domingo, 5 de abril de 2020

El mismo mar. El mismo cielo - Capítulo 15 y último - La chica del vestido rosa

    Rosaleen, Dylan y Niall, al separarse de sus padres se miraron entre sí, y sin decir nada, sin palabra alguna, supieron en ese instante que no  la volverían  a ver.  Habían pasado unos días maravillosos de Navidad, pero supieron que serían los últimos en que todos estarían presentes.
Apenas una semana después, el teléfono sonó a horas intempestivas y lo que esperaban se cumpliría inexorablemente:

- Venid cuanto antes.  Mamá se nos va .


    Era la voz quebrada de Paul que apenas podía articular palabra. Se levanto aquella mañana, más fatigada que de costumbre y no quería levantarse, y como siempre, Paul arrastró el sillón hasta la cabecera de su cama y estaría a su lado, allí con sus cabezas juntas y cogidas sus manos.  Sabía de antemano que era el final, que su amada Rose se iba, que el tiempo había llegado.  No quería llorar delante de ella, pero tenía ganas de mesarse los cabellos, de golpear su cabeza contra la pared, pues tal era la desesperación que sentía. Su chica dulce y hermosa, vivía sus últimas horas y quería que fueran para él.  De ese recuerdo sería de lo que viviría hasta que de nuevo se reunieran.


La veía con los ojos entornados y los labios entreabiertos, de los que apenas salía un atisbo de suspiro.  Le hablaba bajito para no molestarla, pero era su despedida; la diría todo lo que en todos esos años, le quedó por decir y ya no había tiempo, que se iba rápidamente .  Le faltaban las palabras;  no quería que ella se diese cuenta de que era el final, y buscaba en su cabeza  no sólo la manera de alargar el momento, sino que fuera feliz con los recuerdos de cuando eran jóvenes, de cuando tuvieron a sus hijos, de lo que se habían amado, de cuánto la había deseado  desde que la viera por primera vez.  Rose, sonreía ligeramente, pero no abría los ojos, y no decía nada.  La vida se la escapaba rápidamente, pero quería que fuera en paz, que su cabeza no llegara a comprender que se marchaba lentamente.  Sólo pedía que sus hijos llegasen a tiempo para que ella les viera por última vez.

Los hijos llegaron lo más rápidamente posible, a tiempo de recoger el último aliento de su madre.  Estaban todos alrededor de su cama y Paul apoyada su mejilla en la de ella.  Quería transmitirla su calor, alargar el halo de vida que la quedaba.
  Beso a cada uno de ellos, y el último beso fue para él.  Pegó sus labios a los de Rose y así los mantuvo, hasta que su aliento se apagó. Su Rose del alma, se había ido, y él con toda su sapiencia no había podido hacer nada.  De lo más profundo de su corazón salió un sollozo estremeciendo todo su cuerpo, que se abrazaba al de Rose para no separarse de él.

Se encerró en su despacho y no salió de él hasta que fue la hora de acompañarla hasta su última morada.  Allí dijo a todos los que les acompañaban que le dejaran a solas con ella.  Tenía tantas cosas que decirla todavía, tanto amor que darle, que necesitaba decírselo antes de que se perdiera en la profundidad de la tierra.  De esa tierra que le albergaría a él también cuando llegase su hora.  Era el único consuelo que tenía, que al fin podrían estar juntos para siempre.


Escrupulosamente se cumplieron todos los protocolos a que estás obligado a cumplir en ocasiones como ella.  Sus hijos se encargarían de todo. Paul sólo deseaba estar en su habitación, tumbarse en el mismo lugar  que ella ocupara y absorber su perfume.  Aún no tenía fuerzas para abrir el armario de su ropa y contemplar los vestidos, sus zapatos, sus alhajas.  Aspiraba su perfume porque de esta forma percibía su olor.  Abría los cajones de su cómoda una y otra vez y acariciaba su ropa interior de suave tela. Y parecía que la tenía delante coqueta y joven paseándose delante de él.

Recordando su casamiento y su primera noche juntos, y tantas y tantas cosas que habían vivido. Y así recordando cada momento de su unión, a veces se quedaba dormido, para despertar rápidamente.  No quería seguir viviendo. Sin ella no.  Nada tenía valor, ni belleza, ni interés.

Y pasaron los días y su vida seguía monótona y sin alicientes.  El primer año fue duro muy duro.  Llegaron las navidades nuevamente. Había sido la primera vez de todo, de su vida sin ella, pero Navidad, sería lo más difícil.  Sus hijos fueron a pasar las fiestas con él, pero lejos de consolar se le hacía más duro y doloroso; recordaba la última en que ella fue absolutamente feliz, viendo a toda su familia al completo alrededor de la mesa de Navidad.


Para todos fue un pésimo día y todos hubieran deseado haberse quedado en sus casas correspondientes para no rememorar la última.  Pero...  ¡cómo dejar a su padre solo, precisamente ese primer aniversario sin ella !

En su honor Paul ordeno al servicio, vistieran la mesa como a ella le gustaba,. y haciendo de tripas corazón, quiso que la cena se celebrara, aunque cada uno de ellos se tragara el llanto y la nostalgia. Se retiraron temprano a dormir; mantuvieron una sobremesa corta y cada uno se retiró a su habitación.  Paul buscaba la soledad, especialmente en esa noche.  Pronto haría un año que ella se fue, y la herida permanecía abierta y sangrando aún.

    No tenía ganass de vivir. La casa se le venía encima y todo le daba igual; a veces no sabía en el día de la semana en que vivia. Todos los días eran monótonos e iguales.  Cuando el tiempo lo aconsejaba, paseaba por la playa y allí miraba al cielo y hablaba con ella.  Y lloraba y la pedía que le llevase ya, que no podía resistir su ausencia. Y de esta manera se iba deteriorando sin siquiera oponer resitencia al paso del tiempo.

La primavera era bonita, como todas pero él en nada encontraba belleza. Sentía la necesidad de hablar con sus hijos, y llamó a cada uno de ellos y se entretuvo hablando con sus nietos.  Se reía con ellos y hasta los hijos creyeron que estaba remontando la melancolía que le acompañaba desde que Rose se marchó.  Ann de vez en cuando se asomaba discretamente al despacho, y al escucharle reír, se retiraba . La extrañaba esa repentina vitalidad, y no le gustó.

-Quizá se esté acostumbrado - se dijo

Sacó el sillón a la pasarela, como todos los días, y hacia allí se encaminó Paul.  Quería tomar los rayos de sol que en esa mañana eran preciosos. Se tapó la rodillas con la manta y haciendo visera con su mano para taparse la intensidad del sol, echó la cabeza hacia atrás:   quería dormir un poco antes de comer.

  A lo lejos llegaba corriendo y saltando una jovencia vestida con un precioso vestido rosa.  Agitaba sus brazos al aire y daba vueltas como haciendo pasos de baile.  Él se incorporó en la butaca al  comprobar que se trataba de alguien muy conocido para él .



-¡ Rose, mi amor ! ¿ Qué haces aquí ?

- Vengo a buscarte como te prometí

- ¡ Cuánto has tardado !

- No te quejes, ya he llegado.  Me he puesto el vestido que tanto te gusta.  Ven, dame la mano. Voy a enseñarte mi lugar favorito

- ¡ Cuánto te quiero Rose ! Te quiero mucho, te quiero muchísimo

- Y yo a tí. Dame un beso y vayámonos

    Ann extrañada de que permanecía quieto en la misma posición desde hacía bastante rato, salió a ver si se encontraba bien.  No tuvo necesidad de averiguar más.  Tocó su mano y la encontró inerte, demasiado quieta, y entonces supo que el doctor había ido al encuentro de su amor, de Rose.

Se santiguó y con su dedo, depositó un beso en su frente.  Ya estaba en paz.   Miró su rostro y le vio sereno y sonriente.  Al fin era feliz.  Se puso en contacto con sus hijos para notificarles su partida. Llamó al médico para su certificación, y el resto se haría cuando llegaran los muchachos.

   Rosaleen llorosa entró en su dormitorio; aún se percibía el olor al perfume que usaba; todo estaba en perfecto orden tal y como él lo dejara.  Abrió uno de los cajones de su secreter, y extrajo un sobre dirigido a ella con las instrucciones para el sepelio:



              " Mi deseo es descansar para siempre en el mismo lugar de mamá. En aquel lugar y que el mismo mar nos arrulle y nos caliente el mismo sol.  Mi abogado tiene el testamento. Haced con todo lo que queráis. Os quisimos mucho; no estéis tristes por mi muerte; yo estoy feliz ya que pasaré la eternidad con ella, con vuestra madre, con Rose mi amada esposa.  Fuisteis hijos queridos y deseados.  No lloréis por nosotros, estamos juntos y libres.  Hemos recobrado la juventud y correremos por la playa. Os quiero. Paul "

   Y paso por paso se cumplieron sus deseos. Sus hijos repartieron entre ellos las cosas de sus padres, pero conservaron la casa de Connemara, y allí disfrutarían sus vacaciones de verano y retornarían cada Navidad para vivirla allí con su memoria.

  Y Rosaleen soñaba con ellos y les veía correr, reír felices por la playa como cuando eran jóvenes y se detenían en sus juegos y se besaban como dos adolescentes. Él en mangas de camisa con los zapatos en la mano, y ella extendiendo los brazos al frente para abrazarlo vestida de color rosa.



                                                          F    I    N

Autora : 1996 rosafermu
Edición   Marzo de 2020
Ilustraciones:  Internet y FBAPP
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS

1 comentario:

  1. Me costó mucho escribir esta novela a pesar de ser un relato corto. Concurrieron sucesos inesperados graves: el coronavirus. Las emociones me agarrotaban la garganta y sólo llorabas a cada noticia nefasta que llegaba hasta nosotros.. Anímicamente estaba mal, y había veces que la angustia, la tristeza lo llenaban todo. La empecé a escribir a principios de Marzo y la he terminado el día 5 de Abril. No podía centrarme, las palabras huian de mi cabeza y escribi capítulo a diario, cosa que nunca me había pasado. Me era imposible concentrarme en ello, y por tanto estaba deseando terminar. Y reflejé cosas ocurridas en mi propia vida, por ejemplo las emociones sentidas que me inundaban. Ha sido extraño, pero necesitaba escribir y despejar mi cabeza. Esta es la historia del por qué de esta mini novela

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