martes, 31 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 26 - Dar a luz

Sólo habían transcurrido dos días desde que Scott se hubiera  instalado en el apartamento de Claire, cuando una noche la llamada de ella le hizo levantar la vista de los documentos que estaba revisando.

Ante las protestas de su segundo en el gobierno, Scott vivía prácticamente en casa de su mujer, pero no la dejaría sola en esto, aunque se opusiera el mundo entero.  La política había comenzado a decepcionarle y las ideas las tenía muy claras:  lo primero su familia y los casos sumamente urgentes de su gobierno, el resto tenía asesores que podían solucionarlo.


Acudió deprisa hasta el dormitorio en el que Claire se encontraba inquieta. Alarmado fue hasta la cabecera para averiguar lo que ocurría

— Scott, he roto aguas

Ya estaba ahí.  Ya comenzaba el verdadero nerviosismo que él trataba de apaciguar. Le habían  hecho una revisión hacía pocos días y la noticia que les dieron les dejó preocupados:  el bebe se había cambiado de posición y venía de nalgas.  Cuando el médico se lo notificó, un escalofrío recorrió la espalda de Scott, que ante la alarmada  Claire, el médico restaba importancia

— Tú eres médico, y por tanto sabes que estos casos se dan y se solucionan. Sólo son un poco molestos para la madre, pero no tengas miedo por el bebe. Y en último caso que no consiguiéramos darle la vuelta, nos queda una cesárea.  A tu hijo no le va a pasar nada.

 Buscaba con la mirada angustiada, incesantemente,  la mano y el rostro de Scott.  El era su apoyo y necesitaba sentir su calor para tener fuerzas ante el mal rato que la aguardaba.  Y ahí estaba él, firme, seguro, infundiéndole ánimos, aunque ella sabía que la preocupación le invadía.  En el quirófano había ajetreo preparándolo todo.  Los intentos de girar al bebe, resultaron baldíos y optaron por la solución  más rápida.  No podían esperar más; la madre estaba exhausta y ya a penas empujaba.  Le aplicaron la anestesia y procedieron a operar rápidamente.  Scott estaba pálido y no quería ni pensar en que algo fallase.  Ella le miraba  sin a penas fuerzas a punto del desmayo, pero él no dejaba de hablarle y hacer  que no se rindiera.

Fue todo rápido.  En cuanto la anestesia hizo su efecto, el bebe estaba fuera sano y salvo.  Unas manos se ocupan del niño, y otras atendían a la madre a punto del desmayo.  Scott tenía unas ganas horribles de gritar, de llorar, hasta de blasfemar al ver que ella languidecía sin fuerzas y pensó en lo peor.  Pero las manos hábiles y seguras de los médicos y sus asistentes, hicieron que se recobrase y huyese de allí la mínima sensación de pérdida.  Se recobraba; todo parecía haber pasado. El bebe era examinado por el pediatra y a Claire estaban terminando de arreglarla.

— La dejaremos descansar en reanimación.  Después  la llevaremos a planta y allí estaréis juntos de nuevo.  Enhorabuena padre, tienes un hijo precioso.  Tú mujer ha sido muy valiente.  Quiérela, se lo merece.

Llamó a su casa para anunciar a Noa que todo había pasado ya;  charló con su hija durante un momento y la niña chillaba de alegría.  Había nacido su hermanito.

Mientras aguardaba en el pasillo a que su mujer la trasladasen  a planta, Scott daba vueltas a una idea que creía sería de obligado cumplimiento, aunque no respondía por él si la respuesta que esperaba no era la correcta.  No después de haber presenciado en el quirófano el nacimiento de su hijo.  Al fin se decidió, y extrayendo de su bolsillo el teléfono, conecto con el número de sus padres.

La llamada fue atendida por la sirviente, que de inmediato pasó a su padre la comunicación

— ¡ Hola Scott ! ¿ Qué ocurre?  Normalmente no llamas a estas horas

—Verás papá, es para anunciaros  que mi hijo acaba de nacer— Tras un silencio, volvió a decir— Creía que debíais saberlo. ¿Harás el favor de decírselo a mama?

—¿ Ha ido todo bien ? ¿ El niño está bien ?

— Si. Mi esposa también está bien aunque...  Bueno ya ha pasado todo.  ¿ Está la abuela con vosotros?  Si es así, pásamela, por favor.

 Y al cabo de unos instantes la voz ansiosa de Theresa le preguntaba

— ¿ Qué tal todo ?

—Abuela... ha sido terrible

—  ¿Qué pasa? ¿  Por qué dices eso ?

— Creí que les perdía.  El niño  venía de nalgas y Claire, estaba agotada. Nunca lo he pasado tan mal. No sabía lo que hacer para infundirle valor.

— ¿ Pero están bien los dos?

-—Ahora si. Les trasladarán a planta dentro de una hora . ¡ Oh abuela !

 Y Scott no pudiendo contener más la emoción, lloró recordando la angustia vivida. Theresa también emocionada al escucharle no sabía qué palabras emplear para calmarle

— Dentro de un momento estoy allí con vosotros

—¿ Vas a venir ?

—Por supuesto que voy a ir.  Sois mi familia y ahora necesitáis tener cerca a vuestra familia, aunque sea yo sola la que vaya.  Pero antes, tus padres tendrán que escucharme.  Cálmate hijo; ya todo ha pasado.

Theresa colgó y resuelta se dirigió hacia la sala en que estaban los padres, quizá comentando algo, porque se escuchaban murmullos, pero no se entendía nada.  Abrió la puerta bruscamente y con cara de pocos amigos dijo a sus hijos:

—Voy al hospital.  Están solos y necesitan a alguien  a su lado. En verdad, que no os entiendo.  Se trata de vuestro hijo que acaba de ser padre y ha estado a punto de perder a la madre y al hijo, y vosotros aquí tan tranquilos charlando animadamente.  Francamente me sorprendéis ¿ Qué os ha hecho esa muchacha para que la despreciéis de ese modo? ¿ Qué no piensa como tú ?  ¿ Es que todos hemos de hacerlo ? Me parece muy poco humano lo que estás haciendo con ellos.  Os estáis perdiendo lo mejor de vuestra nieta, a la que no veis  casi nunca, si el padre no la  trae. ¿ Ella también tiene la culpa ?

—Y tú, Felicity, eres madre ¿ No te da pena tú hijo?  Está destrozado y ni siquiera te has puesto al teléfono.  Estoy perdiendo el tiempo con vosotros.  Me voy; no sé cuando vendré.

—Espera madre, me voy contigo — dijo resuelta Felicity

El señor Craig, se las quedó mirando perplejo.  Por primera vez desde que se casaron, su mujer le había plantado cara. Theresa tenía razón;  su fibra de madre lloraba en silencio el que su hijo estuviera alejado de ellos y que su nieta a penas les conociera, todo ello por la tozudez del marido que no había evolucionado con el paso del tiempo.  A ella le había anulado su personalidad, pero era hora de rectificar.  Ahora su papel sería el de madre y abuela y permanecería al lado de su hijo y su nuera si ellos así lo decidieran.

— Vamos madre.  Estoy deseando  darles un abrazo

Y salieron las dos mujeres rumbo al hospital.

La perplejidad del señor Craig hizo que reflexionara  sobre lo que Theresa había dicho.  Pensó que ya era hora de reencontrarse con ellos y dejar a un lado lo que les pudo distanciar.  Había pasado mucho tiempo de ello, y no creía mereciera la pena verse solos, lejos del único hijo que tenían y de no recibir el cariño de sus nietos.  Y alcanzando a las dos mujeres, las dijo:

— Aguardadme, voy con vosotras.

El Primer Ministro - Capítulo 25 - La espera

Las euforias del éxito pasaron, también los días y los meses.  Sus vidas, especialmente la de Scott, se vio alterada y,  como consecuencia también  su entorno.  Tenía menos tiempo para estar con su hija. Los viajes se sucedían, y las charlas, y sus salidas al extranjero.  Todo ello iba en beneficio de Claire que disfrutaba de la niña como si nada hubiera ocurrido.  Como compensación, Scott la llamaba  y mantenía con ella largas charlas, poniéndose a la altura de su edad, y tratando de hacerla comprender  por qué no estaba a su lado. Y sus vidas transcurrían sin alteraciones.   Aunque todo era distinto,  la llama del amor que ambos sentían,  no se había extinguido, sino que había tomado forma  de reproche  y decepción, sobre todo en Claire.


Un día  decidió suspender su agenda por unas horas; necesitaba hablar con ella.  Tenía algo que proponerla, aunque dudaba mucho  que aceptase, pero sería la mejor solución  bajo su punto de vista.  Se encontraba solo en aquel vetusto y frío caserón que era su domicilio a partir de su nombramiento.

 La mayor parte de él,. eran las oficinas del gobierno y el resto la vivienda privada del primer ministro.  Tan solo las risas de la niña rompían el silencio y la monotonía del lugar.  Lo llevaba madurando  desde hacía tiempo y sería una forma de vivir en el mismo lugar todos juntos, pero separados.  Claire  daría a luz no tardando mucho tiempo, y para ella, a pesar de estar en excedencia, era complicado cuidar de Melody, llevarla al colegio y estar pendiente de ella. El varón que estaba a punto de nacer era una criatura grande y por ello Claire  estaba más abultada. Su vientre era grande, y sus magníficas piernas se habían convertido en dos postes con los tobillos gruesos.  Andaba balanceándose de una lado para otro con las piernas más abiertas de lo normal, resintiéndose de los riñones y teniendo que sentarse con demasiada frecuencia. Estaba siendo un embarazo totalmente diferente y algo complicado.    Su tensión arterial se disparaba al menor exceso y todo ello preocupaba a Scott y eran armas a su favor.  Pese a todo no creía que ella aceptase.  Pero se lo propondría.


Los ánimos estaban más calmados, pero seguían distanciados y sobre todo ella continuaba  muy dolida con él, porque pese a negar todo lo ocurrido, seguía sin creerle.


— Volveré en unas horas— dijo a su secretaria.— Tengo un asunto urgente que atender. No me llames si no es algo de vida o muerte

Rechazó al chófer.  Lo que tenía que proponer era algo privado, además no sabía el tiempo que le ocuparía.  No.  Iría solo.  Y hacia el apartamento de Claire se dirigió mitad esperanzado y mitad  sabiendo que posiblemente obtuviera un no por respuesta.  Le franqueó la entrada  Noa y en su rostro percibió preocupación.  El,  sobresaltado preguntó:

—¿ Cómo está? ¿ Ocurre algo ?

— Está molesta, muy molesta, y deprimida como siempre

— ¿ Puedo entrar a verla?  He de hablar con ella

— Espere un momento.  La preguntaré

En la puerta apareció Claire que se había levantado al escuchar la voz de su marido.  El se quedó desconcertado al verla.  Había sido una preocupación constante por su estado, pero al verla, ahora se había convertido en alarma y no propuso nada, sino que ordenó

— Ahora mismo os venís conmigo.  Di a Noa que te prepare ropa y la de la niña.  No puedes seguir así ni un minuto más.  Pese a todo sigues siendo mi responsabilidad

— ¿ De qué hablas?

—¿ Te has visto cómo estás?  Darás a luz de un momento a otro;  no podéis estar solas

— ¿ Y qué sugieres que debo hacer?

— Os llevo a mi casa.  Eso es lo que digo

— Estás rematadamente loco. ¿ A tú casa?  Estamos separados y además es la casa de mi oponente.  No iré a ninguna parte.  Me las arreglaré como he hecho siempre

— Muy bien, pues me instalaré yo

— Ni se te ocurra.  Esta es mi casa y no te doy permiso para ello

— Pues tendrás que hacerlo.  La Ley me ampara.  Soy, todavía, tu marido. La niña es mi hija y el que está a punto de llegar también, así que tú misma. Imagínate que te pones de parto por la noche, de madrugada ¿ Cómo irías al hospital? Noa se quedaría con la niña. ¿ Tú sola, con las contracciones o rompiendo aguas por la calle?  No hay más que hablar. No te preocupes, no voy a molestarte, pero no podrás impedir que te cuide:  eres mi responsabilidad y el niño es mi hijo, así que me quedo.

Entablaron una discusión de tira y afloja que cada vez subía más de tono. Scott no cedería y Claire más nerviosa al borde de la histeria, hasta que rompió a llorar tapándose la cara con las manos.  Él conmovido, se hizo cargo de lo que estaba pasando por su cabeza, pero esta vez no cedería;  corría un serio riesgo y estaría allí para ayudarla.

Fue hacia ella, y abrazándola acariciaba su cara enjugando sus lágrimas.  Ella apoyó su cabeza en el pecho de él.  Era como una niña pequeña angustiada por todo lo que estaba ocurriendo.

— Ven aquí.  Sentémonos.  No te disgustes, eso no beneficia al bebe y a nosotros tampoco.  Pese a lo que pienses nunca he dejado de amarte y te he respetado siempre No sé de dónde partió todo, pero te prometo que voy a averiguarlo.  Ahora   acuéstate y descansa. Voy a llamar a la oficina para que me traigan algo de ropa y algunos documentos urgentes;  no voy a moverme de tu lado hasta que des a luz..  Diré a Noa que te haga una taza de tila;  estás muy nerviosa y eso no te conviene 
 Y así se hizo.  La ayudó a acostarse una vez que estuvo más tranquila.  Noa se quedaría al cuidado de ella.

— He de firmar unos documentos, así que me acercaré a la oficina y recogeré a Melody del colegio. Noa se quedará contigo.  Regresaré lo antes posible.  Trata de dormir..

Salió del apartamento con preocupación por Claire, pero también con un atisbo de alegría dentro de él.  Al menos había cedido y volverían a vivir los tres juntos, aunque fuese por breve espacio de tiempo.  Sería un primer paso para su reconciliación definitiva.  Pondría todo su empeño en esclarecer el embrollo en que le habían metido siendo totalmente inocente.

Regresó lo más rápido que pudo y fue directo a la habitación de su mujer con la niña de la mano.  La depresión la estaba haciendo una mala jugada y seguía llorando, sin tanta intensidad, pero  no había forma de que parase.  La niña se subió a la cama para abrazarla y Noa al cabo de un rato, la sacó de allí por orden de Claire.  Scott se sentó a su lado abrazándola tiernamente y ella poco a poco se fue calmando y apoyada en su pecho, al fin se durmió.  

Su cabello rozaba su rostro, y la respiración era calmada. Al fin Scott, respiró algo más tranquilo. Y muy bajito para no perturbar su sueño recién iniciado, la dijo:

—Nos complementamos, nos necesitamos, tu me calmas y yo a ti. Comencemos de nuevo;  dejemos atrás los errores y sigamos amándonos . Me tienes muy preocupado y no duermo bien, pensando en que te pueda ocurrir algo y sea por mi culpa.  Te necesito como el aire para respirar. Te doy mi palabra que voy a llegar hasta el fondo del asunto que nos ha complicado la vida durante estos últimos tiempos.  Te quiero Claire, con toda mi alma, y te necesito.  No me falles, pequeña.

La beso en la frente y contempló su cara demacrada, con profundas ojeras.  Dormía casi sentada en la cama, ya que su avanzado estado de gestación impedía la postura normal.  Temía, pero a la vez deseaba que todo pasase pronto y volver al ritmo normal de su día a día.  Reclinó la cabeza sobre la de ella, y Scott, también se quedó  dormido.  Se despertaba sobresaltado, y bastante a menudo, pero al ver el rostro de su mujer a su lado, sonreía y volvía a dormir.

lunes, 30 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 24 - Vivir sin ella

A pesar de todos los argumentos esgrimidos por Scott, ella no cambió de opinión.  Buscó un apartamento cerca de su antigua casa, para que él tuviera facilidad para ver a su hija si así lo deseaba.  Durante los primeros días de su separación apenas si intercambiaron palabras,  nada  más que las necesarias en beneficio de su hija.  Eran totalmente dos extraños.
Lo único en que ella estuvo de acuerdo fue en demorar la petición de divorcio hasta que hubiera pasado el escrutinio y, no dar la noticia a los medios.  Si algún avispado reportero lo descubriera, dirían que no era oportuno hasta que no pasaran las elecciones , dado que ella era del partido contrincante y no sería ético que ambos viviesen juntos.  No les importó que no se entendiera a la perfección;  no tenían que dar más explicaciones.

En el partido Unionista, su secretario general, estaba encantado de la vida: todo  había salido a pedir de boca, y además se había quitado de en medio a una contrincante,  y fulminarían al partido laborista al haber perdido a un elemento valioso como era la mujer del futuro primer ministro.  Nadie sabía,  de donde habían salido las noticias publicadas referente al matrimonio de Scott.  Se sirvió de los mismos medios para taparlo al  igual que ocurrió para divulgar el bulo.  No era un proceder ortodoxo, pero a veces,  en la política hay que jugar sucio si desea ganar al contrincante.  Después, ya se vería.  Tenía habilidad suficiente para hacer de lo blanco negro

Y llegó el día de las elecciones. Tal  como preveían las encuestas, el partido Tory Unionista,  fue el ganador y su cabeza de lista  Scott Craig, sería nombrado su Primer Ministro por mayoría aplastante.  Claire escuchaba las noticias con desánimo y preocupación por su situación familiar por la que tendría Scott que dar explicaciones.  Se alegraba por él;  había alcanzado su sueño de siempre, pero también una amarga victoria, al haber sido derrotado su propio partido, que sería segundo.

El flamante votado como primer ministros, deseaba escabullirse, siquiera por un rato.  Necesitaba, aunque fuese tarde, ver a su mujer.  Que ella también participase de su triunfo, aunque no estuviera de acuerdo con él, pero también el éxito era suyo, por los sacrificios que había hecho para que él destacase.

En la sede Tory, todo era alegría, alboroto y palmadas en la espalda de Scott.  Hubiera dado algo por ver entre los que le felicitaban a su mujer pero en el fondo sabía que no iría a darle la enhorabuena.  Sus creencias habían sido derrotadas y no era cuestión de personarse en el partido que los había hecho perder.

  Para Escocia, se abría un panorama inquietante ya que una cantidad importante de votantes, pedían el referéndum  para  distanciarse de Inglaterra y seguir en la Unión.  Por eso no entendían muy bien el resultado obtenido.

— Los indecisos— comentaban algunos — Han sido ellos. Mas vale lo malo conocido...—   Y no quisieron arriesgarse.  Votaron a los que ya estaban desde hacía mucho

Pero lo cierto es que nadie se explicaba ese resultado.  Deberían olvidarse del referéndum de la separación de Inglaterra y por tanto, abrazar  el Brexit. Pero en eso consistía la democracia, aceptar el resultado de las urnas del pueblo soberano.

Durante su discurso agradeciendo la participación y la ayuda de los militantes, frente al atril, recordó aquella ocasión en que se conocieron.  Sin darse cuenta, la buscó entre los asistentes que eufóricos le vitoreaban en cada paréntesis del discurso  y, a pesar de haber ganado, a pesar de estar contento, una parte de él, la echaba de menos.  La hubiera querido tener a su lado, disfrutando juntos el triunfo tan ansiado por él y que resultó ser de sabor agridulce, más bien amargo,  porque en el camino había dejado lo que más amaba. 

 Mientras hablaba, ya  como Primer Ministro, Scott recorría el salón buscando a alguien que no se encontraba allí, pero que sí estaría viendo  la televisión y le miraría fijamente, enviándole la enhorabuena mentalmente. Se alegraba por él, y lo lamentaba por el país..

Le aguardaba  una temporada de intenso trabajo, de presentaciones, de recibir y realizar visitas de protocolo y además viajar hasta Londres para presentar sus respetos a la reina y al primer ministro inglés. Se habían quitado una pesadilla de encima:  el Brexit. Al haber triunfado los Tories, el referéndum dormiría el sueño de los justos,  y Escocia seguiría unida a la Metrópoli, al menos de momento.  Tenían por delante algunos  años de tranquilidad, que necesitaban para  dedicarlo a las acuciantes necesidades de los ciudadanos. ¿Tendrían un respiro fuera de la Unión Europea ?  En eso se había basado la propaganda.  harían algún atisbo  de lo prometido  que les había  encumbrado,   para ir relajándose,  hasta que se olvidaran de todo lo que habían prometido. 
 Alistair estaba exultante de satisfacción;  ni él mismo esperaba tan gran triunfo.  Al menos en esa noche no quería saber nada de las argucias de las que se habían servido, y ni mucho menos que Scott se enterase de ellas.  De momento estaba a cubierto, y disfrutó de la fiesta a tope.

Scott, tras atender a todos los allí presentes celebrando el triunfo, pudo escabullirse sin que nadie lo advirtiese. Bajó a recoger su coche y puso rumbo al domicilio de Claire que no distaba mucho de la sede Tory.  Necesitaba verla y abrazarla, aunque ella estuviera fría, al igual que siempre, pero al menos por un instante la tendría entre sus brazos.  Se conformaba con cinco minutos y de paso desear las buenas noches a su hija, aunque seguramente ya estaría dormida.  Cuando pasasen estos primeros días de compromisos, haría valer nuevamente su régimen de visitas con la niña, pero  por ahora, sus tareas de gobierno se lo impedirían.

Llegó frente a la casa y tomó aliento.  Estaba levantada, ya que aún había luz en su salón. Subió y llamó a la puerta.  Sintió el descorrer de la mirilla y el retraso en abrir.  Suponía que dudaba en abrirle, pero al fin lo hizo quedando los dos mirándose sin decir nada.  Hubiera deseado otra cosa diferente, pero las circunstancias les había llevado por ese camino. Avanzó hacia ella, y la abrazó con todas sus fuerzas;  ella no dijo nada, pero de la boca de Scott, salió una frase corta, pero que decía todo lo que sentía

- Gracias mi amor.  Este triunfo también es tuyo

domingo, 29 de diciembre de 2019

El primer Ministro - Capítulo 22 - Malestar

Algo extraño estaba ocurriendo en el organismo de Claire. Repasó mentalmente lo que había comido días atrás hasta llegar al presente día. Nada de particular. Ni excesos, ni bebidas, ni nada que lo alterase de esa forma. Se había sentido mal durante toda la noche.  Cuando se levantó al día siguiente, el malestar era grande.  Tenía un fuerte dolor de cabeza y grandes náuseas.  Ese día no pudo acudir al hospital.  Pero el malestar no pasó a lo largo del día.  No tomó alimento alguno, sólo una taza de té, que vomitó rápidamente. ¿Tendré gripe?, se preguntó. Guardó cama, ya que tampoco tenía deseos de levantarse, ni de ver ni hablar con nadie. 
 Sólo Melody la hizo olvidarse por unos momentos del enorme problema que se les había presentado de improviso.  Al tercer día, preocupada y, viendo que el malestar no cedía, aunque pensaba que eran nervios motivado por el disgusto con su marido, decidió consultar con una compañera médico, que tras un exhaustivo chequeo, la dio el resultado del porqué tantas molestias

-—Querida amiga, no tienes nada de que preocuparte.  Todo es normal:  estás embarazada


 Frente a ella estaba el sobre portando la ecografía que acababan de realizarla y lo acariciaba como si lo hiciera al pequeño ser  que se formaba en su interior, teniendo el tamaño de una pequeña almendra.

A su casa llegó pálida y algo insegura.  Portaba en su mano la revista que había publicado algo que la dolía tremendamente y que sería terrible para su matrimonio.  Noa se asustó al verla y la ayudó a sentarse en la sala.  Vacilaba y estaba muy seria.  La mujer se preguntaba si es que había tenido algún contratiempo en el quirófano.  Nunca la había visto tan descompuesta como ahora. Corrió a la cocina para darle un vaso de agua.  Poco a poco se fue recuperando, pero sin decir nada. Tenía un aspecto horrible. Pálida, ojerosa y con ganas de vomitar cada dos por tres. Ahora estaba todo claro ¿Cómo no se había percatado de ello? ¿Ahora? ¿ Con el marrón que tenían?

Al fin, cuando pudo articular palabra sin vomitar, dijo a Noa:

— He de hablar por teléfono.  Lo haré desde mi dormitorio.  Por favor que nadie me interrumpa

— Descuide, así será

La buena mujer, preocupada,  no se explicaba lo que ocurría.  Llevaba unos días algo extraña, pero lo achacaba a la ausencia de su marido, que cada vez llevaba peor, pero lo que no podía imaginar era lo que en verdad ocurría.

 Claire se sentó en la cama y temblorosa, sacó de su bolso el teléfono móvil, marcando el número de Scott. " Este teléfono está apagado o fuera de cobertura". Fue la respuesta que recibió.  Y así en repetidas ocasiones.  Entonces dio salida a la angustia que desde hacía rato la atenazaba.  Lloró, lloró desgarradoramente sin parar;  no sabía el tiempo que había transcurrido.  Lo único de lo que estaba cierta era que su matrimonio, su vida, se había ido al traste definitivamente. No quería hablar con él, y hasta se alegraba de no haber podido hacerlo; y comenzó a unir las piezas del rompecabezas que no entendía, pero que casaban perfectamente.

Tuvo que dirigirse de inmediato al cuarto de baño porque una arcada la subía hasta la garganta. Y vomitó con unas náuseas horribles que no paraban.  Tenía el estómago vacío y por ese motivo, eran aún más fuertes, hasta que al fin pararon.  Se enjuagó la boca y bebió nuevamente agua; parecía que al menos el estómago se le había sentado.  Se arregló un poco lavándose la cara para ir a ver a su hija, que estaría extrañada de que su mama, aún, no hubiera ido a verla.

Se abrazó a Melody como si fuera la última vez que la viera y la niña protestó porque la hacía daño al hacerlo tan fuerte.  Se daba pena así misma, pero también por su pobre hija, a la que ocultaría al máximo la situación que estaba viviendo. No tenía porqué enterarse hasta que hubiera hablado con él. y hubiera tomado la decisión que se colaba en su cabeza insistentemente:  ya no volvería a llamarle.  Habían sido varias veces las que lo había intentado sin obtener respuesta.

No quiso cenar, tan sólo un vaso de leche fue su alimento. Acompañó a Melody antes de dormirse y la leyó su cuento preferido como hacía cada noche.  Ante su hija se mostró contenta, como siempre, aunque tenía el corazón roto.  Una vez que la niña se hubo dormido, saludó a Noa dándole las buenas noches y se dirigió a su habitación

—Ahora le subiré una taza de té para que lo tome .  Le sentará bien— fue lo que la dijo la buena mujer, y que Claire no rechazó no porque fuera a tomarlo, sino porque no deseaba hablar.

Estuvo bajo la ducha un buen rato, hasta perder la noción del tiempo, después se acostó.  En la mesilla tenía la taza de té, pero no la tomó.  Se hizo un ovillo dentro de la cama  como para protegerse ella misma y cerró los ojos que la escocían esperando que las lágrimas salieran.  Pero las contuvo:  ya no lloraría más por quién no lo merecía.

Se iniciaba la madrugada cuando Scott subía las escaleras que conducían al piso superior en donde estaban situadas las habitaciones de su casa.  Se sentía impaciente por ver a su familia.  Fue a la habitación de la niña, acarició su carita dormida y tras depositar un beso en su frente, salió yendo hacia la suya. La primera mirada fue para su mujer que dormía en posición fetal, algo no acostumbrado en ella y le extrañó. Vio la taza de té intacta y supuso que estaba enferma.  Puso su mano suavemente sobre su frente para comprobar si tuviera fiebre.  Ella no se movió " ¿ Habrá tomado algún tranquilizante?", pensó ante la situación anómala que estaba viendo.

Sin hacer ruido, se dirigió al cuarto de baño y se duchó silenciosamente;  había tenido un día muy estresante y necesitaba relajarse. Hecho esto, se metió en la cama cuidadosamente para no despertarla y se abrazó a ella con cuidado, como cada día que dormían juntos.

Claire no estaba dormida, pero no se inmutó.  De repente  no se alegraba de la demostración de cariño de su marido; creía que sería fingida.  A la hora acostumbrada, se levantó despacio, se aseó, se vistió y salió de la habitación dispuesta a acudir al trabajo.  Desayunó con su hija y la llevó al colegio . 

 Recordó el día anterior cuando marchó hacia el hospital.  Consultaría con su compañera ginecóloga;  tenía las mismas molestias del día anterior, y una alarma se encendió en su cerebro. ¿Estará todo bien?  ¿Cuándo se ha producido?  A su memoria acudieron las imágenes de  aquella noche de su primera reconciliación en que Scott no tomó precauciones.

Insistió en que la hicieran las pruebas pertinentes. Tenía miedo por si los nervios hubieran afectado  a su interior.  El diagnóstico se confirmó: estaba embarazada de seis semanas y, de momento no había nada por lo que preocuparse.  A solas en su despacho, se abrazó a su vientre y lloró , lloró amargamente.,  Ese hijo tan retrasado por conveniencia de ellos, llegaría en el momento más inoportuno, cuando su hogar estuviera destrozado sin remedio.  Era pertinente hablar con Scott, por mucho que la costase y, por duro que se presentase el futuro para ella, pero debía hacerlo cuanto antes.

A pesar de que no tenía que trabajar por ser día de descanso, se encerró en su despacho.  Tenía que pensar en todo lo que se la venia encima y lo tendría que hacer en solitario.  No la asustaba pero el choque emocional era tremendo.  Había pasado de estar enamorada al máximo de Scott, a detestarle en cuestión de unas horas.  Tenía que decírselo y plantear la separación, pero en ese momento no podía verle no soportaba su presencia.  Frente a ella estaba el sobre portando la ecografía que acababan de realizarle y lo acariciaba como si lo hiciera a su pequeño que se formaba en su interior. Esa sombra diminuta que latía de forma regular.

Al llegar  a casa. Scott salió a su encuentro abrazándola y besándola, y aquello supuso un choque brutal para ella, que pasivamente recibió las caricias. Él se dio cuenta de que algo ocurría, pero no imaginó lo que pudiera ser

 — ¿ Qué ocurre? ¿ Te encuentras bien? 

— Tenemos que hablar. Lo intenté ayer en infinidad de ocasiones, pero fue imposible; tenías el móvil apagado.

— Tuve un día complicado y seguro que estaba en el aeropuerto.  Llegué aquí como a la una.  Estabas tan dormida que no quise despertarte.  Y bien ¿ Qué es lo que pasa ?


El Primer Ministro - Capítulo 21 - Malas artes

Una vez más debían despedirse y, el adiós, fue conmovedor.  No sabían cuándo volverían a reunirse, pero Scott tenía una idea:  hablaría con su jefe y tratar de dar por terminada la gira  que estaba realizando porque  en realidad no encontraba sentido para ello, pero, al igual que  Claire, las dudas comenzaban a tomar forma ¿sería que deseaban  distanciarles?   Pensó que era ir demasiado lejos, que no serían capaces, y desechó definitivamente eso de su cabeza.  Tomó  el avión que en dos horas le llevaría a Viena, lejos de ellas. En definitiva habían estado sólo un día juntos, de los dos que tenía en mente. Ni siquiera habían tenido tiempo de hablar, de averiguar el motivo de todo aquello que les hacía discutir. Tampoco habían comentado los proyectos que ella tenía.  Muchas cosas pendientes, muchas preguntas, dudas y ninguna respuesta.

Se puso en contacto con la sede del partido al día siguiente de su llegada a Austria.  Habló con Alistair para ver la forma de regresar a casa en cuanto cumpliera con los compromisos pendientes.  El jefe lo rechazaba rotundamente, y esa discrepancia les costó una fuerte discusión, al no encontrar Scott, motivo alguno de permanecer  fuera de Edimburgo


— Quiero a mi familia junto a mí.  A penas he podido verlas y mi hija me extraña.  Además, no le veo sentido de estar rodando de país en país sin más.  Arréglalo, pero quiero regresar a casa cuanto antes.  No soporto la idea de estar lejos de mi familia.  Si no lo solucionas, volveré por mi cuenta dejando todo colgado, así que tú verás lo que haces

Cuando cortaron la comunicación, Alistair se quedó pensativo. Todo lo que habían planeado se vendría abajo si Scott volvía. ¿ Debían terminar el  plan trazado ?  Hablaría con Spencer, pero éste le indico que  se pondría  en marcha la segunda fase .  Volvió a llamar al periodista y quedaron en que le enviaría  un sobre con dos fotografías de las que tendría que hacer un montaje perfecto, simulando una pareja bastante cerca uno del otro, en actitud cariñosa.

