miércoles, 25 de julio de 2018

Mi vida en una maleta - Capítulo 15 - Despedida

Fueron en dirección a los quirofanos tomados de la mano.  Ella quería desasirse de él,  pero apretaba más su mano en señal de que no estaba dispuesto a seguir el juego de quienes habían murmurado a sus espaldas.  Mientras se ponían las batas de celulosa y se lavaban, la dijo muy bajito:

— No te preocupes, yo lo arreglaré.  Tengo proyectos que te contaré después.  Ahora somos profesionales y como tal actuaremos

La dedicó una sonrisa y entró en  quirófano seguido de Liesa.  Todo transcurrió con normalidad, hasta un determinado momento de peligro, pero Brendan actuó rápido y eficientemente y no llegó  a mayores.  Hoy nadie hablaba, sólo se escuchaba la música clásica que él siempre solicitaba para concentrarse y relajarse a un mismo tiempo.


 Algo imaginaban, pues la situación era tensa entre todos.  Se habían dado cuenta de que la ausencia de la "boche·" se debía a algo ocurrido, pero exceptuando la enfermera y la médica, que  lo imaginaban, nadie sabía que era lo que estaba ocurriendo.  Cuando hubieron terminado, todos se relajaron contentos:  habían salvado otra vida y todos se felicitaron por ello.  Liesa permanecía en el rincón de siempre.  Ella no había intervenido en nada, sólo miraba y aprendía. Tampoco la tuvieron en cuenta a la hora de desearse buena suerte.  Cuando el paciente salió en dirección a reanimación. Brendan también lo hizo, pero antes de marcharse,  se volvió dirigiéndose a sus compañeros:

— Os quiero ver a todos en mi despacho cuando os hayáis cambiado de ropa.  Mientras tanto hablaré con la familia.  Os tengo que comunicar algo importante

No dijo más. Salió de la estancia y todos se miraron extrañados de la solemnidad de las palabras de su jefe de equipo.  No se le veía relajado, ni contento, como en la mayoría de las ocasiones:  algo había ocurrido que  ignoraban.

Al cabo de una media hora, la puerta del despacho se abrió bruscamente y apareció Brendan.  Venía sereno  después de haber tranquilizado a la esposa y a las hijas de la persona que acaban de operar.  También estaba Liesa y para ella fue su primera mirada. y sus primeras palabras.

— Liesa ¿ puedes dejarnos un momento ? Ve a cafetería a descansar.  Me reuniré contigo enseguida.

Ella no dijo nada, aceptó con un gesto de cabeza y salió cerrando la puerta tras de sí.  Una vez solos, el silencio y expectación era la nota que reinaba, esperando aquello que tuviera que decirles.  Paseó su mirada por todos ellos, deteniéndose en las dos mujeres que habían murmurado

— Muy bien. Os he reunido aquí, porque hasta mí ha llegado una noticia que nunca imaginé escuchar entre la gente que conmigo trabaja a diario.  Nunca he dado motivo para la más mínima descortesía hacia nadie y pensé que sería recíproco, pero no ha sido así y alguien de vosotros ha insultado a la mujer que será mi esposa en breve tiempo.  Pero antes he de aclarar a esas personas, por cierto aquí presentes que no voy a señalar porque ellas saben a quién me estoy refiriendo, que no voy a ser ni tan descortés ni tan cainita como ellas lo han sido

Su mirada se fijó en las mujeres que bajaron la vista hacia el suelo para no soportar el peso de sus compañeros.  Y prosiguió:


