jueves, 7 de marzo de 2019

Nunca logré olvidarte - Capítulo 10 -¡ Al fin viernes !

Y efectivamente, ninguno de los tres durmió bien aquella noche.  No pararon de dar vueltas, y lo que debió ser calma, el desacuerdo se hizo más profundo  imaginando cosas extrañas durante la noche.  Todo se magnificaba, y el resultado sería que al levantarse, madre e hijo apenas hablaban   y en sus ojos profundas ojeras por la falta de sueño.  Pero era gente normal y educada, y como hacía siempre, James dio los buenos días a su madre y la besó en la frente como de costumbre.  Ella también intentó sacar la conversación de nuevo, pero no tuvo ocasión, ya que él no quería resucitar lo del día anterior, y con la excusa de ponerse al día con el rancho,  evitó quizás una nueva discusión.

Estaba resentido por la actitud de su madre, que en cierto modo comprendía, pero le dolía los adjetivos dedicados a Noa de todo punto inadecuados.  Se encontró con Willy en la oficina, y el amigo ni siquiera insinuó nada de lo acontecido entre madre e hijo, pero se dio cuenta que el problema no había hecho más que empezar.  Cuando ambos estaban a solas, decidió hablar con él y plantear lo que la noche anterior había insinuado a Alice

- Tráela, que se conozcan, y verás como todo es más sencillo de lo que ahora parece.  Tu madre es una mujer cariñosa y comprensiva; verás como todo se calma.  Tienes que reconocer que nos distes la gran noticia sin esperarlo, y eso... es muy fuerte.
- No lo sé, Willy. Creo que mi madre quiere que esté bajo sus faldas siempre y no se da cuenta de que ya tengo edad para formar mi propia familia
- Lo sé, muchacho y así será.  Pero dale tiempo para que se haga a la idea.  No me gusta veros enfadados.  Sois la única familia que tengo.  Os quiero y esa situación me apena sobremanera
- Gracias Willy.  Se lo diré cuando vaya  el sábado. Y en lo referente a mi madre, no te preocupes, se nos pasará.  La quiero muchísimo, y tú lo sabes.  Entiendo todo lo que ha trabajado, lo que se ha esforzado por crear nuestro mundo, pero ha de comprender mi situación.  Quiero a Noa con toda mi alma y ella me corresponde. Punto.

Y la semana se le hizo larga, muy larga, pero al fin llegó el viernes y tomó el avión que de nuevo le llevaría a Nueva York.  Allí le esperaba una inquieta y nerviosa Noa, que se colgó de su cuello en cuanto le vio salir. Se besaron como si hiciera que no se veían en años, pero no les importaba.  Estaban juntos y seguían amándose.Noa le preguntaba por lo que dijo a su madre, y James, trataba por todos los medios de disfrazar la respuesta.
Inquieto y nervioso le preguntó por su padre, y la respuesta fue semejante a la dada por Alice, pero quizá no tan obstinado  como ella.

- Le dije que siempre estaba de viaje y que te había conocido y eras el hombre de mi vida.  Me respondió que quería conocerte, así que nos espera para comer.
- Me parece bien.  Iré al hotel y me cambiaré de ropa: voy a presentarme ante mi suegro y he de ir como Dios manda
- ¿ Y cómo manda Dios? - le dijo ella riendo -.  Quiero que al menos pasemos un rato nosotros solos.Estoy muy nerviosa
- Lo sé.  Yo también, pero no te preocupes, cariño, todo saldrá bien, ya lo verás.

Ella, por deseo de James, le esperó en cafetería, mientras él se instalaba.  Por muchos deseos que sintieran de estar juntos, era una señal de respeto, en primer lugar hacia ella y en segundo a la conversación que mantendría con su futuro suegro.  Porque de algo estaba seguro:  por mucha oposición que tuvieran por ambas partes, se uniría en matrimonio a aquella chica que le había enamorado tan fuertemente.

No tardó en reunirse con ella de nuevo, y ambos tomados de la mano, tomaron un taxi en dirección al domicilio de Noa.  Allí les esperaba un receloso señor Shephard.  James tampoco estaba calmado, pero sabía que era un paso obligado, por muy violento que fuera.

