Capítulo 17 - Enfrentarse a la verdad
Y acudió a su trabajo. Kwan ya estaba en su despacho cuando ella llegó. Habían pactado que todo seguiría como antes, que nada debiera diferenciarse de la relación que tenían antes de descubrir que deseaban estar juntos. Nada debía cambiar y nada cambió. Pero en su interior, Kwan, tenía algo que le mortificaba y deseaba sacarlo fuera cuanto antes.
Al entrar Amy en su departamento,
aun no estaban todos quienes conformaban la plantilla, pero sí su segundo, Kang
Dae que la recibió con alegría. Estaba impaciente por averiguar qué era lo que
había ocurrido para que el programa fallase:
—Iremos paso a paso desde el
principio. Seguro que no tiene importancia y en nada habrá variado el resultado
final—,dijo para darle ánimos.
Se puso manos a la obra desde su
inicio: todo era correcto. Hacía la mitad, descubrió lo que había pasado y el
porqué, al llegar a este punto, daba error. Era algo tan simple que nadie lo
había visto. Sencillamente al teclear los caracteres: se había pulsado x en
lugar de z.
Ni siquiera se había dado cuenta de
que toda la plantilla se había incorporado a su puesto de trabajo y la rodeaban
discretamente expectantes. Una salva de aplausos coronó su sonrisa al descubrir
el error y un alivio recorrió la sección.
—Et voilá— dijo satisfecha por haber
averiguado lo que tantos dolores de cabeza les había dado el día anterior
Desde el dintel de la puerta era
observada por Kwan. Se mostraba feliz y orgulloso: “esa es mi chica”, exclamó
para sus adentros, acercándose a ella lentamente que, rodeada por sus
compañeros recibía los parabienes por haberlo averiguado y por la recuperación
de su indisposición. Todos se hicieron a
un lado cuando él se acercó.
—Enhorabuena, señorita Callaghan, ha
dado con el error que nos hizo sudar gotas de sangre en el día de ayer.
—Gracias señor. Era tan
insignificante que era comprensible no se dieran cuenta.
—No merme su valor, señorita. A
propósito ¿se encuentra bien?
—Si, muy bien. Ahora mejor. Me tenía
preocupada lo ocurrido.
—Bien. Pues ya todo está resuelto.
Sigamos con lo nuestro.
¿Seguir con lo nuestro? ¿A qué se
refería? Solía hablar en doble sentido. Al despedirse de ella, tendió su mano
para estrecharla en señal de agradecimiento y conformidad. Un suave apretón y
un guiño de ojo, la hizo comprender que se sentía orgulloso de ella y a lo que
se había referido en su despedida.
—Hoy invita la casa al almuerzo —
anunció en alta voz—Es lo menos que puedo hacer por el esfuerzo de ayer y para
celebrar la recuperación de nuestra gentil Amy.
Las miradas se dirigieron a ella
que, sonriendo, escondió la cara entre sus manos sorprendida y a un mismo
tiempo avergonzada por el reconocimiento que la estaban haciendo. No era amiga
de pompas ni de celebraciones, pero comprendió que sería una oportunidad de
estar junto a él sin llamar la atención, en un ambiente distendido y amable a
la vista de todos.
El almuerzo fue simpático y olvidaron
que lo hacía con el director general. Un hombre joven como la mayoría de ellos
pero que se mostraba algo distante algunas veces, guardando las normas. Pero en
verdad era una celebración entre colegas y él, en este caso lo fue, porque
peleó por averiguar lo sucedido como el que más.
Amy estaba sentada en el centro de
la mesa en el restaurante al que la “empresa” había reservado. A un lado estaba
Kwan y al otro Kang Dae. Sus miradas no pasaron desapercibidas para Kwan y una
punzada de celos, por primera vez sentida en su vida, atenazó su pecho. Lo
cierto era que Amy se mostraba igual para todos, incluso hacia él.
Una vez terminada la comida, cada
uno de ellos se reintegró a su puesto. Amy estaba repasando una vez más el
programa concienzudamente cuando, el interfono de su teléfono hizo brillar la
luz roja indicándola que acudiera a su despacho.
