viernes, 5 de mayo de 2017

Nadie hablará de mí cuando ya no esté - PRÓLOGO

Al bajar del avión en Edimburgo, los señores de Montoro buscaron un taxi y dieron al chófer la dirección del internado, en el que habría de vivir durante un año su hija Adela. Era una jovencita de dieciséis años, rebelde , independiente, e hija única. Durante el último curso en el instituto madrileño en el que se educaba,  los tutores se habían visto obligados a llamar a sus padres y ponerles al corriente de lo que estaba ocurriendo.   Había bajado su rendimiento.  ´Primero hablaron con la chica,  pero en vista de que la situación  seguía igual, se decidieron a llamarles y hablar con ellos .  Fue primero la madre, Eugenia, la que lo hizo con la chiquilla:, pero no con mejores resultados que los tutores.


La familia Montoro,  Alvaro y Eugenia,  pertenecían a la clase media alta,  bastante acomodada, tanto social como económicamente.  Alvaro había trabajado duramente hasta conseguir el puesto de director gerente de unos laboratorios farmacéuticos multinacionales, en su delegación en España.  De joven había sido un chico trabajador y estudioso , del que sus padres estaban muy orgullosos.  Entró en esos laboratorios como químico investigador, y fue escalando peldaño, tras peldaño, hasta llegar al puesto de responsabilidad que en la actualidad desempeñaba.

 Eugenia, al contrario que su marido, había terminado sus estudios y no trabajó, ya que su familia muy tradicional, conservaba la creencia que una señorita de su posición no debía hacerlo.  En una reunión entre jóvenes en casa de una amiga, conoció a Álvaro, y el flechazo fue a primera vista.  Dos años más tarde se casaban y un año después nacía Adela.  Todo totalmente normal en las familias de su status.

Adela, su única hija, era una chica rebelde de dieciseis años, que sólo pensaba en las amigas y divertirse, algo totalmente normal a su edad, pero de repente, dejó de interesarse por los estudios y sus notas bajaban incensantemente, hasta verse obligados los tutores a hablar con sus padres sobre sus resultados académicos.Y fue la madre, la que primero habló con ella:




- Si no cambias de actitud, nos veremos obligados a meterte en un colegio interna. Pero ¿ qué te pasa? Ya no eres una cria para comportarte de esa manera
- Sencillamente, mamá, no me gusta estudiar. No quiero seguir estudiando. Terminaré el bachiller y después buscaré trabajo
- ¡ Jesús bendito ¡… ¡ Qué sarta de disparates dices ¡  Terminarás el bachiller,  el Cou y después irás a la universidad. No hay más que hablar. Y da gracias que tu padre no conoce tu forma de pensar, porque de lo contrario, puedo asegurarte que terminarías este curso en cualquier lugar del extranjero..., en algún colegio . Allí te meterán en cintura.  Tienes demasiada libertad.  Yo te he dado demasiada libertad
- Pero eso no es justo. Vais a  hacerme estudiar algo que no me gusta
- ¿ Puedo saber qué es lo que te gusta ?
- No lo sé, mamá, por eso es que no quiero seguir. Sería una pérdida de tiempo y de dinero
- Tú no te preocupes, por eso. Encárgate de estudiar. Ese es tu trabajo y tu obligación.  No sé de qué te quejas. Entras y sales cada vez que te viene en gana, gastas en meriendas con tus amigas y te compramos todos los caprichos que deseas
. -¡ Ay, mamá ¡ no entiendes nada
- No tendrás alguna amiga que te esté llenando la cabeza a pájaros ¿ verdad ?
- Nooo. ¡ Qué cosas dices ¡  Tengo mi propia personalidad. No necesito que alguien  influya en mis decisiones
- Bueno, hemos terminado. Porque esta conversación no nos lleva a ninguna parte. Eres tozuda y no te vienes a razones. He dicho que tienes que estudiar, y tienes que estudiar. Vas hacer que me vea obligada a hablar con tu padre.  Te doy de plazo hasta la próxima evaluación. Si persistes en tus extrañas ideas, atente a las consecuencias.

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