viernes, 8 de julio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 32 - Abuelos y nietos


 

                                                       Capítulo 32 - Abuelos y nietos


Aileen pensaba y pensaba a solas en la habitación del hotel. Se había despertado temprano, pero seguía sola en ella. Sonrió levemente, imaginando lo ocurrido entre sus padres. Movió la cabeza al tiempo que sonreía. Seguramente creyeran que por ser joven no entendía de asuntos amorosos. La vida de ellos había sido muy azarosa a pesar de amarse. Sería la hora de poner las cosas en su sitio. Imaginaba una casa con ellos cuatro viviendo en ella. ¿Cómo sería su hermana? ¿La aceptaría? ¿Y Kwan como padre? Ese día había estado pendiente de ella totalmente, como si quisiera recuperar en un día la ausencia de diecisiete años.

Su mirada iba indistintamente a su madre también y, al hacerlo se le veía emocionado. Sintió una punzada de dolor por ellos ¿Cómo había sido posible que resistieran tanto tiempo sin verse, si se notaba a la legua que estaban locos el uno por el otro? ¿Qué sacrificio les obligaron a hacer? Si ella no hubiera intervenido pidiendo a su madre conocer la verdad de su origen, probablemente nunca volverían a verse. Y ese pensamiento le partía el corazón, porque su madre había renunciado a la vida por ella y por el recuerdo de aquel hombre invisible a la que amaba desde siempre.

Se alegraba de que todo lo hubieran resuelto esa misma noche.  Hablarían largo y tendido. Y después…

No se equivocaba. Ambos permanecían en el lecho, sus manos entrelazadas mirándose a los ojos fijamente. No necesitaban hablar para expresar lo que esa noche había significado en sus vidas. Kwan la atrajo hacía el besándola en el frente desbordado por el amor que sentía. ¿Cómo había sido posible que esa diminuta mujer completase su vida hasta el punto de no mirar a ninguna otra, porque todas eran insuficientes frente a ella? ¿Cómo era posible que hubiese seguido viviendo sin volverla a ver? Ahora que la había recuperado de nuevo, se preguntaba si había respirado, si había hecho la vida normal sin ella, porque ahora, de nuevo juntos, no podría resistirlo si tuvieran que volver a separarse.

No hablaban, no deseaban hacerlo como si al hablar rompieran la magia del momento que estaban viviendo. Tenían que ir al encuentro de su hija, en una habitación contigua, pero no deseaban cortar el nexo que ellos sentían. Sabían que volverían a separarse, aunque fuera por unos pocos días. Pero su distanciamiento había durado demasiado y no creían poder resistir nuevamente la ausencia del otro. Sabían que uno viviría lejos del otro, pero al menos tenían el consuelo de que, al menos él viajaría a Irlanda para ver a su otra hija y entonces, aprovecharían al máximo el volver a estar juntos de nuevo.

Ahora, en ese momento, no querían pensar en el corto espacio de tiempo que les quedaba. Ninguno se atrevía a plantearlo y, fue Kwan quién apretándola contra él comenzó a exponer los planes que había trazado.

   —Cariño, hemos de hablar. Pienso visitar a mis padres hoy mismo. Pero deseo que venga conmigo Aileen.

   —¿Aileen? No de ninguna de las maneras. ¡Estás loco! Ni siquiera conocen su existencia. No quiero que pase por un rechazo.

   —No lo harán. No estando conmigo. Lo que desearía es que tú también vinieras, pero comprendo que en primer lugar he de plantear con ellos, a solas, la cuestión. Sé que cuando la vean no la rechazarán

   —¿Por qué? ¿Por qué tiene rasgos orientales y será más creíble?

   —¡Naturalmente que no! Pero piensa que ni siquiera conocen que existe. Sé que no la rechazarán y será la embajadora de las cuestiones que les plantearé, porque junto con su presencia, les anunciaré que voy a pedir el divorcio. Es más, daré orden a mí abogado para que se encargue de ello, pero primero he de hablar con mi mujer. Mis padres no me preocupan. Sé que al final todo se normalizará después de organizar un trifostio, por supuesto. Pero la aceptarán. Lo que me produce más preocupación no son ellos ni Young Mi, sino Suni. Recibirá dos noticias de las que no espera: nuestra separación, y el saber que tiene otra hermana. Pero ese paso lo daremos cuando estemos en Irlanda y con vosotras delante. Creo que iré con vosotras a Dublín, pero tendréis que retrasar el viaje al menos dos días. De este modo concluiríamos con todas las cosas pendientes que tenemos y al fin nos casaríamos y emprenderíamos nuestra vida en común con total normalidad.