— Habrá un extra si queda perfecto.  Llama al mismo número de la otra vez cuando lo tengas listo y lo envías por mensajero.  Corre bastante prisa

— No sé quién eres, pero no querría estar en el pellejo de este hombre o de esa mujer ¿Eres su marido y la quieres pillar infraganti?

— Limítate a lo que te he pedido. Te pago bien, así que no hagas preguntas



Cuando terminaron, Spencer  guardó el teléfono en la caja fuerte;  para mayor seguridad se lo llevaría a su casa, o lo destruiría cuando terminara la operación.

Habían estado solamente unas horas juntos, pero en ese tiempo, se dio cuenta de lo que le echaba de menos. Había tomado una decisión :  no quería intervenir en política, no lo deseaba ni tampoco lo necesitaba.  Les daría una colaboración esporádica cuando fuera necesario, pero se dedicaría por entero a su profesión que era lo que verdaderamente la satisfacía. No entendía la situación por la que estaban pasando, sólo que nunca estaban juntos, y que apenas podían hablar, siquiera por teléfono. La niña crecía sin su padre al lado y ella sin marido, que había días en que le necesitaba mucho. Él la calmaba.Siempre encontraba las palabras como para aplacar los nevios de alguno de los días especialmente conflictivos junto a un enfermo. Aunque a menudo hablaban por teléfono no era lo mismo que tenerle en casa, que la abrazase y que con sus silencios la calmase. Él sabía por lo que a veces pasaba y con una simpole sonrisa, hacía que se relajase.
Era una situación injusta por la que estaban pasando: una familia partida en dos y con miles de dudas no expresadas.

Y pasaron los días y la situación en nada había cambiado.  Claire, malhumorada permanentemente.  No era la situación idónea en un matrimonio que se amaba, como era su caso.  No lo comprendía, excepto si alguien deseara hacerles infelices.  Esa desazón repercutía también en su trabajo y a eso no estaba dispuesta.  Una tarde acudió al partido .  Deseaba dejar toda actividad política y centrarse en su profesión. Y decidió hablar con el secretario general del Scottish Labour  Party, que la recibió de inmediato



- Querida Claire ¿ cómo estás ?
- Pues lo cierto que no muy bien

Y poco a poco detalló todo cuanto acontecía.  Su jefe la escuchó atentamente, aunque preocupado.  Se estaba despidiendo de alguien muy valioso para ellos con quién contaba para las próximas elecciones que se acercaban, y perderían una gran baza con ella.  Pero comprendía que su profesión y  su familia estaban por encima de todo.
También le contó de los avatares con el partido contrincante y de la sospecha que tenía. Su interlocutor, acarició su barbilla parsimonioso, pero denotando preocupación,  aunque no dijo nada, para no alterarla más.

- Pero podrán contar conmigo para ayudarles aquí, en la sede.  Para atender el teléfono, por ejemplo, o pedir el voto por las casas, como he venido haciendo hasta ahora, pero no deseo ir en ninguna lista.  Ahora no, es un momento clave en mi matrimonio
-No te preocupes, así lo haremos.

Al menos ya había solucionado algo que la tenía nerviosa, aunque lo suyo con Scott, no estuviera claro aún.  Y después de la entrevista, se dirigió a su trabajo:  seguiría siendo cirujana.


Ya tenía en sus manos la fotografía solicitada, y era perfecta.  No se notaba en absoluto que era un truco.  Tampoco se veía claramente el rostro de la mujer, que se mostraba de espaldas, y en primer término la cara de Scott, cerca de ella, como para besarla.  Era perfecta y de nuevo se puso en contacto con su compinche

- He de felicitarte,. es fantástica.  Ahora lo que necesito es que la hagas correr.  Ya sabes como  Lo necesito cuanto antes. Recibirás el sobre por el mismo sistema de siempre.  Y después no quiero saber nada de ti ¿ entendido ?

Y así lo hizo, y pocos días más tarde, las revistas sensacionalistas  llevaban en primera página la foto de Scott con una mujer desconocida que no era la suya.  Claire supo la noticia, al pasar por un quiosco de regreso a su casa;  la compró y no daba crédito a lo que veía:  Scott en actitud cariñosa con otra mujer.  Buscaba incesantemente alguna referencia de donde había sido sacada la foto, pero por ningún lado aparecía la reseña.  Tenía que hablar con él sin falta. Supo de lo extraño de todo y de lo peligroso que era  teniendo tan cercanas las elecciones en las que iría como cabeza de lista.  De nada servirían los sacrificios, no sólo de él, de ella también.  No tenía la menor duda:  era una argucia política, pero ¿ de quién ?

Se sintió mal de repente, a punto de desmayarse.  Los oídos la pitaban y la vista se le nublaba.  Tuvo que recostarse en la pared de un edificio. Tragó saliva y espero a ver si se le pasaba.  Iría a su casa; cogería un taxi para llegar cuanto antes.

A pesar de que no tenía que trabajar por ser día de descanso, se encerró en su despacho.  Tenía que pensar en todo lo que se la venia encima y lo tendría que hacer en solitario.  No la asustaba pero el choque emocional era tremendo.  Había pasado de estar enamorada al máximo de Scott, a detestarle en cuestión de unas horas.  Tenía que decírselo y plantear la separación, pero en ese momento no podía verle no soportaba su presencia. 

sábado, 28 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 20 - Vuelta a casa

Dos días después, Scott entraba en su casa.  La niña estaba en el colegio, y Claire en el hospital.  El silencio abrumador de su hogar le hizo recordar cuando estaban los tres juntos;  las risas y alegría de su hija corriendo por ella, y la voz de Claire para que no lo hiciera por temor a que se cayera.

Ahora todo estaba silencioso, carente de vida.  Le recordó la soledad de la habitación de hotel que ahora era su hogar. Decidió ir en busca de ella.  Si no pudiera verla, al menos la dejaría una nota  anunciándola su regreso, siquiera pon un par de días.  Tenían mucho de lo que hablar y poco tiempo.  La escribió una nota y se la entregó al control de enfermeras para que se la dieran cuando estuviera  libre.

—Señor Craig tardará mucho, está haciendo trasplantes

—No importa,  aguardo en cafetería.  Dígaselo, por favor, cuando la vean

Y mientras se encaminaba a la cafetería pensaba:

—¡Haciendo un trasplante! ¿ Se sentía insignificante?  Eso era lo verdaderamente grande:  dar vida a otra persona,.  Ninguna otra profesión es tan hermosa como la que tenía su mujer. La política es necesaria, lo que ocurre es que en algunos políticos es aprovechamiento para sí mismos y no para el resto de ciudadanos.  Definitivamente la de Claire era más importante.
Pidió algo que comer y un café como postre.

Miraba a su alrededor  y, constantemente el reloj por ver si entrase en la cafetería.   Había perdido la noción del tiempo.  Salía de vez en cuando al jardín para distraerse un poco. pero las horas se le hacían interminables;  el reloj no corría.  Llamó a su casa para ver si la niña hubiera llegado .  Y así fue. Charló con ella  durante un buen rato.  Estaba emocionado al poder hablar con ella ¡ Hacía tanto que no lo hacía !

¿Cómo sería su encuentro con Claire ?  Dudaba que fuera igual de caluroso como lo fuera su hija, pero no la faltaba razón, aunque sus motivos fueran justificados.

Al fin la vio entrar.  Se había quitado el uniforme verde, y eso suponía que había terminado su jornada.  Respiró aliviado.  Al fin podrían hablar;  la llevaría a cenar y después a casa. Al cabo de tanto tiempo volverían a ser marido y mujer. O quizá no.  Estaba dispuesto a dejarlo todo, pero no echaría a perder su matrimonio.  Claire y Melody eran las personas que más amaba y no las sacrificaría . Miraba su figura como si la viera por primera vez. Era preciosa y conservaba una espléndida figura.  En su rostro se adivinaba algo de tensión, mitad alegría, deseo y enfado, pero todo ello hacía que estuviera más linda. ¡ ¡Santo cielo ! ¡ Cómo la deseaba !  Avanzó hacia ella y la abrazó fuertemente

— Aquí no, por favor

— ¿ Por qué ? Eres mi esposa.  No nos hemos visto desde hace mucho, y además todos  nos conocen. ¿Es que no  te alegras de verme ?

— Naturalmente que me alegro.  Pero han ocurrido cosas que me tienes que explicar.

— Ya lo sé, pero he de decirte que me ha sorprendido porque nada de eso es verdad.  No te he faltado ni con el pensamiento.  Pero pienso que debemos hacerlo en casa , con tranquilidad. ¿ Quieres que vayamos  a algún sitio y cenamos?

— La verdad es que no tengo apetito, así que vayámonos a casa

— Está bien, como desees

Primero la escucharía a ver que tenía que decirle, y tratar de aclarar el mal entendido de ese absurdo rumor.  Porque no era más que eso : un bulo con intenciones perversas .  Pero ¿ por qué ? ¿ Y quién lo lanzó ? ¿ Qué fin buscaba ?

Claire entró en el vestidor para cambiarse de ropa.  Deseaba y,  al mismo tiempo temía,  acostarse junto a él. ¡ Hacía tanto tiempo desde la última vez ! que se sentía tímida como si fuera la primera.  Se puso un camisón y al fin salió al dormitorio.  El ya estaba en la cama sentado, esperándola y una sonrisa iluminaba su rostro, que cortó de inmediato al verla aparecer envuelta en una bata

- ¿ Qué haces? —  dijo extrañado

— Nada.  Me preparo para dormir

—Pero yo creí que... Hace mucho que no estoy contigo.  Eres mi mujer a la que adoro.  Pensé que al fin podríamos tener relaciones como antes ¿ Te sientes tímida ?

—Si, Scott, me siento tímida.  Además,  primero tenemos que hablar, porque esta actitud tuya me da qué pensar

—¿Qué te da que pensar?

—Sé que vas a engatusarme y eso me hace pensar que, algo de culpa tienes y, no me gusta, porque hace que me reafirme en lo que te ha traído hasta aquí

— ¿ Es eso lo que piensas ? ¿ Crees que he venido desde Austria para engatusarte y ya está ?   Muy bien.  Dormiré en otra habitación a ver si así te quedas más tranquila

Salió de allí, dejando a Claire perpleja. No sabía qué pensar ¿ Se había equivocado? 

  Seguía sin saber si fue verdad o no, lo del bulo.  Esa situación estaba dañando gravemente su matrimonio y no sabía cómo actuar  ¿ En verdad él seguía sintiendo pasión por ella, o era para esconderse detrás de esta argucia para no tener que dar explicaciones?

  En el fondo esperaba que, al cabo de un rato, él, volviera nuevamente al dormitorio y con sus caricias todo terminaría, pero no lo hizo y ella no durmió tranquila.   Se levantó mal humorada y con desgana. Estaba de ella a unos pocos pasos, pero tal y como había terminado la noche, sería como si estuvieran a miles de kilómetros.  Scott  se sentía ofendido, defraudado, y porque le conocía bien, sabía que no regresaría al dormitorio ¿ La compensaba? No, no la compensaba estar enemistada con él. 
 Al día siguiente partiría de nuevo a no se sabe dónde y esta vez creía que tardaría en regresar.  Por tanto lo pensó mejor y fue en su busca.

 Scott dormía profundamente.  Se acurrucó a su lado pegando su rostro a la espalda de él, y abrazándole le pidió perdón.  Él al sentir el contacto de ella, se giró y la besó apasionadamente.  En su forma de amarla, ella sintió que estaba dolido y decepcionado. Trataría de resarcirle.  Sólo tenían ese día para estar juntos, y después... ¿ Cuando se verían de nuevo?  No sabía nada de los planes de esa extraña campaña y tampoco había tenido tiempo de que la explicara miles de cosas de las que tenía dudas, y si no las aclarara,  mucho se temía que con su ausencia todo ese embrollo se enturbiaría aún más.

Una idea comenzó a ver luz en su cabeza, pero era tan tremenda que al instante la desechaba. No sería posible, no sería tan mezquino  como para jugar con la felicidad de una familia.  Por mucha antipatía que sintiera por él, no le creía capaz de eso;  además Scott se hubiera dado cuenta y la primera a la que hubiera avisado, sería a ella.  Todo eran elucubraciones de su cabeza, disparatadas.  

No existía gente tan mala, con sentimientos tan espúreos como para tramar tamaña mentira.  Lo desechó.  Saborearía el momento de amor que estaban viviendo, eso era lo que importaba.  Ninguno de los dos debería despedirse teniendo malos pensamientos .  En realidad, él , nunca la había dado  motivos para pensar en otra mujer.  Había sido siempre cariñoso y cumplidor. ¿O sería que no tenía experiencia y no conocía muy bien el comportamiento masculino en una situación semejante?  No lo sabía, pero en ese momento, la boca de Scott tapaba la suya con un apasionado beso, y todo quedó relegado.




EL Primer Ministro - Capítulo 19 - El rumor

Scott llamaba casi todas las noches a su mujer.  Aceleraba el trabajo todo cuanto podía para regresar a su casa cuanto antes.  En la comunicación con ella, notaba su desánimo por la ausencia prolongada. No discutían porque tampoco hablaban mucho, y Scott fue espaciando las llamadas.  Le resultaba incómoda la situación, y las lacónicas respuestas de Claire.  Llevaba más de un mes fuera de casa y comprendía el hartazgo de ella..

— Ya queda poco— la decía


Hasta que ella dejó de protestar ya que de nada servía. Si al menos pudiera ir a verla un fin de semana, eso aplacaría su impaciencia, la de ambos, porque la echaba mucho de menos en todos los sentidos.  Lo programaría para la siguiente semana;  siquiera por unas horas estarían juntos 

 Pero tampoco se logró,  porque una comida extraordinaria evitó el encuentro entre los esposos.  Ni siquiera se atrevía a proponerla que fuese ella hasta donde él estaba;  sería como hacerles el juego, algo a lo que se había negado tajantemente en esa entrevista.

Siguió con su trabajo en el hospital y de vez en cuando acudía al partido.  Y en una de esas visitas la propusieron ir en las listas para las siguientes elecciones

— ¡ Uf ! Aún falta mucho.  Creo que estoy saturada de política.  De momento no contéis conmigo— fue su respuesta a la propuesta hecha.

Había una cafetería en uno de los locales  en donde estaba el partido laborista, a la que acudían todos ellos a tomar un café o una copa después de terminar la jornada. Aquella noche  decidieron hacer una excepción y todos los empleados del partido decidieron tomar un bocado allí acompañado de una copa de vino.  Claire rechazó la invitación, pero al fin consiguieron convencerla.

— He de irme pronto, Melody se acuesta temprano— comentó a su compañera más inmediata

— Sólo una, te lo prometo.  Después te llevaré a casa

—Esta bien.  Sólo una

Hasta donde las amigas estaban se acercó alguien que no era desconocido;  muchas veces se habían tomado una copa ya que visitaba de vez en cuando la sede del partido para saber de alguna noticia sustanciosa.  Claire era la primera vez que le veía.  Él se sentó en la mesa junto a su amiga.  Pidió una cerveza y comenzó una conversación de otros tiempos, ya que se conocían desde hacía mucho, no así Claire que nunca habían coincidido


Llegó el tema de las elecciones, tratando de sonsacar alguna noticia, que no consiguió,  ya que lo tenían prohibido, porque conocían su afinidad con el partido contrario  Entonces soltó el rumor que parece ser corría por todas las redacciones

— En el partido de los Tories, hay bastante revuelo. Parece ser que uno de los candidatos más seguros, anda algo enredado con una secretaria. Por lo visto está de viaje promocional.  Creo que está casado y  que  su matrimonio no funciona

Al escuchar esas palabras, Claire se puso lívida y su compañera la miró de inmediato, pero ninguna de las dos se pronunció al respecto.  El reportero siguió lanzando la noticia

— Creo que no pedirán el divorcio, al menos por ahora.  Por las elecciones, ya sabéis.  Le presentarán como  primer ministro y eso en política es top secret. Se comenta   que él está remiso en  volver a casa. ¿De verdad que no habéis oído nada?

