lunes, 31 de agosto de 2020

El despertar - Capítulo 2 - Una llamada en la noche

Como cada tarde, William aguardaba a la puerta de la oficina en la que trabajaba Mirtha para reunirse con ella. Regresaban caminando a casa; ella colgada del brazo de su novio, y él relatando las mil y una cosas ocurridas en el despacho.  Ella le escuchaba atentamente, y cuando terminaba, era el turno de ella, pero Mirtha se limitaba a contarle que ya habían ahorrado para comprar algo más para su hogar.  Y con esos planes eran inmensamente felices.  Tenían mucha ilusión.

- Mis padres me han dicho que nos compraran un sofá y un sillón para el salón- dijo William entusiasmado- Por cierto, mañana no podré venir a buscarte. Hemos de ir mi jefe y yo a Cork, a ver si resolvemos el problema de un cliente.  Saldremos temprano por  si podemos volver por la noche.  En cuanto estemos de regreso te llamaré.

La dejó, como cada noche, delante de la casa de sus padres con quienes vivía  Se besaron y abrazaron fuertemente, llevados por la emoción que sentían al ver cómo el calendario corría y ellos conseguían lo que se propusieron desde hacía tiempo.

- ¿ Quién conducirá ? - preguntó a William

- Iremos en el coche de mi jefe. Es más grande y cómodo. Conduce bien y muy despacio, así que no te preocupes

- En cuanto llegues me llamas ¿ de acuerdo?

- De acuerdo. ¿ Sabes que eres muy mandona ?

- Si, cariño, lo sé. Pero soy tu mandona -. Nuevamente la besó y aguardó hasta que ella entró en su casa.Sonriendo se dirigió lentamente hasta su domicilio.  Miró al cielo: estaba claro y estrellado.  Se sentía feliz y aún conservaba en sus labios el gusto dulzón de los de ella.  Se sentía impaciente porque los días volaran.  Pronto unirían sus vidas y comenzarían la suya propia.

No supo nada de él durante todo el día, algo que no la extrañó, ya que iban en viaje de trabajo y además, acompañando al jefe. Estaba segura que en cuanto terminase la jornada, la llamaría para darle las buenas noches.  Pero no fue así.

- Probablemente lo hará más tarde.  Seguro que estará cenando con su jefe y no le iba a decir " voy a llamar a mi novia". Eso sería ridículo y además de colegiales.

Estuvo esperando hasta el último momento, pero eran más de las doce de la noche y no había recibido  la llamada.

- No habrá podido - se decía interiormente.


El teléfono la despertó sobresaltándola. Encendió la luz y miró el reloj: las cuatro de la madrugada. Algo la alarmó; no podía ser él a esas horas. Una equivocación, seguro.  Pero no lo era.  A través del aparato escuchó una voz de mujer llorando, que en un principio no reconoció, pero  que la dejó paralizada:

- Mirtha, Mirtha ...

- Si ¿ quién llama ?

- Es referente a William.  Soy su madre. Ha tenido un accidente

- ¿ Está bien ? ¿ Dónde está ?


- No niña, no lo está. Lamento comunicarte que  Willy...  ha muerto.

- ¿ Queeee ?  No puede ser. El me llamará dentro de un rato

- No cielo. El ha muerto y su jefe está ingresado en el hospital en estado muy grave

Al oír el teléfono y la voz alterada de su hija, la madre de Mirtha se levantó y acudió alarmada hasta el dormitorio.  La encontró desplomada en el suelo con el teléfono en la mano, y a través de él, se escuchaba otra voz llamándola.

- Mirtha, Mirtha, hija.- la llamaba sin obtener respuesta

- ¿ Quién la llama ?

-Soy la madre de William. Ha muerto, ha muerto, ha muerto - repetía la madre  como para convencerse de que su hijo acababa de morir.


La explicó por encima lo que la policía les había comunicado: un reventón de una de las ruedas y vueltas de campana.  Es todo lo que sabía. A continuación la dijo que les habían trasladado al hospital y que ellos salían  en ese preciso instante.

La madre de Mirtha no podía hablar, las palabras se negaban a salir de su garganta.  Miraba a su hija inerte en el suelo y al teléfono consecutivamente como si él pudiera darle una respuesta.  El padre se hizo presente en la habitación y al ver el cuadro se percató de que en verdad era demasiado grave.  No sabía a quién atender si a su hija inconsciente, o a su mujer con un ataque de nervios.

- ¿ Qué ocurre? ¿ Qué ocurre? - preguntaba temiendose lo peor

  Pero seguía sin obtener respuesta.  Llamó a su médico y amigo. Tardó unos escasos minutos en personarse en el domicilio. Mirtha estaba ida como no queriendo saber la verdad, se negaba a creerlo. Era un error. Una inocentada pesada de algún bromista.  La administró un sedante que la sumió en un sueño profundo, y lo mismo hizo con la madre que temblaba de nervios.

- Se casaban  dentro de quince días - repetía una y otra vez al médico, la madre, como para que comprendiera la inmensidad de lo ocurrido.

Su hija, su pobre niña.  Y también pobre William y sus padres.  La compasión, el dolor y el miedo inundaba sus almas. No podían explicarse lo ocurrido.  Eran personas bondadosas donde las hubiera y Dios no había sido justo con ellos, con ninguno. Romperles la vida a todos de esa manera tan brusca e inexplicable... Pero la realidad era esa.

Ese día lo pasó semi inconsciente, a base de medicación, pero al día siguiente, al darle una pastilla, pegó un manotazo  a la madre que hizo cayera al suelo el vaso de zumo que llevaba.  Se tiró de la cama sin pronunciar palabra. Tenía la cara desencajada y un gesto de dolor y rabia que no conocía en su hija. Resuelta se vistió y cogiendo su bolso, dijo a su madre:


- Me voy a al hospital.  He de estar allí. Me estáis mintiendo y he de comprobarlo por mi misma.  Seguro que ha sido un error motivado por las prisas. He de ir.

- Espera, espera hija.  Iremos contigo.

Llegaron sin haber hablado durante el camino.  Los tres iban sobrecogidos a sabiendas de lo que iban a encontrarse.  La madre de William al ver a Mirtha, se abrazó a ella llorando. Abrazaba a la mujer que él amaba y por tanto quería transmitirle el abrazo que él nunca podrá darla.  La madre lloraba, pero Mirtha no podía, era como si las lágrimas se le hubieran secado.

Todos se miraron perplejos y nerviosos, cuando resuelta dijo a sus padres:

- Dónde está.  Quiero verle

- Hija, por favor, ahora no

- Mamá, quiero verle.  Ahora. ¿ No comprendes que no hay tiempo?

Preguntaron a una enfermera y ésta les indicó dónde podrían dirigirse. No había fuerza humana que la hiciera comprender que la imagen de él, no se la borraría nunca y que era mejor que le recordase como la última vez que le vio.  Y de nuevo los nervios la traicionaron y comenzó a ponerse lívida y a temblar como una hoja. La madre de William, alarmada, fue en busca de algún médico que les pudiera ayudar.  En el mostrador había uno firmando unos papeles, seguramente los correspondientes a su hijo, no lo sabía, sólo lo imaginaba. Le agarró de la manga de la bata y sin decirle nada, le arrastró hasta donde había dejado a Mirtha .  Tenía un ataque de ansiedad que alarmó al médico que llamó por el busca a una enfermero y un celador. Sería mejor llevarla a un box para poder atenderla con más detenimiento.


viernes, 14 de agosto de 2020

El despertar - Capítulo 1 - Pétalos de rosas

 A la salida de la iglesia ,y al paso de los novios, se mezclaban los pétalos de rosas y algún puñado  de arroz,. Acaban de contraer  matrimonio Alfred y Mirtha. La sonrisa inundaba la cara de él, ella, más tímida, quizás asustada por la expectación que habían despertado entre sus amigos y compañeros.  El "Vivan los novios", se mezclaba con el griterío. Rápidamente, sin detenerse se metieron en el coche que les llevaría, primero al fotógrafo que les inmortalizase, y después al hotel para su banquete de bodas.

Alfred era muy apreciado entre sus compañeros y excepto los que tenían guardia en el hospital, el resto estaba allí, sentados en la mesa aguardando a que los ya marido y mujer hicieran acto de presencia.  Alfred era un joven y talentoso cirujano que ejercía como tal en el hospital Mount Carmel Community de Dublín. En la ciudad tendrían su lugar de residencia, pero sería a su regreso de su luna de miel.

Y tras hacerse esperar mientras degustaron un aperitivo, impacientes los invitados, deseosos de ver entrar por fin a los novios.  Lo hicieron a los compases de una dulce melodía en una adaptación elegida por el novio para rendir homenaje a su ya esposa. Parece ser que fue esa música la que hizo posible que se encontraran aunque en un principio no parecía que iba a alterar sus vidas.

Todos los asistentes se pusieron de pie, y los aplausos resonaron fuertes entre vivas y el alboroto de los invitados más jóvenes.  Después de una alocución de parte del padre de la novia y padrino, era el turno del novio, que con una copa en la mano se dirigió a su esposa emocionado:

- Mi querida esposa, ¡ al fin puedo llamarte así !  Doy fe que no fue fácil, aunque lo bueno se hace esperar, tu me hiciste sufrir un poco. Delante de todos te digo que eres lo mejor que podía haberme pasado. Que estoy rendidamente enamorado de ti y que te querré así hasta el fin de mis días!

Alzó la copa, ella se levantó y él la abrazó fuertemente y la beso con esos besos de rendido enamorado e impaciente esposo. La miró a los ojos, y percibió en ella emoción y un brillo especial.  Cruzaron sus brazos y cada uno de ellos bebió de la copa del otro, ante las risas y nuevamente aplausos de los invitados.

Y a continuación el banquete, el baile y así sucesivamente todo el ritual de estas ocasiones. Habían abierto el baile, danzado con los padres y algunos de sus más íntimos amigos, pero había llegado su hora, la que sólo a ellos les pertenecería. Alfred, tiró suavemente del brazo de su mujer y la susurró al oído:

- Vayámonos. Ya es la hora. Nadie se dará cuenta.

