jueves, 26 de mayo de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 6 - Una cita para charlar

 

             

                 Capítulo 6 – Cita para charlar

Se acercó lentamente hacia ella cuando ya toda cortesía estaba cumplida. Amy estaba muy nerviosa. No tenía ni idea asunto de qué venia esa petición. Seguro que deseaba despedirla. No se le ocurría otra cosa en lo que pensar. Si, había observado que, cuando daba las explicaciones durante la reunión se dirigía hacia ella con más frecuencia que el resto, pero tampoco la extrañó tanto, puesto que estaba sentada al lado de su jefe irlandés. Seguramente estaba haciendo una montaña de un grano de arena. Nunca había sido presuntuosa, ni se creía la más guapa del baile. Era popular entre sus compañeros porque llevaban mucho tiempo trabajando, era solidaria si necesitaban que les echara una mano, buena amiga y además una linda mujer. Pero ninguno de los solteros que con ella trabajaban, nunca se le habían insinuado, así que por ese lado no pensó en ninguna cita.

Seguramente no le habría caído bien. Posiblemente por el asunto del ascensor. La tomaría por una mujer atrevida, irresponsable y un ser así no lo quería en su equipo. Quizá le fuera violento decirlo delante de sus compañeros. No se le ocurría otro motivo. Estaba segura que, ese viaje idealizado a Corea del Sur, ella no lo realizaría.

   —La encuentro muy distraída. ¿En qué piensa tan absorta?

Una voz desconocida en un perfecto inglés la sacó de su ensimismamiento, haciendo que girara la cabeza en la dirección en que llegaba la voz. Ahí estaba, alto como un castillo, con ese traje carísimo impecablemente vestido. Con esos ojos especiales chispeantes de luz extraña y, una sonrisa de dientes perfectos y blanquísimos. Era un Adonis. Desde luego la idea que tenía de que todos los asiáticos eran bajitos y, algunos desdentados, esos estereotipos no se daban en este ejemplar magnífico de hombre.

   —Será una excepción—pensó para su interior.

No quitaba los ojos de encima de ese rostro tan diferente a todos los acostumbrados a tratar. Él se estaba dando cuenta de que ella, le analizaba y, sonreía beatíficamente. Se notaba que estaba acostumbrado a ser analizado.

Por momentos perdía la calma. Ella, esa mujer segura de sí misma, inteligente, capaz de haber escalado un puesto en su trabajo que raras veces lo ocupaba una mujer, se sentía intimidada por la presencia de ese enigmático hombre. Mentalmente comparó su estatura con la de él. Como mucho le llegaría al hombro o poco más si se pusiera de puntillas.

—Para qué iba a ponerme de puntillas— se dijo enfadada frunciendo ligeramente el entrecejo, no pasando desapercibido para quién tenía delante que no dejaba de sonreír.

   —Su nombre es Amy ¿Cierto?

   —Si— Dijo una indecisa Amy que cada vez entendía menos este papelón que estaban representando

   —Seguro se extraña de este aparte. Supongo que estará acostumbrada a recibir una cita semejante a esta de cualquier compañero. No se asuste, no voy a cometer con usted ninguna cosa indebida. ¡Acabamos de conocernos! Simplemente deseaba hablar sobre trabajo. El que va a desarrollar en Seúl y qué puesto ocupará en el mismo tras un pequeño examen. Tengo confianza en su curriculum, no es eso. Cuando el señor O’Donnell me hablo de sus empleados, de la confianza y seguridad que tenía en ellos y en especial en una mujer joven, innovadora y extraordinariamente inteligente en su trabajo, me dejó altamente impactado. Pensé que no era oficio para una mujer y que esos casos de capacidad solían darse únicamente en hombres. Por eso al conocerla, deseaba hacerlo más profundamente. No para examinarla, ni mucho menos, sino que una mujer tan especial como me la habían pintado, sería una exquisita compañera de mesa para charlar mientras cenamos ambos, sin tanto protocolo. Vamos a trabajar frecuentemente codo con codo y deseo conocer bien a mis empleados. A ver, no es mi empleada directamente, al menos no lo es en su totalidad, pero aprecio la parte que me corresponde, aunque sea muy pequeña, tanto como el dedo meñique.

Amy estaba totalmente desconcertada. Era la primera vez que se daba un caso semejante. Quizás fuese el sistema que tienen los coreanos para incentivar a sus empleados. Se había tranquilizado un poco, pero no del todo. Se sentía bastante tímida delante de ese hombre, correcto, guapísimo, pero sabiendo el terreno que pisaba. Tenía que decir algo, debía decir algo.