— Pero antes  he de poneros en antecedentes que ignoráis y os aclarará muchas cosas. Lo primero he de deciros, que si, ella nació en Berlín de padre alemán y madre irlandesa, pero que no es ninguna "boche".  Muy al contrario, su padre pertenecía a la Resistencia y colaboraba con Inglaterra y murió el día que los aliados tomaron Berlín. Y murió solo, en la calle de un tiro de un soldado seguidor del Führer. Un contrasentido  ¿verdad ?  Ella era una niña muy pequeña y no tenía más familia que su madre que trataba por todos los medios de localizar el cuerpo del padre.
Reconocida la colaboración del señor Schroeder desde Alemania, su mujer y su hija fueron repatriadas a Inglaterra, en donde han vivido desde entonces.  Por causas, que no vienen al caso, fueron a parar a casa de mi familia.  La madre murió hace algún tiempo y Liesa se ha buscado la vida como podía y sí, mis padres las acogieron y se hicieron responsables de la niña cuando quedó sola.
Quería ser enfermera y para ello se preparó, pero fue una casualidad que viniese a parar aquí.  Hizo una solicitud y debido a sus buenos informes le concedieron la plaza en el mismo hospital en el que yo trabajo.  Estuve enamorado de ella toda mi vida, y por ese motivo vine a Londres a ejercer  para alejarme de ella.  El quererla ayudar no es algo que haga especialmente por ser mi prometida.  Lo he hecho con más de uno que ahora estáis presentes en esta reunión.  Busco personas válidas, eso es lo que me lleva a ser duro con ellas y forjarlas en buenos profesionales.  Ella no ha sido una excepción.  Pero parece ser que eso constituye tráfico de influencias, y por tal motivo presentaré mi renuncia al cargo y volveré de nuevo  a Casttle Combe  de donde nunca debí salir.
Es injusto que a quién lo perdió todo por ayudarnos la depreciemos dándole   ese apelativo tan denigrante.  Seguramente en Alemania la pondrían otro semejante  justo por lo contrario, es decir  ni aquí ni allí sería bien mirada, y es totalmente injusto, porque además la mitad de su sangre es como la nuestra.
Eso es todo cuanto tenía que deciros.  El próximo lunes ya no estaremos aquí ni ella ni yo.  Sólo espero que sigáis siendo unos buenos profesionales sin tener en cuenta los chismorreos de personas que no tienen nada que hacer. 
 Y ahora ya podéis regresar a donde queráis. Nosotros nos vamos a casa.

Nadie se movió de su sitio, ni se atrevía a decir nada.  Sólo las dos mujeres señaladas, salieron de allí sonrojadas  y violentas por lo escuchado.  Roto el silencio al cabo de un instante, todos trataban de disuadirle y presentar sus excusas, aunque  ninguno de ellos había tenido participación en lo ocurrido.  Pero Brendan era un hombre de ideas fijas, y cuando tomaba una decisión, la llevaba al fin con todas las consecuencias.

Más tranquilo fue en busca de Liesa que le aguardaba intrigada por lo que quiera que sucediera en el despacho.  Imaginaba que era algo relacionado con ella, con su queja, pero lo que no sabía era su renuncia al cargo que ocupaba.  Miraba una y otra vez impaciente la entrada de la cafetería, hasta que le vio aparecer.  Y su figura se agigantaba en su mente; tenía suerte de haberle recuperado;  las muestras de amor incondicional que día a día le daba la llenaban de satisfacción y hacían que algo entonces sentido, se abriera paso rápidamente hasta su corazón.  El había obrado ese milagro, solamente él podía haberlo conseguido, y allí estaba ella, impaciente porque tomara sus manos, la mirara, la sonriera, y la dedicara su atención.

Cuando la expuso los planes de volver a Casttle Combe renunciando a lo que era su vida y comenzar de nuevo.  Ella dejó la dulzura a un lado y dio a conocer una firmeza de carácter que hasta entonces Brendan no conocía

— Ni hablar. Ni por mi ni, por nadie vas a renunciar a  lo que es tu vida.  Ellas no merecen ese triunfo, ni yo tampoco.  Ahora estás enfadado y no ves otra salida, pero la hay : no hacer caso y seguir adelante.   La que debe irse soy yo. ¿No comprendes que cuando pasase un tiempo, echarías de menos todo este sin vivir del quirófano?  Es parte de ti, de tu personalidad y no puedes ni debes renunciar a ella.  Porque es muy probable que con el paso de los años, me culparas de tu renuncia y eso acabaría con lo único bueno que tengo en la vida:  tu amor.
—¿Estás segura de lo que dices?
— Sí lo estoy.  Yo tampoco me iré.  No voy a esconderme como si nacer alemana fuera un delito.  No lo es, aunque he vivido más en Inglaterra que en mi país, no renuncio a él por la memoria de mi padre.  En algún momento volveré a Berlín; deseo poner unas flores en su tumba
— Y yo te acompañaré.  Siempre, siempre estaré a tu lado. 

 La besó en la mano y en sus ojos brillantes había una luz especial dirigida a Liesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario