martes, 24 de mayo de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 5 - La delegación

                                                       



Capítulo  5 - La delegación

La tarde sería la primera ocasión en que fueran presentados a sus otros nuevos jefes quienes formaban ese departamento. Aunque normalmente vestían de forma informal, la inmensa mayoría de ellos, pensaron que sería adecuado guardar algo más de etiqueta; al menos traje y corbata. Por ese día dejarían a un lado los pantalones vaqueros y el suéter que a diario llevaban.

 Aunque no quisieran darlo a entender, estaban nerviosos por conocer a la otra parte de la jefatura, máxime siendo de un lugar tan lejano, no sólo en distancia, sino en costumbres y forma de pensar. Ellos eran más cuadriculados, más tranquilos, pensaban más las cosas antes de ponerlas en práctica. Todo lo contrario a  los irlandeses. Pero sería una experiencia a descubrir tan sólo por tres meses. Todos aprenderían de todos y saldría algo positivo de ese encuentro tan inusual y extraño.

La excitación y los nervios, tampoco eran ajenos a nuestras chicas. Las tres, como si se hubieran puesto de acuerdo, revisaban sus armarios respectivos, pensando en qué sería lo más adecuado para esa reunión tan importante para su futuro.

Amy no era ajena a ello. Era como si se presentara a un examen de revalida, como si en lugar de aprobar su gestión la fueran a dar un suspenso de los que hacían época. Repasaba mentalmente su presentación del proyecto, por si acaso se lo pidieran hacer. Todo estaba controlado, todo y exacto. Todo estaba en orden dentro de su cerebro, pero había algo en lo que no había pensado y ahora lo tenía delante.

Había abierto las puertas de su armario y ahí estaban las faldas, las blusas, los suéteres y uno.  ¡Tan solo... un vestido! ¿Cómo no se había dado cuenta de ello?. Conocía por las revistas que están creando una moda especial coreana y que sus mujeres eran exigentes en seguirla. Su único vestido, era totalmente inadecuado porque, a pesar de hacer buen tiempo, era una ropa comprada para unas vacaciones veraniegas, así que fue desechado en el acto. No le quedaba más remedio que recurrir a lo clásico: una falta negra y una blusa… o mejor un suéter.

Cada prenda se la puso por encima y el espejo le devolvía la respuesta: si, no, no, si… Al final eligió una especie de chaquetita de lana de media manga con cuello abotonado en pico que marcaba ligeramente, sin estrecharla su silueta en determinada parte del cuerpo. No se la veía provocativa, pero ella no estaba conforme y pensó en una blusa. Pero tampoco estaba conforme con esa idea. Por momentos se contrariaba ella sola. Al final recurrió a la primera elección el suéter de lana de color rosa palo que la favorecía bastante.

Se maquilló ligeramente, pero con cuidado de no exagerar. No quería dar la impresión de que se estaba “decorando” sólo para los extraños, aunque entre sus compañeros, había alguno que bebía los vientos por ella. Pero hoy, la decoración no era para una vieja obra, sino para un estreno de gran gala.

La molestaba no causar buena impresión la primera vez que conocía a una persona y, las de hoy, eran muy especiales.

Se encontraban agrupados a lo largo de la gran mesa de la sala de juntas, tal y como les habían dicho que hicieran. Mientras, su jefe sería el anfitrión de sus huéspedes y sería él mismo quien les dirigiría a la reunión e hiciera las presentaciones de los distintos departamentos y de sus jefes.

Aunque trataban de disimularlo, todos, sin excepción estaban nerviosos. Sería importante causar buena impresión la primera vez que se vieran. Era un acto demasiado importante para todos, incluso para los forasteros.

Las conversaciones entre ellos eran más bien susurros, comentando con quién estaba a su lado en voz muy baja. Nuestras chicas estaban calladas, quizá por primera vez. Serias y retorciéndose las manos y furiosas, porque a alguna de ellas, motivado por los nervios, comenzaban a sudarles, algo que a la que eso le ocurría la ponía frenética.

Amy, aparentaba tranquilidad, aunque estuviera, lejos de sentirla, pero no podía demostrarlo ante sus más directos colaboradores ¿Qué clase de jefa sería si, por un acto tan pequeño, lo notaran? Tenía que mostrar, ante todo, seguridad ante los extraños, si es que en algún momento llegase el caso de mostrar los planos y explicar lo conseguido en el nuevo proyecto.

Pero al mismo tiempo tenían curiosidad, mucha curiosidad, ante esos personajes impensados y extraños, exageradamente puntuales al horario de su cita.

 Salieron de toda duda cuando, de pronto la puerta de la sala de juntas se abrió. Al frente de la delegación iba su propio jefe sobradamente conocido por todos que, se hizo a un lado para dar paso a los huéspedes y proceder a la presentación.

Uno por uno, así lo fue haciendo y, uno por uno estrecharon sus manos dedicándoles una sonrisa e inclinación de cabeza por parte coreana y sonrisa por la irlandesa.

Las chicas, de inmediato, al ver quien venía en cabeza, suponiendo que era la máxima autoridad como ya les anunciara su director, le hicieron un análisis que después, a solas comentarían.

Ya estaban a la altura de Amy que estaba sumamente nerviosa y pendiente de todos los detalles para no fallar en ninguno.

