sábado, 21 de julio de 2018

Mi vida en una maleta - Capítulo 6 - Un rincón especial

Liesa encontró un trabajo como cuidadora de una señora enferma y debía atenderla durante la noche.  Estaba bien pagado y con ese sueldo podía alquilar una habitación, y al mismo tiempo que atendía a la mujer, podría seguir estudiando.  Y así se lo comunicó a los señores, que insitían en que aún no se marchara hasta que estuvieran más avanzados los estudios de enfermera.  Pero no hubo forma de disuadirla y prometió que vendría a verles en sus días libres y pasaría un buen rato con ellos.

Todos la echarían de menos ya que llevaba mucho tiempo viviendo allí y se habían acostumbrado a su dulzura; entre el servicio era considerada como algo de ellos, y a la señora Gibson se le saltaron las lágrimas cuando la vieron marchar.

La pensión no estaba lejos de la casa en donde cuidaría a la anciana y también, aunque algo más retirada, de la escuela de enfermeras.  Estaba nerviosa ; era su primer empleo y además en algo que la gustaba.  Pronto comenzarían las prácticas en el hospital y eso la ilusionaba mucho.  Por fin sus proyectos se iban cumpliendo, aunque no todos.

Después de pasar unos días con sus padres, Brendan emprendió viaje a Londres: tenía que presentarse de inmediato al haber conseguido la plaza  que había solicitado.  Sería jefe del equipo de residentes, debido a la gran experiencia que había adquirido en el frente.  También él deseaba cuanto antes organizar su vida interrumpida por la guerra y la post guerra que estaba resultando larga y tediosa.

Su situación con Martha  había quedado zanjada sin dificultad.  En el tiempo que habían estado separados ella se había enamorado de otro chico combatiente, y tanto Brendan como ella comprendieron que todo había sido una fantasía de niños y que cada uno debía seguir su propio camino, por mucho que la separación sirviera de disgusto a ambas familias, ya que consideraron en su tiempo, que sería la elección perfecta.

Iba poco por la casa de sus padres, ya que el trabajo se lo impedía, y aprovechaba alguna ocasión como días libres o fiestas relevantes para verles.  La casa estaba un poco más sola desde la partida de Liesa.  A pesar de no dar ruido, se echaba en falta su presencia, pero debían acostumbrarse a ello, ya que la muchacha debía encontrar su propio camino.  Los años que vivió con ellos, fue un soplo de aire fresco en la monótona vida del servicio, aunque en los primeros tiempos fueron muy duros para la niña que se vio sin sus padres a tan corta edad.

También Brendan notó su falta cuando visitó a sus padres la primea vez desde que ella faltaba.  Echaba de menos su timidez en la presencia de él. ¿ Por qué la intimidaba?  Le veía como un superior y ella una subalterna, a pesar de que la creyera muy competente.  Ignoraba dónde vivía, pero preguntó a Molly y a Gibson, y ellas le dieron su dirección.  Iría a verla; se sentía, en cierto modo responsable de ella.  Era demasiado joven e inexperta.  No quería que nadie la hiriese, porque ahora en realidad si que estaba sola para ventilarse  los problemas que pudieran surgir.  Siempre procuraba estar al tanto de su vida, pero sin que ella se enterase.

Aprovecharía ese fin de semana antes de regresar a Londres, porque,  sabría Dios,  cuando volvería.  Los sábados y domingos, Liesa,  los tenía libres, así que aprovechó y fue en su busca..  Fue atendido por la patrona de la pensión y le anunció que la chica  no estaba, que había ido a la biblioteca para consultar algún dato.  Y hacia la biblioteca se dirigió Brendan.  Debía verla hoy sin falta, ya que al día siguiente  regresaría  a Londres.  Al entrar miró por toda la sala que estaba en absoluto silencio y con las luces sobre la mesa.  A penas podía distinguir a una persona de otra, ya que todos estaban con la cabeza baja sobre los libros.  Estaba a punto de renunciar, cuando una silueta conocida, se dirigió a una estantería con un libro en la mano

— ¡ Vaya, al fin lo conseguí !—exclamó para sí

Fue hacia ella, que quedó bastante sorprendida al verle allí.  Con el dedo indicando silencio, Brendan la cogió del brazo indicándole que salieran.  Ella dejó el libro en su lugar, recogió los apuntes, y salieron de la biblioteca.  Ya en la calle, Liesa le peguntó por el motivo de su presencia allí:

— ¿ Ha ocurrido algo?
—Nada en absoluto.  Hacía mucho que no sabía nada de ti. He ido a donde vives, y la señora amablemente me ha indicado donde podrías estar.
— Y bien ¿ Deseas algo ?
— Ya te lo he dicho:  verte.  Te invito a comer y charlamos.  Deseo saber cómo te va todo.
— De acuerdo, pero he de irme enseguida.  Tengo exámenes la semana próxima y se me están resistiendo.  He de estudiar. Estoy deseando terminar y buscarme un empleo como enfermera.
— Yo puedo ayudarte.  Recuerda que soy médico. Quizás alguno de los apuntes pueda explicártelos yo mismo.

Ella se le quedó mirando.  Estaban muy cerca y ambos se miraban fijamente.  Al fin moviendo la cabeza le dijo:

— De acuerdo.  Creo que mejor que tú nadie puede ayudarme a entender los términos que no  entran en mi cabeza.

Brendan rompió a reír ante la salida de ella.  Era una chica muy inteligente y lo mejor es que estaba deseando formarse y ponía un interés extraordinario.  Estaba seguro que cuando se lo explicase, ella lo entendería a la perfección.  Era pronto todavía para almorzar, así que pensaron buscar un lugar tranquilo en donde poder repasar  lo que tenía en duda.  Eligieron el parque que a esas horas estaba tranquilo y bastante silencioso.

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