viernes, 27 de julio de 2018

Mi vida en una maleta - Capítulo 18 - Unidos para siempre

 Le buscaba,  al estar desorientada,  en un lugar que no conocía ,  en una cama extraña,  y desnuda.  Pero encontró al momento su ojos y su dulce sonrisa, y unos labios que la cubrieron de besos al instante.  Ella no decía nada, sólo le miraba y le sonreía, mientras él pensaba en silencio lo que sentiría después de todo lo vivido. Sabía que si no la hubiese gustado, no sonreiría como lo hacía. Le pedía perdón por haberse quedado dormida, mientras acariciaba su cara con ternura.  A Brendan el corazón se le desbocaba.  Era difícil controlarse con una mujer como ella tan dulce y cariñosa, con alguien, al que hasta hacía poco había tratado como su jefe, como su tutor.

Liesa también pensaba  en silencio, la infinita ternura de aquél hombre, tan recto en algunas cosas y tan dulce y sensible en otras. ¡ Cuánto la amaba ! Podía percibirlo en su forma de mirarla, de sonreír, de acariciarla.  En la infinita paciencia que tuvo al explicarle todo cuanto acontecería aquella tarde por primera vez, y lo dulce y delicado con que trató una situación tan ignorada y difícil para ella.  Se encontraba feliz y encantada de estar a su lado, y de ser mimada como él lo hacía.  Y de saber que le amaba tremendamente y que por él sería capaz de cualquier cosa.  Ya no se podría separar de él por nada del mundo. ¿ Qué milagro se había obrado en ella para darse cuenta de que su amor era más grande que nada de este mundo?  Tenía necesidad de amor, pero nunca sospechó que podía inspirar algo tan grande como lo que Brendan sentía por ella.
 Había tenido la fortuna de que ella le amase del mismo modo, y deseaba volver a pertenecerle una y mil veces mas.

Brendan parecía adivinar sus pensamientos.  Le estaba transmitiendo todo lo que ella estaba sintiendo y todo era bueno, extraordinario.  No le rechazaba, sino que sentía amor infinito en esas sencillas caricias que su pequeña mano depositaba en su rostro y en su torso.  Ese torso que la había protegido, abrazado y expresado todo lo que de bueno tiene la vida.  Gracias a él había vivido, como le dijo en alguna ocasión, y sintió un deseo irrefrenable de volver a sentirlo. Y siguió el consejo que le diera antes de que todo sucediese:  " no hagas caso a tu cabeza. No pienses si está bien o mal hecho. Hazlo.  Haz caso a tu cuerpo y a tu corazón ".  Y lo hizo y él no necesitó más para corresponderla de nuevo y llevarla al paraíso del que no quería regresar.

— ¿ Quieres casarte conmigo ? — La dijo mientras la acariciaba
— Si, si, enseguida, cuanto antes— le respondió abrazándose a él.
— ¿ Estás segura ?  En el matrimonio además de estos buenos ratos, también los hay malos y hemos de afrontarlo juntos
— No me hables de malos ratos.  Viví los de mis padres, y mi madre estuvo hasta final.  Yo seré como ella.  Por nada ni por nadie renunciaría a ti.  Me has descubierto un mundo nuevo, y no me estoy refiriendo al sexo.  Me has enseñado a amar sin concesiones.  Sin pedir nada a cambio, sólo a dar y recibir amor. Y yo, a pesar de teneros a todos vosotros, cuando me quedaba a solas, notaba que no encajaba que me faltaba algo importante en mi vida. Y me hice la promesa de renunciar  al amor, porque nadie fue capaz de transmitírmelo como lo has hecho tú.  Quiero estar a tu lado toda mi vida. Darte amor, todo del que sea capaz, y también recibir el tuyo.  Ya no podría vivir de otro modo.  Así que si estás diciendo que no me quieres como esposa, será mejor que me vaya ahora mismo, porque no quiero ser otra cosa más que tu compañera, tu esposa y la madre de tus hijos cuando lleguen.

No la dejó continuar sellando con su boca la de ella.  Era la más bella declaración de amor que nadie le hiciera.  Una declaración con la que había soñado siempre, pero de ella, y no de otra.  La tenía entre sus brazos y aún no lo creía. ¿ Estaba soñando ? Si así fuera, que nadie le despertase, que le dejen soñar con ese amor que,  rendido,  ella le declaraba.

Y juntos fueron a casa de sus padres, y juntos les anunciaron la boda, .  Molly escuchó el anuncio a los señores y corrió hasta la cocina a decirles a sus compañeros la buena noticia.  Las lágrimas de alegría rodaban por sus mejillas:  " la niña se casaba ", y con nadie mejor que con Brendan. Con el reservado Brendan del que nadie imaginaba el profundo amor que sintiera por ella.
La boda se demoró más de lo debido, por los requisitos de la partida de nacimiento de Liesa, a pesar de tener también la nacionalidad británica.
Todo estaba cambiando a velocidad de vértigo.  Hacía años que los rusos levantaron un muro que partía a Alemania por la mitad. Había una parte próspera y dinámica y otra parte más sujeta a unas normas que asfixiaban a la población.  Justo el Ayuntamiento al que pertenecía Liesa, estaba en el lado ruso.  Brendan movió todos los hilos sobre las amistades que conocía, y gracias a ello se agilizó un poco, pero no obstante su impaciencia era grande y la burocracia lenta.

Al fin se convirtieron en marido y mujer en una ceremonia en el ayuntamiento de Casttle Combe. Estuvieron presentes todos los habitantes de la casa, como no podía ser de otra manera, y parte de los compañeros más cercanos de ellos, del hospital.  La celebración fue en el más lujoso restaurante de la ciudad y allí mismo pasaron su noche de bodas.  No podían hacer viaje de novios.  El trabajo se lo impedía, pero no les importó.  En cuanto pudieran lo harían.  No necesitaban viajes para amarse profundamente.  Sólo les bastaba permanecer juntos el uno con el otro.  De momento no tendrían hijos; se darían un plazo para disfrutar de su recién realizado matrimonio.  Querían estar solos, necesitaban estar solos..

  Pasados unos días, Brendan quiso llevar a Liesa ante la tumba de su hermano; fue un momento muy intenso, porque a pesar del tiempo transcurrido no le había olvidado, y después visitaron la de Jessica, y allí Liesa se derrumbó por   la emoción.  Sólo la consolaba el abrazo de su marido.

- Vayámonos de aquí, por favor.  No resisto verte tan hundida
- No lo estoy, cariño.  Sólo que ha sido un día de emociones.  Me gustaría algún día visitar el lugar donde reposa mi padre. Así pasaría página definitivamente.

Brendan no dijo nada, sólo escuchó las palabras de su mujer, mientras caminaban hacia la salida del cementerio.

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