sábado, 28 de julio de 2018

Mi vida en una maleta - Capítulo 20 - El regreso

Aquella noche no fue como otra cualquiera.  Liesa se durmió sonriendo abrazada a Brendan.  El la besó antes de dormir, pero por mucho que lo intentó, no lo conseguía.  Le preocupaba mucho el empeño de su mujer en viajar hasta una zona tan conflictiva como era Alemania  y no sólo allí.  Toda Europa estaba convulsa.  Era cual  una máquina con todas las piezas desajustadas y que poco a poco tendrían que encajar.  Pero ésto llevaba su tiempo, y éste no era el más adecuado para ellos.en aquellos momentos.  No había forma de hacerla desistir y eso le preocupaba.  ¿ Por qué su empeño ahora? justo cuando su vulnerabilidad era más elocuente.  Su cuerpo comenzaba a cambiar y a pesar de que todo marchaba bien, no le gustaba en absoluto andar por esos mundos a la aventura.

Se cuidó mucho de transmitirla sus  preocupaciones.  Lo que sí le anunció  fue que los restos de su madre viajarían dentro de la siguiente semana y serían sepultados junto a Helmut en el cementerio británico en Alemania, y era uno de los pocos extranjeros que yacía entre los héroes nacionales, porque sus servicios habían sido extraordinarios.  Y era irónico que en Inglaterra, hubo una época, en que su hija fuese insultada sin saber el por qué ella se encontraba allí refugiada.  Pero eso ya pertenecía al pasado y ya nadie dudaba de que era una ciudadana más, a raíz de haberse casado con Brendan. Algunas veces  si la preguntaban el origen de su nombre:  Liesa;  respondía :es Isabel en alemán.  Pero no iban más allá, posiblemente porque sabían la huida de su país de origen.

A Brendan no le gustaba la idea del viaje, pero, movió los hilos de las amistades que fueron en aquella época y que ahora desempeñaban puestos de más o menos relevancia política.   Alguno de ellos, conocía a alguien, y éste a su vez a otro... etcétera, pero poco a poco establecía los contactos oportunos para conseguir su fin.  Aunque ciertamente todos le aconsejaban que lo suspendiera, al menos de momento, hasta que la situación se normalizara.  Algo que ni siquiera Liesa quería escuchar.

Y precisamente esa tozudez dio origen a una agria discusión entre ellos. Pero a pesar de estar en desacuerdo, él la acompañaría aunque fuera al fin del mundo, y ella lo sabía.  Se valía de su estado de buena esperanza para salirse con la suya, y eso aún enfadaba más a Brendan, pero no la diría que no a nada.  Sus "caprichos" eran pasajeros, lo sabía.  Los famosos antojos de embarazadas, sólo que éste era más arriesgado.  Liesa había dejado de trabajar, así que él tendría que acomodar su trabajo para tener días libres y viajar acompañando a su mujer.  Para ello redobló las guardias, y ella interpretó como que seguía enfadado.  Eran dos chiquillos tontos y cabezotas que no daban su brazo a torcer.

Ella no hacía caso de las recomendaciones de él, e incluso de su ginecólogo. No tendría otra oportunidad en mucho tiempo, y algo la decía que debía ser ahora.  Sin dejar de hablarse, sus relaciones eran algo más tensas y hablaban lo preciso.  Liesa no entendía el disgusto de su marido, y él,  el empecinamiento de ella.  Pero al llegar la hora de ir a dormir, todo se solucionaba, al menos hasta el día siguiente, en que cada uno afianzaba su postura.

 Los restos de Jessica fueron trasladados junto a su marido, y Brendan mandó poner una placa con sus nombres.  Quería que todo estuviera listo para cuando ellos llegasen, que sería no tardando mucho.

 El viaje fue pesado; primero hasta Bonn y allí tuvieron que tramitar su traslado hasta Berlín y notificar el motivo de su viaje y estancia en esa ciudad.  Brendan había allanado mucho el camino por las amistades que había contactado, pero no obstante, Liesa se cansaba de estar todo el día de acá para allá solucionando cosas sin poder hacer lo que tenían planeado.  No es así como lo había imaginado, y tuvo que reconocer que Brendan tenía parte de razón, aunque no se lo dijo.

