jueves, 26 de julio de 2018

Mi vida en una maleta - Capítulo 17 -Tú y yo

La miró fijamente con inmenso cariño.  La besó y tomándola de la mano la condujo hasta el dormitorio.  Ella miró la cama y apagó su sonrisa.  El captó el mensaje; la conocía demasiado bien como para no interpretar lo que le decía con una simple mirada

— Ninguna mujer ha dormido en esta cama.  Sólo lo harás tú.  Existen lugares para ello  y también están los apartamentos de ambas personas.  El mío no es un picadero.  Así que no te preocupes.

Ella soltó una tenue risita.  Comenzaba a ponerse nerviosa. ¿ Cómo debía comportarse?  Eso no se lo había dicho.  Cerró los ojos, suspiró hondo y dejó que él condujera la situación.

—¿ Qué te ocurre?  Si no estás segura, aún estás a tiempo.  No ha pasado nada
—No es eso, es que...  No sé cómo he de comportarme
— ¡ Santo cielo ! ¿Es que ni siquiera lo imaginas?
— No te enfades. Es que yo... Nadie me ha hablado de ello, posiblemente porque no me veían capaz de tener una relación.
— Pues esas personas además de estúpidas, son ciegas.  Eres bella, muy bella, y es normal que alguien se enamorara de ti y quisiera estar contigo.  Es lo lógico y natural. ¿Ni siquiera Molly te habló de ello?
— Es que ingresé en el internado cuando era muy joven y después no hubo oportunidad
— Bien.  No te preocupes. No pasa nada.  No tienes que hacer nada.  Habrán cosas que tu cabeza te diga que no las hagas, que no están bien, o que no confías.  Y sin embargo tu corazón,  tu cuerpo,   te dirá que si.  Que quieres  conocer lo que se siente.  Adelante, sin miedo porque todo aquello que hagas o que aceptes hacer, es normal.  Es natural entre los seres humanos.  Así que deja libre tu mente, y haz lo que te dicte el corazón y tu cuerpo te pida.  Del resto yo me encargaré.  No tengas miedo, no te va a pasar nada malo.  No sería capaz de hacerte daño.  Bueno... en sentido figurado
— Te entiendo, te entiendo.  Esa parte si la conozco.  No porque lo haya vivido, pero en el internado las chicas hablaban de lo que sucedía al perder la virginidad.
— Bien. Pues tú dirás.  Te noto muy indecisa.  Creo que debemos dejarlo para otra ocasión
— No Brendan, no quiero.  Perdona mi indecisión.  Estoy un poco nerviosa, eso es todo
— Lo sé, lo sé.

Entonces Brendan interpretó que debía ser él quién llevara las riendas de la situación ante el estado de alteración que Liesa tenía.  Todo sería más sencillo al cabo de unos minutos en que él comenzara a seducirla a base de besos  y susurros de palabras  dulces e íntimas.

Ella se rendía poco a poco a las caricias de él y sin a penas darse cuenta se encontró tendida en la cama y a su lado estaba Brendan.  ¿ Cuándo se habían quitado la ropa ?  No lo sabía; estaba embriagada por el momento que estaba viviendo, por las caricias de él sobre su cara y todo su cuerpo.  Sus labios ardientes que la besaban y la susurraban palabras de amor intenso que hacían que perdiera la sensación de realidad para extasiarse en el momento que estaba viviendo. Algo comenzaba a ocurrir dentro de ella que nunca había experimentado, que nunca supo que la ocurriría.  Era una sensación agradable y dulce, pero al mismo tiempo la hacia convulsionar  y repetir una y otra vez el nombre de Brendan entre suspiros. Y la hizo incorporarse y abrazarse a él en el momento supremo en que él tomó posesión de su cuerpo.  Pero la extraña sensación no desaparecía sino que se incrementaba al tiempo que el ritmo del cuerpo de Brendan  se hacía más rápido.  El también suspiraba y emitía unos sonidos extraños.   Liesa retorcía la sábana y alzó su cuerpo hacia él, y de repente se dejó caer en la cama al tiempo que exhalaba un grito extraño, pero que la proporcionó un placer inaudito y la dejó totalmente  relajada.
El besaba su rostro.  sus párpados, sus mejillas, su boca....  La sonreía dulcemente.  Ella entornaba los ojos incapaz de poderse mover.  Era como un muñeco roto a merced de la voluntad de él. Y su ternura, la dulzura al hablar con su boca pegada a la cara , era como un arrullo a un niño pequeño, y lentamente los párpados se le cayeron quedándose dormida.  Pero aún tuvo tiempo de escuchar unas palabras que Brendan la dijo al oído:

— Duerme mi pequeña. Descansa.  Hoy te has hecho mayor.  Mi dulce niña.  No sabes cuánto te quiero, cuánto te he deseado y al fin eres mía.  Por mucho tiempo que pase, por muchas cosas que la vida nos depare, lo ocurrido hoy, nos unirá siempre, estemos donde estemos y seamos lo que seamos.

La volvió a besar en los labios suavemente y reclinó su cabeza en el pecho de ella abrazándola. Y Brendan también se quedó dormido.  Había sido la experiencia más alucinante que nunca pensó vivir.

Se despertó al poco rato, pero al ver que ella dormía, se levantó con cuidado para que descansara.  Había sido la primera experiencia en ambos.  En ella porque había sido su primera vez y en él también, .  Nunca se había visto en esa situación, al tener que explicar todo lo que acontecería con tanto detalle a alguien en quién además su interés era máximo.  La había cuidado en extremo para no asustarla.  Sabía que de la primera vez dependía su vida sexual en el futuro.  No quería pensar si algún bruto no la hubiera considerado, sino que hubiera mirado sólo por el disfrute de él.  La quería demasiado para no protegerla hasta en eso también.  Lo había hecho desde hacía muchos años, en silencio, sin que nadie se diera cuenta, sin que ni ella lo supiera, y así sería hasta el fin de sus días.  La propondría  matrimonio hoy mismo.  Tenían diferencia de edad, quizá ella demasiado joven para ser una mujer casada, pero si le amaba, y lo había demostrado,. no importaba la edad.  No se trataba de años; Brendan no era tan viejo y aún joven.

Se repetía mentalmente una y otra vez, que era cierto, que le amaba aunque no supiera desde cuando.  Le había entregado lo más intimo y preciado de una mujer: ser de su primer amor cuando es virgen.  Y ella lo acababa de hacer.  Posiblemente cuando se despertara, y se diera cuenta de lo ocurrido, se arrepintiera de algo.  Si así ocurriera, cambiarían las cosas.  No la pediría en matrimonio, pero si así no fuera, se lo diría hoy mismo y se casarían cuanto antes.
Quería tenerla noche y día, allí, en su cama. Y desayunar juntos, y acudir al trabajo juntos, y reír juntos, y también enfadarse juntos,.  La quería para él solamente y la quería en su casa, como esposa y compañera.
Sonrió con sus propios pensamientos, y giró la cabeza al contemplar que ella comenzaba a despertar y se desperezaba.

— ¡Dios mío, que bonita es! ¡Qué inocente y bella es por dentro!  He de resarcirla de todo el tiempo que ha estado sola, aunque tuviera el cariño de quienes la trataron en casa, pero la soledad del colegio y después, quiero cubrirlo de amor.  De este amor que me ha devorado durante años, y que por fin hoy, ha culminado en lo mas hermoso que hemos hecho juntos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario