viernes, 27 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 25 - ¿ Te casarás conmigo?

 Tardaron en deshacer el abrazo. Ninguno hablaba, pero la emoción estaba latente en ese pequeño espacio, en esa burbuja que habían formado entre ellos.  Alana le separó dulcemente y mirándole a los ojos, y con los suyos empañados por las lágrimas, le miraba sin creer lo que estaba ocurriendo. Aquél hombre que recordaba, había vuelto a ella. Y vivió por unos instantes aquellas noches inolvidables en que se pertenecieron. Desechó de su mente la última. No quería pensar en ello, sólo en lo que en ese instante estaban viviendo.

Alastair, iniciaba un párrafo tratando de explicarle todo.  Ella puso su mano en la boca de él para que guardase silencio.

- Ya nada importa. Aquello es pasado.  Ahora estás aquí, conmigo, y no deseo saber más. Déjame vivir este momento. Te quiero  y siempre te he querido. Fuimos inmaduros y encerrados en nosotros mismos, es decir, yo lo estaba.  Pero pasado el tiempo pensé que me había precipitado, que deseaba otra oportunidad, pero ya todo era distinto.  No sabía dónde buscarte para anunciarte lo que venía en camino, que tendría que afrontar en solitario. No lo omiti adrede. Estaba Sola, sin nadie que me orientase y te echaba profundamente de menos.  Me volvía loca el pensar que hubieras estado conmigo por pasar el rato. 

 Al menos tendría a alguien que sería parte de tí.  Y con ese pensamiento viví el resto de mi vida. Hasta que de nuevo irrumpiste en ella como elefante en una cacharrería, arrollando todo a tu paso. Tenía una vida organizada a mi modo, y de la noche a la mañana, tenía que contarte que Alba había venido al mundo hacía años.No podía dormir, ni descansar, ni encontraba el momento para hacerlo.  Y todo ese problema iba minando mi salud. Y tenía un miedo horrible que me ocurriera algo, y la niña se quedara desamparada y sola. En ese momento rompió a llorar oculto su rostro en el pecho de él, que la abrazaba fuertemente:

- Lo sé, lo sé. Ambos fuimos torpes. Te debí decir que mi matrimonio había sido un fiasco y que me era insoportable vivir con ella bajo el mismo techo. Decidí alejarme, y es ahí cuando tú apareciste. Y me diste la vida de nuevo. Olvidé que estaba casado y tu vitalidad y alegría por disfrutar lo simple, hizo de nuevo que la sangre corriera por mis venas. Pero no olvidaba que te debía una explicación, y a un tiempo no quería perderte, por eso fui  muy torpe y egoísta. Lo intenté el último día, y bueno... ya sabes el resultado. Pero ahora me preocupas tú; estás más delgada y demacrada y no quiero ni pensar que caigas enferma y fuera  yo el culpable.

- Shisss. Basta ya, amor mio. No nos mortifiquemos. Está todo claro entre nosotros. A pesar de ser maduros, nos comportamos como adolescentes, eso fue todo. Pero en algo tienes razón: si me lo hubieras dicho el primer día , seguramente hubiera dado media vuelta y te hubiera dejado plantado.  Siempre he odiado intervenir en las vidas ajenas. Por eso firmaba las novelas con ese seudónimo, para que no me encontraras, pero al mismo tiempo, sabía que si las leyeras, verías retazos de nuestra propia vida. Sólo tú lo sabrías, era nuestra propia vida, sólo nuestra.

- Deseo hacerte una pregunta y poner el broche final de todo este embrollo. A partir de hoy, se abrirá otro capítulo. ¿ Te quieres casar conmigo? - ella parpadeó varias veces y respondió vehemente:

- Si, si, siiiii.  No he deseado más en mi vida que pertenecerte en cuerpo y alma. Si, quiero amor mío, si quiero.

Alastair extrajo de su bolsillo la caja conteniendo los anillos, cogió el de prometida, y rodilla en tierra la hizo la misma pregunta:

- ¿ Serás mi prometida, y pronto mi esposa?

- Te lo prometo :seré tu esposa.

Nada les importaba el lugar en donde estaban. Ni quienes pasasen por allí  y sonrieran ante la escena que se estaba desarrollando. Ya no. Habían pasado mal todos estos años y ahora que por fin salía el sol, vivirán como ellos quisieran. Harían lo que quisieran y en el momento que quisieran. Tenían ante sí un nuevo horizonte, y de las tinieblas pasadas, ya no quedaban ni rastro.

Y contentos y felices se olvidaron del tiempo. Cada uno de ellos contaba anécdotas desde que recordaban hasta la actualidad. Tenían que conocerse, porque hasta ahora no habían tenido la oportunidad de hacerlo. Se olvidaron de las horas, y del tiempo.  Se olvidaron de todo, excepto de ellos mismos. Alana acariciaba el anillo que la había puesto demostrando que esa mujer era de él y de nadie más. Había luchado por ella, y no habría nada que les volviera a separar. Seguirían envejeciendo juntos.

Y hablaron de dónde vivirían una vez se hubiesen casado, y fue el criterio más sensato el que prevaleció: en Escocia y el de Alana.

- Yo puedo trabajar en cualquier lugar, pero tú no, y sé que la editorial también es parte de tu vida. Además ¿ quién va a publicar los libros que escriba?¡ Mi marido!

-¿ No tienes contrato con la editorial que tienes en la actualidad?- la preguntó el

- Si, pero termino en un año. Después te perteneceré a tí en mi totalidad.

Impacientes y preocupados por la tardanza, Alba y Pierce fueron a buscarles. Era mediodía y no sabían nada de ellos. Fueron hasta el parque, y les vieron charlando y riéndose felices.  Les dejarían  hasta que ellos quisieran.  Tenían mucho de lo que hablar y solamente podrían hacerlo en la  soledad entre ambos.

Alba lloraba de alegría mientras Pierce la llevaba tomada por un hombro.  Nadie podía ser más feliz que ella. Al fin sus padres también lo eran y así sería para siempre. No sabían cuánto tiempo habían permanecido allí.  

En la casa había gran movimiento preparando una comida especial.  Todos estaban contentos y felices, aunque Alba seguía gimoteando de vez en cuando. 

Fue Alastair quién miró el reloj y se dio cuenta de que era mediodía y que en casa estarían preocupados por si les hubiera pasado algo. Tomó su móvil y llamó a su hija:

- Perdón Alba, se nos ha ido el tiempo de las manos. Ya vamos para allá

- ¿Estáis bien ?

- Maravillosamente. Quédate tranquila. Todo está bien. Teníamos mucho de lo que hablar, pero todo para bien.

- No os preocupéis. Venid cuando queráis

Tomados por la cintura y caminando despacio, dilatando el tiempo para estar solos, emprendieron el regreso a casa.  Ni siquiera tenían hambre. Sólo deseaban estar a solas, aunque fuera sin hablar, pero resarcirse de tantos años de soledad. Sus caras resplandecían y lo decían todo.  Alba les abrazó ante los aplausos de Pierce y Maureen que no podían reprimir su entusiasmo.



Dos días después, Alastair tuvo que regresar a Edimburgo para arreglar el apartamento en el que vivirían y  notificar a su amigo abogado que le quería como testigo.  Se casaron una semana más tarde. Pasarían parte de su luna de miel en la casa de Inverness, y después... Un crucero, el mismo que realizaron años atrás, en donde se conocieron. Volverían a vivir aquellos días. Alana no quiso ir a otro lugar, sino allí en donde nació el amor más grande que nunca sintieron.

EPÍLOGO

Y su vida transcurría serena entre el amor y el respeto mutuo. Alba terminó sus estudios y comenzó a trabajar junto a su padre, que le enseñaba la dirección de la editorial desde abajo, para que estuviera informada  de lo que en su día tendría en sus manos. Pierce terminó la carrera y se estableció en un estudio propio. Al cabo de un año, cuando empezó a funcionar, decidieron unir sus vidas. Vivirían independientes. Les visitó la cigüeña y decidieron formalizar su vida. Alastair pensó que su hija ya estaba preparada para tomar las riendas de la editorial y él se retiró para vivir junto a Alana.

Y se hicieron viejos juntos, rodeados de los dos nietos que Alba les dió.  Junto a Pierce, formaron un hogar estable y feliz.

Ellos, pasaban grandes temporadas en Inverness y en Connemara.Sus cabellos eran totalmente blancos, y las arrugas surcaban sus frentes, pero estuvieron unidos, sin reservas, siempre.

Alana, partió un día por una gripe mal curada que derivó en neumonía. La soledad de Alastair le hundió no sólo en la desesperación, sino también en la desgana. Alba se lo llevó a vivir con ellos, pensando que quizá con los nietos se animaría un poco. Estaba deprimido y no le importaba la vida sin ella. Hablaba a solas, que todos creían era un monólogo, pero en intervalos sonreía, como respondiendo a la voz que interiormente sentía.

Se sentaba en un sillón, frente al que en vida ocupara Alana, y así con una sonrisa en los labios le encontraron. Lo más curioso es que tenía una mano apoyada en el brazo del sillón vuelta hacia arriba.  No encontraban explicación alguna.

  Había visto, antes de partir a Alana, joven, hermosa y risueña que extendía su mano hacia el:

" Venga, vamos. Ha llegado la hora". Y él entregó su mano a la de ella y así juntos partieron a su cielo particular.

Todos estaban desconsolados, pero Alba se refugió en que habían sido felices y al final volvian a estar juntos para la eternidad.  La noche de su funeral, abrió un cajón de su cómoda y extrajo el diario de Alana y lo volvió a leer, y sintió una presencia extraña: Alastair y Alana, estaban sentados a los pies de su cama, aunque ella no los viera.


                                              F    I    N

Autoría: 1996rosafermu

Edición: Septiembre de 2020

Ilustraciones:  Internet

DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado. - Capítulo 24 - El parque

 Llegó de madrugada, y en el aeropuerto le aguardaban Alba y Pierce. Se abrazó al padre gimoteando y éste trató de calmarla. Ya estaba allí, después de un día complicado por todos los acontecimientos que tuvo que atender, todos urgentes y a un mismo tiempo.  Pero tenía muy claro que lo más importante de todo era su familia, y si necesitaba ayuda, lo dejaría todo por estar a su lado. Pierce conducía y guardaba silencio, mientras Alba detallaba a su padre todo lo ocurrido con Alana que no era nuevo.  Ella estaba dormida, al menos así fue como la dejó antes de salir para ir a buscarle.

Sigilosamente, Alba abrió la puerta de la habitación de su madre, para comprobar que seguía dormida, y efectivamente, su respiración era tranquila.  Alastair, se asomó sin hacer ruido y contempló que su rostro era como el de una niña, preciosa, pero con mil traumas, que él solucionaría de inmediato.

 Acompañó a su padre hasta la habitación de invitados, y al fín pudo tumbarse en la cama y pensar en la siguiente estrategia a seguir.  Lo importante es que estaba allí y ella parecía más calmada. ¡ Claro porque estaba dormida! Pero del resto ya se encargaría él cuando se despertara.

Antes de prepararse para intentar dormir, se dió una ducha, y debajo del chorro de agua caliente, pensaba en cómo debía enfocar lo que se había propuesto  para que ella se diera cuenta de que estaban destinados a estar juntos para siempre, y que lo que pasó en el pasado, era eso: pasado.

No terminaba de  conciliar el sueño; eran demasiadas emociones en muy corto espacio de tiempo. ¡Quién lo iba a decir pocos meses atrás el cambio tan radical que iba a tener en su vida ! Y comenzó a rememorar aquél viaje, realizado a la desesperada, huyendo de un fracasado matrimonio y encontrando a la verdadera mujer de su vida. Alguna mujer que otra había pasado por ella, pero ninguna dejó la huella que Alana, ni siquiera la que fuera su esposa. Ninguna de ellas había provocado tanta inquietud, desasosiego, tristeza, ansiedad por encontrarla. Ninguna. Sólo Alana.

Y ahora estaba en su casa, tabique con tabique de su habitación, atento a cualquier ruido extraño que viniera del exterior.  Pero todo estaba tranquilo. Ni siquiera había deshecho su maleta. Sólo pensaba en el día siguiente y si por fin podría convencerla de lo que tenía en mente, es decir, casarse con él.

 En un departamento de su maleta, tenía la licencia de matrimonio y un pequeño estuche con las alianzas y el anillo de pedida. Había programado también en el caso de que le aceptara, una luna de miel muy de ellos: el mismo tour que hicieran cuando se conocieran y si ella quería, pasar unos días en algún lugar romántico que ella eligiera. Sería el ama y señora de su vida, que se la consagraría. 

Recuperarían el tiempo perdido tan inútilmente.  Pero no quería pensar en ello; ya pertenecía a otra vida anterior, llena de inquietudes y desconfianzas. Ahora tenían por delante un espacio despejado y brillante, en el que ya nunca se separarían. Y en el caso de que le rechazara, ya no sería lo mismo que cuando se perdieron el rastro.  Ahora tenían una hija en común y ese era un lazo difícil de anular. Las primeras luces del día asomaban lentamente por la ventana. No era  temprano, el otoño hacía los días más cortos. Amanecía más tarde y anochecía más pronto.

No había dormido en toda la noche, excitado por lo que resultaría al día siguiente y la reacción de ella. ¿ Qué podía esperar? ¿ Aceptación, rechazo ? No lo sabía, pero de lo que sí estaba seguro, es de que se convertirían en marido y mujer, y se acabarían todos los sinsabores y malas interpretaciones.

El hombre necesita a su lado  una mujer.  Ellos habían tenido la  experiencia de la ausencia, y sabían lo que significaba estar junto a su alma gemela, y sabía que ellos lo eran. Y ahora ¿ qué debía hacer?  ¿Levantarse y esperarla para desayunar? Se extrañaría el que estuviera en su casa y que además llegase de madrugada ¿ Qué ocurría de grave? Estaba desconcertado y no sabía si ocultarse hasta que ella fuera a dar su paseo, o que se lo encontrara esperándola .

Hablaría con Alba para ver qué opinaba ella de todo esto. Y convino con su hija que fuera un día normal, como cuando ellas vivían solas, con la compañía de Maureen, la señora que se ocupaba de todo lo de la casa, para que Alana sólo estuviera pendiente de su trabajo.  Tenía que ser un día especial, y por especial, padre e hija estaban ideando que así fuera.

Por muchos deseos que tuviera de verla y por impaciente que estuviera, Alba le aconsejó que no sospechara nada, y para ello sería un día corriente. Una vez que ella hiciera su paseo normal en el parque, le acompañaría hasta donde  estaba y les dejaría solos para que hablasen de lo que quisieran.

Padre e hija se levantaron esperanzados y eufóricos a pesar de que no habían dormido ninguno de los dos. Alastair permaneció  en su habitación hasta que Alana, se encaminó como cada día hacia el parque. Se encontraba mejor, no tan triste, y eso la hizo creer que iba a ser un día mejor.


Dejaron pasar un rato y cuando comprendieron que Alana, ya había llegado, padre e hija se dirigieron al parque en busca de su destino. Iba nervioso pero deseando pasar ese trámite. Desechaba de su cabeza, en todo momento, que fracasara en la pantomima que habían ideado.  Desde el escondite en el que estaban, se veía perfectamente el banco en que se sentaba ella para  contemplar el horizonte. Había llegado el momento supremo. Alba dio a su padre un beso en la mejilla, y le sonrió, al tiempo que le decía:

- Querría ser amada como mamá. Allí la tienes. Abre tu corazón, y ella abrirá el suyo. Luego nos vemos.

Y se alejó de allí.  El momento había llegado. Alastair palpó el bolsillo en donde llevaba guardada la caja de su futuro, porque ello significaba, si la sacara de su escondrijo, que  le habría aceptado por esposo. No podía pronunciar esas palabras que tanto había deseado. Que tan lejanas le parecieron, y sin embargo ahí estaba, avanzando despacio hasta el banco en donde Alana pensaba, o no,  en lo que quiera que hiciera. Estaba a menos de dos pasos, y ella seguía absorta  en el horizonte. El corazón de él, palpitaba fuerte hasta el punto de que podía escuchar sus latidos. Sería la más importante petición que realizaría en toda su vida.

Lentamente avanzó hasta situarse a su lado. Contemplaba su perfil y no podía articular palabra. Ella al cabo de un momento, giró la cabeza y le vió frente a ella.
 No se lo podía creer ¿ Cómo, cuándo ? ¿ Qué hacía allí ? ¿ Había ocurrido algo? Solo la amplia sonrisa de él la tranquilizó ¡ Había vuelto !

Se sentó a su lado y tomando la cabeza de ella entre sus manos, la besó tan ardientemente, que no hizo falta que ella preguntara nada. Sólo se abrazó a él y ambos se fundieron en el abrazo.


martes, 24 de noviembre de 2020

Encuentro en le parque , en un otoño dorado - Capítulo 23 - Depresión

 Cumpliendo su palabra Alastair llamó a diario para hablar con su hija a espaldas de Alana. No quería preocuparla más, pensando que estaba  enferma. No sabían cómo enfocar este asunto: si decirla abiertamente de ir al médico, o darle un plazo razonable a ver si su desgana había sido provocada por la ausencia de Alba. Pasó una semana, y parecía que se había estabilizado, pero una de las noches,  la joven había estado hablando con Pierce de su futuro y   de los proyectos para cuando terminara de estudiar. Cuando colgaron era muy tarde y el silencio absoluto reinaba en la casa.  Alana no había querido cenar esa noche, y se retiró pronto a su habitación. Ni siquiera sospechaba que desde la habitación de Alba, se podía percibir cualquier ruido,  por ligero que fuera, al haber tanto silencio, podría escucharse.

Y unos ahogados sollozos salían de la habitación de su madre. Alarmada saltó de la cama y se dirigió hacia donde Alana trataba de dormir. Con  la cara descompuesta, creyó que la había pasado algo.  Entró como un vendaval y se abrazó a ella asustada.

- Mamá ¿ qué te ocurre? ¿ Estás enferma? ¿ Te duele algo? Dime ¿ que es lo que ocurre?

- Lo siento, hija. No sé que me pasa. Sólo tengo ganas de llorar y siento una tremenda tristeza. No sé por qué. No lo puedo evitar

- ¡Oh mama! Lo siento ¿ Es por mi causa? ¿ Por haberte dejado sola?

- No cielo. La tengo desde hace mucho tiempo, pero ahora es... distinto. Y sé la causa

- Dimela, por favor.

- No puedo, no puedo- dijo sollozando

- Pero ¿ por qué ? Iré a llamar al médico

- Ni se te ocurra. Lo voy arrastrando desde hace mucho tiempo, y sé perfectamente a qué se debe. Sólo que no puedo hacer nada, porque no depende de mí.

- ¿ Se debe a mi apellido?

- No hija, me alegro mucho de que lo lleves.  Tu padre es un buen hombre y siempre te cuidará, porque él también te quiere.

Alba se dió cuenta, o creyó saber la razón de su depresión: su padre. Ese antiguo amor que revivió ahora con más intensidad. ¿ Cómo no se había dado cuenta antes? Le sigue queriendo. Se siguen queriendo. Hablaría con Alastair sobre ello. Habrá una forma de solucionarlo.  No quería ni pensar si su madre entrara en una depresión profunda. La quería muchísimo, más que a nadie. Estaba orgullosa de ella y le dolía que no tuviera suerte. Tenía que hablar con su padre.

- Pienso que él aún la quiere. Lo veo en la forma en que la mira y lo pendiente que está de ella. Si, mañana le llamaré antes de que salga para la oficina y le diré la situación que tenemos. No puedo dejar que sufra de esa forma. Aún es joven y tiene mucha vida por delante. Ambos son jóvenes todavía, y si se quieren como creo, aún están a tiempo de resolver viejos problemas, porque ahora ya no existen. No sé si podré dormir esta noche. Lo haré con ella por si me necesita. Sí eso haré, dormiré en su cama. La abrazaré a ver si se queda dormida.

En cuanto creyó conveniente,se puso en contacto con Alastair, que extrañado la preguntó si ocurría algo, dada la hora tan temprano en que le llamaba

- ¿ Ocurre algo? ¿ Cómo es que me llamas tan temprano? ¿ Estás bien, mamá está bien?

- Pues verás. No lo está. Anoche la sorprendí llorando, no quiso cenar, y ha dormido muy mal

- ¿ Has llamado al médico ?

- No quiere. Dice que sabe lo que la ocurre.  No sé qué hacer. No quiero alarmarla, pero yo si lo estoy. Creo que tiene una fuerte depresión, y me da miedo que vaya a más.

- Tranquilízate. Hoy no puedo ir por tener una reunión con editores extranjeros, pero en cuanto me vea libre de ellos tomo el primer avión. ¿ Dónde estáis en Dublín o en Connemara?

- Estamos en Dublín. Creo que pasaremos aquí un tiempo.

- Esta bien. Yo me ocupo de ello. Procura que ingiera algo de alimento.

- Así lo haré. Estoy muy preocupada.  Nunca la había visto tan triste, tan desmejorada.

- Ya... yo tampoco. Todo se arreglará, cariño. Ya lo verás.

Imaginaba lo que la ocurría, porque él lo había sentido hacía tiempo, cuando aún no sabía que tenía una hija. Y una luz de esperanza se abrió nuevamente en él. Lástima que tuviera ese compromiso ineludible, de lo contrario se pondría en acción ahora mismo.  Llamó a su abogado y le pidió un favor:


-MacDougall, necesito que me hagas un favor muy importante, y lo necesito cuanto antes.

- ¿ Qué te pasa ahora? Cada vez que te pones en contacto conmigo me echo a temblar. A ver ¿ qué te pasa?

- Necesito una licencia de matrimonio para ya. Para hoy mejor que mañana.  Es algo urgente

- ¿ Has vuelto a dejar a otra mujer embarazada?

- No, pero se trata de ella: está enferma y creo saber lo que la ocurre.

- Está bien. Me dejas preocupado ¿ tan urgente es ?

- Lo es para ella y para mí.

- Esta bien. Ahora me pongo con ello. Deseo que todo se normalice y podáis vivir tranquilos de una vez.

Miró el reloj y comprobó que la hora se le echaba encima. Atendería a esos extranjeros porque no tenía tiempo de aplazarlo, de lo contrario lo hubiera suspendido y a esta hora estaría  camino del aeropuerto nuevamente. Antes de viajar a Irlanda, necesitaba comprar algo. De nuevo se puso en contacto con  su secretaría que ya estaba en la oficina, para que fuera ella la anfitriona por una media hora:

- Necesito hacer algo, urgente. Así que ingeniatelas como puedas y sé la anfitriona hasta que yo llegue. Va a ser cuestión de poco tiempò, pero voy con la hora muy pillada.

- Pero, jefe... ¿ Qué voy a decirles?

- Diles que no he llegado aún de un viaje y el vuelo se ha retrasado, o qué se yo. Eres una chica muy ingeniosa, algo se te ocurrirá.¿ Cómo cuánto durará la entrevista?

- ¡ Ay jefe ! ni idea.

- Supongo que tendremos una comida de trabajo y después... Hazme un favor, pide un billete de avión para esta misma noche destino Dublín, sin vuelta

-¿ Para esta noche? ¿ Para el último ?

- Vale para el último, pero que sea para hoy. Si no pudiera ser, para el primero de mañana. Es urgente

- ¿ Ocurre algo ?

- No te preocupes, es personal. Y ahora salgo para la oficina. ¡ Ah y gracias por todo !


Se vistió apresuradamente y se encaminó al centro de Edimburgo, a una joyería. Les encargó unas alianzas y una sortija de pedida.  Lo haría todo casi al mismo tiempo. Esa sería la mejor medicina que Alana pudiera tomar para recuperar la estabilidad. ¿ Cómo no lo había notado antes?  Se mostraba siempre tan distante  de él, que cuando se acercó algo más a ella, le rechazó, y no se atrevió a ir más adelante. Pero ahora le sacaría el sí quiero a como diera lugar.

Y nervioso aguardaba en el aeropuerto para tomar el avión que le conduciría de nuevo a Dublín. Llamó a su hija anunciándole su llegada, pero que no dijera nada a su madre:

- Te esperaré levantada.  Gracias papá

- Dime¿ cómo ha pasado el día?

- Más o menos igual que cualquier otro. Fue al parque y tardó más de dos horas en volver. Me tenía preocupada, y desde lejos la estuve vigilando. Sólo se sentó en uno de los bancos y miraba al horizonte. Nada más. Al cabo de este tiempo, se levantó y regresó a casa.

- Está bien. No te preocupes. Estoy seguro que todo va a mejorar. Nos vemos en unas horas.  Me llaman, he de embarcar.  Te quiero.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 22 - Regreso de Italia

 Comenzó a escribir una nueva obra. Eso la mantendría ocupada casi todo el día, porque una vez que comenzaba, no sabía parar. Tampoco tenía otra cosa que hacer y así el tiempo se le pasaría rápido.

 Tal y como la prometiera Alastair, todos los días se ponían en contacto con ella.  Primero hablaba Alba con su madre, y después Alastair la ponía al corriente de lo que habían hecho o de lo que iban a hacer.  Pero cada día se extendía un poco más, y ella lo agradecía. La encantaba escuchar su voz; estaban contento, los dos.  El viaje estaba resultando todo un éxito y aunque echara de menos a su hija, la gustaba verla feliz, lo mismo que al padre.  Ambos lo necesitaban. Tenían que conocerse y ganar terreno al tiempo que les había robado tantos años.

Y pronto pasaron los quince días que estuvieron recorriendo Italia. La chica venía exultante de felicidad y asombrada por las cosas maravillosas que había visto. Alastair también llegaba más relajado y sonriente.

Alana había vuelto a Dublín y esperaba en el aeropuerto que llegasen. Estaba impaciente y deseosa de verles. Al menos la tendría en casa hasta Navidad, en que de nuevo lo pasaría con su padre. Pero mejor no pensar en eso, ni adelantar acontecimientos.

Cuando les vió salir, abrió los brazos en los que se refugió Alba riendo y besando a su madre. El padre las observaba y notó que Alana estaba algo más delgada y hasta un poco demacrada, y su aspecto le inquietó.

Mientras Alba deshacía la maleta para sacar los regalos que la habían comprado, Alastair preguntó a Alana si había estado enferma o la ocurría algo.

- No me pasa nada. Sólo que la he echado mucho de menos y mis comidas... bueno ya sabes cómo son mis comidas.  Eso es todo. En un par de días estaré perfectamente.

-¿ Acaso estabas preocupada por ella?

- ¡ No! ¡ Qué cosas dices ! La sabia segura y a salvo de cualquier tropiezo puesto que estaba con su padre. Sólo ha sido nostalgia, nada más.

- ¿ Por qué no vienes unos días a Edimburgo? Puedes trabajar allí lo mismo que aquí y tienes donde vivir, ya lo sabes

- Gracias, pero no es necesario.  Dentro de nada comienza el instituto y ha de estar aquí preparándolo todo.  Además querrá ver a Pierce ¿ Ha hablado con él durante las vacaciones?

- Todos los días.¡ Increíble !

- ¿ Por qué  dices eso? ¿ No recuerdas lo que tú hacías a su edad?

- Pues no, francamente.  Ya era bastante mayor para guardar recuerdos. pero sí algunas cosas, que traté de olvidar y no lo he conseguido.

Alana sabía a qué se refería, y si no lo imaginara,  bastaba observar su mirada oscura y seria fija en su cara.  Carraspeó ligeramente para cambiar de conversación mirando  por la ventana, y comentó:

Se aproxima el mal tiempo. Todas las mañanas hago un recorrido por ese parque que está enfrente de casa. Me encantan lo árboles en el otoño. Veo caer las hojas y formarse una alfombra de hojas. Y todo está en calma; hasta los patitos están más tiempo en su caseta que nadando. Y es que todo en esa época del año, se aletarga, para en primavera, ser una explosión de vida nuevamente. Lo echo de menos durante el invierno.

Él se había aproximado también a la ventana y observaba junto a ella el paisaje que le describía.  Estaban muy cerca, casi se rozaban. Entre ellos, fijos en el exterior, había un silencio áspero, que sin embargo era muy elocuente.  En un instante él apoyó su cabeza en la de ella y depositó un ligero beso en su pelo.  Ella dió un respingo, que él interpreto como que no la había gustado que lo hiciera, y de inmediato se retiró.

 Alana pensaba ¡ cuánto había echado de menos su proximidad ! , pero no dijo nada cuando él se separó bruscamente.

-Bueno ahora tocan los regalos. Porque ¡ cómo no íbamos a traerte algún regalo! - dijo Alastair para cambiar el silencio que se había hecho entre ambos, demasiado elocuente. Extrajo de una bolsa una caja empaquetada para regalo y se la entregó a ella. La gustó ese detalle, e impaciente comenzó a romper el papel de regalo y a abrir la caja.  Ante sus ojos apareció un chal de finísima seda y de color pálido celeste.

- No sabía que traer. Alba lo vió y es el que elegimos. También un frasco de perfume; tu preferido, según ella me indicó.

-¡ Oh es precioso ! - y se lo puso rodeando su garganta , y en verdad la favorecía muchísimo. 

Y también destapo el frasco de perfume. Depositó unas godas en el reverso de su mano, y frotó una con otra para distribuir el aroma.

No la quitaba la vista de encima, y sonreía satisfecho de que la gustara. Tenía la sensación de estaba más lejana que cuando se fueron. Notó que su cara estaba más triste, y que unas ojeras rodeaban sus ojos, restandoles la viveza que siempre había tenido. Interiormente se preocupó, pero no sabía cómo abordar el tema. Lo había iniciado y ella dió evasivas, restándole importancia, pero se había dado cuenta de que no era la misma, estaba apagada y no sabía como podía remediarlo. Lo hablaría con Alba, aunque no quería hacerlo; lo disimularía lo mejor posible, pero debía estar atenta y cuidarla todo lo que pudiera. No quería ni pensar si cayera enferma. Le gustaría abrazarla y decirla que no pasa nada. Que él seguía queriéndola y así sería siempre. Que tenían todos los ingredientes para ser felices. Habían aclarado todo sus problemas y tenían una hija excelente ¿ qué más podían pedir? La notaba inseguro y desganada. 

- Estos quince días han debido ser terribles para ella. Pero ¿ por qué? Creo que la he demostrado que la sigo queriendo, que estoy pendiente de ella... Y sin embargo me rehuye siempre que puede.  Se la ve nerviosa cada vez que estamos juntos, y yo no me atrevo a nada, a decirla el por qué no estamos juntos, una vez que hemos solventado nuestros problemas. Imagino que sus razones tendrá. ¿ Tendrá un amor no correspondido?  No creo, porque a veces la noto cercana, en cambio otras pienso que me borraría del mapa si pudiera.

Alba seguía hablando con Pierce, y Alastair empezaba a ponerse nervioso. No sabía de lo que hablar con ella, sostener una mínima conversación. Ella se retorcía las manos nerviosa e impaciente.  No podía demorar más esta violencia, así que se despidió.

- Llamaré más tarde para despedirme de ella. 

-¿ Te vas ya ?- respondió Alana

- Si, he de irme.  Mañana tomo el primer vuelo que salga para Edimburgo. Os llamaré cuando llegue, si no te importa.

-¿ Por qué ha de importarme? Al contrario me gustará escucharte

- ¿ Puedo pedirte un favor ? - dijo él

-¡ Claro, el que quieras !

- Cuídate. Ya tienes aquí a tu niña.  Por favor, hazlo.  Me preocupas mucho

- Lo haré, pero ve tranquilo, no me pasa nada.

La beso tenuemente en la frente salió de la casa. Llamó desde el hotel para despedirse de Alba como había prometido. Le hizo bastantes recomendaciones a su hija, encerrada en su cuarto para que Alana no les escuchara.

- Alba, cuida de tu madre. La he encontrado desmejorada y muy triste. Me preocupa mucho; no lo quiere reconocer, pero algo la ocurre. Permanece atenta a cualquier gesto . Te llamaré a diario, pero procura que no te escuche. He hablado con ella, pero parece que no le ha gustado mucho. Creo que ha pensado que soy un meteme en todo. Te la recomiendo: cuídala.

-Descuida papa.  Yo también la he notado algo tristona.
Seguramente ha sido por mi ausencia. Estaré pendiente. Ten buen viaje y en cuanto llegues, me llamas. Sea la hora que sea ¿ vale? Yo también me preocupo por tí. No creas que no me doy cuenta de lo que pasa

- ¿ Vas a ser una vieja gruñona? - la dijo el padre riéndose - Yo estoy bien. Bueno, cuidaros, las dos. Os quiero.- Y cortaron la comunicación.


domingo, 22 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 21 - La primera visita a papá

 Todo volvió a la normalidad en la vida de cada uno de ellos, una vez pasada la primera impresión de tan inesperados acontecimientos. El verano llamaba a la puerta y el miedo a ello en Alana, que temía la hora de que su hija las pasase con su padre. Se le hacía extraño pasar unas vacaciones sin ella, pero por otra parte comprendía que así tenía que ser. Alba iría a Edimburgo, aunque creía que su padre la tendría preparada alguna sorpresa, quizás algún viaje más allá de las islas británicas. Esperaba que se lo comunicaran, mientras tanto, ella lo pasaría en Connemara, en su refugio, y con un poco de suerte emborronando renglones para una nueva obra.

Volvería  a firmar  con su nombre las nuevas novelas que crease, ya que lo que la hizo renunciar a ello, era que no quería ser localizada, pero ya nada importaba, lo sabía, así regresaría a ser ella misma, con su fotografía en la contraportada, en lugar del símbolo escocés.

 No dejaba traslucir el estado de ánimo que tenía casi siempre. Porque su cabeza no paraba de dar vueltas entorno a Alastair, y ¡cómo no!, a Alba. Tendría que acostumbrarse, porque en el futuro eso sería así.

Alastair le anunció que, efectivamente, deseaba darla una sorpresa. sólo ella lo  sabía, y debía guardar silencio. La llevaría a que conociera Italia. Sabía que la gustaría, así que serían sus primeras vacaciones juntos y debían ser por todo lo alto.

-Quiero darla una sorpresa, por eso  te ruego no  digas nada. Que lleve el pasaporte, por si acaso.  Deseo que conozca la Europa continental, aunque sea poco a poco, sólo podrá ser en  vacaciones, pero me hace ilusión ser yo quién se lo muestre. Me hubiera gustado que... Bueno da igual, tu ya me entiendes.

- No, no te entiendo, o quizá no quiero entenderte. Le contesto Alana muy secamente.

No tenía ninguna esperanza de que pasando el tiempo sus relaciones fueran diferentes, pero estaba visto que había perdido completamente el carácter alegre y jovial que en otro tiempo tenía. Se había vuelto amargada y lo disculpó en parte, porque a ella le había tocado la parte más difícil. Criar un bebe sin tener a nadie que la ayudara, debió ser difícil, muy difícil. Y lo había hecho bien. Tenía una hija extraordinaria y se lo debía a su madre. Por eso la disculpaba a veces que estuviera fría y hasta antipática con él. Si hubiera sido a la inversa no sabía cómo habría podido salir adelante.


El cambio de vida de Alastair había sido a la inversa: de sentirse atrapado en un  matrimonio sin amor, y enamorado de un imposible, a encontrarse con que ese amor había tenido su fruto en una hija inesperada y maravillosa. Todo el difícil trabajo de ser padre, se lo habían dado hecho.  Por eso deseaba compensar a Alana de alguna manera, pero todavía era demasiado pronto para proponerla que les acompañase en las vacaciones.

Le dolía que ella se quedase sola por primera vez desde que nació Alba, pero debía acostumbrarse, porque de ahora en adelante  no tardaría en decirles que las vacaciones las pasaría no con su padre o con su madre, sino con su novio.

Y al pensar eso, sintió un puntito de coraje; apenas la había recuperado y pasando no demasiado tiempo, tendría que dejarla ir a los brazos de otro hombre del que estuviera enamorada. Esa sería la parte más difícil. ¿ Estaría preparado para ese momento? No lo creía, claro que aún tenía unos años por delante, pero pasaban ¡ tan rápido !.  Suspiró y dejó de pensar en ello. Aún estaba lejano, todavía estaba bajo su tutela.

Llegó el día de la partida hacia las vacaciones. Alba daba saltos de alegría acompañada por Alastair, sin embargo Alana les miraba con envidia y su sonrisa quería ser de alegría, pero sólo era una mueca de difícil disimulo. Le miraba, no con envidia por ir con su hija: ella la había disfrutado muchos años, era justo que le tocase a él.  No era eso lo que sentía, sino la nostalgia de otros momentos con él, inolvidables, marcados a fuego en su retina y en su vida.

Si se pudiera dar marcha atrás a la vida, lo haría sin dudarlo y sin reprocharse nada. Ahora que sabía que su matrimonio había fracasado y el viaje lo realizó para escapar de la realidad que le tenía prisionero, y que ella fue la llave que abrió esa cárcel en donde estaba encerrado. Que su relación de amor inquebrantable había sido la válvula de escape para él, y sin embargo el tormento mayor para ella.

Pero todo había terminado, y ahora lo que tenía de él, no era amor, sino quizá comprensión o lástima. Por eso siempre estaba alerta a la más insignificante manifestación de acercamiento por parte de él. No quería inspirar lástima por nada del mundo. Eso sólo quedaría para ella cuando estuviese a solas. Reconocía que siempre había sido de un carácter muy reconcentrado debido a su vida en parte truncada por la muerte de sus padres. Había influido en su carácter retraído y poco comunicativo. Al menos había conocido el verdadero amor, pero no estaba destinado para ella y debió renuncia una vez más. 
Terminó llorando, como siempre, y a solas, también como siempre. 

Había despegado el avión en el que iban padre e hija, y ya les echaba de menos.  En el aparcamiento del aeropuerto estaba aparcado su coche, y desde ahí partiría a su lugar entrañable que la vió nacer: Connemara.