Él la miraba a los ojos insistentemente, sin duda esperando algún comentario a las palabras que la había dedicado, pero estaba tan tímida y nerviosa que se negaban a salir de su garganta. Al fin, tragó saliva y se decidió a hablar. Ella también tenía cosas que decir; la estaba intimidando y le daría una lección de seguridad y confianza en lo que ella trabajaba, aunque, en el fondo, intuía por qué se dirigía a ella en esos términos. Tenía seguridad en sí misma, en su valía y en su trabajo, pero nunca nadie, le había hablado ensalzando su inteligencia como lo estaba haciendo este extraño.  Miró a su alrededor y comprobó que todos se habían marchado. Que, en esa planta sólo quedaban ellos. ¿Estarán trabajando? Y en ese momento supo cómo cortar esa conversación, pero antes debía darle una respuesta ¿Para cuándo sería la invitación? Creía saber que retornaba a Seúl de forma inmediata entonces ¿sería para esta misma noche, o mañana? ¿Qué debía responder? No parecía correcto hacerle un desaire. Pensaría “Qué se cree esta chica ¿Qué me la quiero ligar? Muy presuntuoso por parte de ella. No, no se referiría a una cita como tal, sino a una cena de trabajo porque en definitiva era lo que había insinuado.

   —De acuerdo. Acudiré encantada. Dígame hora, día y lugar.

  —Si le parece bien esta misma noche. Cuando terminemos la jornada y, dónde, no se preocupe, yo la llevaré. Sé que es muy precipitado y que quizás tenga otro compromiso, pero es que no tengo otro día

 De repente había cambiado de tema

— Mañana saldré para mi país. Supongo que tendrá que dejar todo arreglado antes de que ustedes vayan, sobre todo documentación… en fin todos los preparativos del viaje. Por la llegada no se preocupen: iremos a recogerles y les dejaremos en el nuevo hogar que tendrán allí. Esta todo muy hilvanado. Ustedes se tendrán solamente que ocupar de lo que dejen aquí. Mi viaje a Irlanda ha sido, principalmente para conocernos y conocerlos. En lo sucesivo, tendremos una relación muy estrecha.

   —Lo entiendo, pero no sé si voy adecuadamente vestida para ello. Trabajo esta tarde y probablemente no tendré tiempo de ir a casa a cambiarme.

 Señorita Amy, irá perfectamente como está. Es usted una mujer preciosa, aunque eso ya lo sabrá porque se lo dirán constantemente.

Y esa era la guinda del pastel ¿Estaba flirteando con ella? ¿Era su forma de ser? Sabía de lo ceremoniosos que son, pero hacía pocas horas que se habían conocido y ya la estaba citando para cenar. Se lo había soltado todo de un tirón, como si temiese que ella dijera que no. Tendría que esperar a salir de dudas hasta la propia cena. Si acudían ellos dos solos, era ciertamente una cita. Seguramente estaría acostumbrado a no ser rechazado por ninguna mujer. Y no la extrañaba: era un magnífico ejemplar. Pero él, muy perspicaz supo leerla el pensamiento y a continuación de la invitación, siguió hablando.

   —Nos reunimos unas cuantas personas. Junto a mi irá el señor O’Donnell y las personas que parten próximamente a Corea y los que se quedan aquí. Pero a mí me apetecía especialmente invitarla a usted en persona. Así que no tenga miedo. ¿Se decidirá a venir?

— No tengo miedo señor…

 —   Kwan. Lee Park-Kwan. Ha sido una falta imperdonable por mi parte no haberme presentado. Le ruego me disculpe.

       No se preocupe, no tiene importancia. Ha sido todo muy precipitado. Y que le conste, no tenía miedo.

— ¿Debo entender que acepta?. Bien pasaré a recogerla a las siete ¿Le parece bien?

— Si, de acuerdo. ¿Cómo debo arreglarme?

                —Como quiera. Estoy seguro que con cualquier prenda estará preciosa

Y terminó de descolocarla. O era un conquistador nato o muy ceremonioso.

   —Este hombre tiene la virtud de dejarme noqueada siempre.

Se despidieron y cada uno de ellos partió en distintas direcciones. Ella a su puesto de trabajo. No tendría ni un minuto de respiro. En una semana partirían a Corea y debía dejar todo en orden. No tenía atrasos que la preocuparan, tan sólo instruir de lo pendiente a la persona que ocupara su puesto. Lo que la tenía nerviosa y excitada, era la invitación de tan extraño personaje. Se miró en un espejo en los lavabos y de un repaso comprobó que, efectivamente, no iba tan mal. Llevaba un vestido sencillo pero bonito. Tan sólo se maquillaría un poco, sin exagerar y, lista para acudir a esa cena no en solitario, sino junto a una multitud. ¿La hubiera gustado ser ellos dos solos? No sabría decirlo. Estaba nerviosa por él, por la presentación que había tenido, por la cena de esa noche… en fin: por todo. Se sentía como si un tropel de caballos a la carrera, fueran a arrollarla y al frente estuviera un magnífico ejemplar dirigiendo la manada. Esa impresión es la que había sacado de Lee Park Kwan.

   ¡Qué nombre tan extraño! —se dijo— He de entrar en Wikipedia e informarme bien de todas estas cuestiones. Teniendo en cuenta que voy a pasar tres meses de mi vida entre ellos… Me sentiré perdida, de eso estoy segura. ¿Por qué no pudieran ser de un lugar más cercano y menos desconocido para mí? No voy a ponerme exquisita ahora. Es una oportunidad importante para mi carrera y no voy a desperdiciarla. Es un país muy adelantado en tecnologías, por tanto, tomaré nota para aplicarlas a mi regreso.

  

RESERVADO DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora: 1996rosafermu / rosaf9494

Edición: Mayo 2022

Fotografías: Internet

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