domingo, 3 de marzo de 2019

Nunca logré olvidarte - Capítulo 4 - Da una oportunidad al amor

Hablaban poco.  Se sonreian. Ella reclinaba su cabeza en el hombro de él. James acariciaba su mano con el dedo pulgar sintiendo lo que estaba ocurriendo en su vida con aquella chica. Había salido con otras amigas, pero nunca había sentido esa sensación.  Era una desconocida pero creía deseaba llegar a conocerla mejor y más. El úníco `problema es que él tenía pocos días para  ello y muy posiblemente no volverían a verse. Y el pensar ésto le entristecía porque presentía que se estaba enamorando de ella.  Pero,   de llegar a algo formal con  Noa ¿ cómo sería su relación? Con muchos kilómetros de distancia, sin saber nada el uno del otro y viviendo en lugares tan distintos y distantes, no podría ser.  Y sin embargo deseaba que fructificara.  Guardaría para él ese cúmulo de sensaciones que estaba teniendo, tan absurdas, tan inexplicables, que sería difícil comprender, incluso para él.  Y mentalmente su imaginación voló hacia su madre; estaba seguro que no lo aprobaría en absoluto. Y  trataría por todos los medios de que la olvidase.

Ella le observaba sin que él se diera cuenta de ello inmerso en sus pensamientos. Hasta que le preguntó extrañada de tan prolongado silencio

- ¿ Qué te ocurre ? ¿ Estás enfadado ? ¿ He hecho algo que te ha molestado?
- No, en absoluto. Pensaba, simplemente eso
- ¿ Puede saberse en qué pensabas tan absorto?
- En tí. En nosotros. En lo extraño que es todo esto
- ¿ A qué te refieres?
- No me hagas caso.  La visita al memorial me ha puesto melancólico, sólo es eso.Pensaba en la frágil vida de las personas que murieron.  En que se levantaron esa mañana igual que cualquier otra.  Unos acudirían a su trabajo otros estarían enfadados con sus mujeres, quizá hubieran dejado alguna relación, en fin miles de vidas perdidas  y que cada uno habrían trazado una trayectoria de vida  y se verían  de ancianos disfrutando de su jubilación en Florida o en Hawaii.  Todos estaban ajenos a lo que les ocurriría esa mañana. Pienso desde entonces en que a veces dejamos pasar de lado la oportunidad de ser felices en nuestra vida, y, así, sin más,  la damos de lado., cuando en realidad deberíamos perseguirla y conseguirla.
- ¿ Te ocurre algo? - le dijo preocupada - Si llego a saber que te ibas a poner tan triste no te hubiera llevado
- No es eso.  estoy triste por ellos, desde luego, pero pienso que dentro de unos días he de regresar a casa, y  dejaré aquí a alguien que me interesa y quizá no vuelva a ver
- ¿ Acaso tienes novia en Nueva York ?
- No, pero si me gusta una chica en particular .  Ha sido algo increíble, apenas la conozco, ni ella a mi tampoco y sin embargo creo que me ha calado profundamente
- ¿ Somos nosotros?
- Si, Noa, me estoy refiriendo a tí
- A mí también me gustas, pero tienes razón vivimos muy lejos, demasiado.  Creo que mejor será olvidarnos de todo esto. Si quieres me voy a casa.  No deseo hacerte pasar mal rato.  Has sido un amigo excelente y me gustaría conservar tu amistad a pesar de la distancia
- Bien dejemos eso. He tenido un bajón por lo que hemos visto, nada más.  Se me pasará enseguida. Y no.  No deseo que te vayas; tenemos dos días para estar juntos.  Después, Dios dirá. No sé cuándo,  y si volveré alguna vez a Nueva York, pero si lo hiciera, me gustaría verte y charlar un rato, si no estuvieras comprometida, claro.
- Me gustaría mucho James.  A mí también me gustas.

Guardaron silencio y siguieron así durante un rato más contemplando el panorama de gentes que poblaban aquella zona.  Unos corrían, otros charlaban y otros daban mítines.  Era el pulso de la vida en la ciudad.  Le llevo a Times Square, pasearon por Wall Street y contemplaron la estatua de Abraham Lincoln.  Sacaron fotografías y olvidaron ambos la conversación tan trascendental que habían mantenido .

Era la hora de comer y James quería llevarla  a un buen restaurante, pero no conocía nada más que Cipriani.  Ella se echó a reír diciendo

- ¿ Con esta pinta que llevamos?  Seguro que no nos dejan entrar. Déjame que elija yo
- Me parece bien. Tu sabes a dónde ir

Y acudieron a un italiano entre los más famosos: John`s Pizza.  Estaban relajados y contentos, con una charla animada, aunque algunas veces decaía un poco, pensando en que todo terminaría pronto

- Esta semana está siendo grandiosa.  Me he divertido mucho- dijo Noa  sonriendo
-Para mi será inolvidable.  Mi vida en Sacramento será bastante monótona y aburrida.  Cuando me haga cargo del negocio de mis padres, no tendré tiempo ni para respirar.  Tan sólo podré divertirme un rato en el bar  cercano los viernes por las noches.  Voy a extrañar mucho estos días, y a mi  guía, especialmente. - Se lo dijo mirándola muy serio, pensando cada palabra  que ella recogía en silencio, pero también con la mirada profunda. Era imposible que hubiera ocurrido. Era muy poco el tiempo que hacía que se  conocían

- Esas cosas sólo ocurren en las novelas, no en la vida real, no a mi- pensaba Noa.  Pero lo cierto es que sentía una opresión en el pecho pensando que al marchar no volverían a verse.

Era casi media noche, cuando volvieron frente a la casa de ella.  El día había sido extraño entre melancolías y añoranzas.  Sólo tenían un día  para estar juntos, y eso les atormentaba, aunque ninguno de ellos lo comentara.

- ¿ Nos vemos mañana ? Será la despedida, ya que pasado regreso a casa
- Ya lo sé. Si deseo que volvamos a vernos
- ¿ A qué hora vengo a buscarte ?
- A las nueve. Tenemos que aprovechar las horas que nos quedan

Se despidieron como el día anterior, y de nuevo surgió ese latido fuerte que no sabían explicar, o sí, sólo que no deseaban admitirlo

A solas en la fría habitación del hotel, James daba vueltas a algo que le rondaba por la cabeza desde esa mañana.  Casi se había declarado a ella, pero Noa, ni siquiera parecía haber entendido sus palabras. ¿ Qué debía hacer? ¿ Hablar abiertamente con ella ?  No podía despejar sus pensamientos y miró las fotografías que habían sacado durante su encuentro de esa mañana, y cuanto más la miraba, más se convencía que lo que deseaba tener con ella, no era sólo amistad, sino algo más profundo.  Pero la maldita distancia, echaba por tierra todos los planes que pudiera trazarse.  Al fin pudo conciliar el sueño rememorando en él todo lo que habían vivido ese día, en una sucesiva visión de las imágenes de los lugares en los que habían estado. Sonreía en sueños cuando la imagen de ella aparecía en ellos.  Al despertar pensó en lo soñado y tomó la decisión de hablar con ella abiertamente.  Miró el reloj y comprobó que tenía tiempo de sobra hasta reunirse con ella, de verla de nuevo, de rozar su mano y de declararle que la amaba y que no deseaba perderla.  Encontrarían una solución, si es que ella pensaba lo mismo que él.

Bajaría a desayunar a la cafetería del hotel.  Comenzó a vestirse ya que en un rato saldría rumbo a Manhattan para  cumplir con su cita.  Unos golpes resonaron en la puerta.  No había pedido nada, por tanto creyó se trataría de alguna persona que comprobaría si aún había gente en la habitación..  Abrió la puerta y frente a él, nerviosa estaba Noa.

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