La llamarían en cuanto tomasen tierra y estuvieran instalados en el hotel. Quedaron en llamarla a diario, al menos podría hablar con ellos... con él. Se daba cuenta, cada día más, que le echaba de menos, y las pocas veces que la había abrazado, sentía que nuevamente se abrían las heridas, y que lo que deseaba era estar a su lado.  Que la dijera que aún la amaba y que quería estuviesen juntos para el resto de su vida. Pero eso ya era imposible, él tenía su vida en otro lugar y posiblemente otras amistades que le hicieran olvidarse de ella. Pensaba que la tenía cariño, pero como se puede tener a una hermana.  Y ella quería más. Deseaba que la amase en toda la extensión de la palabra, que la amase como lo hizo en el tren, con pasión irrefrenable.
Se consideraba una mujer madura y libre de cualquier complejo. Había visto la cara amarga de la vida y sólo quería ver la dulce que el amor correspondido proporciona, y sólo lo encontró en él, pero está lejos, muy lejos de ella. Ya no puede ser.

Recordaba su forma de reír, sus ocurrencias,sus miradas penetrantes, sus besos tan cálidos. La primera vez que se sentó a su mesa y entablaron una conversación, y la primera vez que la tuteó. Fueron tan sólo quince días. Los únicos felices de su vida, porque después llegó la incertidumbre, el dolor y la desesperación por su único y fracasado amor. Y la envidia y los celos de que otra mujer,  la entonces su esposa, recibiera las caricias que ella había tenido.

Mientras conducía rumbo a Connemara, su pensamiento estaba permanentemente con ellos. Estaba cansada anímicamente y deseosa de encontrarse en aquella casa que la vió nacer y crecer y fue testigo de tantas desventuras.Se repetía que era una mujer muy desgraciada, que no merecía tanta mala suerte como había tenido desde muy joven. Sabía que Alastair había sido y siempre será el primer y único amor de su vida, ya irrecuperable. La trataba cariñosamente, condescendiente, y la horrorizaba que pensase: ¡ pobrecilla, qué desgraciada es ! Y era cierto, no era feliz, pero tenía a su hija. Y ¿ por qué tienes a tu hija? porque él la engendró, se respondía así misma. Estaba marcada por cualquier cosa de la que él fuera partícipe.  Quería al mismo tiempo romper ese vínculo que la subyugaba, que la embriagaba por las noches al soñar con él. ¿ Cómo hacerlo ? ¿Cómo conseguirlo? No  quería renunciar a ese recuerdo,  y no lo conseguiría nunca.  Sólo pedía que él no se diera cuenta de cuánto le amaba.

Seguía llorando en su cama, en Connemara, cuando el teléfono la sobresaltó. ¿ Serán ellos? Si lo eran, ya habían llegado.  La alegría de Alba la hizo sonreír y olvidar por un instante la congoja que aún sentía.  Sabía que su hija estaba exultante de felicidad, y también se lo debía a él. Comprendió que todo lo relacionado con su vida , siempre él era el participante.  Y su voz la sacó de la negatividad

- Alana, ya estamos en el hotel. estamos bien. Alba está nerviosa. Ahora saldremos a dar una vuelta, lo quiere ver todo y te nombra constantemente. Yo también te echo de menos. Me hubiera gustado que nos acompañases, pero bueno habrá más ocasiones. Cuídate. Te llamaremos todos los días. Hasta mañana.

- Me llamarán todos los días- repetía como si alguien la escuchara.Esperaría impaciente la llamada día a día. Eso aliviaría en parte su soledad. Puso música, muy baja, suave, pero que a ella la inspiraba.  Abrió el cuaderno en donde apuntaba sus ideas y puso " Escaleta " . Trazó una raya verde sobre ese nombre y se dispuso a emborronar con ideas unos folios .




sábado, 21 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 20-Comida para tres

 Al llegar a casa,  Alba encontró a su  madre cabizbaja, y se alarmó creyendo que habían discutido, pero se tranquilizó cuando  le explicó que todo había ido bien y no había habido ningún problema.

- Mañana terminaremos todos los trámites para finalizar con este asunto. Iremos al juzgado para cambiar los apellidos y oficializar que eres su hija. Me ha pedido que fuera con él y yo he aceptado

-  Me alegro máma, no sabes cuánto. Os quiero a los dos, y a ambos teneros cerca.  Me echo a temblar cada vez que os miráis de esa forma como hicísteis en el Centro en Edimburgo.  Creí que íbais a poneros a dar voces en medio de toda la gente. Mejor así ¿ no te parece?  Soy muy feliz mamá, aunque no completamente, pero...  Quiero ir con vosotros ¿ puedo?

- Se lo tendrás que pedir a papa; es él quién lleva la voz cantante. Si deseas hablar con él ha dicho que está en el hotel de siempre, así que creo deberías llamarle. Le saludas y a la vez se lo comentas. Te dejo a solas por si queréis hablar algo vuestro.  Estaré en mi habitación.

Y salió del salón para que hija y padre hablaran con tranquilidad. Y Alastair aceptó encantado. Los tres sellarían para siempre el nacimiento legal de esa criatura que, se diría,  había obrado el milagro de volver a unirlos, aunque sea una unión con reparos, pero menos es nada, pensó.  Siguieron hablando de cosas intrascendentes, pero ambos sentían el impulso de establecer comunicación que no había habido durante los primeros años de su nacimiento. Ambos se mostraban contentos, aunque una sombra flotaba entre ellos.

Al terminar de hablar, la chica fue en busca de su madre y la halló en su dormitorio.  Últimamente se encerraba en él, quizá fuera porque era en la única habitación de la casa en que se encontraba libre de miradas  analizando si estaba contenta o triste. Y lo cierto es que ésto último era lo que primaba. Estaba feliz por su hija, porque al fin nadie se refiriera a que era hija de madre soltera, aunque lo fuera , pero nadie tenía el derecho a especular con ello. Reconoció que Alastair había sido muy generoso, al ni siquiera plantear alguna duda. Estaba muy seguro de ello, al menos aparentemente, y no tuvo duda alguna en darle sus apellidos.

Pero también sentía una inmensa tristeza por haberle perdido, cuando era totalmente suyo. Los celos, la inmediatez de su separación, quizá fueron las culpables de aquella última vez que se vieron y que fue el principio del fin.  Eso ya no tenía arreglo, así que sería mejor echar el cerrojo de esa historia que pudo ser y no fue.

Puntual, Alastair se presentó en el domicilio de ellas; las recogería y los tres juntos se personarían ante el juzgado. Allí les esperaría el secretario de MacDougall, por si fuera necesaria su presencia.  Pero no lo fue y los trámites fueron relativamente sencillos.

Alba no pudo evitar emocionarse cuando tuvo en sus manos el pliego de papel que certificaba su nacimiento y los apellidos.  Con lágrimas en los ojos, y bajo la atenta mirada de sus padres, ella leyó en voz alta.< Nombre: Alba Shepherd O`Sullivan - Padre Alastair Shepherd - Madre Alana O`sullivan...>

Necesitó varias lecturas, ya en su casa, para convencerse de que todo estaba concluido, excepto un trámite: las visitas.  Pero esperaba que eso también llegara a buen término.

Se despidieron, en la puerta del Juzgado, del secretario que MacDougall había enviado. Rechazó la invitación para tomar siquiera un café, alegando que tomaría el primer vuelo de regreso a Edimburgo. Y de nuevo el silencio se estableció entre los tres.

Caminaba entre medias de sus padres. Alana con la cabeza baja y Alastair miraba al frente, y sin duda pensando en lo que acababan de hacer. Ninguno se atrevía a romper ese silencio, y fue él quién lo hizo.

- Bueno, pues ya está. Propongo que para celebrarlo, comamos los tres juntos en un restaurante ¿ os parece?

Alba aceptó de inmediato, y al no responder, padre e hija dirigieron sus miradas hacia Alana que a duras penas contenía el llanto.  Alastair se puso al lado de ella, y tomándola una mano, la miró de frente:

- ¿ No estás contenta? ¿ Te ocurre algo?

- No, en absoluto, me siento feliz y contenta, aunque no lo parezca. Se ha cumplido su sueño, ya no será ...

- ¿ Qué no será ? Nunca lo ha sido ni lo será jamás. Ni siquiera lo insinúes, ni lo vuelvas a pensar, o tendrás constancia de lo fuerte de mi carácter. Has sido una buena madre y has hecho con  ella un trabajo estupendo, teniendo en cuenta  que estabas sola y sin experiencia en ese terreno.  No puedo sentirme más orgulloso de mis dos mujeres

Alana se quedó sorprendida al escuchar esa frase: 

-¿ Sus dos mujeres? ¿ Por qué me considera su mujer si no lo soy? Ha sido exquisito y condescendiente, pero no puedo evitar el  pensar si lo ha hecho convencido o por cumplir, como se suele decir.

- Alana, es mi hija y tu has sido y eres muy importante.¡ Su madre ! ¿ Te parece poco? ¡ Sois mi familia, ambas!

- Has sido generoso, pero... pienso que hasta hace menos de una hora, era totalmente mía, y ahora...

- Y ahora has de compartirla conmigo ¿ no es eso? ¡ Soy su padre y me parece que es justo!

- No, no me mal interpretes. Estoy contenta y feliz, y me alegro de que lo hayas hecho, sólo que ha sido todo demasiado rápido. Hasta hace poco yo tenía una vida organizada sólo con  nosotras dos, y sin embargo ahora unas bases, han organizado nuestras vidas, tanto la tuya como la mía. Tenemos que estar sujetos a unas normas, y es justo y normal, solo que ni siquiera se me había pasado por la imaginación que esto pudiera ocurrir. Me había hecho a la idea de que estaríamos así toda la vida.

- La vida es cambiante, Alana. Todo se mueve a nuestro alrededor, y lo que hacemos o decimos hoy, quizá mañana sea totalmente opuesto. He de decirte que no me lo creo tampoco, pero que mi felicidad y contento me llenan por completo. Me gustaría que tú tuvieras la misma sensación.

- Y la tengo, la tengo.  Ha tenido la suerte de tener al mejor padre que pueda existir

- Pues entonces, si apruebo tu examen, sé feliz por una vez en tu vida, Alana. Todo se normalizará y volveremos a tener la vida ordinaria, sólo que tendremos un aliciente. ¡ Vamos, mujer alégrate !

