lunes, 30 de mayo de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 8 - ¡ Buen viaje !

 



                                                            Capítulo  8 - ¡Buen viaje!


Los primeros momentos de la cena fueron algo tensos. No se conocían y estaban los altos jefes departiendo con ellos. Pero eso sólo fue durante unos momentos, después todos se relajaron y lo cierto fue que, se había convertido en una cena de camaradas.

El colofón fue la llegada al pub. Ya no eran extraños, eran compañeros simplemente pasándolo bien. Los coreanos parecían ser de carácter alegre e integrador y no tuvieron ningún inconveniente en seguir el ritmo de los músicos que allí estaban dando palmas siguiendo el compás de la música. No podía faltar la dulce melodía de Mangas Verdes. Hasta se atrevieron a tararearla. Sus compañeros irlandeses los miraban sonrientes y un poco asombrados de que fueran tan abiertos. Les creían insondables y retraídos, pera nada más lejos de la verdad.

Abandonaron el lugar a hora avanzada, pero contentos y satisfechos por el resultado del final de la noche. Los coches alquilados, los aguardaban a la salida del pub. Tocaba despedirse. Se verían al día siguiente en el trabajo, pero el jefe superior tomaría el avión de regreso a Seúl, así que la despedida de todos fue cordial. A unos los vería al cabo de una o dos semanas, a los otros pasados tres meses.

Se desearon mutuamente mucha suerte en su nuevo tramo de vida. Una experiencia que nadie esperaba, pero que todos deseaban fuera extraordinaria. Al menos, el comienzo de camaradería había resultado excelente.

   —Señorita Amy, yo la llevaré a casa. Así se lo prometí y así lo cumpliré- dijo Kwan

   —No se preocupe. No vivo muy lejos. Llamaré a un taxi

   —Ni hablar. Le dije que me haría cargo de usted y así será

   —No soy una niña pequeña- dijo sonriendo

   —Lo sé, pero soy un hombre de palabra. La acompañaré a su casa.

 

No replicó. Se veía que tenía un fuerte y marcado dotes de mando hasta en los más pequeños momentos. Pero era exagerado. Pensó si sería igual de extremo cuando estuviese en Seúl. Allí sería diferente dado que, además de ser el jefe, también debía guardar las distancias. Pensaba que era un país más conservador o, al menos, totalmente opuesto al comportamiento que tenemos en occidente en determinados temas.  No obstante, creía que debía poner alguna objeción:

   —Señor Lee, mañana tiene que tomar un avión y le aguardan largas horas de trayecto. Yo tardo cinco minutos hasta mi casa. Se lo agradezco, pero no es necesario. No me ocurrirá nada.

   —Señorita Callaghan dije que me ocuparía de usted. No se preocupe por mi viaje, Tendré muchas horas para descansar y dormir. He pasado una noche magnífica. Deje que la disfrute hasta el final.

   —Está bien. Como guste

   —¿Qué tal si vamos andando hasta su domicilio dando un paseo? Hace una noche preciosa y no llueve

Ella rió ante la ocurrencia de él. Si, era cierto, en Irlanda llueve mucho y raramente pasa un día sin hacerlo. Levantó la cara hacia arriba para ver el cielo que estaba diáfano, sin nubes y un manto de estrellas tachonaba el firmamento.

 —Cierto. Ha tenido suerte— dijo sonriente mirándole de frente

 

Ambos se miraron sonriendo. Fue una fracción de segundo, pero en aquella mirada había algo más que complacencia por dar un corto paseo. Pero no hubo nada más. No dijeron nada más. Comenzaron a andar despacio y en silencio. Probablemente cada uno de ellos rebuscaba en su cabeza algún tema con el que iniciar una conversación. No se conocían y, por tanto, ninguno de los dos sabía nada de los gustos del otro. Fue Kwan quién rompió el silencio. Algún tema debía sacar y recurrió a una de sus pasiones: la música.

   —Me ha parecido mágico escuchar esa melodía en su ambiente, aunque no era precisamente la corte de los Tudor

   —¿A qué se refiere?

Lo que menos podía imaginar es que hacía referencia a la música que tocaban cuando llegaron al pub y que hubiera llegado hasta oriente. Tampoco tenía nada de particular. Se notaba que era un hombre culto, con exquisita formación académica y por consiguiente de gusto refinado. Ella, en cambio, no entendía mucho de música clásica. La mayoría de las veces desconocía el título o el autor de lo que escuchaba y le gustase. Pero sí tenía algunas piezas de su preferencia. Ese sería un buen tema para romper el silencio que de repente se había instalado entre ellos.

Y por él supo que efectivamente, como había sospechado, le gustaba la música clásica y que de vez en cuando acudía a escuchar algún concierto. Que su repertorio de preferencias abarcaba una extensa lista de músicos y que su conocimiento de ellos era más que importante.

    Y usted ¿Qué música prefiere?

De repente se vio sorprendida por la pregunta. Rápidamente hurgó en su memoria sus melodías preferidas, esas que siempre recuerdas porque quizá surgieran en algún momento importante de tu vida y que cuando estás melancólica consiguen arrancarte alguna lagrimilla. Esas que, al no ser tan clásicas, siempre te llegan a lo más profundo. Pero ¿cómo decirle sus preferencias después de escuchar que acude a conciertos clásicos? Se reirá de ella y vería lo poco mundana que es. Y lo cierto es que se había dedicado a estudiar y trabajar. Ella no había tenido los medios suficientes para acudir con asiduidad a algún concierto de gala, ya que eran de clase media, pero por circunstancias, estaban escasos de presupuesto. Su padre era un buen empleado, pero con sueldo algo corto. Su madre no trabajaba y, ambos debían costear la carrera de la niña, que se esforzaba para hacerlo con becas, pero, no siempre las conseguía.

Él, sin embargo, había nacido entre algodones y seguía metido en una urna de cristal. Seguramente que nada sabía de las carencias que tienen la mayoría de los mortales. No era para vanagloriarse de ello, pero tampoco tenía culpa de haber nacido donde nació.

Seguidos por el coche alquilado, lentamente formaban un grupo extraño. Hacía una noche preciosa e incitaba a la conversación. Tenía interés en conocerla más ampliamente, no en vano iba a ocuparse de un departamento clave en su negocio. Deseaba comprobar de primera mano si era tan inteligente y avispada como le habían informado. Pero en esos momentos lo que menos deseaba eran cosas de los negocios. Le agradaba a nivel personal. Le había gustado desde el primer golpe de vista.

Lo que más apreciaba de ella, era su sencillez. No era una persona afectada por aparentar algo que no era. Y no sólo su forma de ser, sino su belleza natural. Y ese perfume que usaba, tan sutil, tan envolvente. Nunca le había pasado con ninguna otra mujer. Esa atracción que sentía por ella no era normal. Hasta a él mismo le asustaba un poco. No quería involucrarse en amoríos fugaces, máxime si iba a trabajar bajo su mando. Procuraba que nada de su vida particular, salpicase la oficial. Eran dos mundos distantes y distintos. Lo que solía decir siempre para justificarse: que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha.

En cierto modo le disgustaba la conexión que tenía con ella. No era normal. Tan rápida, tan a primera vista. No era un novato en temas amorosos y se extrañaba de la situación que tenía referente a Amy porque nunca había sentido algo semejante.

Respiró algo aliviado al pensar que al día siguiente a esas horas estaría ya en casa o a punto de llegar. Pasaría una semana o quizás más hasta que ella volara hacia Corea. Confiaba y deseaba que cuando eso ocurriera se le hubiera pasado lo que ahora sentía.

La tenía a su lado, y hablaba, pero inmerso en sus pensamientos no había prestado atención a lo que ella decía. Simplemente cuando la tenía cerca se dispersaba. No lo entendía. No sabía el porqué ¿sería síntoma de algo más?

   —¡Ni hablar! —dijo en voz alta y algo airada. No se había dado cuenta de que ella estaba a su lado, que hablaba no sabía de qué y que él había dicho algo parecido a un rechazo frontal que probablemente no viniera a cuento

    ¿Cómo dice? —. Ella detuvo su narración y su paso, extrañada de la exclamación de él

    Perdone se me ha venido a la cabeza algo que he recordado referente a una llamada de teléfono que recibí esta tarde de mi madre. Lo había olvidado por completo. Ruego me disculpe, pero debió pronunciar algo que me lo recordó de repente. Discúlpeme.

    No se preocupe. Le decía que ya habíamos llegado a mi casa. Creí que se había enfadado por la forma en que ha reaccionado.

    —¿Tan pronto? — respondió Kwan

    Si, señor. Tan pronto. Le dije que estaba cerca.

 Hizo una seña al chófer para que esperase allí, y la acompañó hasta su puerta. Allí se despidió cortésmente:

   —Bueno, pues será hasta dentro de unos días

   —Le deseo que lleve un buen vuelo y aproveche a descansar todo cuanto pueda. Me he alegrado conocerle.

   —Gracias Amy. Hasta cuando volvamos a vernos. Cuídese. Si surgiera algo inesperado, contacte inmediatamente conmigo. ¿De acuerdo?

— Si señor Lee Park, así lo haré

   —De todas formas, estaremos en contacto. Les daremos instrucciones a la llegada a Corea. Que tenga buenas noches

   —Igualmente, señor. Buen viaje.

Fue una despedida muy ceremoniosa. Diferente a la charla que habían mantenido mientras paseaban. Amy se preguntaba en qué pensaba cuando soltó esa frase un poco airada. Claramente se había dado cuenta de que no prestaba ninguna atención a lo que ella hablaba, pero no creyó en absoluto la excusa que la había dado. ¿Qué tendrá dentro de su cabeza? Un hombre tan inteligente no era de extrañar que pudiera mantener una conversación y, al mismo tiempo pensar en otras cosas a la vez. En fin. Mejor sería no pensar más en ello.

RESERVADO DERECHOS DE AUTOR / COPY RIGHT

Autora: 1996rosafermu / rosaf9494

Fotografia: internet


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