lunes, 11 de octubre de 2021

Mundos opuestos - Capítulo 1 - Un amigo francés

 Regresaba a casa después de haberse graduado en la universidad de la carrera para la que había sido destinado. La economía, las finanzas, era su terreno, no tanto por gusto, sino por imposición familiar. Su verdadera vocación era la medicina y a la que dedicaría buena parte de sus años hasta conseguirlo. Sabía que nunca podría ejercerla, pero también pensaba, en quién sabía por dónde el destino le llevaría. Con un poco de suerte, su padre se daría cuenta de que no servía para las largas sesiones de reuniones con inversores, con la bolsa, con toda la parafernalia que mueve el mundo del dinero.

En realidad a él no es que le interesara demasiado, claro que nunca había tenido oportunidad de pararse a pensar en ello. Desde hacía tres generaciones anterior a la suya, el capital modesto que, su bisabuelo invirtiera en bolsa, le recompensaría con pingües beneficios que, a lo largo de los descendientes que le siguieron fueron incrementando, hasta llegar a ser una de las principales compañías de Oriente, en sistemas de electrónica y demás derivados. Tenían sucursales en varios paises , que poco a poco iba conociendo y a un mismo tiempo presentándose como el siguiente heredero de la firma que llevaba el nombre de su abuelo y de su propio padre " Min Ho Electronics".


Conocía Estados Unidos, Alemania, Francia, y Rusia. Todo ese tiempo invertido en formación le tenía un poco harto. Su vida era aviones, ir de aquí para allá, sin siquiera conocer las grandezas y las miserias que cada pais tenía. Sólo conocía señores que no hablaban su idioma, circunspectos, mayores y de mirada severa, como analizando su capacidad de dirigir esa multinacional a una edad tan joven. No se paraban  a pensar que estaba sacrificando sus mejores años de juventud en la preparación para estar al frente de tan monumental emporio. Que ni siquiera había tenido opción a elegir . Le gustase o no. Desde su concepción en el claustro materno ya tenía su destino fijado.

Todos sus antecesores habían sido sumisos, conociendo, al igual que él, cuál iba a ser su destino y al que se habían consagrado fielmente, a veces sacrificando familia, vidas y amores. Todo cabía en esa maleta de renuncia por seguir amasando dinero y figurar en el ranking mundial. Todos eran sabios financieros, pero a costa de ser tan "lumbreras" en los negocios, habían arruinado su vida personal. Unos siendo infieles a sus esposas. Otros desatendiendo a sus hijos a los que preparaban exclusivamente a recibir la antorcha que recogerían cuando el cabeza de familia falleciera.  Ya tenían su signo marcado desde antes de nacer, sin opción a protestar al ser mayores. Unos, tras luchar mucho con su progenitor, se dedicaron  a dilapidar el dinero  en juergas y amoríos ocasionales. Otros desatendían sus obligaciones como accionistas mayoritarios, etcétera. Así hasta llegar al actual presidente de la gran compañía acreditada y conocida a nivel mundial, puntero en innovaciones. 

El señor Min Ho estaba próximo a la jubilación, a pesar de ser aún joven, pero deseaba disfrutar con su mujer los años que aún le quedaban de juventud, algo que no habían hecho con la frecuencia que deseaban. Era hora de relajarse sin pensar en consejos de administración, ni de bolsas subiendo y bajando, en estos tiempos convulsos que les había tocado vivir.

La siguiente generación era la correspondiente a nuestro  protagonista: Dae Hyun. Aún, en contra de su esposa que sabía de las noches en vela, de los sobresaltos, y de lo que no deseaba para  su hijo. Quería ser médico y peleaba por conseguirlo en contra del padre que había elegido su destino desde que estuviera en el vientre de su madre. Su mayor aliada era ella, que junto al muchacho trataba por todos los medios de que no siguiera el camino paterno. Tenía varios primos que podrían ser los herederos y que , además lo harían con gusto pero,  era a su hijo a quién le correspondía; no había otra opción si ó si. Ni por las súplicas del hijo, ni los argumentos de su mujer, pudieron mover esas columnas que eran la voluntad de Min Ho.

Lo único que pudo hacer, al tiempo que estudiaba economía y finanzas, lo que más se pareciera a médico: titulado en enfermería. Cuando él tomase el mando tendría a su disposición las riendas de todo y haría y desharía a su antojo. Y entonces sería la ocasión de realizar su sueño. Pero mientras tanto procuraba ser el mejor gerente; tenían asumido que la obediencia al padre era superior a cualquier otra cosa.


Había realizado su primer periplo mundial para darse a conocer. Bien, pues ahora era la hora de distraerse un poco antes de sumergirse en la vorágine de los negocios. Tenía tres meses por delante para despejar su cabeza y ser un muchacho joven al que gustaba de  disfrutar y, no preocuparse en ser el mejor director de empresas de todos los tiempos. Haría un viaje por su cuenta, nada de asesores ni de acompañantes: él solo. Sabía desenvolverse sobradamente por el mundo. No tendría problemas de ningún tipo  y, si surgieran los resolvería. Tenía especial preferencia por Grecia, Italia y España, los tres pilares de la construcción de Europa. Quería comprobar de primera mano si  eran tan diferentes a ellos. Para eso gozaba de tres meses de asueto, y si necesitara más tiempo se lo tomaría. Una vez en el extranjero nadie podría detenerle. Total porque su padre permaneciera en el cargo un mes más no se hundiría el mundo.

Y desoyendo las palabras y recomendaciones de su padre, se dispuso a conocer esos paises tan atrayentes y tan diferentes al suyo. Pero precisamente por eso. Dicen que los polos opuesto se atraen, y eso era lo que le impulsaba a realizar ese viaje. Por primera vez en su vida haría su santa voluntad sin tener a nadie detrás que le contrariara y le indicara qué debía hacer. Era un hombre joven con las inquietudes y ganas de salir fuera de la férrea disciplina que, desde niño, le habían impuesto. Sería un joven de veinticinco años con las mismas o más, ansias de divertirse que cualquier chico, de cualquier latitud de la tierra.

Para hacer lo que deseaba, comenzaría por sacar un billete de avión de clase turista. Quería experimentar lo que sienten el resto de los mortales que no están situados en la estratosfera vital. Compró un bolsón de mano y en él metió un poco de ropa, su máquina de fotos,  aseo personal y nada más. Si acaso necesitara algo, ya lo compraría. Deseaba ser lo más normal posible, a pesar de que en la cartera de su documentación, llevaba infinidad de tarjetas de crédito y una buena cantidad de dólares americanos. Eligió esa moneda por tener seguridad y no andar con monedas de los distintos paises a conocer, con las complicaciones al desconocer el efectivo de cada lugar.

No quiso hoteles de primera, sino de tres estrellas, y aún tuvo sus dudas, pensando en que mejor sería una pensión. Pensó que tampoco era para estrechar tanto el círculo. Estaba seguro que conocería a la gente sobradamente. Su primera parada sería Grecia. Le entusiasmaba visitar el Partenón y pensar que  los clásicos hubieran estado pisando las mismas piedras que él pisaría. Lo saboreaba extasiado. La suya también era una cultura milenaria, pero ¡tan distinta! No sólo en su forma de ser, costumbres y mentalidad. Ni mejor ni peor, pero diferente que, justamente era lo que iba buscando.

Pasaría su primera noche de "juerga". Es decir comería en un restaurante popular sin tener ni idea de qué comer. Buscó en su libro de viaje lo que fuera más típico y hasta procuró pronunciarlo en griego, harto difícil, pero para eso era el director de una empresa de electrónica de las más avanzadas y llevaba consigo un aparatito que le solucionaría ese ligero problema. Sonrió así mismo. Estaba contento, eufórico, entusiasmado. ¿Cómo no lo había hecho antes durante sus vacaciones? Hubiera sido difícil,  que también en esas ocasiones  aprendía en la central de Min Ho Electronics, para conocerlo todo desde dentro. Pero ahora era libre y disfrutaría de su libertad como correspondía a un joven de su edad.

