lunes, 18 de julio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - EPÍLOGO


                                                       E  P  I  L  O  G  O

                      

 

Puket, en Tailandia, fue el destino que Kwan quiso para disfrutar su luna de miel que, por otra parte, no sería todo lo larga que deseara. Pero era un lugar paradisíaco y era todo lo que buscaba: estar a solas con su mujer y amarla constantemente para resarcirse de todos los años que no la tuvo.

Nuevamente trabajarían juntos en la compañía sería su mano derecha. Tendrían que separarse por algunos días, cuando alguno de ellos tuviera que viajar de nuevo hasta Irlanda, pero serían estancias de muy corta duración.

Kwan tenía ahora, aguardando en su casa a su mujer y a sus hijas, incentivo más que suficiente para volver rápidamente.  

Recorrieron la zona más turística de Tailandia, quería que conociera aquella parte del mundo y que hasta ahora no había tenido ocasión de mostrársela. Deseaba enseñarla el mundo entero, pero juntos. Tenía un sentimiento de temor, como si al separarse de nuevo, la volviera a perder, aunque eso estaba muy lejos de la realidad.

Y se amaron intensamente. No tenían tiempo para visitas turísticas, eso sería en otra ocasión, pero el momento de estar juntos era ahora. Las más de las veces juntaban sus manos y, en silencio miraban el horizonte como tratando de convencerse de que todo era real, al fin. Sus sueños se habían cumplido.

Una semana no era tiempo suficiente para resarcirse del tiempo que estuvieron separados, ignorando todo el uno del otro. Por eso, aunque estuvieran en silencio cada uno de ellos, sin comentarlo, pensaban en todo lo pasado y el horizonte que tenían frente a ellos.

Se habían hecho una promesa, tener otro hijo pronto. Los años habían pasado rápido y no podían esperar mucho más. Esa criatura futura sería el verdadero lazo que les uniera a todos y, además, Kwan se sentía impaciente por vivir esos momentos de nuevo. Por todo eso y porque amaba intensamente a su mujer, la pidió intentarlo durante esa semana. ¿Se saldría con la suya?

Iba nervioso, a demasiada velocidad a pesar de la escasa circulación que había en esa madrugada. Tumbada en el asiento trasero Amy trataba por todos los medios de no quejarse para no ponerle más nervioso. En otro coche más pequeño,  detrás de ellos, iba otro conducido por el abuelo calmando a sus nietas y a su propia mujer de los nervios e impaciencia que sentían. Un nuevo vástago de la familia estaba llegando a este mundo y su familia al completo, estaría acompañando al nervioso padre que iba en el primer coche.

La clínica estaba cerca y, dado la velocidad que llevaba, tardaron pocos minutos en llegar, pero el tiempo se le hizo eterno al nuevo padre Kwan

—Deprisa, mi mujer está dando a luz

—Tranquilo. No esté nervioso. Los bebés se toman su tiempo

—Les digo que está naciendo

Y en esta ocasión, Kwan tenía razón: estaba dilatada y a punto de coronar. Cuando salió del paritorio con el bebe en brazos, todos querían tenerlo a la vez  Nunca habían vivido un momento tan especial y emocionante como aquél. Se quedaron asombrados cuando, el padre orgulloso mostró a su familia al nuevo vástago:

—¿Habéis visto algo más bello que mi hijo?

Se quedaron asombrados ante ciertamente la bella criatura que estaba refunfuñando ante ellos. El cabello como el fuego, su piel blanca y sus ojos almendrados hacían un fuerte contraste, al unir dos mundos tan dispares en él, por todos ellos. Ninguno diferente de los otros, sólo se trataba de unas criaturas bastante exóticas en las que el regocijo era patente. También acudió al hospital la antigua mujer de Kwan, Young Mí, avisada por Suni. Ella también esperaba un nuevo hijo. Se fundió en un abrazo con Kwan. Ahora sí, existía cariño y complicidad entre ellos y entre sus cónyuges respectivos.

                                                    F    I    N

Autoría:  1996rosafermu

Edición marzo 2022

Imágenes: Internet

DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS  /  COPYRIGHT


domingo, 17 de julio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 40 - Bien está lo que bien acaba

                    

      

               Capítulo 40 – Está bien lo que bien acaba

 

Todo estaba dispuesto en la mansión. Hoy sería el gran día y, de nuevo se volvería a vivir otro acontecimiento, pero en éste había alegría, nervios, prisas, hasta gruñidos por algo. Todos estaban colaborando en todo. Alguien comparaba éste con otro que hubo hacía algunos años. Diferente. En el primero fue una empresa dedicada a ello quién organizó el evento. En éste fueron todos, trabajadores incluidos quienes quisieron hacerlo. Era un homenaje a los contrayentes.

La familia Park Kwan, celebraba el matrimonio de su único hijo, aunque no su único matrimonio, ya que del primero se había divorciado. Apreciaban mucho a Lee el único hijo y a la joven irlandesa con quién se casaba.  Sería esa misma tarde-noche y en el gran salón en donde sellarían su amor. Un amor no exento de dificultades, pero, por eso precisamente, era más firme y para siempre.

La generación más joven, también estaba alterada. Desde que se conocieron, tanto Aileen como Suni, eran inseparables. La más pequeña de la casa, desde que supo que tenía una hermana, no se había querido separar de ella. Había sido un regalo después de conocer la verdadera situación de sus padres. La admiraba firmemente. Había sido una sorpresa de la cuál aún no se había recuperado. Admiraba de su hermana la valentía y firmeza que tuvo al plantear el tema de viajar hasta Corea para conocer a su padre.

En un principio, Suni, rechazó de plano a su hermana. Eran demasiadas cosas que digerir en tan poco tiempo. Creía que la odiaba, hasta que conoció que Aileen fue la primera, y quién la había quitado el sitio en esa familia, había sido precisamente Suni y no al revés.

Comenzaron a ser tolerantes una con la otra durante su viaje de regreso a Seúl. Suni, no quiso volver con su madre que, según ella, tenía asuntos pendientes por resolver. Prefirió hacerlo junto a sus abuelos y a su supuesta hermana mayor.

Sus asientos estaban juntos, por lo que en cualquier momento romperían ese silencio absurdo de ignorar al que tuvieran al lado. Suni optó por fingir que se había dormido, y mientras, Aileen se enfundó los cascos y se puso a ver la película que proyectaban. La abuela deseo intervenir en más de una ocasión, pero fue el señor Kwan quién se lo impidió:

   —Déjalas. Están condenadas a entenderse. Ellas mismas trazarán el camino. Aún no han salido de la sorpresa que les causó la noticia. Han de asimilarlo. Dejémoslas en paz. Ellas encontrarán el camino.

Y Aileen lo encontró, porque al cabo de un rato, Suni dormía como un bebe. Se levantó de su asiento y cogiendo una fina mantita, la arropó con cuidado de no despertarla. Durante unos instantes, se detuvo a contemplar el rostro casi infantil de su hermana que dormía plácidamente y aún tiempo emitía un tenue silbido al respirar. Depositó un suave beso en su frente y, volvió a acomodarse en su asiento.

El roce de los labios de Aileen sobre su frente, fue quién la despertó, aunque no quiso darlo a entender. Fue ese dulce gesto quién conmovió sus cimientos. Había permanecido sola en el internado, lejos de su familia, durante casi un año y, el gesto de su hermana fue lo que hizo que volviera a sentir que estaba en casa, con los suyos. Estaba falta de ese cariño de hogar y, a pesar de que su madre no era precisamente una forofa de las caricias, recibió la de su hermana con agrado.

   —Quizá esté bien ser la hermana pequeña. —se dijo.

Con un ojo cerrado y otro entornado, dirigió una mirada hacia Aileen, que se dio perfecta cuenta de que se había despertado, pero seguía inmersa en la película Memorias de África, como si fuera lo más interesante del mundo siendo infinidad de veces que la había visto.  Una tenue vocecilla dándola las gracias, fue la que hizo que se quitara los cascos y mirase a su hermana.

   —Soy tu hermana y te quiero. Ni tú ni yo pedimos ser las primeras, pero las cosas surgieron así. Hemos de llevarlo lo mejor que podamos porque lo vamos a ser mientras vivamos. Yo si conocía de tu llegada al mundo. Eso te llevo de ventaja, pero también me dolió cuando supe quién era tu papa y, siendo el mío también, no tenía sus caricias, ni me arropaba por la noche, ni me recogía en el colegio. Has sido muy afortunada, Suni. No debes quejarte. Acéptame como lo que soy. Las dos tenemos una maleta llena de quejas, pero no es el momento. Dejemos que el tiempo transcurra y asimilemos lo que ha pasado en nuestras vidas. Después todo será más sencillo. Además, el próximo curso iré a la universidad. Ya no me tendrás. Es cuestión de dejar correr el tiempo.

— Pero es que no quiero perderte, ahora que te he encontrado. Discúlpame mis malos modos. Han sido noticias muy importantes y muy poco tiempo para hacerme a la idea.

   —Suni, siempre podrás contar conmigo. Yo te cuidaré. Soy la mayor

Ambas chicas comenzaron a reír y al final se abrazaron. Los abuelos las observaban desde el asiento de atrás. El abuelo, miró a su mujer y la guiñó un ojo con una tierna sonrisa:

   —¿Ves mujer? Ya todo está bien. — Y volvió a la lectura del libro sobre Irlanda que le habían regalado sus nuevos amigos del pub MacKenzie.

Pero al mismo tiempo, sin darse cuenta echó la vista atrás, a bastantes años atrás y recordó las peleas que tuvieron con su hijo al renunciar a unirse en matrimonio con Young Mi. Sólo decía que amaba a otra mujer y que no podría jamás amar a otra.

   —Pamplinas. En cuanto os caséis, será la única de tu vida

Sonrió al llegar a este pensamiento. ¡Qué poco conocía a su hijo y que lejos estaba de que eso fuera verdad! Y por entonces ignoraba que en camino venía otra mujer que lo cambiaría todo, no sólo la vida de él, sino de todos ellos.

Pero también pensaba que había merecido la pena el sufrimiento para ahora gozar de tanta felicidad y tan totalmente opuesta a aquella otra. Amy lo cambió todo, sin saberlo y sin desearlo.

Sonrió al pensar en ellos. Durante todo el tiempo que habían estado en Irlanda, se habían comportado como es natural: alguna caricia y poco más. Las mujeres se habían acoplado en una habitación y él y su hijo en otra. A cambio les daban libertad para salir a pasear y que tuvieran sus momentos a solas. No quería pensar en lo que eso conllevaba.

—¡Allá ellos! Ya son mayorcitos — se repetía

—¿Qué te hace tanta gracia! — le decía su mujer al verle tan abstraído de la lectura y sonriendo de vez en cuando.

Y al final Seúl. Ya estaban en casa después de tan largo viaje. Durante esas horas, las hermanas habían hablado todo el tiempo como cotorras. Sin duda poniéndose al día de lo que había sido su vida. Y ellos, aunque callados, pero sin duda, también pensaban en lo que la ceremonia que iban a celebrar pronto, había significado en sus vidas antes, durante y después de todos los acontecimientos que tuvieron lugar.

La novia saldría de la casa paterna, y sería el patriarca quién la entregara a su hijo. Kwan tenía la opción de hospedarse en un hotel, o en su propia casa, cosa que rechazó: la estrenarían juntos.

 Todos los empleados estuvieron presentes en la ceremonia, y para que ello fuese posible, alquilaron una compañía de buffet para que sirviera la cena y así ellos también disfrutar del acontecimiento. Todos los querían y respetado durante muchos años. Les pareció justo que también disfrutaran de las buenas ocasiones y ésta era una muy buena sin duda alguna.