Extrañada acudió a su llamada. No
creía hubiera ocurrido nada fuera de lo normal, no obstante, estaba intrigada.
Tecleó en la puerta suavemente y al otro lado, se escuchó su voz dándole paso:
—¡Adelante!
—¿Ocurre algo?
—Pase y cierre, por favor
—Me moría de ganas de abrazarte.
Esta mañana lo hubiera hecho, pero estaban todos delante. Así que ahora…
—Quedamos de acuerdo en seguir con
normalidad y esto no lo es
—Sólo es un beso…
—No Kwan, al menos hasta que todo
esté arreglado y creo que no lo está.
—No seas tan estricta. El tiempo
vuela y pasará pronto el que te queda por permanecer aquí. Voy a solicitar a la
Junta que te quedes sine die
—Ni se te ocurra. No quiero estar
siempre a escondidas y de tapadillo. Me gusta ir de frente. Por otro lado no
entiendo porqué has de andar con tanto secreto. Eres un hombre hecho y derecho y
nadie puede oponerse a que tengas una relación
—No es tan sencillo. Mis padres son
muy clasistas. Toda la sociedad coreana lo es. Los padres trazan nuestros
planes de futuro y son de obligado cumplimiento. Hablaré con ellos, te lo
prometo. Pero habrás de tener paciencia.
—Está bien. No tenemos prisa. Pero
no deseo estar contigo a hurtadillas. No cometemos ningún delito.
Se despidieron después de besarse.
Lejos de tranquilizarse y, aunque ninguno de los dos le dijo nada al otro, algo
quedó flotando en el aire que ambos percibieron y no les tranquilizó nada en
absoluto.
Al quedarse a solas, Kwan pulsó en
su teléfono el número de sus padres. Fue su madre quién atendió la llamada:
—¡Kwan, hijo! ¿Ya estás tranquilo?
Papá me contó ayer que teníais un problema serio en el nuevo proyecto.
—Ya está solucionado. No es de eso
de lo que deseo hablaros. Quiero que cenemos o comamos juntos, en próximas
fechas
—¿Ocurre algo?
—No… No. Pero deseo hablaros de un
asunto personal
—¿Fijaréis al fin la fecha de la
boda?
Se quedó callado. No pensaba que su
madre dedujera que se trataba de su compromiso, aunque en cierta medida, si lo
era, pero no con la persona que habían destinado.
—Salimos de viaje y estaremos fuera
dos o tres días ¿Puedes esperar? —Añadió la madre
—¿Os vais de viaje?
—Si con unos amigos.
—Está bien. A vuestro regreso
hablaremos.
Charlaron durante un rato más de
cosas intrascendentes que nada tenían que ver con la situación preocupante de
Kwan. Hubiera dado cualquier cosa por solucionarlo esa misma noche. Se temía
que montarían en cólera, pero tenía que dar solución y una respuesta a Amy, que
estaba ignorante de que él era un hombre comprometido con otra persona que no
sería ella. Esos asuntos en Corea son muy importantes y, el paso que iba a dar,
rompiendo su promesa, lo era aún más. Conocía de ante mano el resultado de la
declaración que haría. Y también imaginaba que Amy no existiría nunca para
ellos y, al contrario, Young Mi sería la víctima la agredida en su orgullo, aunque
él sabía ciertamente que ella no pensaba en el en ningún momento. Era un paso
que, necesariamente debía dar si quería salvar lo suyo con Amy. La situación se
había pospuesto hasta que sus padres regresaran. Más angustia añadida. Deseaba
con todas sus fuerzas cumplir ese trámite para, al fin tener tranquilidad entre
ellos. Aprovechar al máximo el tiempo que les restaba de estar juntos.
¿Debía poner sobre aviso a su
prometida? Aunque ella no estuviera enamorada de él, sería un golpe fuerte a su
orgullo, romper su compromiso por otra mujer. Si lo hacía saber al mismo tiempo
a ella que a los padres de ambos, sería aún más crudo.
—Creo que es lo más acertado. Si,
quedaré con ella y, a solas los dos, la explicaré la razón de la ruptura. Al
menos, aunque se sienta herida, no será el golpe tan fuerte como decirlo
delante de todos.
