No sabía si por completar su
educación o porque algo en su interior le impulsaba, pero decidió que era hora
de que su hija hiciese, al menos un año de bachillerato en Europa. Por razones
obvias, eligió Irlanda. Con esa elección atendía a una llamada interior desde
que Amy le dejara. No podía evitarlo por mucho que se esforzase. Además,
vendría con frecuencia y la visitaría. Aquí tenía intereses que, no sólo eran
personales, también por negocios.
Se informaría por su amigo Peter O’Donnell,
del mejor internado para ella. También podría venir Young Mi si la echaba de menos.
Le parecía un plan perfecto, a pesar de la tremenda discusión que mantuvo con
su mujer por ese motivo. Los reproches eran mutuos, pero al final, ganó la
voluntad de Kwan. Suni había cumplido catorce años y deseaba que completase el
bachiller con el inglés aprendido.
La jovencita daba saltos de
alegría. Era hija única, criada entre algodones y echaba en falta amigas de su
edad, porque las compañeras del instituto coreano, la miraban por encima del
hombro y se sentía algo aislada.
Estaba sobre protegida por su
madre, algo que la molestaba enormemente, ya que las chicas de su edad, iban en
grupo al cine, o a merendar los sábados por la tarde, o simplemente ir de compras,
pero no con mamá que siempre la obligaba a comprar lo que a ella le gustaba.
Tendría la posibilidad de tener
nuevas amigas, aunque tuviera que vivir en un internado. En definitiva, era
poco menos como en casa. En casa era todo más lujoso y en el internado más
austero, pero en cuanto disciplina, su madre no la dejaba ni respirar.
Young Mi era una mujer joven, moderna y
resuelta, pero en cuanto a su hija tenía miedo no sabía a qué, ni de qué, pero
no iba sola a ninguna parte, ni siquiera al instituto, siendo las burlas del
resto de sus compañeros.
Por eso ese viaje, sería una
liberación para ella. Apoyaba a su padre en cuantas decisiones tomase. De este
modo emprendieron el largo viaje hasta Irlanda. Estaría en Dublín y solamente
saldría los sábados por la tarde. El horario de clases, comidas y sueño, eran
estrictos, pero no la importó. Se diferenciaban poco de los de su casa.
Conocería un nuevo país. Al fin comprobaría si en verdad Irlanda era mágica. Su
imaginación infantil, por los cuentos que había escuchado, le hacían vivir
todas las historias que reflejaban los leídos por y para ella desde que era muy
pequeña. En ello ponía especial énfasis su padre.
Kwan viajaba hasta Irlanda con
bastante frecuencia. Desde que se separara de Amy, hacía hincapié en volar
hacia allí. Los primeros viajes los hacía con su mujer, pero ésta se cansó de
un viaje tan poco apetecible y en vista de que no había peligro de que lo
hiciera solo, dejó de acompañarle.
Nunca perdió la esperanza de
encontrarla por algún sitio. Que coincidieran en algún pub o en cualquier otro lugar, pero nunca lo consiguió: era como si se la hubiera tragado la tierra.
A menudo pensaba en lo distinta que
sería ahora su vida si Amy no hubiera dado la espantada. También de la oficina,
en donde llevaba trabajando desde que se graduó y todos la apreciaban. Nadie lo
entendía ni Kwan tampoco, pero así había sucedido y ya no había marcha atrás.
La despedida de su padre fue lo que
más la costó. Hasta ese momento no se había dado exacta cuenta de que de ahora en
adelante sería ella quién solucionase los problemas que tuviera. Le habían
destinado una habitación que compartiría con otra chica de nacionalidad griega:
Helena. Era de su misma edad, callada y prudente. Ambas se gustaron mutuamente
y se prometieron que lo pasarían muy bien. Tendrían libre ese fin de semana.
Kwan se despidió de ella el sábado a primera hora, antes de tomar el vuelo que
le regresaría a Seúl.
A medida que el avión se elevaba,
notaba que su corazón se encogía. Abajo quedaba lo que más quería junto con Amy,
que quizás estuviera también en algún trozo de esa tierra que ahora se hacía
más pequeña a medida que el avión tomaba altura. En la otra punta del mundo, le
aguardaba la monotonía y el aburrimiento. ¡Cuánto iba a echarla de menos! Su
vida era plana totalmente. Sólo le libraba de la monotonía el acudir día tras
día a su despacho. En él pasaba largas horas, tratando de dilatar al máximo el
regreso a ese “hogar” que no era tal, sino una casa fría a inhóspita en que la
habían convertido ambos esposos. No le extrañaba que Suni quisiera alejarse de
allí.