Amy no sabía qué decir. Lo tenía todo muy pensado y como le conocía, sabía que no obraba a la ligera. Era como si quisiera borrar de una vez los años de ausencia. Estaba perpleja. Siempre iba por delante de ella, y no era esa la forma de proceder de los coreanos; eran meticulosos y pensando muy bien los pasos que habrían de dar, antes de lanzarse al “vacío”. Tenía prisas por retomar una vida que debió ser normal, pero por circunstancias se torció. Pero no era hora de mirar atrás, sino hacia adelante, al nuevo futuro que ese les presentaba. Tendrían una hija más a la que cuidar y proteger. Comenzaba a quererla sin conocerla, sin saber de su existencia hasta hacía pocas horas. A ambas hermanas les vendría muy bien estar juntas. Pero no debía cantar victoria hasta no estar frente a ella. Lo más probable es que la rechazara de plano. En definitiva, aún no sabía nada de nuestras existencias y, conocer al mismo tiempo el divorcio de sus padres, sería un golpe fuerte para una mentalidad tan joven como la de Suni. Tendría que ganarse su afecto, su confianza, día a día y minuto a minuto. Tendría que hacerla ver que no era su enemiga, ni ocupar el lugar de su madre, pero sí ser una amiga con quién contar en horas difíciles.

 No habían pensado en la distancia tan enorme que existía entre ambos países. Y no era baladí. Estaba en otro continente con miles de kilómetros que les separaba. Sabía que la adolescencia es una etapa difícil para todos. Necesitaría a su madre biológica y a su padre, a ambos. Eso significaba que debían vivir cada uno de ellos en los países de origen de cada uno. ¿Habían pensado en ello? Creía que no que, cegado por el entusiasmo, Kwan había pasado por alto ese “pequeño” detalle.

Sería muy complicado mantener una relación con tantas trabas. Seguirían viviendo como hasta ahora ¿Se acostumbrarían? No lo creía factible. Una familia así no podía funcionar. Hay miles de cosas que surgen a diario y debían solucionarlas en el acto, pero viviendo tan lejos, dudaba mucho que funcionara.

Cegado por su entusiasmo no se había dado cuenta de esa pega tan absolutamente grande. ¿Tendría que renunciar ella a su trabajo? Aileen ¿debería dejar sus estudios para seguirlos en Corea si acaso se mudaran a vivir allí? Pero las dificultades que tendría serían enormes: la barrera del idioma principalmente. El aislamiento de sus amigos y compañeros. Se sentiría extraña en un ambiente para el que no estaba acostumbrada. ¡Dios mío, era de locos! De todo eso no habían hablado cegados por el entusiasmo de volver a estar juntos. Pero debían hacerlo.

 Reunidos durante el desayuno, Kwan explicó a Aileen el plan trazado y lejos de rehuirlo, sorprendió a su propia madre, al aceptar el reto que su padre había explicado. Le acompañaría a ver por primera vez a sus abuelos, porque quisieran ellos o no, era su nieta. Sabía que no sería una papeleta fácil de resolver y, que muy probablemente sería rechazada. Contaba con ello, pero no se quedaría de brazos cruzados al ver a su padre luchar tan denodadamente por unir, por fin a su familia. Entendía que Amy se quedara en el hotel aguardando su vuelta, y por ella lo lamentaba. Era injusto el rechazo sufrido, pero confiaba en que cuanto más se conocieran les convencería de cómo eran ambas: madre y nieta. Que ya nunca estarían solos, porque ciertamente tenían muchas amistades y un gran círculo de personas que les rodeaban, pero para los buenos ratos. Para los malos sólo estaba la familia. Y Aileen necesitaba a sus abuelos. Nunca había disfrutado de sus caricias ni de sus consejos, e incluso de sus broncas. De unos porque habían muerto y de otros porque nada sabían de su existencia. Estaría en sus manos en que todo cobrase la normalidad en una familia. Si, se ganaría su cariño que sería la llave para que aceptaran a su madre también.

Se lo pintaba muy bonito, muy bucólico, pero debía conocerlos primero, analizarles y saber por dónde ella debía actuar. La compensaba el ver a sus padres amarse, mirarse como lo hacían. Suplir, en definitiva, los años de alejamiento y, a pesar de todos seguir enamorados. Por ellos bien valía la pena cualquier sacrificio y aguantar desaires y rechazos. Al final, se impondría el bien y el sentido común.

 

RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora: 1996rosafermu / rosaf9494quer
Edición Julio 2022
Fotografía: Internet

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