sábado, 4 de abril de 2020

El mismo mar. El mismo cielo - Capítulo 14 - Declive

Tras realizar todos los proyectos, se asentaron definitivamente en Connemara.  Sus hijos, unos casados, otros por libres iban a visitarles de vez en cuando. Ellos permanecían juntos y así sería hasta el fin de sus días. Paul se mantenía fuerte, con algunos achaques de artrosis, pero nada importante. Rose Mary estaba más delicada de salud, pero también mantenía su buena forma: siempre contenta y enamorada de Paul.  Se sentaban junto a la pasarela que conducía hacia la playa, y allí la enfermera contratada por Rosaleen para que cuidara de ellos, les acomodaba en unas hamacas, tapando sus rodillas con una ligera manta.  Cogidas sus manos, de vez en cuando Rose se quedaba dormida, y él la miraba con inmenso cariño y con una ligera sonrisa en su cara.



¡ Qué rápido había pasado el tiempo, qué rápidos los años, qué rápida la juventud !  Contemplaba su rostro tan querido  y la recordaba cuando ambos eran jóvenes, cuando la regañaba porque no estaba en el puesto en el que él la quería, y lo rápido de su noviazgo que nadie creyó, pero que ahí estaban firmes y seguros como dos columnas de mármol.  Pero no ignoraba  que eran viejos y que alguno de ellos partiría.  Borraba ese pensamiento de su cabeza y pedía mentalmente que fuera él, porque no soportaría la ausencia de ella.  No quería ni pensarlo. Toda su vida juntos y juntos quería que fuese el final.  Que fueran depositados sus cuerpos en la misma tumba, cerca del mar y bajo el mismo cielo azul por el día y estrellado por las noches.  Que sus cenizas se fundieran con la tierra y que ambos, ya libres de sus cuerpos achacosos, corrieran felices por aquella playa cerca del mismo mar , calentándose al mismo sol, bajo el mismo cielo.

    Y no podía evitar el que dos lágrimas resbalaran por sus mejillas. ¡ La quería tanto ! Había sido su motor desde que la conociera y lo había seguido siendo a lo largo de sus años vividos.  Conocía que su salud era frágil a raíz de aquél amago de trombosis que sufrió hacía poco más de un año. Y por su condición de médico sabía que el final no estaría lejano.  Por eso se esmeraba en complacerla, en amarla cada día más, en besarla cada vez que tenía oportunidad, en velar su sueño  que a menudo tenía. ¡ Su Rose, su amada Rose!   Y la recordó a la cabecera de su cama cuando aquella epidemia de gripe, sin separarse ni de noche ni de día.  En ese instante, recordó las horribles pesadillas que padeció. ¿ Sería el anuncio de ese final?

Se levantó de su asiento, y sin perder de vista a Rose, comenzó a pasear como para borrar de su imaginación aquellas horribles visiones que tuvo por la fiebre. Era como una premonición ¿ Por qué ahora ?  Apretó los puños tratando de evitar el gemido que le subía desde la garganta.  No sucedería; él la cuidaría  y seguirían su camino juntos.  No concebía la vida sin ella, no podía ser.  Se irían los dos juntos y desde el cielo verían a sus hijos y a sus nietos,  y ya si, estarían juntos para la eternidad, tomados de la mano.

Rose se despertó sobresaltada al no notar la calidez de la mano de él.  Le buscó inquieta y le vió paseando cabizbajo por la playa,  Sonrió tranquila y volvió a entornar los ojos complacida.  Él estaba allí cerca,  y se volvió a quedar dormida.

   De ese modo pasaron ese verano, el otoño y llegó la Navidad.  Sería especial, porque toda la familia decidió reunirse con  los padres.  Los niños correteaban a su alrededor bajo la cariñosa y feliz mirada de los abuelos, pero también con las regañinas de sus padres para que no les volvieran locos.

Aquellas navidades serían especiales para todos ellos, especialmente para Rose y Paul, por muchos motivos,. Los hijos habían tomado vacaciones para disfrutarlas todos juntos como cuando eran pequeños. La familia había crecido. Ahora tenían nuera, yerno y nietos.  la vida había sido generosa con ellos; les había dado una larga y feliz vida, con una familia maravillosa.  Su trabajo había sido bien realizado.

Se ausentaron de nuevo el día dos de diciembre. Volverían en cuanto les fuera posible. El abrazo de despedida fue intenso y tierno.  De nuevo se quedaron solos con Ann, la enfermera.  Entraron a casa, tomados por la cintura, sonrientes y satisfechos; habían pasado unas vacaciones extraordinarias, como hacía mucho tiempo no habían disfrutado.  Y Rose recobro el brillo de sus ojos y mimosa subió con Paul las escaleras que les conduciría al dormitorio.  Se sentía cansada por tantas emociones, pero extraordinariamente feliz.


Enero había comenzado con intenso frío y nieve.  No podrían salir a la playa al menos en unos días, Acomodaron el sillón de Rose junto a la ventana y descorrieron las cortinas para que pudiera ver el paisaje maravilloso de un mar plomizo pero pleno de actividad.  En otro sillón junto a ella, Paul leía las noticias del periódico; nada interesante, pero al menos estaría un poco al tanto de lo que ocurría por el mundo.  Al plegarlo, echó una mirada a Rose, que se había quedado dormida; la beso en la frente y se dirigió a la biblioteca-despacho en el que él escribía algunos textos de medicina.  Tomó un libro de la estantería y volvió al lado de Rose.  Seguía en la misma posición, y observó su respiración: todo normal  Volvió a besarla en la frente y se sentó frente a ella, para iniciar la lectura de Cumbres borrascosas. Le gustaba esa novela de amores tan tortuosos, tan diferentes al que ellos habían vivido.  Lo abrió por la señal de la última lectura, se puso las gafas y se dispuso a sumergirse en la lectura.


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Autora< rosaf9494quer
Edición<Abril 2020
Ilustraciones<, Internet

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