lunes, 23 de mayo de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 4 - ¡Pare! ¡Pare!


 
                  Capítulo 4 - ¡Pare! ¡Pare!


Era lunes, el primer día de la semana, una semana de ajetreo en las oficinas. Hacía tiempo que corrían rumores por ellas que se avecinaban cambios, grandes cambios de estrategia. Ningún empleado estaba alarmado por perder su puesto de trabajo, muy al contrario: la dirección había hablado con ellos y les habían dado toda clase de explicaciones para que estuvieran tranquilos y, que lejos del cierre del negocio, tenían entre manos una ampliación con motivo de una asociación extranjera con la que intercambiarían proyectos a difundir, no solo localmente, sino a nivel mundial. Tendrían que modificar la estructura de trabajo de algunos de los departamentos, sobre todo el tecnológico, a los que en ella habían trabajado, ampliando la plantilla y, dando puestos de más relieve a los que en ella trabajaban denodadamente, por ejemplo, a los que en la actualidad permanecían en ella. Amy mantendría su puesto actual y ampliándolo con la nueva plantilla que vendría.

 

   —En breves días recibiremos la visita de una delegación de nuestros futuros socios. Junto a ella, llegarán tres personas que estudiarán y trabajarán junto a nosotros para reorganizar los departamentos, y que ambos vayamos al mismo compás y no necesitemos duplicidad ni en las secciones ni en los protocolos.

La comunicación será constante entre ambos, pero vosotros no tendréis que preocuparos nada más que de tener vuestro trabajo al día, ya que será la dirección de ambas empresas, quienes cambiarán impresiones. Como he dicho, os he anunciado que tres empleados llegarán para integrarse con vosotros en el departamento de tecnologías, avances e informática.

—Otros tres de nuestros empleados, de este departamento, se cambiarán con ellos y tendrán que viajar hasta la sede de nuestros socios. Está en el extranjero, bastante lejos, o sea que, no regresaréis a casa los fines de semana. Sólo será por tres meses en que ellos y nosotros, conoceremos el manejo de ese importante departamento con el fin de funcionar al unísono, del mismo modo, en ambas latitudes. Al cabo de ese tiempo, ellos regresarán a su casa y los nuestros volverán aquí, pero, con el sistema a cubrir en ambos lugares al mismo ritmo y con la misma precisión.

 Hizo un paréntesis, carraspeando ligeramente y prosiguió su charla e instrucciones:

   —Esa empresa está en Corea del Sur, concretamente en Seúl. Sí, ya lo sé, es muy lejos. Tanto, así como a diez mil kilómetros de distancia y con una diferencia horaria de siete horas por delante nuestra. Por eso es que es un asunto difícil y complicado que hay que encajarlo a la perfección. Pero que nadie se asuste. Son sólo tres meses. Los casados que deseen llevarse a su esposa, podrán hacerlo, corriendo la empresa con todos los gastos de alojamiento. Al igual haremos aquí con quienes vengan.

—Amy Callaghan será la jefa y responsable de esa expedición y, seguirá siendo también del departamento a su regreso a casa, pero mientras permanezca en Seúl, será una empleada más. No obstante, será la responsable si algo surgiera en nuestra delegación que se desplazará junto con ella   Creo que ya os he explicado todo. Ahora ha llegado el momento de “ruegos y preguntas”.

Todos lo tenían claro. Estaban sorprendidos por todo  lo anunciado, siendo conscientes de que dejarían de ser una pequeña empresa para convertirse en algo a nivel mundial. Asumían también el viaje a realizar. Los que no lo hicieran, daban la enhorabuena a sus compañeros; se nota en todos ellos la gran complacencia que sentían. En pocas empresas tendrían tanta consideración con sus empleados. Eran una gran familia y así se sentían.

Se miraban unos a otros, como si aún no asumieran el viaje que realizarían y que nunca imaginaron. El resto de compañeros que quedasen aquí, les daban la enhorabuena palmoteando su espalda. Las chicas saltaban de alegría como si fueran niñas sin parar de reír abrazando a Amy, dándole la enhorabuena. Sería la única mujer con dos hombres como guardianes de ella, aunque no lo necesitase. Pero no terminaba de hacerse a esa idea. Por un lado, le gustaba, pero por otro no le apetecía nada en absoluto aunque debiera  considerarlo un ascenso más que un viaje. Pero, en definitiva, sea lo que fuere, ella había sido la elegida, por tanto, debía recibirlo como un premio.

   —Amy, por Dios. Has de reaccionar: has sido elegida—se decía saliendo de ese estado de incredulidad, al que al fin reaccionó— ¿No es fantástico? Me apetece muchísimo, quizás por lo inesperado. Ni en mil años imaginaba algo así. Me lo tomaré como unas inesperadas vacaciones, aunque no sé si será fácil. Será una ocasión única.

El director llamó su atención. Aún quedaba algo más que decir:

   —El próximo lunes, llegará a Dublín la delegación coreana con su gerente y director a la cabeza. Nosotros también deseamos conocernos personalmente y, nada mejor que en una ocasión tan especial como esta. Ni qué deciros que todo esto no debe salir de estas paredes hasta que hagamos un anuncio conjunto, con el fin de evitar especulaciones en bolsa. Así que, os ruego muchachos y señoritas que, os deis un puntito en la boca y que nada trascienda.

Todos dieron su palabra de que así sería y al dispersarse, cada uno de ellos, para seguir con su trabajo, harían los comentarios pertinentes, ante la sorpresa que acababan de recibir. Ese día, al menos, trabajarían con más ímpetu y entusiasmo, porque todos esos anuncios también llevarían una gratificación para compensar la época de arduo trabajo que se les avecinaba hasta que todo estuviera listo.

En el ambiente flotaba el buen humor. Así transcurrió la semana. En la siguiente, recibirían las visitas anunciadas provenientes de Seúl. Se abriría un interrogante e impaciencia. Rogaban interiormente porque todo saliera bien.

Las chicas quedaron que el lunes marcado por la visita de los coreanos, llegarían antes a su trabajo para desayunar en la cafetería del edificio en donde estaba situada la empresa. Deseaban comentar las novedades que les aguardaban con la anunciada visita.  Aunque estuvieran impacientes tendrían que esperar a la jornada de la tarde, ya que los forasteros llegarían al iniciarse ese turno.

Tenían un gran alboroto, más por nervios que por otra cosa y hablaban todas a la vez, quizás motivado por la excitación del caso. Reían con grandes carcajadas. Ese comportamiento en ellas no era el acostumbrado, pero ese día tampoco lo era. Las horas restantes hasta cumplirse la de la cita, se harían interminables y, sin embargo, debían centrarse y repasar lo que las pedirían en presencia de esos extranjeros y, no podían fallar, por muchos nervios que tuvieran.

En una mesa contigua a ellas, había un hombre con una taza de café entre sus manos. Estaba vestido informalmente, algo que resaltaba en el ambiente de la cafetería en que todos tenían chaqueta y corbata. Llevaba un chándal de algodón color gris. Cubriendo su cabeza con una capucha del mismo color. Calzaba en deportivas blancas y, a todas luces se trataba de alguien que habría salido a correr y entró a desayunar. No era una ropa corriente; en ella se notaba una marca famosa en ese tema. Encima de la mesa había una revista The Times y, leía absorto ocultando casi enteramente su cara. Las muchachas no se dieron cuenta de ese extraño cliente. No repararon siquiera en su cara semi oculta por la indumentaria. Sin embargo, dicho personaje, no perdía ni una coma de lo que ellas hablaban y de cómo eran, cómo gesticulaban y como se reían, con una risa franca y abierta. Mientras él,  fingía estar interesado en lo que la revista contaba.

No sabría decir en qué momento de la conversación de ellas, llamó su atención una cara de esas tres muchachas, la de Amy. Seguramente por su espontaneidad, su sonrisa y por el color, algo cobrizo de su pelo. Todo ello formaba un marco ideal para una chica ideal. Se levantó y salió de la cafetería. Tenía una cita en ese mismo lugar en poco tiempo.

