sábado, 14 de mayo de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 1 - Pisando las olas

          



                                               Capítulo 1 - Pisando las olas            

Descalza, con el pantalón remangado hasta la rodilla, caminaba lentamente posando su mirada en el horizonte. Era una mañana de primavera, pero, a pesar de estar avanzada, una ligera pero pertinaz lluvia, caía lentamente salpicando con sus gotas la arena de la playa formando pequeños círculos. De vez en cuando, algún que otro perdido rayo de sol, le daba en el rostro, haciendo que entornara los ojos levemente.

Iba sola, pues nadie más que ella, había en su entorno. No era amiga de muchos bullicios, por tanto, rehuía los grupos de personas que, con el buen tiempo primaveral, acudían a la playa en sus ratos de esparcimiento. Deseaba y buscaba la soledad. Se recreaba en sus recuerdos de juventud, felices, de esa época en que todo era más sencillo, aunque pensásemos que cualquier cosa ocurrida lo magnificáramos haciéndolo más grande de lo que en realidad era. Todas sus preocupaciones consistían en tratar de gustar a cualquier chico nuevo que estuviera en su clase, recién llegado.

Recordaba el rostro de sus padres, ya muertos, cuando tenían toda la vida por delante y nada ni nadie les perturbaba. Por desgracia no fue así. La situación que ahora tenía era ¡tan diferente a la que imaginara! A pesar de todo, casi se alegraba de que no tuvieran que vivir lo que ella vivía en el momento actual.

Sonrió al evocar el día en que, nerviosa apremiaba a su madre para ir hasta la ciudad para que la comprase el vestido más bello que hubiera en la tienda. Al cabo de una semana sería la gran fiesta de graduación. Terminaba la secundaria y sería muy, muy especial. Poco a poco se había hecho mayor, pero sus ilusiones, sus fantasías, permanecían intactas. Hasta había veces en que, su madre se lo reprochaba con una frase que tenía grabada a fuego en su memoria:

—Baja de esa nube, niña

Al llegar a ese recuerdo no pudo evitar que alguna lágrima acudiera a sus ojos. ¿Qué pensaría su madre ahora? ¿En qué nube estaba subida cuando le conoció y pensó que sería el hombre de su vida?

Nunca pensó que el amor a primera vista existiera. “Sólo ocurre en las películas”, solía decir. Pero no fue así. Lo iremos sabiendo más adelante.

No muy lejos de ella, divisó el tronco de un árbol que, en su día fuera grande y bello, pero que seguramente por el paso de los años llegó a su vejez y quizá su propietario, lo cortó transportándolo hasta allí. Estaba anclado en la arena, firme, como si de nuevo hubiera echado raíces.

 Al llegar a su altura, decidió descansar unos instantes. Y así lo hizo, más por cambiar de pensamientos que por cansancio. Del bolsón que portaba, extrajo una pequeña botella de agua y bebió un sorbo, mientras contemplaba el ir y venir de las pequeñas olas y, que el agua llevara  hasta sus pies. Portaba unas sandalias en uno de sus brazos, y las dejó a su lado para que no se mojaran. Sacó también una manzana roja y verde que, mordisqueó lentamente.

Ese breve gesto, hizo que, de momento, sus pensamientos se alejaran. Instintivamente acarició su tripa que ya se le veía algo abultada. Iniciaba su quinto mes de embarazo y, su cuerpo estaba tomando una forma muy diferente hasta la que entonces tenía. Sus caderas se tornaban  más redondas y su cintura, poco a poco, iba desapareciendo. Sonrió levemente mientras retiró la mirada del horizonte, posándola en la dirección de su mano que, suavemente iba de un extremo a otro de su tripa, acariciando al ser que llevaba dentro.

Pese a todo lo que aquello significaba, no estaba arrepentida. Estaba sola en el mundo, así que, la criatura que ahora se gestaba dentro de ella, sería su compañía mientras viviera, porque siempre se aferraría a ella para combatir lo que la vida, con sus sorpresas, le tuviera destinado.

Hubiera deseado con todas sus fuerzas que el padre, estuviera en esos momentos a su lado y, juntos viviesen ese maravilloso momento. Pero no sólo no se había dado el caso, sino que era imposible que se diera. Les separaban miles de kilómetros y acontecimientos sucedidos que, hacían inviables que eso ocurriera. Ni siquiera él sabría que iba a ser padre.