Y así lo hicieron.  La suite nupcial estaba en la planta sexta; tomaron el ascensor y al abrir la puerta, él la tomó en brazos y traspasaron el umbral.  Ya estaban a solas. Cerró con el cerrojo la habitación, y uno frente al otro, se miraban como si fuera la primera vez que se vieran.  Deseaban besarse, acariciarse y disfrutar de su primera noche de casados, que se prometía ser inolvidable, porque aunque las que se sucedieran fueran igual de ardientes, nunca serían como ésta.

No eran desconocidos, no sería la primera vez que se acostaran juntos, pero tenía un significado especial para ellos.  Habían alcanzado la meta, que en un principio aparecía con bastantes dificultades, que fueron superando poco a poco, pero lo importante no era lo superado, sino que lo habían dejado atrás y comenzaban una nueva vida,. un nuevo comienzo en el que ellos solos tenían cabida.

Se amaban y no volverían a separarse.  Por ella él había roto muchas barreras y ella superado los momentos más difíciles de su vida, pero gracias a él, todo quedaba atrás. Ahora lo compartirán todo. Ambos se conocían bien, sabían la vida de cada uno. Los fallos superados a golpe de amor y comprensión y nada ni nadie les haría retroceder.  Los más allegados conocían por lo que habían pasado y de ahí el alboroto organizado durante la celebración de este matrimonio, que como otro cualquiera tuvo su principio y hoy, su final feliz, es decir su principio de una vida muy distinta a la que habían tenido hasta hacía poco más de un año.  Nadie podía predecir que todo saldría bien, al contrario, todos habían vaticinado que nunca llegarían a buen puerto.

Todo lo comprenderéis a medida que el relato avance y entenderéis, el por qué nadie daba ni un céntimo por ese matrimonio, sobretodo por parte de ella, pero Alfred estaba profundamente enamorado de ella, y lucharía hasta el final para conseguir hacerla su esposa


Pero vayamos por partes, hasta el principio de todo, de la historia de Mirtha.

William la esperaba a la salida de la oficina; estaba impaciente. Ambos habían quedado citados con una agencia inmobiliaria para visitar un apartamento, el que sería su hogar.

No querían una gran vivienda, sino un simple lugar en donde formar su nido de amor.  Un apartamento sería, además, lo más económico y quizá pasado el tiempo, pensaría en una casa con jardín, como ella deseaba..  Tras haber  recorrido varias agencias, al fin habían encontrado una que al parecer contaba con lo que ellos buscaban. En esa misma tarde, irían a ver qué tenían que ofrecerles, y si entraba dentro de sus posibilidades y cubría las exigencias de ellos, en esa misma semana cerrarían el contrato. y en tres meses se casarían.  Lo deseaban con todas sus fuerzas.

Habían tenido una relación no excesivamente larga, pero para ellos lo había sido. Fue un amor  primero al terminar el instituto, de separación al entrar él en la universidad.  Un encuentro por casualidad, y la llama del amor que se encendió de estudiantes, se avivó al verse nuevamente.

William trabajaba en un despacho de abogados recién terminada su carrera. Mirtha en una compañía de exportaciones como secretaría.  Con ambos sueldos, podían permitirse el matrimonio, y no tardando mucho, ambos pensarían en aumentar la familia.  Se amaban con profundidad y sin reservas, de ahí la impaciencia por formalizar su vida.

Todo les estaba saliendo como ellos lo había planificado, así que estaban tranquilos y seguros de que todo lo conseguirían según sus planes trazados.


Excitados, nerviosos e ilusionados, tomados de la mano recorrieron el apartamento, más pequeño de lo que habían imaginado, pero de momento les serviría.  Sería su nido de amor y no tardando mucho, a medida que sus vidas se fueran organizando, pensarían en el chalet, tal y como lo tenían planeado.  William era muy meticuloso  hasta en el más mínimo detalle.  Por el contrario Mirtha era más anárquica
 e incluso más optimista que su novio.  Siempre veía el lado positivo, en cambio él echaba el freno a los pensamientos de ella.  Pero su relación era excelente; eran como una balanza que se contrapusiera uno a la otra, antes de lanzarse definitivamente a lo planeado.

 Ya tenían el apartamento; ahora tendrían que amueblarlo y por tanto estrecharse el cinturón para poder comprar los pocos muebles que necesitarían.  Pero eran tan felices que no les importaba el tener que suprimir ir al cine, o cenar fuera de casa, o simplemente realizar algún viaje un fin se semana.  Ese dinero que se gastasen lo echaban en una caja y cada sábado se reunían en el apartamento para contar el metálico del que disponían.  Lo primero que compraron fue un cama, simplemente el somier, para que les alcanzase  para el colchón. Esa fue su primera compra y el primer fin de semana de tenerlo instalado, lo estrenaron, haciéndose a la idea de lo felices que serían al cabo de algunos meses, en que por fin podrían realizar su sueño.