Las tres amigas seguían pasando el rato y, de vez en cuando miraban el reloj para que no se les pasase la hora del encuentro, del gran encuentro con sus futuros jefes

   — ¡Vamos! Se nos hace tarde. Se nos ha ido el santo al cielo y, como no nos demos prisa llegaremos tarde.

    ¡Cielos es verdad!

 Como rayos salieron dos de ellas. Amy, se quedó esperando ante la caja para abonar la consumición. Miraba impaciente su reloj y, se movía nerviosa como si necesitara imperiosamente  acudir al baño, aunque no fuera ese el motivo que la mantenía inquieta. Cuando terminase de pagar, sus dos compañeras estarían ya en su puesto de trabajo. Sin embargo, ella que debiera dar ejemplo, estaba aún allí en una pequeña fila, aguardando su turno.

     ¡Por fin! —exclamó ante la persona que atendía la caja.

Ni siquiera esperó a que le dieran las vueltas. Salió corriendo como una exhalación en dirección al ascensor. Entraban las últimas personas que esperaban acceder a ello. Apretó más en su carrera, pero se temía no llegase. Comenzó a hacer aspavientos con los brazos gritando: “esperen, esperen”. Llegó cuando las puertas estaban a punto de cerrarse. Lo detuvo sus manos aferrándose a las puertas y, de esta manera pudo ocupar su puesto en él. Una voz, cercana a ella, la dijo unas palabras con señal de enfado que no comprendía:

  — No vuelva a hacer eso. Corre el riesgo de que no consiga su empreño y las puertas puedan cortarle los dedos.

Se volvió rápidamente para ver quién decía enojado esas palabras, sin duda dirigidas a ella. Se trataba de un extraño personaje al que ni siquiera se le veía la cara por permanecer con la cabeza baja. Era bastante alto y cubría su cabeza con una capucha gris y sudadera del mismo color de las que se utilizaban para hacer deporte. No entendía muy bien la situación que se había planteado. Tampoco era la primera vez que hacía ese gesto con el ascensor. Pero el caso es que, aunque rapando el horario, llegaría a tiempo a su puesto, puntual con la hora de entrada.

Al llegar a la planta novena, su lugar de trabajo, respiró aliviada: aún tenía un margen de dos minutos. Siguió su paso apresurado y se perdió por un pasillo que, a su vez, la conduciría a su despacho compartido, es decir en un solo lugar estaba situada la maquinaria cerebral de la sección de informática de alto nivel. Se trataba de un ordenador de gran tamaño a modo de pizarra en el que se iban reflejando las correcciones que se hicieran durante su creación, seguramente de algo nuevo. De alto nivel.

Ni siquiera volvió a recordar al misterioso hombre que la regañara en el ascensor.

Ese mismo hombre con el mismo atuendo caminaba por los pasillos que dividían las secciones, tal y como si fuera invisible, ya que nadie le preguntaba quién era y a dónde iba.  Todos estaban muy ocupados preparando el bagaje de papeles que, a buen seguro les serían solicitados por su jefe en el transcurso de pocas horas.

El misterioso visitante, al cabo de un rato, decidió dar la vuelta hacia el ascensor que le llevaría a la planta baja y, por consiguiente, a la salida. A la calle. Al llegar a ella, se volvió mirando el edificio y sonrió satisfecho diciéndose para sí: “todo está en orden. Son buena gente”.  Posó su mano sobre la cabeza, despejándole de la capucha.

Era alguien alto, bastante alto, de piel algo amarillenta, cabello negro y abundante y de rasgos almendrados en sus ojos. A todas luces se trataba de una persona oriental. Había acertado al tomar esta iniciativa. Lo que iban a emprender, era de tal envergadura que todos los hilos habían de estar muy bien atados, comprobando por sí mismo si en ese centro de trabajo, tal y como le había dicho su gerente, existía honestidad, camaradería y todos cumplían a la perfección con su labor. No lo dudaba, pero debía convencerse por sí mismo.

DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS / COPRIGHT

Autora: 1996rosafermu / rosaf9494

Fotografía: Internet

No hay comentarios:

Publicar un comentario