No quiso dar más vueltas a todo ese
engorroso asunto y marcó en su teléfono el de ella. Respondió a la tercera o cuarta
llamada. A medida que el teléfono sonaba y tardaba en cogerlo, sus nervios se
agolpaban más en su estómago. Reconocía que no era normal todo lo que estaba
ocurriendo y que sería extraño a los ojos de todos ellos, pero así había
sucedido y no había nada ni nadie que pudiera cambiarlo.
—¿Kwan? ¿Qué pasa?
—Young ¿Cómo estás?
—Bien. Estoy bien ¿Y tú?
—Verás… He de hablar contigo en
primer lugar y después con nuestros padres. Lo siento, pero no nos podemos
unir en matrimonio
—¿Cómo dices?
—Lo que oyes. Me he enamorado de otra
mujer y me es imposible cumplir con la palabra dada.
Se hizo un silencio demasiado
pesado. Demasiado largo. No sabía qué decir. Comprendía que la sorpresa era lo
que la mantenía desconcertada. Nunca habían hablado de ese tema como no
realizable, al contrario, todo estaba atado y bien atado por sus respectivos
padres.
— Hemos de hablar largo y
tendido. Te lo explicaré todo. Ha sido algo inesperado. No puedo unirme a ti amando
a otra mujer, además no lo mereces. Quiero que nos reunamos los dos solos antes
de anunciarlo a nuestros padres. ¿Cuándo puede ser?
Debía repetir la llamada, pero no
sería ese mismo día. La dejaría que madurase lo anunciado durante la noche y la
repetiría al día siguiente. Sería la única oportunidad que tenía de hablar con
ella frente a frente sin terceras personas.
Pero aún los malos tragos no habían
pasado. Le quedaba contar a Amy todo lo relativo a su compromiso y ruptura. No
sabía cómo se lo tomaría. Por lo que la conocía sabía que nada bien. Se
sentiría engañada y defraudada. ¿Qué pasaría después? No quería ni siquiera
pensar en que le rechazara y, sin embargo, es lo que esperaba. ¿Por qué todo ha
de ser tan complicado?
Para hablar con Amy esperaría al
fin de semana en que, tranquilos pudiera
explicarla cómo había sucedido todo. La contaría que ese matrimonio había sido
concertado por los respectivos padres sin contar con ellos. Sería cuestión de
tiempo que pasara lo que al final ocurrió: enamorarse de otra persona. Pero
todo sería muy tenso, dado que estaba en juego, no sólo la ruptura del
compromiso, sino el orgullo herido de ambos progenitores.
Iban caminando lentamente disfrutando
de la noche preciosa que les regalaba Cheonggycheon. Con sus parterres de flores
y la luz mortecina en sus orillas. No
estaban solos, sino que varias parejas disfrutaban de esa noche.
Amy le escuchaba en silencio y con
la cabeza baja. Kwan no estaba nada tranquilo y no sólo por ella, por él mismo
que, a veces, se encasquillaba la hablar. También para él era una situación
hartamente engorrosa. Estaba confesando a la mujer que amaba, que había otra
con promesa de casamiento.
Se sentiría estafada por su proceder.
No debió acercarse a ella si tenía ese compromiso por medio. Ella también había
sido engañada por él, por mucho que argumentase que no lo tenía previsto y que se
habían comprometido a la fuerza por los padres de ambos.
De repente, Amy cortó sus
argumentos. Con voz fría pero muy dolida dijo cortante:
—¿Por qué te acercaste a mi si
sabías lo que sucedía? Me has engañado miserablemente. No soy de ese tipo de
mujeres ¿Qué esperas? ¿Que te de la razón y te compadezca? Las únicas que
merecemos compasión somos esa chica y yo. Tu has resultado un fraude. Lo siento
Kwan, pero nuestra relación ha terminado.
Separándose de él, aceleró el paso sin darse cuenta, siquiera, de por dónde iba y hacia dónde tenía que ir. No pensaba en otra cosa más que poner distancia entre ellos. No esperaba esa revelación ni tampoco que estuviera comprometido para unirse en matrimonio. Se trataba de un mal sueño. Esto no podía estar ocurriendo. Pero sí ocurría y lo estaba viviendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario