sábado, 20 de mayo de 2017

Los Grey - Capítulo 8 - Desacuerdo con Ana

Consultó su reloj, y comprobó que era casi la hora de almorzar. Al taxista le dió la dirección de SIP.  Se había convertido en una gran editorial bajo la batuta de Anastasia.  Siempe había presumido de tener buen ojo para elegir a sus empleados, y aunque Ana no lo era, cuando le propuso que fuera la directora, sabía que sería capaz de reflotar la empresa, como así lo hizo, y además en tiempo record. Conservó los mismos empleados, ya que ellos no estaban contaminados por Hyde.  Roach, siguió en su puesto, y todo marchaba bien, sin problemas, con buenos autores que les habían dado fama y dinero.  Ahora era una editorial solicitada por los escritores, y Grey se sentía muy orgulloso de su mujer.



Comerían juntos.  Irían a un buen restaurante, siempre, claro, que ella no tuviera alguna comida de trabajo o esperase alguna visita.  Por fin Hannah y ella tenían la agenda organizada, que en un principio les costó bastante ponerse de acuerdo, bien es verdad que Ana no estaba acostumbrada y se hacía un poco de lio.  Quería un terreno neutral para hablar sobre el cuarto rojo, que pronto sería un recuerdo, y tenía la impresión de que a su mujer no le iba a hacer ninguna gracia su desaparición.

Llamó suavemente a la puerta, después de indicar a Hannah que no la avisara: sería una sorpresa.

- ¡ Entra Hannah ! - dijo Anastasia, sin esperar la visita de su marido.  Levantó la vista del manuscrito que estaba revisando, y se sorprendió de ver a Christian allí

- ¿ Qué haces aquí, ocurre algo ? - dijo inquieta
- No, no pasa nada. No te alarmes.  He salido a solucionar algunos asuntos y como casi es la hoa de comer, he pensado que podíamos hacerlo juntos, en algún restauante.
- Christian ¿ por qué no me avisas?  Creo que tengo cita con un autor
- ¡ Claro,!  ¿ Cómo no se me había ocurrido antes?.  Demonios Ana, siempre tienes alguna cita con alguien
- Oye. Tu me hiciste directora, así que ahora no te quejes.  Además  ¿ no te ocurre a tí lo mismo ?
- Tienes razón, como siempre ¿ Es muy urgente lo del autor? Llama a Hannah y anula la cita.  Es así de sencillo
- No es tan sencillo.  Da el efecto de informalidad.  Tu nunca lo haces
- Eso no es cierto.  Recuerdo en cierta ocasión que suspendí una importante reunión, porque una chica insulsa, vestida con ropa barata y poco conjuntada, me preguntaba cosas incómodas, en lugar de hacerme una entrevista.

Anastasia rió acordándose de aquella vez en la que sus vidas cambiaron. Era cierto, podría suspenderla. Diría que lo sentía mucho pero la reunión que tenía con anterioridad se alargaría más de la cuenta


- Listo, suspendida. ¿ Te has quedado a gusto ?
- Si, ciertamente.  Tenemos que hablar de algo
-¿ Mientras comemos ?
- Exacto, mientas comemos
- Y ¿ por qué, si puede saberse?
- Siempre tan curiosa, señorita Steel
- Es que me extraña. Lo de comer, bien.  Pero hablar ... Siempre lo hacemos en casa.  Eso es lo que me extraña
-Necesito decirte algo, y mucho me temo que no estarás de acuerdo, por eso necesito un terreno neutral.
- Me estás preocupando.
- No hay porqué, pero ceo que debo decírtelo
- Está bien déjame que subraye ésto y nos vamos.  Así tomamos un aperitivo antes de comer
- ¡ Vaya, esa si que es una novedad! No sólo no hemos discutido, sino que me invitas a un aperitivo. Pagas tú
- Eso no es justo. Eres un caballeo así que te toca pagar a ti.
- ¿ Sabes ? eres una tacaña. Adorable, pero tacaña- La atrajo hacia si y la beso apasionadamente.

Fueron al restaurante de uno de los clubes a los que pertenecían. A ese le tenían especial cariño y buenos recuerdos: era su preferido.  Se sentaron en el reservado que Grey tenía y como siempre fue él quién eligió menú.  Tomarían Ana,  un Cosmopolitan y Christian un Martini blanco con ginebra.  Anastasia notaba que algo le inquietaba y no hacía más que dar rodeos. ¿ Qué sería  ? ¿Algún viaje inesperado? ¿ Algo del instituto de los chicos?  Y por un momento se le pasó por la cabeza la aparición de Elena. No lo creía, porque hacía muchos años que no sabían nada de ella, al menos es lo que le hacía notar su marido.