En el restaurante conoció a Pierre, como él también joven. Alegre, desinhibido y conocedor de los recovecos que la noche ateniense podía ofrecer. Entre ellos se entendieron, porque Pierre hablaba un poco de ingles, así que entre el inglés y el francés no encontraron obstáculo. Le anunció Pierre que, después de Grecia, viajaría a España, y desde allí regresaría a casa, a París, ya que el dinero comenzaba a terminarse. Dae Hyun ocultó que no tenía problemas y que seguiría el periplo que tenía marcado. Grecia seguía fascinándole y permanecería una semana más de lo que tenía pensado. Pierre partiría dos días después. Ambos harían el viaje inverso: Dae Hyun iría primero a Italia y después a España.

— He estado en España en varias ocasiones. Lo tenemos cerca y tiene unas playas fabulosas y las chicas ... ¡buaf ! Durante dos años he hecho el Camino de Santiago. La primera vez no conseguí llegar a Compostela, pero la segunda hice la ruta de Los Franceses completa y gane el jubileo. Una experiencia increíble. Conoces gentes de lo más variado y cuando terminas, les sigues añorando, aunque no pierdas el contacto con ellos. Si tienes tiempo de sobra, te aconsejaría que lo hicieras. Tienes muchos sitios desde donde salir, pero si lo haces, no te pierdas vivir la entrada en Santiago. Te cambia la vida.

— Te noto muy entusiasmado ¿En serio te cambia la vida? ¿En qué sentido?

— Pues es difícil de definir. Mientras caminas y caminas, kilómetros interminables, la mayoría de las veces, vas solo y comienzas por analizarte a tí mismo. A plantearte tu vida, lo que has conseguido hasta ese momento y la siguiente meta. No sé exactamente lo que ocurre, pero cambias. Cuando regresas a la rutina diaria, ya no eres el mismo.

— Pues es justo lo que andaba buscando. Anótamelo. Quizá lo haga

En una servilleta de papel le anotó varias rutas a tomar desde el punto en el que se encontrara, ya que iría para conocer España.

— De todas formas en Turismo te dan folletos y te explican todo para que puedas elegir.

— ¿Te importaría darme tu dirección? Me gustaría conservar tu amistad. Eres alguien muy accesible y simpático. Me gustaría tenerte como amigo, aunque a mi regreso será difícil volver a vernos.

— ¿Por qué dices eso? Hoy en día no hay distancias. Y me encantaría conocerte en tu ambiente. Mucho me temo que no eres tal y como te presentas

—¿Acaso eres psicólogo?

— No, aunque algo tengo que ver con ello. Soy médico

— ¡No me digas! Yo quise ser médico y solo llegue a enfermero.

— ¿ Y por qué no lo hiciste?

— Es una historia muy larga. No quiero asustarte.

— Créeme, después de trabajar en un hospital, pocas cosas me asustan.


Y así siguieron charlando. Poco a poco, se consolidaba una amistad extrañamente creada, pero para la vida de Dae Hyun fue un soplo de aire fresco.

Al día siguiente partía rumbo a Mykonos. Allí quedó deslumbrado por la fuerza del sol y el contraste del paisaje mar, rocas, azul y blanco. Gentes amables y cariñosas. Lamentó no saber hablar griego. Le gustaba la mitología, y de ahí su interés por conocer Grecia, la cuna de la civilización. Observaba a sus gentes, las ancianas, sentadas en sillas bajas, a las puertas de sus blanquísimas casas y en contraste ellas vestidas de negro. Tejían, y de repente le vino a la memoria la esposa de Ulises, Penélope. Era un contraste demasiado llamativo lo blanco de sus calles y los atuendos de sus vecinos. Pensó que seguramente era por la ancianidad, que aún conservaban las costumbres de antaño guardar luto por alguien perdido. Pierre le acompañó a modo de guía. Él conocía todo mejor que Dae Hyun y, a pesar de que andaba corto de dinero, se ofreció a pagar sus gastos hasta que el francés se despidiera para regresar a casa.