Un patriarca emocionado, llevó del brazo a Amy hasta donde, nervioso y rotundamente feliz, aguardaba Kwan. Al fin sus sueños se habían cumplido. Las hijas de ambos estaban presentes y era una situación insólita, ya que ninguna de ellas estuvo presente la primera vez que se unieron en uno solo, aunque fuera por separado.

La fiesta duró hasta altas horas de la noche, pero los ya marido y mujer, se “escaparon” en cuanto les fue posible. Querían comenzar su vida juntos en solitario, íntimamente como ellos siempre habían deseado y tardado años en conseguirlo.

Estrenarían juntos el chalet que Kwan había comprado como hogar. Iban a estrenar muchas cosas en aquella noche memorable que tanto sacrificio habían tenido que realizar sin esperanzas de lograrlo. Pero al fin, el amor se abrió paso a grandes zancadas.

Tuvieron toda la noche para expresarse mutuamente cuanto se amaban y se necesitaban. Iniciarían su viaje de novios al día siguiente, sin prisas, sin horarios establecidos, cuando ellos quisieran. Habían sacrificado tantas cosas que ahora tenían la sensación de estar cometiendo algún delito.

Kwan mostraba su ansiedad de tenerla, y ella correspondía de la misma manera. Eran dos ciclones de sentimientos compartidos y reprimidos durante demasiado tiempo. Ahora el dique que les mantenía alejados se había roto definitivamente. Eran uno del otro nuevamente sin tener que esconderse, sin dar explicaciones a nadie de su conducta y de sus deseos.

   —Tengamos un nuevo hijo pronto, amor mío. Sería un broche perfecto para unir definitivamente los eslabones de la cadena

   —Kwan acabamos de casarnos

   —Pues por eso. Porque ya no tenemos barreras que nos separen y sería un nexo de unión para nuestras respectivas hijas.

   —¡Oh Kwan! ¿Cómo voy a negarte nada? Tengámoslo, pues.


D DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS / COPYRIGHT

a Autora: 1996rosaferm / rosaf9494quer

E   Edición: : Julio 2022

F  Fotografía:  Internet






                     

      

    

viernes, 15 de julio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 39 - Todas las fichas encajadas


 

           Capítulo 39– Todas las piezas encajadas

 

Todo había vuelto a la normalidad en la mansión Park Kwan, excepto el ir y venir de los sirvientes arreglándolo todo. Hoy era un día grande en la mansión: Se casaba el señorito con la extranjera y el patriarca sería quién se la entregara a su hijo. Todos estaban algo alterados. Había sido un matrimonio muy deseado y difícil de conseguir hasta que lo lograron. Todos conocemos las peripecias pasadas por esta pareja que hoy cerrarán el círculo. Pero antes de todo, retrocedamos tan sólo un mes antes.

Young Mi y Kwan se desplazaron hasta Dublín, necesitaban hablar con su hija y explicarla detalladamente el nuevo rumbo que habían tomado sus vidas. Unos días después de ellos, viajarían los abuelos con Aileen con la misma misión: visitar a Suni. Pero antes debían dejar un espacio para que los padres la explicaran el motivo de su visita. Ellos intervendrían después, para recoger los trozos de corazón roto de la chiquilla y unir sus pedazos. Les partía el alma que, siendo tan joven, tuviera que pasar por ese amargo trago, pero para eso también estaba Aileen. Tenía experiencia sobre tales historias, aunque ella supo la verdad de boca de su madre, detalladamente hacía tiempo.

Mientras ellos iban hacia el internado, los abuelos habían aceptado el ofrecimiento de Amy de hospedarse en su casa. No era grande, no tenía, ni mucho menos las comodidades de las que ellos gozaban en Seúl, pero lo había hecho de corazón y los abuelos aceptaron encantados.

Suegra y nuera, paseaban por la playa. Por esa playa que tantas lágrimas enjuagó de los ojos de Amy y tanta paz la dio en los momentos angustiosos que vivió tras su ruptura con Kwan. Ambas guardaban silencio mientras oteaban el horizonte que, día de hoy, lucía con sol y el mar en calma. Ambas iban descalzas portando en sus manos los zapatos. Era agradable sentir el agua del mar, aunque estuviese helada. Era un paisaje agreste, hermoso y tan distinto al que habitualmente veían en Seúl.

