martes, 24 de julio de 2018

Mi vida en una maleta - Capítulo 12 - Un encuentro inesperado

Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue ver el contestador por si hubiera dejado algún mensaje.  Sólo escuchó uno de  sus padres  interesándose por él.  No podía quedarse con la duda y les llamó para averiguar de una vez si era en verdad Liesa o alguien que se le parecía.  Le respondió el padre:

— Brendan, ya estás en casa ¿ Cómo estás ?
  —Bien papa, estoy bien. ¿ Mamá bien ?
— Si, todo perfectamente
— ¿ Puedes aclararme algo ? Cuando salía del hospital he visto a una chica idéntica a Liesa. ¿Acaso  está ella en Londres? ¿ La ocurre algo ?
— No hijo, no la ocurre nada y, sí está en Londres.  Hizo una solicitud en la oficina de empleo y le salió la plaza en tu mismo hospital y hoy era su primer día de trabajo
— ¿ Por qué no me ha llamado ?  Ni siquiera allí se ha identificado, no la he visto por ninguna parte


— Brendan, sencillamente no quiere molestarte.  Nos contó que te había dejado varios mensajes y no habías respondido.  Interpretó que no te interesaba
— Siempre ha tenido una imaginación muy libre. Tu sabes que no ha sido esa la razón
— Te lo advertí y no me hiciste caso.  Ahora ya es tarde.  Seguramente será ella la que no quiera nada contigo, puesto que trabajáis en el mismo sitio y no os habéis encontrado.
— Está bien, papa. Sólo era eso; confirmar si pudiera ser ella o no.

Al colgar se quedó pensativo al tiempo que enfadado hablaba consigo mismo:

— Mañana me va a oír— se dijo malhumorado.

El taxi la dejó frente a la puerta de la pensión.  Sabría de una vez si contaba con esa habitación o tenía que peregrinar buscando hospedaje.  Los dueños fueron fieles a su palabra y al fin pudo tumbarse en una cama cómoda y limpia.  Estaba rendida, no sólo por el día pasado .  Los nervios el inesperado encuentro con Brendan y la noche anterior en la cafetería, hicieron que se sintiera rendida.  Se quitó los zapatos y el abrigo y sin desvestirse se quedó dormida.  Tan cansada estaba que ni siquiera se despertó a la hora de la cena    No la importó: no tenía hambre. Se duchó, se puso el pijama, y después de conectar el despertador se volvió a meter en la cama quedándose dormida nuevamente.

A la hora exacta sonó el despertador: eran las seis de la mañana.  Tenía tiempo suficiente  para arreglarse con calma.  Iría andando hasta el hospital; tardaría veinte minutos haciéndolo a buen paso. . Desayunó en una cafetería  y entró en el recinto con bastante tiempo de adelanto.  Tranquilamente se puso el uniforme, cogió su busca, su identificación,  el fonendo, y salió dispuesta a subir al control correspondiente.

De repente la puerta se abrió bruscamente dando paso a un Brendan con las mandíbulas contraídas, que al verla frente a sí, inmediatamente se relajaron. Pero en su mirada había algo que nunca le había conocido y pensó todo lo que había cambiado desde que se vieron por última vez. No lo entendía ¿Por qué estaba enfadado con ella?.  Al fin comenzó a hablar, pero todo eran reproches con voz alterada

— ¿No pensabas decirme nada? 
— ¿A qué te refieres?
—Te vi ayer cuando salías de aquí y he tenido que llamar a mis padres para que me confirmaran que efectivamente eras tu.
— ¿  estás enfadado por eso?
—¿Acaso no tengo razón?
— No, no la tienes en absoluto.  No fui yo quién cortó la comunicación.  Te llamé varias veces y nunca obtuve respuesta.  Al buen entendedor... Además lo entendí cuando te vi ayer en el aparcamiento:  Seguro que a tu novia no le gustaría saber que en algún tiempo fuimos casi familia
— ¿Sabes qué te digo? Que no es momento ni lugar para discutir. Preséntate en mi control de inmediato.  Te vienes conmigo
— Tengo un control y una superior que me ha destinado  a su equipo


