lunes, 30 de julio de 2018

Mi vida en una maleta - Capítulo 24 - Un amor sólido

 A los tres días después de haber dado a luz, Brendan recogió a su mujer y a su hijo y se  trasladaron hasta la casa de sus padres en la que fueron recibidos con inmensa alegría.  Todos los que allí vivÍan, deseaban tomar al bebe en brazos.  Habían conocido a sus padres de pequeños, y ahora una nueva criatura venía a alegrar la casa, ahora silenciosa.

Brendan miró a su padre haciendo una señal negativa con la cabeza, que entendió perfectamente.  Era el único borrón en tanta alegría.  Hablaría con él y con ella.  Esa situación debía terminar, no sólo por el bien de ambos esposos, sino tambien por la criatura que acababa de llegar a este mundo y se merecía un  hogar feliz.


Liesa se retiró temprano a descansar, y todos hicieron lo mismo poco a poco.  Tan sólo Brendan se quedó en la biblioteca; quería velar el sueño del bebe y de ella.  Subiría al dormitorio cuando comprendiera que ya se había dormido, y se sentaría en un rincón a vigilar el sueño de ambos.  No la molestaría.  Le dolía sentirse rechazado por la persona que más quería, y además injustamente.  Comprendía que fue muy desafortunada la forma en que se enteró, pero  pasaba el tiempo y la situación no variaba.  Había perdido las esperanzas de una reconciliación.  No quería volver a Londres, esta vez no.  Pediría el traslado a Castle Combe para poder estar cerca de ellos, aunque Liesa ya no  quisiera.verle

 La normalidad se iba imponiendo poco a poco.  Brendan abandonó su trabajo en Londres y ahora vivia con sus padres.El matrimonio Flanagan, tras hablar con Liesa, pudieron convencerla para que viviera con ellos, aunque durmieran separados, pero al menos si ella deseaba tener un trabajo, ellos cuidarían de su nieto.  Le impusieron el nombre de James Brendan Alan Flanagan Schroeder, y fue emocionante para todos.  Hicieron una fiesta familiar y los padres se sonrieron más,  e intercambiaron alguna palabra que otra, que no fueran reproches.

Los abuelos no dejaban de mirarles por si acaso algún síntoma  de unión se produjera entre ellos, pero de momento todo seguía lo mismo.  Cada noche antes de retirarse a dormir, Brendan intentaba abrir la habitación de su mujer, pero siempre el picaporte estaba cerrado.  Pero aquella noche, al hacer lo mismo de siempre, notó que la cerradura cedía y la puerta se abría. Se paró un instante antes de entrar.  Seguramente se había olvidado de echar el pestillo, pero no era así.  Liesa le esperaba incorporada en la cama leyendo.  Se miraron y ella hizo un ademán para que entrara.  No se lo podía creer; la esperanza se abría paso . Y fue hasta la cabecera de la cama, y Liesa le hizo la indicación de que se sentara ¿ Qué era lo que quería ?
Pero no dijo nada; sólo se cubrió la cara con las manos y rompió a llorar.  Él la atrajo hacia él y besó su cabeza tratando de calmarla. Tomándola de la barbilla, hizo que levantará su rostro y le mirara a los ojos. Y  Liesa no pudo contenerse y se lanzó a su cuello abrazándole y pidiéndole perdón