Se parecía a Jeju: el mar bravío, el cielo las más de las veces nublado y el agua helada. Los paisajes, al igual que las personas, sean de donde sean, siempre tienen algo en común y Connemara, no sería una excepción.

Y allí, en el mismo lugar, continuaba el tronco de árbol que la sirviera de asiento cuando su embarazo estaba tan adelantado, que la costaba caminar. No pudo evitar que, a su memoria llegaran todos aquellos recuerdos de cuando la soledad la agobiaba ante el inminente nacimiento de Aileen. Nunca hubiera afirmado que, a día de hoy, estuvieran juntos nuevamente y a punto de crear una familia. Esa familia por la que tantas lágrimas derramaron ambos, aunque cada uno de ellos lo ocultó. Hoy todo estaba solucionado, pero aún quedaba el tema de Suni.

Instintivamente, Amy miró su reloj, algo que extrañó a su suegra:

   —¿Qué pasa? ¿Se ha hecho tarde?

  — No, en absoluto. Aquí el reloj se para. Pensaba en Suni y si a estas horas sus padres ya habrán llegado al internado. Siento el mal trago que van a tomar todos ellos, por otra parte, necesario. Me alegro de que Aileen esté cerca de ella, porque la va a necesitar, aunque ahora sienta su rechazo.

— Afortunadamente, tenemos una niña que es un tesoro. No dejo de bendecirte cada noche antes de dormir. Me congratulo de que, a pesar de todos los tropiezos, Kwan te amara y no pensara en más aventuras.—respondió su suegra.

En verdad las querían. No había pasado mucho tiempo, pero sí el suficiente para darse cuenta de la gran joya que tenían por nuera y nieta. Estaban a gusto en Connemara. El patriarca salía cada día a dar un largo paseo y entabló amistad con algunos de los lugareños que acudían a desayunar al mismo sitio. No hablaba ni mucho ingles ni tampoco bien, pero si lo suficiente como para poder mantener un diálogo corto con sus nuevos amigos.

Hasta ese momento no se había preocupado de conocer la cultura irlandesa y, con agrado comprobó que eran buenas gentes, cariñosas y hospitalarias. No necesitaba más. La casa de su nuera, no era muy grande, pero tenía lo necesario para poder vivir con relativa comodidad, a pesar de que él notaba que Amy, al principio se la veía algo violentada por no poderles ofrecer otra casa más grande y más lujosa, tal y como ellos estaban acostumbrados.

Les costó convencerla de que estaban felices y muy a gusto. No necesitaban la pomposidad de su mansión. Todo eso lo suplía el cariño y respeto que todos sentían por todos.

Nadie hubiera dado nada, porque aquel compromiso saliera bien, pero así era y, en cuanto solucionasen el tema de Suni, volverían de nuevo a Seúl para, definitivamente, ser miembros de una misma familia.

Al estar sus padres presentes y convivir bajo el mismo techo, Kwan y Amy decidieron llevar vida separada, es decir nada de dormir juntos y contar las veces que, a solas, podían besarse. Esas reglas las impuso Amy guardando el debido respeto a sus suegros y ellos lo sabían y se lo agradecían.

   —Amy, eso no se hace —se quejaba Kwan

   —Amor, estarían violentos y total van a ser unos pocos días. Después seré toda tuya

   —¡Oh cariño! Ya lo eres desde hace mucho, mucho tiempo. Y yo tuyo también.

Se separaron de inmediato, tras besarse, al oír la voz del patriarca que llegaba con alguien no habitual. Se había hecho amigo de uno de los lugareños y le había invitado a comer con ellos. Lejos de molestar a Amy, la llenó de orgullo. Al fin sus suegros se sentían como en casa y ella era uno más de la familia, quizás el miembro más importante de ella por las ramificaciones que había creado.

