martes, 31 de julio de 2018

Mi vida en una maleta - Capítulo 26 Una noche de Noviembre

Brendan había ido a la agencia de viajes para reservar el vuelo para dos días después.  Al menos tendrían un día para asimilar todo lo vivido y asentar los recuerdos en la memoria.  Necesitaban un respiro, y pensaron que un día lo dedicarían a recorrer el Berlín occidental y comprar algún recuerdo para amigos y familiares;  sería algo para refrescar su memoria tan inmersa en la historia.

Los tres juntos desayunarían
 en la cafetería del hotel  y charlarian como  viejos amigos que se apreciaran, a pesar de haberse visto en contadas ocasiones. .  Brendan besando a su mujer se despidió de ellos, quedando en un determinado lugar para encontrarse a su regreso de la agencia de viajes , y seguir juntos el recorrido de compras.

 La conversación entre Liesa y Gorrión,  derivó sobre Candice y los proyectos que tenían ella y Brendan, truncados por lo que todos conocemos.
—  ¿Sabe señora ? La quiso mucho y lloró su muerte. Pero ahora veo la mirada que deposita en usted, el cariño con que la trata, lo pendiente que está de usted constantemente, y pienso que es un hombre afortunado por sembrar tanto amor a su alrededor. Es un hombre bueno que lucho lo indecible con cumplir la promesa hecha a un desconocido en situación muy adversa.  lo que el destino fue capaz de hacer con ustedes dos.  ¿ Quién iba a pensar que aquel joven se casaría con la niña que trajo desde Alemania ?  A veces pienso que una mano invisible movió los hilos para que dos seres se encontraran y amasen como vosotros lo hacéis.  Me siento satisfecho porque compruebo que el amor reina entre vosotros y sé, que mi hija sonríe al verle tan feliz como es Brendan.  Es un viejo y querido amigo
— Gorrión ¿ Vendrá alguna vez a visitarnos ?  Me gustaría que conociera a nuestro hijo.  No ha querido venir con nosotros porque era un viaje de nostalgias y de recuerdos profundos para nosotros, y debíamos vivirlo nosotros dos.

— ¡ Claro que iré.  Tengo todo el tiempo del mundo y muchas horas para pensar.  Os deseo la mayor felicidad del mundo. Y tú, pequeña, ámale con todas tus fuerzas porque, no sólo lo merece, sino que te ama  en igual medida.
— Lo sé Gorrión. Daría mi vida por él. Visitamos juntos la tumba de Candice porque supe lo que representó para él y al dolor que tuvo que enfrentarse.  Por eso necesitaba venir y visitar a nuestros seres queridos, para estar en paz con ellos y con nosotros mismos. Cerrar ese episodio, y comenzar uno nuevo, sin sombras en los armarios.  Para poder expresarnos sobre ellos, sin que sea un dolor difícil de soportar y de comentar.  Deseo que nuestra vida sea sencilla, pero amable
— ¿ Acaso no habéis sido felices ? — preguntó Gorrión
— Si lo hemos sido, siempre, Pero debimos hablar de ello, porque al no hacerlo, ambos teníamos heridas que tenían que ser cerradas, como así ha sido.  De ahora en adelante, dejaremos dentro de nuestro corazón a todos los seres queridos que hemos perdido.  Les recordaremos con el amor que merecen pero siguiendo adelante.
— Cada vez que te miro recuerdo a mi hija. Es imposible olvidarles, pero si recordarles con ternura sin perturbar las vidas que hemos de vivir.

Al fin llegó Brendan cuando ellos ya habían terminado su conversación:  se habían confesado mutuamente. Y fue antes de lo previsto por lo que no fue necesario acudir al lugar de reunión en donde habían quedado.

Ya tenían los billetes de los tres:  uno para Francia y dos para Inglaterra.  ¿Cuándo volverían a verse?  Era difícil de precisar, pero fue Liesa la que dio una idea:

— Gorrión, vives solo.  No tienes familia ¿Por qué no vives con nosotros en Inglaterra?  A mi suegro le encantará charlar contigo.  Tenéis muchas cosas en común, y sobre todo viejos recuerdos que os gustará comentar de vez en cuando.  Creo que a Brendan, y a mi también, nos darías una gran alegría.
— No me lo repitas dos veces, pequeña.  Lo mismo te tomo la palabra—y rompieron a reír

Los tres salieron a recorrer por última vez la ciudad que estaba en sus calles repletas de gentes.  Los dos hombres se miraron sin pronunciar palabra, pero aquel trasiego de personas no era normal. Mucho temían que lo anunciado se produjera de forma inminente.  El rostro de las gentes no era de furia contenida, ni mucho menos, era esperanzador y de alegría.  Procuraron no ausentarse mucho del hotel y se cuidaron de comentar nada para que Liesa no se asustara.  Compraron cuatro chucherías como recuerdos y a una hora temprana regresaron al hotel, y en él cenarían.

Estaban en los postres y a punto de retirarse, cuando algo inusitado se producía en el hall del hotel.  Los empleados cuchicheaban por lo bajo y, extrañamente, el vestíbulo estaba lleno de gentes que miraban al exterior.  Brendan y Gorrión se miraron.


— ¿ Por que no subes a nuestra habitación y nos tomamos la última copa ? —dijo Brendan a su amigo

Lo cierto es que quería alejar a Liesa del bullicio que por momentos se estaba produciendo.  Gorrión imaginó lo que pensaba y aceptó en el momento.  Mejor estar los tres juntos por lo que pudiera ocurrir.  Conectaron el televisor, y en todos los canales había la misma retransmisión y las mismas imágenes: unos hombres subidos al muro y con picos trataban de derribarlo.  Liesa estaba atónita y los hombres se miraron con preocupación, pero al poco rato se relajaron al contemplar las imágenes que tenían en la pantalla del televisor:  sólo había alegría, lágrimas y esperanza en las caras de todos ellos.  Brendan abrazó a su mujer y a continuación a su gran amigo Gorrión

— ¡ Al fin ! —exclamó Brendan
— Nunca pensé que viviría para verlo — dijo Gorrión

Liesa no dijo nada.  Sólo tenía la vista fija en el televisor y en las imágenes que se veían.  Las calles estaban totalmente invadidas por personas que se abrazaban que sonreían y que lloraban. Se estaban derrumbando veinticinco años de vergüenza para Alemania, y de mucho sufrimiento para las familias que habían perecido en su intento de saltar al otro lado.  Al fin serían libres de su destino cruel, un daño colateral de la contienda.  Ocurría  el 9 de Noviembre  de 1989, y todo el mundo tenía sus ojos puestos en Europa

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