Pierre no se hizo de rogar. No era un gorrón, sino que el coreano había insistido en ello alegando que le haría un favor, ya que no se podía comunicar con ellos.  Se hospedaron en una casa particular. Era de una mujer que había quedado viuda y se ayudaba con el hospedaje de los turistas. ¡Era todo tan diferente, tan blanco y azul...! Tantas flores por todos lados y sobre todo el sol radiante, avasallador. Estuvieron en una cala que enamoró a Dae. A todas luces era el viaje más interesante y bello que había realizado nunca.

El viaje de Pierre tocaba a su fin. Y él debía seguir su viaje en solitario, a no ser que se saltara el guión organizado y se fuera con él a Paris. Desistió de eso alegando que ya lo había visitado muchas veces y prefería ocupar su tiempo conociendo otros lugares. Pero le prometió estar en contacto con él e incluso visitarle si en alguna ocasión fuera a Francia, que entraba dentro de lo posible.

Regresaron a Atenas nuevamente ya que el francés debía tomar el avión hacia Orly y él, otro que le llevara a Fiumicino. Se dieron un abrazo y cada uno tomó la dirección que les llevaría  a su destino. Al despedirse se dieron el teléfono, y la dirección de sus respectivos domicilios. Se prometieron tratar de verse nuevamente. Con más facilidad sería Dae Hyun, ya que se movía en otras esferas y viajaba con  frecuencia.

Era un hombre de ideas fijas y, seguía viajando en la clase turista. Se sentía cómodo en ese papel, quizá porque nunca pudo probarlo. Estaba rodeado de gentes, de madres pendientes de sus hijos, de otros que reclamaban a las azafatas alguna revista, etcétera. Nunca había vivido tanto jolgorio y, menos dentro de un avión. Estaba acostumbrado a viajar solo, con su secretario y algún que otro ayudante, pero nunca con tanto personal. A pesar del griterío hablando todos al mismo tiempo, estaba contento por la nueva experiencia. Se dijo para sí:

— Es el Mediterráneo y sus gentes hablan a gritos y a la vez, pero me gusta. Son vitales saben vivir la vida. Son diferentes a nosotros, tan callados, tan ceremoniosos, pero a veces, como es mi caso, tanto protocolo me abruma. Me olvidaré que estoy en otro mundo y seguiré su ejemplo, que de momento me divierte mucho. En unas horas estaré en Roma, la ciudad Eterna. También son una explosión de vitalidad. ¿Acaso elegí esta ruta precisamente por eso, por su vitalidad en contraste con mi vida monótona y aburrida?

En poco más de dos horas aterrizarían en Fiumicino. Consultó su reloj y comprobó que era pronto. Tendría toda la tarde para disfrutar de la ciudad, después de encontrar alojamiento, algo que le facilitaron en el mismo aeropuerto. Tomó un taxi y dándole la dirección le condujo a una pensión de medio pelo cerca de la Plaza de España.

Si Grecia le pareció vital, Roma le deslumbraba. El sitio donde se hospedó era regular, pero no le importó; era una experiencia totalmente nueva para él. Era lo que buscaba comparar los dos estilos de vida, y hasta ahora ganaba, la de las gentes sencillas, corrientes. Sintió por un momento un tirón de envidia. Ellos tenían la libertad que a él le faltaría siempre. Le sobraba el dinero que, no gastaría ni aunque viviera mil años, y al contrario tenía la obligación de aumentarlo. Pero a cambio no disfrutaba de nada. La satisfacción de comer pizza en una trattoria con una jarra de cerveza o un vaso de vino Chianti y un gelato como postre, compensaba con creces,  que no las reuniones de gente mayor al que le llevaban, para la presentación de alguna señorita en sociedad. De una sociedad rígida por el protocolo. Jamás haría un viaje ni tan interesante, ni tan gratificante como el que estaba haciendo.


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Fotografías:  INTERNET

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