Lo que parecía imposible, se dio también en ese día. Nadie lo esperaba ni estaba previsto, pero fue la propia Young Mi quién pidió a Kwan que la llevara a Connemara. Debía disculparse con Amy y una vez descargada la conciencia con su hija, necesitaba la paz de la otra parte. Los tres, aunque no dijeron nada, se alegraban de aquel final, aunque con Suni hubiera sido agridulce. Gracias a la presencia de Aileen fue más llevadero para todos.

Fue una sorpresa la llegada de ellos haciendo sonar el claxon con todas las fuerzas. Salieron algo asustados pensando que ocurriría algo desagradable, pero fue ver las caras de los tres ocupantes del coche, cuando todas las dudas se disiparon. Young no espero siquiera a que Kwan le abriera la puerta del coche. Amy esperaba inquieta y sorprendida a que todos bajasen y les contasen el resultado de la entrevista. De repente, sintió unos brazos que la rodeaban llorando. Era la primera vez que se veían y además en circunstancias muy extrañas. En un primer momento creyó que todo había ido mal y a eso era debido ese abrazo acompañado de un llanto nervioso.

   —¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?

 

La voz de Young Mi abrazada a ella, la preocupó e instintivamente giró la cabeza buscando la mirada de Kwan, que, sonriente decía sí con la cabeza. Su suegra también estaba preocupada, pero al fin respiró aliviada, cuando hasta la ahora nuera, comenzó a pedir perdón a Amy.

 Necesitaban estar a solas. Abrir sus corazones y reflexionar sobre todo lo ocurrido en sus vidas. Cada una de ellas hizo un resumen de lo pasado a la otra. Tenían que hacer desaparecer el espinoso asunto de tantos años. El daño estaba hecho, pero por fortuna había sido un beneficio para todos. No sabían el tiempo que los llevó hacer sus confesiones y perdonarse mutuamente, dando al olvido todo el pasado.

Hoy, todos comenzarían una nueva vida, lejos de preocupaciones y recelos. Tan sólo les faltaba Suni para ser felices completamente.

Al día siguiente, tomarían el relevo los abuelos y si la niña lo deseaba, abandonaría el internado para regresar a su casa, a Seúl, con su familia, con los suyos.

Reflexionó durante toda esa noche. No podía creerse que tuviera una hermana mayor que ella. Recordó que la había odiado cuando sus padres se lo confesaron, pero a medida que transcurría la conversación se dio cuenta de que ella había sido una verdadera víctima de esa extraña situación, pero que, sin embargo, esperaba en el vestíbulo para poder conocerse. La rechazó en un primer momento, pero a medida que su padre le explicaba el porqué se encontraba allí, dejó de escucharle para centrarse en conocer a la joven que aguardaba fuera a ser llamada por ellos.

 Ambas hermanas, al encuentro y sin pronunciar palabra, se fundieron en un abrazo uniendo sus lágrimas. No hizo falta la intervención de Aileen. Suni la miraba extasiada. Siempre había deseado tener una hermana, pero en ese momento comprendió que, aunque no la conociera, había deseado que fuese como ella: cariñosa, generosa, pero firme en sus decisiones. Suni estaba muy perdida, máxime ahora con la situación creada, por eso la mano firme de Aileen la ayudaría en todo. No quería saber nada más. Suponía que, pasado un tiempo ella la preguntaría y su hermana la respondería de todo cuanto desease saber, pero sería a solas ellas dos, para abrazarse, llorar, reír y hasta insultarse, si fuera necesario.

La observaba detenidamente, se parecían muchísimo, ambas a su padre, aunque no conociese a Amy, se notaba que la influencia asiática predominaba sobre la europea. Pero eso no importaba. Se pareciese a quién fuera, tenía una hermana guapísima y muy exótica. Al contarle a Aileen esas reflexiones, ambas rompieron a reír abrazándose una vez más

   —¿Exótica yo? Te voy a dar exotismo y de nuevo salieron del despacho que las habían dejado para que se conocieran y yendo al encuentro de sus padres.

RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora: 1996rosafermu / rosaf9494quer

Edición: Julio 2022

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