— No tengo nada que perdonarte.  Comprendo tu actitud, aunque no la comparta.  Posiblemente si hubiera sido a la inversa, yo hubiera hecho lo mismo. Pero te quiero, tanto, tanto que me duele.  No te cambiaría por nadie ni por nada. Un juego del destino, te puso en mis manos siendo una niña para que cuidara de tí, y sin conocerte, sin conoceros a ninguno le juré a tu padre y, a mi mismo,  que lo haría siempre.  Y así ha sido y así será.  No por cumplir un juramento, sino porque ya te quería, te presentía.  Curaste mis heridas que eran profundas, ya te lo dije. Y me hiciste muy feliz cuando te tuve entre mis brazos por primera vez. Tenía que convencerme a mi mismo de que era verdad.   Que deseaba hacerte mi esposa y que te cuidaría toda la vida.  No dudes ni por un momento que no es cierto. No tienes ni idea lo que  he echado de menos; cosas, que a lo mejor parecen insignificantes, y  comprendí que eran lo más importantes.  Echaba de menos el roce de tu piel,  la frialdad de tus pies en invierno.  El acurrucarte a mi lado cuando tenías frio y el recompensarme por darte calor con un beso.  He necesitado nuestra intimidad como no tienes ni idea   Olvidemos todo y comencemos de nuevo.  Tenemos mucho por lo que ser felices ¿ Me sigues queriendo ?
— ¡ Oh Brendan ! No he dejado de hacerlo nunca.  Aunque me haya portado como una estúpida celosa o mal criada, no lo sé. pero es que te quiero tanto, que al escuchar aquella confesión  me dolió no el saber que habías amado a otra persona, sino que me sentí desplazada, que no te pertenecía, que no pertenecía a vuestra casa.  Que seguía siendo una refugiada a la que no se tenía en cuenta.    me vi perdida , tremendamente sola y sin saber qué hacer con el hijo que iba a nacer.  Desorientada, dolida y enfadada, muy enfadada contigo.  Pero sé que fui injusta y no tengo palabras para pedir que me perdones
— ¿Tengo que perdonar por amarme tanto como me amas? No cariño.  Todo ha pasado ya. Volvamos a ser nosotros, con nuestro pequeño.  Recobremos nuestra vida y olvidemos lo pasado.

Aquella noche no durmió sola, sino abrazada a él.  Ahora era ella la que le abrazaba, quizá por temor a que fuera una vana ilusión y al despertar comprobara que todo seguía igual.  Pero no era así.
 Brendan besó a su mujer con pasión y no dejaba de repetirla lo que la amaba, lo que la necesitaba y que no volviera a rechazarle nunca más.  Hablarían todo lo que pasara en sus vidas, por insignificante que fuera, pero nunca más se produciría una situación como la que habían vivido.

Todo volvió a ser como al principio y hacían todo lo necesario para olvidar esa mala racha en sus vidas.
Volvieron a reír , a jugar, a amarse, y de todo ello también participaba James, que poco a poco, año a año se hacía mayor y ellos también

Ya no eran jóvenes:  Brendan tenía las sienes color de plata  y estaba a punto de dejar la cirugía y Liesa pasaba de los cuarenta.  Se había convertido en una mujer bella y reposada que ahora encaraba la vida de otra manera.  Pero seguía teniendo una sensación extraña dentro de ella. Tenía pendiente algo importante  que realizar.  El chico ya era mayor.  Los abuelos  estaban achacosos, pero  Molly les ayudaría.  Había partido la señora Gibson, y su ausencia se notaba tremendamente en la casa.  Había supuesto un gran disgusto para todos, y todos la lloraron.  No en vano había pasado toda su vida con ellos.


Sería durante algunos días libres que propondría a Brendan una escapada.   Creía que debía acompañarles su hijo, porque aún muy joven, comenzaba a darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor.  Sería bueno que supiera cómo habían sido las cosas no hacía tantos años.  Debían hacer un viaje, que sería muy distinto a ese otro que creó tantos problemas.  Primero visitarían Francia, Normandía exactamente, e irían hasta Alençón y después a Berlín.  Tenía esa necesidad desde hacía tiempo y no sólo por visitar nuevamente la tumba de sus padres, sino por ver cómo estaba ahora esa zona este.  En los círculos políticos se hablaba de derribar el muro y que el último reducto ruso regresara a la Madre Rusia, y de este modo re unificar Alemania.  No sabía si era oportuno o no, pero ella quería estar allí cuando ocurriera,  si es que sucedía.

Se lo propuso a James, pero al muchacho no le apetecía nada hacer un viaje nostálgico con sus padres.  Prefería quedarse con los abuelos y con sus amigos.  Cuando se lo dijo a Brendan, tampoco puso muy buena cara;  sería reabrir viejas heridas ya cerradas, y eso costó una discusión.  Y no se pusieron de acuerdo.

— Pues bien, iré yo sola.  Ahora no es como hace años.  Todo está cambiando y yo quiero presenciarlo en persona.  Es como si lo compartiera con mis padres.  En serio quiero y debo ir.
— Está bien, te acompañaré, pero pongo de ante mano que no va a ser agradable.  Hay demasiados recuerdos y debemos dejarles dormidos como están.




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