Cecil Shephard era un hombre de aspecto imponente como correspondía al trabajo de finanzas que tenía.  De pelo algo canoso  rondaba   la cincuentena.  Educado, cortés, pero escrutador .  Analizaba cuidadosamente cada gesto de James, cada mirada y sus manos. Por su profesión conocía bien a la gente mediante sus gestos; eso le decía mucho  y observó que James las posaba sobre una pierna cruzada sobre la otra y en el respaldo del sillón en el que se sentaba.. Se le veía tranquilo, a pesar de que distaba mucho de estarlo.  Las respuestas que daba eran firmes y seguras y relató cómo era su posición  familiar y económica que , aparentemente era lo que preocupaba al citado señor

- Verás James.  Mi hija está acostumbrada a un estilo de vida y es por eso que me preocupo.  Veo con satisfacción que esa sería la menor de mis inquietudes.  Pero no deja de intrigarme vuestra situación amorosa.  Me ha contado cómo os conocisteis y el flechazo que ambos sufristeis.  No me extraña,  los dos sois atractivos, pero has de comprender que deberíais tener un poco de calma. No os conocéis a penas. Habéis pasado juntos  ¿cuanto?
- Siete días señor. Sé que es poco tiempo, pero deseaba pedirle que, puesto que por su trabajo se ausenta de su domicilio, que Noa pasase algún tiempo con nosotros y así poder conocernos más.  Sé que ha sido todo muy precipitado, pero nos queremos y deseamos estar juntos.

- Dices que viviría con vosotros. ¿ Quienes sois vosotros?
- Mi madre, el personal  y yo, naturalmente.  Ella tendría plena libertad  para moverse por la finca y si no le gustase ese estilo de vida, tendrá mi comprensión si desea romper nuestro compromiso y volver a Nueva York. Sé que me rompería el corazón, pero lo aceptaría.  Señor Shephard, me importa su felicidad y si no está junto a mí, le doy mi palabra que lo aceptaría y yo mismo la traería de regreso a esta casa.
- No sé, James. No es que no te considere perfecto para ella, pero tengo mis dudas por su aclimatación a un tipo de vida totalmente desconocido para ella.  Sé que en la actualidad te ama, pero sigue en Nueva York y dudo de que la vida del campo...
- Déjeme intentarlo, por favor
- Está bien, doy mi consentimiento para que viva con vosotros, siempre y cuando sea una vida normal.  Ya me entiendes lo que quiero decir.  Si os va bien y con el tiempo seguís pensando lo mismo, deseo sea tu esposa, pero no tu amante ¿ me entiendes?
- La respeto mucho, señor.  Nunca haría nada que la hiriese en cualquier sentido.
- No obstante, te estaré observando. Deseo lo mejor para mi hija; ella dice que te ama y yo deseo que así sea, pero tengo mis dudas de que lo vuestro siga adelante.  En fin, vosotros sabréis lo que tenéis entre manos.
- Gracias, señor.  No le defraudaré.  Le prometo cuidar de ella porque es parte de mi vida.
-Muy bien. Pues ahora comamos. Seguro que está con la oreja pegada a la puerta, así que no le hagamos esperar .  Estará nerviosa e impaciente.

Cecil, extendió su mano que James estrechó y al fin, respiró tranquilo.  Había pasado un examen  duro y exhaustivo pero lo importante era que lo había pasado ya,  y creía que con buena nota
  Nerviosa, paseando de un lado a otro de la estancia, se encontraba Noa, retorciéndose las manos de impaciencia.  Cuando la puerta se abrió ante ella, escudriñaba la cara de James y la de su padre con  ansiedad.  Sólo respiró aliviada al ver el rostro de su prometido que la sonreía abiertamente.  Estuvo a punto de desmayarse, pero al sentir el contacto de la mano de él sobre la de ella le miró fijamente y poco a poco recobró la calma sonriendo ella también.  Su padre les miraba de reojo, y comprendió que verdaderamente se amaban...,   en ese momento.  Lo que faltaba por ver es si era un espejismo que duraría un suspiro, cosa que en el fondo no deseaba.  James le había parecido un buen muchacho, con las ideas claras y lo más importante : que quería a su hija.  El resto era secundario para él.

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