pastillas para ello.
Era la magia de aquel lugar, de
Connemara, del mar, de la soledad, de la paz, aunque no era de su interior, ya que
por dentro estaba todo bastante revuelto. No había pasado el tiempo suficiente
como para empezar a olvidar lo pasado.
Miró su reloj y comprobó que era
hora de acercarse hasta el pueblo y comprar comida. No podría evitar el saludo
de aquellos que la conocían que la preguntarían si había vuelto por vacaciones.
Ella respondería:
— Si, durante una temporada. La ciudad es muy estresante y necesitaba relajar los nervios
Esa sería su explicación. En parte era verdad, pero no el motivo de haber vuelto a casa. A pesar de todo, echaba de menos su trabajo, a sus compañeros y al "innombrable". Acordarse de Kwan le producía un dolor infernal. No se lo podría perdonar en la vida.
En uno de los paseos, ese día se
encontró con una antigua amiga que fuera de su madre. Tras dar las consabidas
explicaciones del por qué había vuelto, la conversación derivó en otros asuntos
entre ellos el del trabajo. Necesitaban a alguien en la oficina de turismo y
nadie mejor que ella que era una especialista en informática.
— —El concejal, es un antiguo compañero tuyo
de colegio. Ve y habla con él. Seguro que te dan la plaza.
Era una buena ocasión. Conocía a
casi todos y también a su director. Le dio un poco de rubor, porque al iniciar
el bachillerato, fue su primer “novio” de juventud. Aunque siguieron rumbos
distintos, aquel recuerdo, de su primer inocente beso, al menos ella, lo
recordaba. Lo intentaría. Quizás él no. Si la admitiera entre sus
auxiliares, respiraría más tranquila y volvería al trabajo en equipo, algo que
echaba mucho de menos.
Al volver a casa se cambió de ropa
por otra más presentable, sacó la bicicleta del trastero, la limpió por encima el polvo acumulado y, sonriendo se dijo:
—No está mal. Podrá servir hasta
que me pueda comprar un coche.
Se montó en ella y se dirigió hacía
el centro de la ciudad en donde estaba situado el despacho de turismo. Connemara
era un parque natural muy visitado por turistas que la mayoría llegaban desde
Galway en las variadas excursiones realizadas.
Se saludaron efusivamente y durante
su charla recordaron los momentos pasados de adolescentes. Él, la pregunto
también por su trayectoria y sin darse cuenta, relató su experiencia coreana,
pero omitió su anticipada marcha del país y el motivo que lo produjo.
— —Necesito trabajar. Si supieras de algo comunícamelo
— —¿Una informática como tú buscando trabajo? Acabas de
encontrarlo. Nos vendrás muy bien para ordenar un poco un programa que tengo en
mente para, facilitar a los turistas que vengan, toda la información de los lugares más importantes a
visitar.
— —¿Cuándo empiezo?
— —Mañana mismo, si quieres
Todo había salido mejor de lo que
esperaba. Estaba en casa y además tenía un trabajo. Sólo quedaba terminar de acoplarse.
Quedó con su amigo en comenzar a trabajar a partir de la siguiente semana. De
esta forma, ella terminaría de instalarse y organizar su vida. Sería un puesto que entraba dentro de su campo, con compañeros que conocía a varios de ellos y
con un jefe igualmente recordado. Lo que debía hacer, una vez incorporada, era pan comido para ella. Después de desarrollar el programa último,
éste sería un juego de niños. Una magnífica forma de comenzar de nuevo su
vida. Además, el estar ocupada la distraería y no pensaría en nada ni en nadie.
Es lo mejor que le había pasado en una semana. Acoplaría a su nueva vida su
sistema de trabajo. La daría tiempo para todo. Allí todo era más calmado,
además en la época de invierno, pocos turistas pasarían por aquellas oficinas.
Lo más duro del trabajo sería primavera y verano.
Su cabeza comenzó a trabajar en
cómo desarrollaría el programa que necesitaba. En él incluiría distancias y
localidades para poder visitar, hoteles y medios de comunicación, además de las rutas más interesantes. Al
llegar a su casa, trazaría un esquema con lo que deseaba hacer para luego, una
vez aprobado por el director, llevarlo a la práctica.
Por primera vez en muchos días,
había borrado de su cabeza una imagen totalmente opuesta y, un rostro
diferente. Pero aún conservaba impresa en su memoria, el rostro tenso, contraído
y descompuesto de Kwan cuando le dijo que todo había terminado y no quería
saber nada más de él.
Aquella
noche, cenó con apetito e incluso encendió el televisor para ver algún programa
antes de dormir. Buscaba con el mando alguna película que la distrajera al
menos durante un rato hasta que el sueño la venciera. Encontró una serie irlandesa: “Derry
girls” que la distrajo y hasta la hizo reír con las ocurrencias de unas chicas irlandesas
y un chico inglés. Mientras la proyectaban, olvido sus problemas y por primera
vez en días rió con ganas antes las ocurrencias de las adolescentes.
Eso era lo que necesitaba, lo que
buscaba y había conseguido. Estaba ilusionada con el giro que había dado su
vida inesperadamente, y bendijo a aquella vecina que la indicó lo de su
trabajo. Se sentía impaciente porque llegará el lunes de la siguiente semana
para comenzar a trabajar nuevamente.
RESERVADO DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora: 1996rosafermu / rosaf9494
Edición: Junio 2022
Fotografias: Internet
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