— Yo soy el superior de tu jefa y te ordeno que te incorpores de inmediato.  Dentro de media hora entro en quirófano y no tengo tiempo de discusiones contigo
— Pero yo estoy en prácticas.  No he estado en mi vida en un quirófano.  No sabría qué hacer
— Mejor. Así aprenderás.  Venga vamos.  Se está haciendo tarde

La empujó suavemente por la espalda hasta ponerla delante de él y ambos salieron.  Liesa no se explicaba lo ocurrido, a no ser que se hubiera vuelto loco de repente.  Pero no se había vuelto loco ni mucho menos; hizo la propuesta y fue aceptada de inmediato.  En verdad tenía que creer que era su jefe superior.

La ordenó se colocara en un lugar en el que no estorbara, pero al mismo tiempo observara con detenimiento cómo actuaban y qué utilizaban para cada momento.  Las piernas la temblaban . No quería desmayarse y tragaba saliva cuando la boca se le llenaba de agua.  Admiraba la destreza y precisión de Brendan.  No perdía la concentración ni permitía que nadie de su equipo la perdiera.  La intervención era sencilla rutinaria, pero para él era tan importante como una a corazón abierto.  Sabía que se dirigía a ella, porque fue la única vez que la miró, y dijo:

—A pesar de haber sido una operación sencilla, nunca se debe dejar de pensar que en un quirófano pueden surgir muchas cosas inesperadas.  La anestesia es peligrosa, por eso elijo a los mejores para mi equipo, y tu has de ser una de ellos.

Después retiro su mirada de Liesa, dio media vuelta y salió para cambiarse el pijama e ir a hablar con la familia, no sin antes volverla a ordenar:

— Liesa, ven conmigo. Debes estar presente en lo que voy a decir a la familia

Su actitud se había suavizado, pero seguía siendo cortante, sin admitir discusión alguna de lo que había ordenado.  Mientras caminaban al encuentro de los familiares la dijo, ya más tranquilo:

— Tenemos que hablar.  Tengo proyectos para ti

¿ Y si ella no los quería ? No deseaba ser la mejor, sino la más eficiente , la que consolara a los familiares cuando las cosas no iban bien.  Ayudar a alguien a soportar el dolor; nada más. No era nadie para mandar en su vida  ¿Qué se había creído ? 
 Iba a responder, pero en ese momento empujo la puerta y se encontraron con la familia del recién operado que esperaba nerviosa saber cómo había ido todo.  La madre del muchacho  intervenido, se abrazó a Brendan y él acarició su cabeza con infinito cariño.  Y esta actitud tan cercana, tan humana de él, la desarmó por completo.  No había cambiado en absoluto, seguía siendo el hombre bueno y compasivo que conociera.  Entonces ¿Quién  o qué le había cambiado para tratarla tan despectivamente?

Mientras daba las explicaciones referente a la operación, Liesa le observaba.  Su rostro había cambiado mientras hablaba con ellos.  Se mostraba elocuente  dando toda clase de detalles, sin prisas, a pesar de saber que le esperaban otras operaciones, pero las familias necesitaban que su médico disipara todas sus dudas y para ello tenía que hablarles de forma sencilla, sin tecnicismos de modo que pudieran comprender todo lo realizado.  Y en ese momento le vio con otros ojos. Se fijó en su rostro como nunca lo había hecho y se llevó una sorpresa cuando le encontró atractivo, muy atractivo.  Le vio con más altura de la que tenía en realidad y  su mirada se dirigió hacia sus manos, esas manos que con destreza eran capaces de dar vida y acariciar tiernamente. Y por primera vez deseo sentir esas mismas caricias sobre ella, de forma que también aliviara en gran medida, la soledad y el desamparo que a veces sentía, precisamente por él, por su indiferencia que no comprendía.

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