 Era muy alto, de buena planta, atlético y bien formado, la persona que se detuvo una fracción de segundo, frente a ella, haciendo un breve recorrido por toda ella, algo que la incomodó sobre manera ¿Qué se ha creído este cretino? Pensó para sí. No obstante, sostuvo la mirada que la dirigía sonriendo y estrechando su mano al tiempo que efectuaba la consabida ceremonia de la inclinación de cabeza. Y fue al levantarla cuando, de refilón, miró la cara de él. “Santo cielo qué guapo era”. Una nariz perfecta, afilada, ni muy grande ni pequeña. Unos pómulos marcados y unos ojos más bien grandes pero almendrados. Su pelo muy negro y liso. Vestía con un traje gris oscuro, hecho a medida y camisa azul, corbata del mismo color, pero más intenso. Sus manos grandes de largos dedos, retenían por un instante las de Amy. Estaba a punto de perder la compostura y nerviosa no podía apartar la mirada de su cara algo y ligeramente entre amarillenta y pálida.  Era la primera vez que tenía frente a sí a una persona de raza amarilla y, pensó que la definición de las razas que había leído en su enciclopedia de bachiller, estaba totalmente acertada y no era una forma de hablar de ellos, sino una catalogación académica.

¿Cuánto tiempo había durado su presentación? Pensaba que horas de larga que le había parecido, pero en realidad había durado a penas unos segundos, el mismo tiempo dedicado a los demás.

—¿De qué se ha reído al verme? —se repetía Amy una y otra vez. Ni por lo más remoto se imaginaba que ese elegante personaje que había tenido delante era la misma persona que uno que la abroncó en el ascensor.

A continuación, callaron las voces y se escucho el ruido al correr las sillas para sentarse en ellas. A ambas cabeceras, estaban los jefes supremos frente a frente y a cada lado de la mesa todos los componentes de los distintos departamentos, intercalándose los foráneos y los naturales del país.

Todo estaba medido y pensado para que los extranjeros se sintieran cómodos con quienes iban a colaborar con ellos codo con codo. Mejor hacerlo desde el principio. Una vez sentados y con exquisita cortesía los coreanos estrecharon la mano a los irlandeses que tenían a su lado. Los jefes, esperaban a que todos cumplieran el ritual. Amy estaba sentada a la derecha de su jefe y eso la infundía más seguridad, aunque el otro jefe de vez en cuando la dedicaba alguna que otra mirada y, eso la ponía nerviosa, pero no mucho.

   —¿Terminará por gustarme? — se repetía para sí.

La reunión fue una de tantas, tediosa y monótona, pero todos prestaban mucha atención a pesar de que las explicaciones que les estaban dando ya eran conocidas. La novedad era una cinta que habían llevado los coreanos de una panorámica de su sede en Seúl y del interior de las dependencias, en especial de aquellas que concernían directamente a los que viajarían hasta ella en el breve espacio de unos días. Todos los veían con curiosidad y admiración al mismo tiempo. Pensaban que, efectivamente eran gentes muy constantes y meticulosas. No es que ellos no lo fueran, sólo que, al no conocerlos, cada uno forma en su cabeza la imagen que se desea.

El presidente, había resultado un tipo dicharachero y simpático. Para nada envarado. No era de extrañar que hubieran hecho buenas migas ambos responsables.

La reunión se extendió en el tiempo más de lo programado y, al final de la misma todos charlaban entre sí. Entre los coreanos, había uno que hablaba en un perfecto castellano aprendido durante un intercambio de estudiantes en Méjico. Él sería el intérprete entre sus compañeros. El resto de la expedición extranjera, tenía en sus teléfonos móviles la aplicación traductora a cualquier idioma, así que tanto unos como otros, no tendrían problemas. Para eso eran los “reyes” de las nuevas tecnologías.

El jefe supremo, chapurreaba algunas palabras sueltas en español que, intercaló en el breve discurso, en inglés, que dio a su presentación.

Había llegado el momento de dar por terminada la reunión que se había extendido en el tiempo más de lo pensado debido, no solo a las dilatas explicaciones de cada departamento que habían puesto encima de la mesa, sino a la camaradería que se palpaba a lo largo del tiempo de presentación.

Al lado de una de nuestras chicas, se había sentado uno de los coreanos. Se habían entendido desde el principio. Ambos estarían en el mismo departamento así que Alyssa se ofreció para no sólo darle alguna clase de inglés, sino para mostrarle lo más relevante y extraordinario que Dublín tiene que ofrecer a los forasteros.

Era la hora de la despedida. Ambos anfitriones volvieron a situarse en la puerta para despedir a sus operarios uno a uno. Llegaba el turno de Amy. Estaba frente al coreano después de saludar a su propio jefe. Al estrechar su mano, se la retuvo un instante y la dijo bajito:

   —Espéreme a un lado. Cuando termine quiero hablar con usted.

No dijo más, ni ella tampoco. Sólo miró a su alrededor en dirección al lugar que la había indicado con la cabeza y, hacia allí se dirigió, esperando paciente a que se despidiera de su ahora amigo irlandés, colega de los negocios.

A paso ligero, se dirigió hacia Amy que, sorprendida e intrigada aguardaba paciente a que se reuniera con ella.


RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora: 1996rosafermu / rosaf9494

Edición: Mayo 2022

Fotografía: Internet

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