- Eres bueno Alastair, un buen hombre y mereces ser querido.

- ¿ Ya habéis terminado de confesaros? - interrumpió Alba contenta.

- ¡ PAPA ! - dijo pomposamente- Ahora sí podre llamarte así - y rompió a reír contagiando a sus padres.

Y sí ,comerían los tres en un restaurante y charlarían como hacen las familias, aunque ellos fueran muy particulares.

Caminaron tranquilos, despacio, distanciando al máximo la hora de la despedida. Alba había quedado con Pierce, que sería presentado a su padre cuando algo más de tiempo hubiera transcurrido. Y ese fue  el tema de conversación de ambos.

- Parece un buen muchacho - explicó Alana .- Quiere ser arquitecto, así que les aguarda un largo camino de espera. ¡ Quién sabe si terminarán casándose ! Son ¡ tan jóvenes …!

- Querida Alana-  Era la primera vez que la llamaba querida desde su ruptura.  Claro, pero es que no se habían vuelto a ver y el tratamiento era bastante distante.
- Nadie sabe lo que la vida nos depara. Tan sólo cuando llegamos a viejos, podemos calibrar si la vida nos ha recompensado o hemos vivido con la frustración del fracaso. Sólo puedes aventurar lo que sientes en un momento determinado, porque el resto del mañana , es una aventura que todos ignoramos.  La prueba la tienes en nosotros mismos. ¿ Quién nos iba a decir...? Bueno, ya sabes a lo que me refiero.

- Cierto, respondió ella -. Sólo espero que por el bien de nuestra hija, lleguemos a ser unos buenos amigos. Me acostumbré a no pedirle nada al destino, o como quieras llamarlo, sino mirar con lupa lo que me espera. Pocas sorpresas espero recibir y, las que vengan ,al menos, que sean buenas.  Creo que mi factura ya está saldada y ahora sólo lo que busco es tranquilidad.

- Mañana vuelvo a Edimburgo. Te prometo que estaremos en contacto. Yo también deseo que tengamos paz, creo que nos lo hemos ganado.

La acompañó hasta que llegó a su casa, y allí se despidieron. Alastair tomó un taxi rumbo al hotel. A primera hora del día siguiente, tomaría el primer vuelo a Edimburgo a seguir el ritmo de vida que estaba llevando hasta que se convulsionó con la aparición de Alba.



Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 19 -La normalidad

 Todo transcurrió con normalidad, pero dos de los trámites los quiso efectuar él en persona. Sería una oportunidad de verse con ella y charlar tranquilamente si es que la situación lo requería. Se lo anunció a su abogado y a su hija, pero Alba no debía decir nada, para  que fuera un secreto entre ellos dos. Y escogió un miércoles para viajar a Dublín. ¿ Por qué un miércoles? Para que diera tiempo a concluir la encomienda que llevaba.

Se presentó por sorpresa en casa de Alana. Era la primera vez que iba, y por ello fue Alba quién le dió la dirección a escondidas de su madre. Les dejaría solos con el pretexto de salir con Pierce. ¡ Otra sorpresa! Su hija ya tonteaba con un chico.

-¡ Santo cielo, qué deprisa ha corrido la vida! - pensó

Habían vuelto a vivir en Dublín por motivos de trabajo de Alana, pero iban a menudo a Connemara.  Allí se sentía a gusto, y daba largos paseos por la playa inmersa en sus pensamientos.  Habían ocurrido cosas  inesperadas en los últimos tiempos, y tenía mucho en lo que pensar. La alegró el saber que de nuevo se iban a entrevistar, y adelantó el retorno a la capital para facilitarle más el viaje. No sabía si él conocía Connemara, sólo que había nacido allí. No les había dado tiempo para más. En tan sólo quince días cambió su vida radicalmente. Y Connemara fue su refugio durante el embarazo, y después también, cuando buscaba inspiración y allí la encontraba a veces.

Miró el reloj y comprobó que hacia mediodía él estaría allí. Se miró al espejo y revisó su vestido y su peinado.  No quería exagerar el arreglo para que él no se diese por aludido. Llevaba unos vaqueros y una blusa, quizá algo grande, holgada, pero que le daba libertad de movimientos. No era la primera vez que se vestía de esa forma. Organizó su mesa de escritorio que estaba llena de folios garabateados y desordenados, como para dar la impresión de que estaba trabajando, pero desde que supo que él iría a su casa, no podía ni siquiera pulsar el ordenador.  Se enfadó consigo misma:

- Pareces una colegiala que va a salir por primera vez con un chico. Y tu ni eres colegiala, ni es la primera vez que estarás con él, ni él siente el más mínimo interés por ti. Así que espabila y déjate de historias.

Desilusionada por esa reflexión se dió la razón. Era absurdo albergar cualquier síntoma de que le seguía interesando. Han pasado muchos años y la distancia todo lo aplaca. Desde lejos se ve todo más claro, y ya ves le interesa solamente la niña; tu, hace mucho que pasaste a un segundo término.

El timbre de la puerta la sacó de su reflexión dándole un ligero sobresalto.  Los nervios los tenía en la boca del estómago.  Sólo pedía serenidad; que él no notara  que la alteraba. Quería mostrarse natural, como si hablase con otra persona, como si fuera lo más lógico del mundo. Pero dudaba mucho que lo consiguiera.

- ¡ Hola ! - fue el saludo de él. Eso y una profunda mirada que recorrió su cuerpo de arriba abajo, deteniéndose en su rostro. Deseaba embeberse en ella, grabarla en su mente, porque sería difícil otra reunión como la de hoy.

Sus ojos echaban chispas y hacía que Alana se pusiera nerviosa. Hacía mucho que no recibía una mirada como la que él la estaba dedicando. Desde que se separaron, nadie la había mirado como lo hacía él, en estos momentos.
El azul de sus ojos se hizo más oscuro; daría cualquier cosa por entrar en su cabeza y conocer  lo que estaba pensando . Reaccionó y echándose a un lado le indicó que pasara. Iba delante de él y eso la ponía más nerviosa aún. Sabía que su mirada estaba fija en los vaqueros ¿ Se los había puesto adrede?.  Llegaron a un salón no muy grande, en donde ellas solían ver la televisión, ahora apagada. No sabía cómo romper el hielo y lo único que se la ocurría era en ofrecerle algo para tomar, y que de una vez dejase de mirarla.

Recordó la primera vez que se vieron en el tren y un escalofrío recorrió su cuerpo.  Creía haber superado la separación, pero no era cierto.  Estaba viva y muy viva, a pesar de haberlo deseado con toda su alma.  Por eso temía el encuentro, porque no estaba segura como reaccionaría si Alastair daba alguna muestra de acercamiento. Además estaban solos y eso la hacía más vulnerable. Descartó todas esas ideas de su cabeza. Había venido para ultimar algo importante como registrar a su hija en el juzgado y concertar las visitas de la muchacha.

-Céntrate en eso y nada más.  No ha venido para conquistarte, por otra parte tal y como estás, lo conseguiría fácilmente. Déjate de pensar en otra cosa que no sea lo pactado. El tendrá su vida, y creo que no cabes en ella.

Esos pensamientos, que por otra parte la asaltaban con frecuencia, hizo que su rostro a veces sonriente, se tornara tenso. Y no quería sentir esa sensación, y esperaba que él no lo notase. Pero algo había en el ambiente bastante cargado de electricidad entre ambos, pero él parecía más dueño de sí mismo. No exteriorizaba nada, ni siquiera que  los nervios pudieran traicionarle.

Pero él también estaba tenso y demasiado callado para lo que quería.

-¿ Deseas tomar algo? - le preguntó ella

- Un poco de agua, por favor

-¿Agua. No te apetece un whisky?

- Ahora ¿tomas whisky?

No, pero creí que te gustaría tomar una copa

-¿ Lo has comprado por mí?

- Si, lo cierto es que ha sido así. No importa; te traeré el agua

- Ponme un whisky, anda. ¿ Por qué estás nerviosa, que te ocurre?

-No me ocurre nada, sólo que... solo que...

Tuvo que salir rápidamente en busca del agua. Un nudo en la garganta le atenazaba. Las palabras no salían de su boca, ni quería llorar, ni que él se diera cuenta de los sentimientos que en estos momentos tenía. Iba a legitimar a su hija, y pactar las visitas.  Y eso significaba que ya no sería exclusivamente de ella, y que tampoco la tendría como ahora.  Se secó rápidamente las lágrimas y se giró para llevarle una jarra con agua, pero en la puerta estaba Alastair que la miraba muy serio.

-¿ Puedo saber que te ocurre? No quiero que sea un disgusto. No quiero violencias. Creo que podemos arreglarlo todo con buenas maneras. Tendrás que dejarla pasar algunas temporadas conmigo, pero no hará que deje de quererte. Comprende que yo también tengo derecho

- Lo sé, lo sé. Sólo que me ha pillado de sorpresa y tardo en asimilarlo. Es justo, no deseo guerras, pero no me termino de hacer a la idea. Ha sido todo muy precipitado, muy de pronto, y tardaré en asimilarlo. Estoy feliz por ella, porque al fin ha conseguido su sueño. Y también me tendrá qué explicar cómo supo todo lo concerniente a este caso

-Yo también he de asimilarlo, no es fácil para ninguno de nosotros, excepto ella que creo tenía un plan preconcebido. No me temas; nunca haré nada que os perjudique o que a tí te haga daño. Nunca lo haría, jamás. Deseo que seamos buenos amigos, que llevemos todo con la máxima normalidad.  Siempre me tendrás a tu lado, y podrás contar conmigo en cualquier circunstancia. Sois mi familia, y fuiste muy importante en mi vida. Estaré siempre a vuestro lado.