— Tengo que irme.  Mi hija espera levantada hasta que llego y es muy tarde — dijo Claire nerviosa

— Espera.  Te llevo — la dijo su compañera

— No hace falta.  Vivo cerca y además puedo tomar un taxi

— ¿ Quieres que te acerque yo ? — la preguntó el reportero

— No, gracias.  En serio que no lo necesito.  Mañana hablamos — dijo refiriéndose a su compañera


 Salió deprisa.  Quería alejarse de allí cuanto antes.  Las lágrimas la ahogaban y es muy posible que todo cuanto había escuchado fuese verdad.  Hacía días que no la llamaba con la excusa del dichoso viaje.  Scott era hombre muy apasionado y llevaba tiempo sin estar juntos, así que probablemente, esa secretaria estuviese ocupando su puesto.

Cuando llegó a casa, temblaba de nervios y angustia, porque las dudas y la ansiedad la hacían temblar. Después de estar con Melody, y  de acostarla, decidió que aquella noche tendría que aclarar todo

— Maldita política. No quiero tener nada que ver con ella.  Sólo me ha traído disgustos.  Diré en el partido que renuncio a todo lo que tengan en mente.  Me dedicaré exclusivamente a mi trabajo.  Del resto no quiero saber nada

arcó el número privado de Scott.  Lo tenía apagado; consultó el reloj: eran las nueve de la noche.  Si fuera cierto el rumor que conoció hace a penas unas horas,  seguramente estaría  en alguna  cena con...  No quería saber nada, ni pronunciar su nombre siquiera. 

 Aquella noche tampoco pudo hablar con él, y en cierto modo se alegro, ya que de haberlo hecho estaría arrepentida porque es seguro que hubiera dicho  algo inconveniente..  Primero le escucharía y después obraría en consecuencia.  Pero toda la explicación que recibió al día siguiente, cuando pudo hablar con él, es que era mentira.

— Te acostumbraras a los bulos, a los rumores que siempre circulan entre los periodistas de pacotilla. De esto hablaremos con tranquilidad ¿No confías en mi?  Eres lo más importante que ha ocurrido en mi vida.  No es cierto y lo aclararemos en cuanto pueda hacer una escapada para veros.  Confía en mí, por favor.  Dime cómo se llama ese individuo y en donde trabaja. Necesito hablar con él

—Déjalo estar. No le conozco. Era la primera vez que le veía y él no sabía quién era yo

— No, no voy a dejarlo.  Se trata de nuestro matrimonio, de nuestra hija, y los bulos viajan ligeros y rápido.  Hablaré con el partido.

Se despidieron y ninguno de ellos se calmó, muy al contrario se avivaron las dudas y desconfianzas. El propósito se había conseguido.  El veneno estaba vertido.  Ahora sólo quedaba esperar el resultado.


El Primer Ministro - Capítulo 18 - Y de nuevo adiós

Aquella noche, Scott llegó a casa pensativo y algo malhumorado. Hacía pocos días que había llegado de un periplo por distintos lugares, que se prolongó durante un mes y,  que le costó un disgusto con Claire. Aunque al final pudieron arreglarlo, mucho se temía que cuando le planteara lo que hacer en los próximos días sería diferente. Y supuso bien;  estaba con un extraño presentimiento que le hacía dudar si decírselo, pero tendría que hacerlo, porque de otra manera ¿cómo justificar su ausencia 

Ella notó que algo no marchaba bien.  Quizá estuviera relacionado con la famosa entrevista, absurda desde todo punto, pero que en atención a él, la había cumplimentado. Después de cenar, la llevó de la mano hasta la biblioteca y allí la hizo sentar a su lado.  No encendió la televisión,. lo que la hizo sospechar que algo debía anunciarla para tal solemnidad, y no se equivocaba.  Iba a lanzar una bomba de muchos megatones por la repercusión que tendría en sus vidas.

Claire, mujer de fuerte carácter y, conociendo bien a su marido, imaginaba de qué iba todo, pero nunca sospecharía lo trascendental que sería.

— ¿Te ocurre algo? -—le dijo no pudiendo resistir más la incertidumbre.

— Hemos de hablar— dijo lacónico Scott

— Bien, pues no lo demores.  Presiento que va a ser algo que no va a gustarme, por eso estás tan silencioso y preocupado

— En efecto ni a ti ni a mi va a gustarnos. El próximo lunes he de estar en Gales. Después Irlanda, Londres, Alemania, Austria...  Va a ser un viaje largo, muy  largo.

— ¿Me estás diciendo que te vuelves a ir y esta vez será más largo que el anterior? ¿Es eso lo que te preocupa 

Él, guardó unos instantes de silencio. Eso, precisamente, era la confirmación de que ella estaba en lo cierto.  Se soltó de la mano que la tenía cogida y se levantó de su asiento airada, nerviosa y de muy mal humor.

— ¿Tiene esto algo que ver con mi entrevista con ellos?   ¿Es un castigo por haberme negado?

— Naturalmente que no. Digamos que es un rodaje para el futuro próximo. Van  a haber elecciones en un tiempo relativamente cercano y van a presentarme como cabeza de lista.  Pero para ello he de reunirme con las primeras figuras conservadoras de aquí y del continente.

— Perdona, pero creo que es un pretexto ¿Vas solo o te llevas a la corte detrás?

— No sé a que te refieres, pero iré con un ayudante y una secretaria.  El viaje está cerrado, así que el lunes por la mañana parto para Gales.

— ¡Vaya, han sido muy benignos ! Te han dejado libre dos días para estar con tu familia ¿Cuánto tiempo estarás fuera ?

— No lo sé, pero creo que bastante.

—Está bien ¿ Algo más que decirme?

—De momento no. Pero por favor, no te enfades.  No es mi culpa, ni me apetece, pero he de hacerlo o renunciar a todo lo conseguido.

— De acuerdo. Ya sé que de ahora en adelante serán ellos quienes dirijan nuestras vidas. No sé si podré acostumbrarme

-—Tú también tienes trabajo en tu partido

— ¿Quieres decir que lo tuyo puede compararse al mío? Por si no te has dado cuenta, no tienen nada que ver;  en fin, no te preocupes.  Y ahora si eso es todo, me voy a la cama

Sabía que iba a reaccionar así, se lo temía, pero ¿Qué podía hacer?  No tenía más que dos caminos : cumplir el mandado que le daban o renunciar a todo por lo que había luchado durante tanto tiempo.  Sería muy cuidadoso en llamarla con frecuencia y trataría de cumplir su misión lo mejor y más rápidamente posible para regresar cuanto antes.  Además  las elecciones estaban próximas y debía estar aquí, pero lo malo sería que la campaña tampoco era en casa, así que nada más regresar de ese periplo, entraría de plano en campaña electoral

  Estaba seguro que los nubarrones negros de su vida familiar, descargarían de nuevo y esta vez sería la tercera o la cuarta;  había perdido la cuenta y eso supondría un nuevo desacuerdo para Claire.  Pero si conseguía llegar al primer sillón del gobierno, se tendría que acostumbrar porque deberían renunciar a su vida privada para dar preferencia a la institucional.

El llegar a ser un Primer Ministro tendría sus sacrificios, pero por ello había trabajado incansablemente y ella lo sabía  ¿ Sería comprensiva?

De nuevo retrasó subir al dormitorio; tendrían ambos que calmarse. No deseaba tener  conflictos conyugales con Claire, algo que estaba a punto de suceder. Le dama miedo discutir de nuevo porque los enfados no traen nada bueno y, ella estaba muy molesta, pero no tanto como lo pudiera estar él.

Al llegar a Gales, la llamó, pero ella estaba en el hospital reemplazando a una compañera que estaba enferma.  Trataría de volver a hacerlo al terminar el turno, pero la oportunidad no se dio.  Tuvo que contactar con los subalternos que había llevado para el viaje y organizar las entrevistas a realizar al día siguiente.  Y cuando terminó era demasiado tarde;  seguramente estaría ya dormida y no quiso despertarla

— La llamaré mañana antes de ponerme en marcha.  Espero que no se haya enfadado y no tengamos problemas

Entre tanto, seguía tejiéndose la  tela de araña.

 Spencer,  solo en su despacho, descolgó el teléfono y marcó el de la redacción de un periódico sensacionalista . A la persona que atendió la llamada, solicitó que le pusiera al habla de un redactor, concretamente con  X, alguien que firmaba con esa letra todos sus trabajo y tras el cual se ocultaba su verdadero nombre.