Tras cuatro días en la capital federal, pudieron llegar a Berlín.  Se hospedaron en el hotel  recomendado por el amigo del Foreing Office. Aquella zona tenía bastante vida. Se estaba reconstruyendo rápidamente y la gente comenzaba a tener su vida propia.  A excepción de la otra zona  que permanecía casi igual que cuando terminó la guerra.  El tiempo se había detenido en ella, como si más allá del muro, la vida no existiera
Por mucha impaciencia que sintieran, no podrían pasar a la zona Este, mientras no realizaran algunas gestiones, que les ponían frenéticos.  La gente que vivía en esa zona se buscaba el medio de pasar a la zona aliada, y por ese motivo muchas familias quedaron separadas durante años.  Todo este panorama entristecía a Liesa que había casi olvidado los horrores vividos, por haber tenido más suerte al residir en un lugar con más apertura..  Por momentos perdía la calma al convencerse de que sería poco menos que imposible   ver cumplido su deseo.
Visitaron la tumba de sus padres, depositaron un ramo de flores, y Liesa lloró ante ella abrazada a su marido. Él la sostenía por la cintura, porque a veces ella vacilaba y tenía miedo que cayera al suelo.  Revivia escenas casi olvidadas, casi tanto,  como la cara de su padre de la que a penas recordaba el color de sus ojos.  Eso la entristecía mucho y por eso tenía interés en  volver aquí y sellar definitivamente esos recuerdos.  Agradecía profundamente los esfuerzos que Brendan había hecho para viajar hasta donde ahora se encontraban y lo cuidadosamente que había conseguido sus deseos.  Le amaba cada día más, no sólo por sus atenciones, sino también por la protección y cuidado que día a día la otorgaba.

Reconocía que había sido una locura haber llegado hasta allí, pero nunca imaginó la agitación de todos esos países y de la propia Alemania.  Tendría que desistir de ello,.  Quizá cuando todo se normalizara pudieran volver, cuando las cosas se hubieran serenado.  Brendan había salido a realizar algunas gestiones e intentarlo una vez más.  Ella estaba sola en la habitación del hotel.  El tardaría tiempo en regresar.  Pensó en dar una vuelta por la frontera que había entre una zona y otra. Al menos estaría cerca de donde habían vivido, y podría echar un vistazo aunque fuera desde la distancia.

Salió decidida a cumplír con su deseo durante la ausencia de Brendan.  Y llegó hasta el límite que pudo. Sacó su máquina de fotos e hizo una foto a las casas que habían al fondo.   De inmediato, una mano fuerte y grande, le arrebató la máquina, y tomándola de un brazo, la condujo hasta una caseta  establecida dentro del muro.

No entendía lo que la decían, pero por el tono de su voz sabía que la estaban increpando. No se la ocurriría hablar en inglés; trataría de hacerlo en alemán, lo poco que recordara.  Trataba de explicarle que era turista.  Que había nacido en Alemania, allí mismo en donde estaban y que sólo deseaba ver una vez más su casa, aunque la que señalaba no fuese exactamente la suya.  No había forma de hacerse entender, y Liesa estaba cada vez más asustada y preocupada por Brendan.  Ni siquiera le había dejado una nota indicándole lo que haría.

La condujeron a la presencia de alguien de edad más que mediana que suponía era el jefe, pero no entendía de galones ni de jerarquías, aunque presentía que era alguien relevante.  La introdujeron en un despacho frente a se hombre, que la pedía la documentación, ésta vez en alemán.  ¡ Menos mal !, al menos no era ruso, o hablaba su idioma de origen.

Abrió su bolso muy nerviosa y puso encima de la mesa todos los documentos que llevaba encima. Le mostró el salva conducto que acreditaba que era germano-británica y que estaba de paso en Alemanía.
 El hombre se detuvo durante unos instantes en su apellido alemán, y tomó nota de él.  ¿ Qué significaba aquello ?  ¿Represalias por lo realizado en la resistencia por su padre ?  Schroeder es un apellido bastante común.; el tiempo había pasado y en definitiva si se trataba de eso, no había sido un traidor, sino que les había ayudado en lo que pudo.  Pero ahí estaba el quiz de la cuestión: había ayudado a los británicos, no a los rusos.  No sabía si era buena o mala señal.
 El hombre se levantó de su asiento y comenzó a dar vueltas por la habitación jugueteando con el papel en el que había anotado su apellido de soltera y de casada.  A continuación comenzó a hablar de  Brendan ¿ Qué querían de él ? ¿ Qué significaba todo aquello ?   la alarma , los nervios y su estado, hicieron que perdiera en parte el conocimiento.  El militar corrió presto a darle un vaso de agua y la acomodó en un sillón más confortable.  No entendía nada, pero era como si al conjuro del apellido de Brendan , la situación hubiera cambiado, al menos es lo que ella pensaba.  Hasta en los más insólitos momentos, él la protegía.  Desde que tuvo uso de razón, lo había hecho y nunca se había parado a pensar en ello.  Nunca le extrañó esa actitud protectora de su marido, pero en los momentos de apuro por los que estaba pasando, le agradecía enormemente su preocupación por ella y sentía profundamente haberle desobedecido.

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