- Pero ¿ quién sabe ? Estaba claro que algo le tenía intranquilo- Apuró un sorbo del combinado y decidió abordar el tema.
- Está bien, Christian. ¿ Vas a decirme lo que te inquieta ? Vas a conseguir que me preocupe de verdad
- He dado orden de desmantelar el cuarto rojo - Se lo dijo de golpe, escudriñando la reacción de Anastasia.  Ella se quedó perpleja; era lo que menos podía imaginar.  Ni siquiera se le había pasado por la cabeza que eso pudiera ocurrir algún día.
-¿ Qué dices ? ¿ El cuarto rojo ? ¿ Mi cuarto rojo ? ¿ Por qué ?
- Ana, los chicos son mayores y en cualquier descuido que tengamos pueden descubrirlo.  No quiero correr riesgos. Aún son muy jóvenes


-  Pero ¿ no crees que debías haberme consultado ?
- Posiblemente si, pero esta mañana me he dado cuenta de que Phoebe se está haciendo mayor muy aprisa, y Teddy, tiene relaciones con las chicas..., además no quiero que sepan la clase de experiencias sexuales que tenemos.  No les interesa  Ni que tampoco conozcan mi pasado.
- ¿ Me lo estás diciendo en serio ?  Yo también era muy joven cuando me llevaste allí por primera vez
- Es cierto, pero no tenías la edad de Phoebe ni la de Teddy, aunque emocionalmente, quizá fueses menor que ellos
- A mi me gusta ese cuarto, y lo sabes
- Nunca te ha gustado realmente.  Íbamos porque pensabas que yo necesitaba eso.  Pero ahora no, ni antes tampoco.
- Pero ahora soy yo la que disfruto con los juegos que hacemos.  Con los aparatos que usamos.
- ¿ Me estás diciendo que necesitas ese cuarto ?  No lo creo.  Sabes muy bien que no necesito ni esa habitación, ni los artilugios que usamos. Sólo necesito ingenio.  Creo que no puedes quejarte de las cosas que se me han ocurrido sin necesidad de tener juguetes,  ni estar allí.
- No obstante debiste consultarme- le contesta Anastasia algo airada
- Ya está bien, Ana.  Nunca imaginé que fueras defensora a ultranza de eso. Y ahora, por favor, comamos en paz.
- ¿Puede decirme a quién le has encargado esa tarea?
- A una persona que conozco bien, no te preocupes por eso
- A una ex ¿ verdad ?
- Si, a una ex. La conozco hace muchos años y es formal y de confianza.  No se sabrá nada
- ¿ Sigues viéndola ?
- Naturalmente que no.  Eso se acabó y lo sabes
- ¿ Y se acordaba de ti ?
 -Si, se acordaba
- ¡ Cómo no ! ¿ Qué lugar ocupo de la lista ?
- Ana, ¿es necesario sacar todo esto a relucir? No la he visto desde que lo dejamos, y punto
- Es muy fácil para ti decir " y punto "
- Sabes que no ha vuelto a haber nadie más que tú desde que te conozco, y a ella no la he visto desde hace una eternidad. Y si te quedas tranquila, te diré que corrí con los gastos de su carrera de locutora, por ese motivo es de mi entera confianza. Y fue de las  primeras. ¿ Ya estás a gusto?
 Bien pues comamos, o vas a hacer que me arrepienta de haberte dicho nada. Yo te quiero sólo a ti, Ana, sólo te dseo a ti, y no estoy más que contigo.
- Lo siento Chistian, pero es que a veces...Me sacas de quicio
-¿ Te saco de quicio ? ¿ De verdad ? Pues más tarde veremos si eso es cierto
- ¡ Christian ! Todo lo arreglas así


- ¿ Conoces alguna forma mejor de arreglar los desacuerdos?  Porque yo no. Esta noche seguiremos esta conversación
- Creo que hemos puesto punto y final. Siempre se hace lo que tu dices
- ¿ Seguro ? Repitemelo luego
- ¿ Qué quieres decir ?

  Christian no dijo nada.  Firmó la factura y salieron, pero esta vez, el ascensor estaba repleto de gente y ellos fueron los últimos que entraron. Ambos se miraron y sonrieron, acordándose de aquello.  La dejó en SIP, y él se dirigió a la oficina.  Al despedirse, dijo a su mujer
- No salgas tarde . Tenemos algo que hacer esta noche.

Aquella noche  Teddy iba al cine con unos amigos, y Phoebe pidió permiso para dormir en casa de  Alice, su mejor amiga.  Tendrían la noche para ellos solos y lo celebrarían como sólo ellos sabían hacerlo.

 Y comenzaron en la ducha, siguieron en el dormitorio, y Christian se las arregló para tener sexo marca de la casa sin necesidad de juguetes ni de cuarto rojo.  Sabía muy bien cómo contentar a su mujer y hacerla olvidar  las discusiones. No quería que acabara la noche sin una reconciliación, y la tuvieron ¡ Vaya si la tuvieron !

A la mañana siguiente, durante el desayuno, se miraban y sonreían con esa risa cómplice de algo bueno. Y Ana,  con su mirada,  le dio a entender,, que posiblemente no era necesario el cuarto rojo, que todo había estado muy bien.  Quizá más que bien.


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