Dió unos pasos hasta llegar a la altura de Alana y la abrazó suavemente, y entonces ella no pudo contenerse, y abrió el dique que llevaba conteniendo desde hacía mucho tiempo.Su cercanía, ese suave abrazo, el olor a su perfume. El raspar su mejilla con su barba  la hicieron sentir que el tiempo había retrocedido y que entre sus brazos estaba segura, protegida y que con él, nada ni nadie podría dañarla. Pero también pensaba que él tenía su vida ajena a ella. Había pasado demasiado tiempo y era seguro que , tendría otras compañías y que no recordaría las caricias que ambos se dieron en aquél tren. ¡ Cuanto hubiera dado porque él no hubiera confesado que estaba casado. Que ambos estaban libres ! Ni siquiera podía imaginar cuánto se hubieran amado, y qué felices hubieran sido con el nacimiento de Alba.  Pero eso ya pertenecía al pasado y no volvería a repetirse.

Deshizo suavemente el abrazo y se miraron. Él limpió sus lágrimas, y entre ellas Alana vió como su boca se acercaba a la de ella.

- No - dijo bruscamente apartándose de él.

- ¿ No qué? No te entiendo Alana, y nunca creo lo conseguiré. Bien, he venido para algo, así que si te parece vayamos a ello.

La magia del momento, de ese momento que podría haber sido algo importante, se había esfumado. Había sido la última oportunidad, pero ¿ estaban preparados para ello?. El resto fue muy profesional. Sentados uno frente al otro, a una corta distancia, Alastair extrajo de una cartera, los documentos que debían examinar, para que ella  diera el visto bueno.  Las manos la temblaban y podía percibirse a simple vista por el tenue movimiento de las hojas del papel. Él también lo observó, pero no dijo nada sino que la explicó brevemente lo que ya la había anticipado por teléfono y la señaló el lugar en donde debía firmar.  Hecho esto, volvió a guardarlos y se levantó para irse. Ya en la puerta se volvió hacia Alana, y la dijo:

- Me gustaría mucho que mañana me acompañaras al juzgado ¿ puedes hacerlo? sería fantástico que estuviéramos los dos?

- Desde luego. Allí estaré

- Bien, pues entonces hasta mañana. Estoy en el mismo hotel, si necesitáis localizarme ya lo sabes

- De acuerdo. Hasta mañana

Al cerrar la puerta, se recostó sobre ella totalmente desmoralizada. Acababa de poner el broche final a algo que quizá, sólo quizá fuera una reconciliación definitiva, pero ella la había cortado, una vez más.


viernes, 20 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 18 -La vida ya no era la misma

 A la hora concertada Alastair se personó en el hotel para recoger tanto a ellas, como a sus amigas. Era amable con las amigas de su hija. Quería borrar la mala impresión que dieron cuando se conocieron. Hasta Alana se mostraba más sonriente. Alba miraba a uno y a otra. ¡ Si todo fuera así !, pensaba con una vaga esperanza de que sus padres de nuevo volvieran a estar juntos. Pero tan sólo era una careta para mostrar en público.  Casi ni se habían saludado.  La sonrisa de Alana, se notaba que era forzada, y lo cierto es que estaba nerviosa y deseando subirse al avión. No se miraban, ni siquiera por el espejo retrovisor. Alana daba la impresión de que estaba violenta si él lo hacía, por eso optó por dirigir su mirada a la ciudad " A modo de despedida",  justificó. Alastair sabía que estaba deseando perderle de vista. En cambio él, a pesar de todo, quería  que ese trayecto durase una eternidad, y que sólo estuvieran ellos dos, solos, como en una burbuja.

Durante toda la noche había pensado en ella, y la furia que sintió por toda la discusión, se había diluido y transformado en lo que siempre había sido: amor


Todas las amigas se despidieron de él amablemente, agradeciéndo les hubiera llevado al aeropuerto. La despedida más entrañable, sin duda, fue entre padre e hija. Había venido de vacaciones y se marchaba con un padre de lo más guapo que alguien pudiera concebir. Cariñoso y educado. Alba se reunió con sus amigas, dejándoles solos. Se miraban muy serios, sin parpadear, tampoco sin hablar. Quién sabe lo que cada uno pensaba.  Fue Alastair quién se aproximó a ella besándola en la mejilla. Y Alana volvió a sentir ese latigazo especial cuando estaba próximo a ella. 

Las vió desaparecer por el túnel de embarque rumbo al avión y suspiró profundamente. ¡Lástima!, pensó.Se encaminó a la salida y de allí iría al despacho de  MacDougall. Tenía que hablar con él del cambio que había experimentado su vida. Quería reconocer a su hija, y un nuevo testamento. Ahora todo había cambiado, ya no era lo mismo que hacía apenas veinticuatro horas.  Todo había sido muy rápido, y un cambio total que aún no lo creía posible. También solucionar el convenio de visitas, porque a eso si que no renunciaría. Debía recobrar cuanto antes el tiempo perdido, porque Alba, también así lo deseaba; se había encontrado con un padre, cuando pensaba que nunca le conocería.

Entró en el despacho del abogado que le esperaba. Estaba impaciente nervioso e indeciso, por tener que relatar desde el principio lo que su hija le había adelantado. Se estrecharon las manos, y el amigo y abogado, se dispuso a escuchar el relato, desde el principio, aunque parte de él ya lo conocía, pero el desenlace ni podía imaginarlo.

Transcurrieron más de dos horas largas entre relato y medidas a tomar. Alastair estaba intranquilo, pero el amigo le tranquilizó:

- No te alteres ni te preocupes. No es un caso complicado: la reconoces y la declaras heredera universal, dejando una parte para Alana. Sencillo, sin complicaciones. Iremos  al Juzgado mañana mismo . Redactaré el pliego de visitas  y sólo resta que ella no ponga objeciones. Si la jovencita está de acuerdo, podrá visitarte siempre que quiera. La única pega es que vivís en países distintos y ha de viajar. Pero  ¿Alana está conforme?

- Me ha dicho que nunca será un obstáculo, así que pienso que dará facilidades.  No deseo juzgados ni jueces. A poder ser, llegar a un acuerdo entre nosotros.

- Bien, pues creo que no hay más que hablar. Cuando tenga listo el pliego,  lo llevará, para que lo firme Alana, un secretario de mi bufete en Dublín y caso cerrado. Quédate tranquilo que todo saldrá bien. Te noto muy nervioso. Te comprendo, ha sido algo inesperado ni siquiera imaginable, pero ya ves, la vida te da esas sorpresas.  Y ellas ¿ cómo están ?

- Conozco muy bien a Alana, aunque  piense que no. Sé que lo estará pasando mal; ha sido todo rápido, sin poder asimilarlo. Vinieron para premiar a la niña sus buenas notas, y ya ves lo que ha resultado. Aunque pienso, a veces, que Alba eligió Edimburgo para buscarme. No lo sé, pero me da esa impresión. No quiero ni pensar lo mal que lo ha pasado desde que ella tuvo consciencia de que no sabía quién era   su padre. Yo también he de procesarlo

- Dime una cosa ¿ No tienes la más mínima duda de que esa chica es tu hija? Nunca hablaste de ello

-¡ Es que no lo he sabido!, y ha sido todo por casualidad. Y no, no tengo dudas. Coincide plenamente con nuestra relación, y sé que Alana nunca mentiría. Ha vivido durante muchos años con ese peso y lejos de buscarme, ha puesto tierra de por medio porque no quería que lo supiera.

-¿La sigues queriendo?

- Más que nunca, aunque parezca una locura, pero ella a mí no. Es más creo que me detesta, máxime ahora que deberemos compartir a la niña.

- Bueno, da tiempo al tiempo.  Todo volverá a su ser; tenéis que calmaros todos, los tres. Ha sido una píldora difícil de tragar, pero ahí está y todo se solucionará felizmente.  Me ocupo personalmente de ello.  Ve tranquilo.

Cuando Alastair salió a la calle, respiró aliviado. Tenía plena confianza en que MacDougall allanaría el camino.

 Entre Alba y él, sumaban más del cincuenta por ciento a favor de esas gestiones, si Alana no lo estuviera, tendría que aceptarlo, aunque pensaba que cuando lo asimilase, no habría problemas.

Regresó a su casa. Ya era tarde para ir a la editorial, y además no le apetecía nada en absoluto. Quería estar tranquilo, repasando todo lo dicho y explicado al abogado. Al día siguiente, Alba llevaría su apellido junto al de su madre, y eso le colmaba de emoción. Ni por un momento dudó que no  fuera su hija. En su cara habían rasgos de él, pero también guiños y ademanes que él solía hacer a menudo. Pero además de todo eso, estaban las fechas, concordantes con los años de la niña. Tenía que hablar con Alana. Necesitaba una partida de nacimiento de Alba, no por nada, sino porque seguramente se la pedirían en el Juzgado.

 Para agilizar el trámite, puesto que vivían en países distintos, sería mejor una fotocopia por adelantado, y quizás esperar unos días a tener el original para normalizar el nacimiento de la niña. Llamó al abogado y lo consultó con él, y quedaron de acuerdo en esperar a que llegase por mensajero.Pero se mostraba inquieto, como si le faltara tiempo. Y es que su impaciencia por tenerlo todo legalmente, era grande.  Pero todo era eso: impaciencia.  Es como si Alba, al tenerlo todo regularizado fuese verdaderamente su hija, siendo que ya lo era y lo había sido desde antes de saberlo.

- Lo hablaré con ella. La llamaré esta misma noche. He de esperar a que lleguen a Dublín.

- De acuerdo, en eso quedamos. Avísame en cuanto lo tengas. Adiós Alastair y tranquilizate.