Se convertiría en madre soltera, pero no le faltaban agallas para sacar adelante esa criatura que tomaba vida, poco a poco dentro de ella. Su situación no es que fuera de lo más halagüeña, precisamente. Había vuelto a su tierra nuevamente, dejando girones de su auto estima, de su vida en aquél remoto país del lejano oriente. Por un momento se alegró de que sus padres no estuvieran allí para vivirlo. Cualquier pareja espera ansiosa la llegada de su primer hijo. Éste no había sido buscado, ni deseado en ese momento, pero ahí estaba. Lo habían concebido en una noche de loca pasión, cuando, nadie auguraba el desenlace de aquel amor apasionado.

Una ola algo mayor que sus hermanas, llegó hasta sus pies trayéndola de nuevo al hoy, al aquí y al ahora. Ya no servían de nada los lamentos, aunque los sentía, pero al menos, la consolaba el saber que su hijo la escuchaba, porque era el único ser portador de sus tristezas, enfados y desesperaciones.

Al ocurrir su desastre, no dudó ni por un instante, regresar a su país. Es irlandesa y, por tanto, el mar está muy presente en su vida. Siempre le había atraído. Sentía su llamada estuviera donde estuviera. Era el lugar en donde había nacido, crecido y en donde reposaban sus padres. Allí nacería su hijo. Faltaba poco para saber el sexo. Aunque le daba lo mismo, en su interior libraba alguna que otra lucha; deseaba fuese niña, aunque, por otro lado, decía que mejor varón, así no tendría que cargar con las dudas e inconvenientes que ella sufría ahora, en el caso de que su pequeña se quedase embarazada y el padre de su hijo no la hiciera ni caso.

Se estaba adelantando a los acontecimientos. Pero no podía evitar dejar volar su imaginación volviendo a vivir cómo empezó todo y cómo concluyó. Al llegar a esa parte, movió vivamente la cabeza como para desterrar recuerdos. No quería volver a vivirlos, por tanto, guardo el resto de manzana y la botella de agua y, levantándose de improviso, decidió volver a casa.

Miró hacia arriba y contempló que el cielo, ahora tenía algunos claros azules, que la lluvia había cesado y que los rayos del sol eran más luminosos. Sentía su ropa mojada, algo que hasta entonces no se había dado cuenta, sumida como estaba en sus recuerdos.

Lentamente se apoyó en el tronco para impulsarse y levantarse. Se le había dormido una pierna y unas ligeras cosquillas anunciaban que, quizás, de ahora en adelante, también tendría que lidiar con esas pequeñas molestias y con los horrorosos calambres que probablemente sufriera.

Pero... ¿Qué sería eso para lo que llegaría después? No tenía ni idea, pero por lo escuchado era un momento terrible que tendría que pasar ella sola, ya que ni siquiera amigas le quedaban en aquel lugar, después de haber faltado de allí durante tanto tiempo.

Todos sus amigos de entonces, se habían dispersado y tan sólo vivían en Connemara los padres y algún vecino de entonces. Algunos de ellos, se extrañaron cuando la vieron llegar de nuevo. Aún podía ocultar su estado, aunque no por mucho tiempo. Tampoco la importó demasiado. Tenía otras cosas más importantes de las que ocuparse. Lo primero de ello sería buscar trabajo. Pensó que allí la sería difícil ya que era un lugar de vacaciones, con pocas plazas hoteleras y pocas oportunidades para ejercer su profesión: informática. Aunque parezca que eso fuera ponerse delante de un ordenador y teclear, distaba mucho de ser verdad. Ella era una especialista muy cualificada en esa materia. Pero dudaba que en aquel lugar  importase demasiado. Y, sin embargo, el haberse hecho programadora especializada, es lo que había sido la causa, de haber llegado a Connemara de regreso.

Poco a poco iremos conociendo qué o quién condicionó todo para que eso ocurriera que, como todo en esta vida fue casual e inesperado, pero que todo lo  cambió  radicalmente.

Al llegar a este punto, sacudió la cabeza como queriendo ahuyentar el largo camino desde que salió de la universidad en  comunicaciones, hasta llegar a su actual situación. Un camino no demasiado largo, pero tampoco corto.

Ya de pie, sacudió su ropa por posible arena y poco a poco, encaminó sus pasos hasta su casa que no estaba muy lejos de allí

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1 comentario:

  1. La casualidad o simplemente el destino unió a dos personas distintas y distantes, de mundos opuestos, con barreras difíciles de saltar ¿Lo harían ellos?

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