martes, 24 de marzo de 2020

El mismo mar. El mismo cielo - Capítulo 4 - Conocernos

Comenzarían la guardia a las diez de la noche. Paúl estaba en la cafetería esperando la llegada de Rose, a pesar de que ni siquiera sabía si ella entraría antes de ir al control.  No habían quedado en hacerlo, pero si la besó ligeramente al despedirse de ella y Rose no puso ningún impedimento, al contrario, su corazón saltaba en el pecho.  Sentía que día a día, al acercarse a él, sentía más ganas de verle. Estaba loca, pero por él ¿ cómo había sido posible perder la cabeza de esa forma por un hombre que, hasta hacía muy poquito ni siquiera la miraba.

Pero si lo hacía. Como la había confesado si fijó en ella desde la primera vez que la vio. Ocurrió de improviso, sin él buscarlo y sin siquiera sospechar, que aquél día, al incorporarse a su nuevo trabajo, conocería a alguien especial que cambiaría el rumbo de su vida.

Era nuevo y además tenía un puesto de responsabilidad. Llegaba de otro hospital; había solicitado ese puesto porque era un centro con las mejores tecnologías habidas en el mercado hasta ese momento.  Era un hombre ambicioso a lo que a su trabajo se refería. Adoraba ser médico, cirujano más exactamente, y estaba entre los mejores en su profesión.  A muchos extrañaba que siendo tan joven hubiese escalado  ese puesto con tanta rapidez. Era en extremo inteligente, amaba su carrera y se esforzaba al máximo por mejorar , sin importarle los sacrificios que hubiera de hacer para conseguir lo que más amaba: el poder servir a las personas enfermas.

Estaba algo cohibido el primer día; no conocía a nadie y todos, al saber su trayectoria médica, le miraban de reojo, como sin atreverse a hablarle, como si fuera un ser sobrenatural.  Por el contrario él era muy asequible , una persona atenta y dialogante, pero con la actitud de sus compañeros se sentía un poco sólo.

El director le dio la bienvenida y hasta le soltó un pequeño discurso a modo de presentación antes los compañeros que iban a formar su equipo.  Era un hospital macro, de los que puedes perderte por los pasillos y así le ocurrió a él, la primera vez que la vio.  Estaba en el control de enfermeras de la planta sexta anotando algo en una gráfica.  A su lado  tenía una pequeña bandeja con algunos recipientes pequeños con pastillas que debía suministrar a los pacientes de esa planta .   Buscaba a alguien y se dirigió a ella para preguntarla.  Apenas levantó la cabeza para indicar el despacho a donde debía dirigirse. Al hacerlo se fijó en los ojos de ella: nunca había visto nada igual; de un gris brillante, extraños en una mujer, pero hermosos, y una cara  de rasgos casi perfectos. Las largas pestañas aletearon nerviosas por un segundo y sonrió amablemente , formándose en sus mejillas unos hoyuelos que la hacían muy graciosa


- En aquella puerta de enfrente - le indicó señalando con el bolígrafo que estaba usando

- Gracias. Soy nuevo aquí...y...

- No se preocupe, no es molestia

Casi era la primera persona que le dirigía la palabra y además de educadamente, le había regalado la sonrisa más extraordinaria que había visto en mucho tiempo.  Al cabo de un rato salía acompañado por uno de los doctores, y ¡ menos mal ! hablaba con él: era el que sería su anestesista.  Ambos con una charla amable y animada se dirigieron a la cafetería ; tendrían tiempo de tomar un café.  Delante de ellos iba nuestra enfermera de los ojos grises, que entraba y salía de las habitaciones.  No pudo evitar volverse a fijar en ella, algo que no paso desapercibido a Robert, que sonriente y señalando con la cabeza a la enfermera, le dijo:

- Es bonita ¿ verdad ?

- Cierto y además simpática

- Se llama Rose Mary, y te gustará ; es la persona más tratable entre todas. Estuve durante una temporada algo colado por ella, pero me daba calabazas, hasta que me cruce con Daisy, mi mujer.  Ella me echó el lazo.  Tenemos dos chiquillos.  ¿ Tú estás casado?

- No. No soy afortunado en amores.  Tonteé con alguna chica, pero nuestra profesión es difícil. Éramos jóvenes y ellas querían divertirse, así que a la segunda cita me dejaban plantado.
Luego opté por ampliar mi especialidad y me limité a tomar una copa sin más ataduras

- Eres muy joven aún

Y siguieron charlando camino del ascensor; a la salida de una de las habitaciones, se toparon con Rose, que saludó sonriente a los médicos, pero más especialmente se fijó en el nuevo.

    Pasado un tiempo, cuando ya se había hecho cargo de su equipo, habló con el director para incluirla en él.  Tenía un historial bueno, era simpática y con un poco de ayuda estaría bien como apoyo a su ayudante .  Creía que podría desempeñar mejor su profesión con él, que repartiendo pastillas, a pesar de que esa tarea también era imprescindible.  Aunque Lissa, la supervisora de planta protestaba porque era la más amable y cariñosa con los pacientes y  no sabía por qué razón se la tenían que llevar. La conocía desde que entrara a trabajar en el hospital.  La conocía bien y podía confiar en ella, además los pacientes la adoraban y era una extraordinaria profesional.  No entendía  la razón para llevársela.  Protestó todo cuanto pudo, pero no sabía si sus protestas servirían para algo.  Paul la veía con posibilidades de mejorar, no sólo en sueldo, sino en su profesión, pero lo cierto era que la quería tener cerca.  Por muchos pretextos que él pusiera, en su interior, sabía que sólo eran excusas ya que su intención era otra.

Por muchos argumentos que expuso Lissa, pesó más el criterio de Paul que el de ella.  Y así fue como, esporádicamente, Rose acudía a quirófano, cada vez que él la reclamaba. Procuraba enseñarle algo, pero era muy difícil, porque no era un aula de la facultad, sino que siempre estaba ocupado y algunas veces con una intervención urgente, con lo cual era difícil entretenerse en otra cosa que no fuera tenerlo todo a punto.  Pero Rose estaba siempre atenta a las conversaciones que mantenían mientras operaba y de esta forma, conoció los nombres de los distintos instrumentos del cirujano y, no sólo su identificación, sino para qué era utilizado cada uno de ellos. Y se hizo cargo de la poupinée y se encargaba de los instrumentales que siempre estuvieran a punto para ser usados.

Y esa fue su principal guía para conocerse mejor.  Al menos, él, si la analizaba profundamente y la llegó a conocer. Pero ella, ajena a todas las maquinaciones de él, estaba siempre a la defensiva pensando en que era poca cosa para él, cuando, muy al contrario, Paul tenía puesto su proyecto de futuro en ella.


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Autora< rosaf9494quer
Edición< Marzo 2020
Ilustraciones< Internet


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