Las llamó cerca de la media noche, haciendo tiempo a que estuvieran en casa.  Fue Alana quién descolgó el teléfono. Su voz se notaba alterada y nerviosa:

- ¿ Qué pasa ? ¿ Por qué llamas a estas horas ? ¿ Estás bien?

- Si, si. Todo bien. ¿ Podemos hablar un momento?

- Sí, desde luego

Y narró los trámites que había realizado y los que aún quedaban por hacer. Le notificó su gestión de reconocimiento, y la visita que recibiría de un secretario del abogado, y si estuviera conforme, para firmar el documento.  Ella le escuchaba y con cada cosa que la explicaba, asentía con la cabeza. Sentía una pena infinita y en silencio dejaba escapar unas lágrimas de frustración por todo, y por el cariz que estaban tomando las cosas. Él la hablaba serenamente, que interpretó por frialdad e indiferencia. Nada más lejos de la realidad, pero ella no lo sabía. Lo creyó así, pero lo cierto es que ambos estaban angustiados y deseosos de escuchar sus voces, aunque significara que eso sería poner aún, más distancia entre ambos.

Al final, surgió el silencio. Era como si no quisieran despedirse, pero a través del aparato y a pesar de que contenía su emoción, Alistair escuchó un llanto contenido, que le produjo una mala sensación. Le dolía que lo estuviera pasando mal, pero no había forma de evitarlo. Sólo había una y esa, de momento estaba totalmente descartada.

- Bueno, pues eso es todo. Si tienes alguna duda llama a mi abogado o a mi mismo. Deseo que te quede todo claro, que no quiero perjudicarte en nada. Si en algo no estás de acuerdo llámame, no me molestas en absoluto.  Lo que no quiero son peores ratos de los que ya estamos pasando ¿ me entiendes?

- Si, lo entiendo.  Yo tampoco quiero tener disgustos, mientras se pueda llegar a un acuerdo. Así lo haré ¿ a qué hora podría llamarte si se diera el caso?

- A cualquier hora sea mañana, tarde o noche, o de madrugada.  Cuando sea. Para vosotras no tengo horarios, que te quede claro. Y ahora ... hasta mañana o cuando sea. Descansa

- Tú también.  Buenas noches.


Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 17 . Confesiones

 Durante unos instantes se miraron fijamente, una vez que Alba salió de la habitación. Alana estaba totalmente descolocada. Nunca imaginó que su hija fuera capaz de ir a buscarle y llevarle hasta ella. ¿Cómo lo había conseguido después de la escena tan violenta que habían vivido el día anterior?

Alastair apretaba la mandíbula y los puños, no por coraje, sino porque los acontecimientos le habían sobrepasado. Por primera vez podrían hablar y explicar cada uno de ellos lo ocurrido en todos estos años.  Pero también estaba furioso por el ocultamiento de esa hija, y no podía echarlo en saco roto.Y la incertidumbre tanto tiempo contenida, se abrió de golpe como un torrente de reproches:

- ¿ Cómo has sido capaz de hacerme esto? ¿ Cómo tienes endurecida tu alma para proceder de esta manera?  Porque no sólo me has castigado a mí, sino a nuestra hija. ¿ Cómo crees que me he quedado cuando ella misma me lo ha confesado ? ¡ Ella, y no tú! ¿ Hasta ese punto me odias? Sin siquiera escuchar el por qué de aquello. "Lo corto y adiós muy buenas. ¿ Es eso lo que pensaste? "No quiero volver a saber más de tí ". 

-Sin saber más, sin escuchar más. Sin dejar explicarme. Hasta desapareciste para que no te encontrara, algo de lo que llevo años haciendo. Necesitaba hablar contigo, explicarte, verte, pero  ¿cómo ? No  diste la más mínima oportunidad de escucharme. Y ahora me he enterado por pura casualidad.  De lo contrario no lo sabría nunca. ¿ Tan duro tienes ahora el corazón? Te quise, mucho, muchísimo. Y para mi desgracia aún te sigo queriendo; pero veo que lo nuestro es totalmente descabellado. Nos hemos hecho mucho daño, demasiado, mutuamente, y en verdad no tiene arreglo. 

Daré los apellidos a mi hija y desapareceré de tu vida para siempre, aunque el alma se me vaya. Reclamo mis derechos que me has negado desde que ella nació, así que los abogados tendrán la última palabra.  Creo que he dicho todo cuanto tenía que decirte ¿ Algo más por tu parte? Si no es así, te deseo la mayor felicidad del mundo. Que encuentres a alguien que te haga feliz. Nos veremos cada vez que la niña lo precise, pero nada más.  Estoy tan dolido, me has hecho tanto daño, que ahora no quiero volver a verte.

- Muy bien ya te he escuchado, es lo que querías ¿no? Bien ahora me toca a mi. Me dijiste que eras casado en el último minuto de estar juntos, cuando íbamos a separarnos ¿ Qué hubieras hecho tú en mi lugar, si hubiera sido al contrario? ¿ Dónde iba a notificarte que íbamos a tener un hijo? Ni siquiera me dijiste dónde vivías. Ni a qué te dedicabas. Ni por qué estabas en esa excursión. ¿ Qué pasaba con tu mujer? En ningún momento comentaste que no os llevabais bien. No tengo dotes de adivina. Y sí, me oculté porque no quería saber nada de ti. Supe que estaba embarazada pasados unos días, cuando no llegó lo que tenía que llegar, y el médico me lo confirmó. Pero ya era demasiado tarde. Haría, yo sola, frente a la situación. Y lo pasé mal, muy mal. Y te eché mucho de menos, pero en ese momento, con esa situación  no quería saber nada de ti, ni que me encontraras si es que alguna vez me buscabas. Ahora ya lo sabes todo. Creo que tienes razón en una cosa: tienes derecho a disfrutar de tu hija, no te negaré ese derecho, porque también ella lo tiene, pero respecto a mí, desapareces de mi vida.

Estaba furioso. Ella  no había entendido nada. Creía que ni siquiera le había prestado atención. Sólo pensaba en justificarse . Definitivamente sería la última vez que se vieran. Y dando un portazo salió de la estancia.  En el pasillo Alba aguardaba, pero sólo le bastó ver el rostro de su padre para saber que no había arreglo posible.

Ambos bajaron hasta la cafetería del hotel, y allí en una mesa apartada la explicaría el resultado de la ruptura definitiva de sus padres. Por las mejillas de la muchacha resbalaban grueso lagrimones, al tiempo que retorcía sus manos de rabia y de impotencia. Al padre se le partía el alma al verla tan acongojada, pero no podía hacer otra cosa aunque se le rompiera el corazón. Acababa  de saber que era su hija, y ni siquiera la había acariciado, sólo enfado y tensión habían vivido.

- Sube con tu madre. Has de estar con ella en estos momentos. Seguramente se enterara que eres sabedora de todo este embrollo y te exigirá que la digas cómo has podido saberlo. Dile la verdad y por qué lo sabes.  En cuanto a nosotros. Te veré todas las veces que pueda, eso no me lo ha negado. Mañana mismo pondré en manos de mis abogados esta inesperada situación y serán los jueces quienes fijen los días que me corresponden de visitas. No te perderé también a tí como la perdí a ella. Eres mayor, aunque no lo suficiente ante la Ley, y no podrás tomar la decisión que desees, pero mientras tanto actuaremos lo más sensatamente que podamos. Somos tus padres, y por tu bien, así lo haremos. Has de prometerme que hablaremos todos los días por teléfono. Tengo que recuperar el tiempo perdido. No te enfrentes a tu madre, porque lo estará pasando mal. Lo hicimos mal, muy mal, ambos y recogemos las consecuencias.  Pero tú estás al margen de todo. Cuida de ella, porque sé que esto le va a pasar factura.  Ella cree que no la conozco, pero detrás de esa máscara de frialdad, es alguien muy sensible que en  la vida no lo ha tenido  fácil. Y ahora me voy a casa.  He de pensar en todo lo que hoy hemos vivido. Yo también he de centrarme. Mañana os llevaré al aeropuerto ¿ a qué hora tenéis el vuelo?

-No lo sé, sólo que es por la tarde

- Está bien. Cuando llegue, os llamaré. El que nuestro amor haya fracasado, no significa que, por tí, no sigamos  siendo personas civilizadas. Así que no estés violenta por eso. Tendrás que justificarte ante tus amigas, y eso te lo dejo a tí, porque tú las conoces mejor. Y ahora dame un abrazo.

Le costó un gran sacrificio despedirse de su hija. Acababa de saberlo y tenía que decirla adiós, aunque fuera por poco tiempo. Debía procesar todo lo vivido en veinticuatro horas; creía que sería  otra noche que pasaría  en vela. Y no se equivocaba. Ni siquiera se desvistió para meterse en la cama. Se tumbó en ella, encima de la ropa, y no podía quitar de su cabeza lo que había vivido en ese día. Su imaginación iba de la madre a la hija. Y poco a poco, en esa noche tan larga, fue asimilando que era padre de una chica extraordinaria a la que conoció de una forma rocambolesca pero que ya comenzaba a amarla.

De nuevo marcó el número del hotel, ahora dando el número de habitación. Cómo esperaba, fue Alana quién atendió la llamada, y por el tono de voz, supo que estaba llorando:

-¿Estás llorando? - la preguntó

- No, sólo tengo la voz algo tomada ¿ Qué quieres?

- Saber la hora del vuelo. Os llevo al aeropuerto

-No es necesario tomaremos un taxi

-He dicho que os llevo. Buenas noches.- Y cortó la comunicación.

 Al día siguiente se pondría  en contacto con su abogado MacDougall, tenía que contarle muchas cosas y poner en orden su vida. Seguro que ni imaginaba de qué se trataba. A él aún le sorprendía  lo acontecido en un par de días.