— En este momento no puede ponerse.  Está en la calle trabajando — le respondió la  telefonista

— Dígale que se ponga en contacto con el número que voy a darle.  Es urgente

— Así lo haré, no se preocupe.

Y recibió la respuesta a su llamada al cabo de una hora.


— ¡Hola X! Necesito que me hagas un trabajo dentro de unos días. Se trata de que hagas correr  cierto rumor. Tu sabes dónde debes hacerlo. No corre excesiva prisa, pero sin demorarlo en exceso.  Espera unos quince días para ello.  Ya sabes, como de costumbre.  Sin nombres, sin lugares y sin procedencia.  Todo muy discreto. Te mandaré  por correo el cheque correspondiente.  Ni que decirte que todo ha de ser discreto al máximo

—¡Y tan discreto!  En tantos años que llevamos trabajando, aún no sé quién me llama

— Ni te hace falta saberlo.  Sólo cumple y suficiente.  En el mismo sobre irá un texto con lo que has de divulgar ¿Alguna pregunta?

— ¿ Es algo fuera de la ley ?

-—En absoluto.  Sólo se trata de un cotilleo.  No te preocupes, pero para seguridad no lo firmes, sólo coméntalo como si te hubiera llegado;  en realidad así es. No llames a este número, y si has de hacerlo que sea  desde uno pre pago y después deshazte de él.  Sabré si cumples con todas las instrucciones, si no lo haces, sólo tú serás el responsable  ¿Entendido ?

— Entendido. Espero su sobre

Se despidieron,  guardó el teléfono en la caja fuerte, cuya combinación sólo él conocía y,  sonrió levemente siguiendo con lo que estaba haciendo antes de la llmada.

viernes, 27 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 17 - Una drástica decisión

 Con  esta tensa a situación  estuvieron cierto tiempo.  Scott estuvo hablando en la Junta que se mostraba enfadada  por el ocultamiento, no que estaba casado, sino que su mujer perteneciera al partido laborista y ellos no se hubieran enterado.
  Las voces airadas entre los que decían que era una anécdota, y los más radicales que no lo admitían, pero en realidad, lo que no reconocían es que  eran libres de tomar las decisiones que creyeran convenientes.  Hubiera dado igual si no hubieran estado casados, por el partido contrincante haría su papel como ellos hacían el suyo, es decir:  nosotros lo haríamos mejor que vosotros..  Porque de eso trata la política, deshacer lo que los anteriores habían hecho.  Scott estaba nervioso aguardando la respuesta;  habían pasado más de dos horas de discusiones, cuyas voces a veces trascendían al exterior. No le importaba si se estancaba, o incluso le degradaban, pero no perdería a su familia porque ellos lo dispusieran. Y dando vueltas nervioso, recordó la noche anterior con Claire, y sin darse cuenta, sonreía.  Había sido algo de locos, pero cada vez le enamoraba más el temperamento de ella.  Se complementaban y no lo arriesgaría aunque lo decretase el mismo papa de Roma.


Al fin demandaron su presencia y, nervioso hizo su entrada en la sala de juntas. Creyó estar ante el tribunal de la Santa Inquisición, tal eran los gestos que veía reflejados ante él. No cedería; defendería a su mujer con todas sus fuerzas.  Ahora comprendía lo dicho por ella en su discusión:  no eran nadie para organizar sus vidas.  Comprendió también, el enfado de ella, cuando sólo había hecho lo que cualquier afiliado a un partido haría, defender sus ideas.  Aguardó paciente para que le dieran la solución,  y el veredicto fue que tratase de ganársela hacia sus filas

— Tráela de vez en cuando a nuestro partido.  Que nos conozca y que vea que no somos tan extremistas como ella cree—  dijo el presidente de la mesa

— Puedo traerla, pero no creo que cambie.  Ella tiene sus ideas muy fijas, pero de todas formas será ella la que acepte o no.

La llevó ante el secretario general y el presidente de la junta de organización del partido.  Cuando le pidió Scott que acudiera a esa entrevista,  no se imaginaba que se trataba de una especie de encerrona.
Se dio cuenta a los pocos minutos de comenzar con ella. . Aunque guardaba las formas, en su interior estaba furiosa, y no entendía cómo su marido se había compinchado con ellos, pero se tragó su genio, y con extrema cordialidad, dejó claras las intenciones de ellos y su respuesta


—Han sido muy amables con esta entrevista, pero pienso que no me conocen, y es por ello que han tratado de que yo renunciase a mis ideas para, de la noche a la mañana, acogiese las de ustedes. No es cuestión de partido, sino de convicciones y ustedes, francamente nos han defraudado. Lo que defendemos es lo que siempre hemos hecho, sólo que fueron más hábiles que nosotros y conquistaron a esa pequeña diferencia que obtuvieron, pero tuvieron la habilidad de no decirnos lo que en realidad pensaban hacer.  Y dado que Londres les apoya, es por eso que ahora no sólo no queremos salir de Europa, sino que pedimos un referéndum nuevamente, en el que se explique a la gente la realidad de la situación, en lo que saldría perdiendo el país entero. Es por eso que pedimos la separación de Inglaterra.
Creo que me he expresado con claridad y no hay vuelta atrás si ustedes no rectifican.  Y ahora si me lo permiten, creo que debemos dar la entrevista por terminada.

Se quedaron totalmente  admirados de la forma de reaccionar de Claire, que por otra parte debía imaginar el propósito para que el que la habían citado.  Una vez que hubo salido, el presidente, se levantó de su asiento, y dando vueltas por la sala, al cabo de unos instantes, se dirigió a los allí presentes diciendo

-—Bien, caballeros. Creo que todos nosotros hemos deducido que la esposa de Scott, no dará su brazo a torcer;  seguirá siendo laborista. Así que decididamente, debemos pasar al plan B, que pocos de ustedes conocen, y que alguien  había elaborado para el caso de que fracasara el A

  Todos se miraron preguntándose de qué hablaba , a qué se refería.  No tardaron en saberlo

— El plan B, consiste en que Scott esté casi permanentemente de viaje recorriendo no sólo a nuestros vecinos galeses con visitas de duración, y con el pretexto de explicar los beneficios de no pertenecer a Europa.  Para ello habremos de preparar un programa extenso de entrevistas y de duración.  Eso supondría que estaría fuera de casa por mucho tiempo. Le asignaremos una secretaria particular  con buena presencia.  Todos conocemos que es un matrimonio que se lleva muy bien, pero la separación si es larga, crea malos compañeros.

—¿ Se refiere a crear clima de desconfianza entre el matrimonio? —dijo uno de los dirigentes

— Exacto, Morrison, eso es lo que quiero decir. Necesitamos presentar a Scott  en las próximas elecciones, y le queremos como cabeza de lista. En pocas palabras, le queremos  divorciado de esa mujer.  Elegiremos a la futura esposa idónea y el resto será pan comido.

— Pero eso es una canallada.  Ellos se quieren y de lo que está tratando es de deshacer ese matrimonio. No estoy dispuesto a admitirlo.  Voto en contra

-—¿ No se da cuenta, mi querido Morrison, que eso precisamente conducirá a Claire a que vuelva con él?  O sea que renuncie a intervenir en todo acto público de su partido, para aparecer con el de su marido

Todos se miraron perplejos. Era un plan diabólico que podría destruir una familia, pero la sonrisa maléfica de  Spencer, allí presente,  convenció a todos.  De momento no se le diría nada a Scott, pero se pondría en marcha dicho plan rápidamente;  no había tiempo que perder.

Dieron por terminada la Junta extraordinaria,  con la abstención del secretario general  Alistair, y  jurando que nadie sabría el contenido del acuerdo, que pondrían en marcha de inmediato, ya que el tiempo corría veloz y ellos debían organizarlo todo y tenerlo listo para cuando se anunciasen las próximas elecciones que serían en un corto plazo. 

 Por supuesto Scott nada sabría y lo harían todo sigilosamente  para no dar pistas.  Sería alto secreto.  La valía de Claire les había pillado por sorpresa.  Sabían que era muy inteligente, pero lo comprobaron de primera mano, y ese valor no podían dejarlo escapar. Sería todo un bombazo si lo conseguían. El partido laborista tocado y el matrimonio cogido de la mano, presentado el programa electoral.  Spencer, se frotaba las manos sólo con imaginarlo.