— —Cuando crezca un poco más no habrá fuerza humana que
la retenga en casa por muchas regañinas que su madre le eche. Y lo comprendo.
Tenemos una casa preciosa, de revista, pero es como para un escaparate. No
tiene calor de hogar, ni apetece estar en ella. No me extraña que Hana siempre
esté rodeada de amigas y en fiestas. El llegar a casa, en lugar de ser una
delicia, es un verdadero suplicio.
— — Mejor será que trate de dormir. Aún quedan muchas
horas por delante hasta llegar. Hasta que de nuevo me enfrente a la realidad en lo
que se ha convertido mi vida.
Como cada vez que viajaba a Dublín
sólo pasaba a recogerle el chófer. Creía que, como deferencia hacia su mujer,
debería llamarla cuando llegase. No iría a comer ese día. No tenía ganas.
Echaba de menos a su hija. Era la única que hablaba mientras comían. Prefería
comer en la cafetería de la empresa antes que soportar la mala cara de su mujer
y sus preguntas hirientes siempre reprochándole la mala elección del internado
tan lejos de ella.
No guardaban las apariencias cuando
estaban a solas. Lo cierto es que se soportaban malamente. Porque a ella también, en definitiva, le hubiera gustado otra clase de matrimonio. Ambos fueron
forzados a ello y las consecuencias las sufrían ambos, pero los padres se
mostraban encantados de la vida porque habían hecho un matrimonio de película.
—Si, si. De película de miedo—pensaba interiormente Kwan.
Ya no había nada que hacer. Ni
siquiera tenía la esperanza de ver algún día a Amy. Con eso se conformaba, pero
estaba claro que nunca ocurriría.
Mientras se dirigían al despacho,
iba charlando con su chófer sobre si en ese par de días que había faltado,
hubiera ocurrido algo fuera de lugar. El chófer negó con la cabeza. Todo
permanecía estable, como siempre.
Al mirar el correo, le extrañó que
tuviera una carta con un membrete que no conocía y procedente de Irlanda. De
repente le dio un vuelco el corazón y lo rasgo apresuradamente. En el remite
ponía que era procedente de Galway. Eso le tranquilizó un poco. Procedía de una
oficina de turismo. Rápidamente desechó el internado, pero extrañado comenzó a
leer. No tenía relación alguna con ninguna dirección de turismo, a no ser que
hubiera sido Hana pidiendo información sobre algún internado. Pero también
desechó esa idea, ya que la niña está ya en él.
—
Será mejor que lea lo que dicen, porque con
conjeturas no voy a sacar nada en limpio.
Comenzó a leer y enseguida aclaró
lo ocurrido. Recordó que cuando comenzaron a trazar los planes para Suni,
habían escrito sobre hacer un intercambio de estudiantes, pero ya no tenía
objeto.
—Mejor será que termine de leer. Puede tratarse de algo interesante.
Comenzó a leer medio susurrando lo
que en ella decían y solicitaban tras las frases rutinarias de presentación:
“…Y es por
tanto que, atendiendo a la solicitud que en su día nos hizo, he de anunciarle
que tengo una candidata perfecta para lo que ustedes desean. Es una jovencita
que cumplirá en breve diecisiete años. De buena familia y educada correctamente
en un instituto católico. El próximo curso será el último del bachillerato y
acudirá a la universidad de Dublín para seguir con los estudios que haya
elegido.
Si llegara
a ser de su interés le ruego se ponga en contacto con nosotros para ultimar
todos los trámites. Quedando a su disposición…”
—Lástima no hubiera llegado antes. El resultado hubiera sido el mismo: Suni hubiera vivido en un hogar irlandés, en lugar de un internado. Me pondré en contacto con ellos y les daré una respuesta cuando hable con Hana. Quizá hasta nos venga bien tener a una jovencita andando por aquí.
Guardó la carta en su despacho y lo hablaría con su mujer esa noche. Pedían que la respuesta fuera rápida. Así que no había mucho tiempo que perder. Y es que el curso estaba a punto de terminar y los intercambios de estudiantes, estaban a la orden del día. Se preguntó:
— ¿Por qué habrá elegido Seúl? ¿Será por aprender Hangul? Sigue siendo una rareza, ya que sólo se habla aquí. En fin, puede que la chica sea exótica. Con la juventud de ahora nunca se sabe lo que hay dentro de sus cabecitas. Sé que me tocará discutir con Hana, pero por mí sí. Adelante. No estará mal conocer esa experiencia.
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AAutora: 1996rosafermu / rosaf9494
E Edición: Junio 2022
FFotografia: Internet
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