domingo, 22 de agosto de 2021

Eros - Capítulo 2 - A la luz del día

 Se metió en la cama rápidamente, aunque pensaba que no pegaría ojo en toda la noche. Había sido demasiado confiada al dar crédito a la explicación de ese absurdo personaje que argumentaba ser el dueño de todo. Miró su reloj en el móvil dudando de si debía llamar al administrador para comprobar lo sabido. Probablemente estaría durmiendo, pero ¡qué caray! ella también debía estar haciéndolo y no lo conseguía.

Además del susto sufrido, ¡aquella aparición! semi en penumbra, tan sólo con la escasa luz del móvil y el reflejo de la luna a través de las ventanas, hicieron que la figura pareciera un coloso: el Coloso de Rodas. El miedo y los nervios, impidieron reaccionar, y menos mal, porque al encender la luz pudo comprobar que era verdaderamente todo un Adonis.

Desconocía cómo era físicamente el hombre que pagaba sus nóminas y, el averiguarlo esa noche la dejó bastante perpleja. ¿Y si en verdad no era el dueño? ¿ No debería avisar a Frederick, ahora, aunque estuviese durmiendo?

Pulsó la agenda en su teléfono y apretó en donde decía "administrador". Seguro que no le iba a hacer ninguna gracia que le despertara a esa hora, pero menos se lo hacía a ella el susto pasado y la incertidumbre de que, quizás estuviera durmiendo un intruso y que ella misma lo había autorizado.

— No. Ha de saberlo ahora — se dijo

Tardaron en responder la llamada, y al otro lado se escuchó una voz somnolienta, pero fácilmente reconocible  como la de Frederick. Un hombre medio dormido que la respondía con voz indecisa, pero atestiguando lo dicho por el intruso. Respiró aliviada al comprobar que lo explicado por el adonis era cierto. A la mañana siguiente, seguramente se marcharían. Madrugaría, si es que podía conciliar el sueño lo que restaba de noche, algo que dudaba. Pero nada podía hacerse. Al fin, tras muchas vueltas en la cama consiguió dormir, pero su sueño no estaba exento de sobresaltos por lo vivido hacía pocas horas ante esa insólita visita.

No hizo falta poner el despertador. Apenas apuntaban las primeras luces cuando se despertó. Durante unos segundos puso la escucha por si le llegaba algún sonido que  indicase que no estaba sola. A pesar de echar de menos la compañía de sus compañeros, esta vez, ante la situación que se crearía a la luz del día, desearía que la tierra la tragara para no vivir otra situación violenta que sin duda la tocaría vivir.

Ahora a pleno día, examinaría detenidamente, mientras tuviera ocasión, el rostro y la pinta de su jefe, a ver si acertadamente merecía el título de "adonis". Anoche sí se lo pareció. Aunque, a lo mejor, tenía un cuerpo espectacular y un rostro como el de Quasimodo, aunque no creía. "La fachada debe corresponder a su cara", pensó:

— ¡Vamos chica! Muévete. ¿Debo prepararles el desayuno? Es muy temprano y a lo mejor son tan exquisitos que sólo toman té — pensó con retintín haciendo un gesto gracioso con la cara.

Haría huevos revueltos, bacon y tostadas y sería por cuenta de ellos si lo comían o no. No quería que la pillasen desprevenida. Claro que si no lo quisieran tendría que tirarlo o comer lo mismo durante dos o tres días. En fin ¿A qué han venido? Se hizo esa pregunta malhumorada para la que no obtendría respuesta.

Ya lo tenía todo listo y acomodado en una bandeja. Dió un último repaso y, dejó para cuando se levantaran el hacer las tostadas. Eso mismo desayunaría ella. Y en ello estaba, cuando una voz profunda, pero agradable en su sonido, la dio los buenos días.


 Ella casi se atraganta. Estaba de espaldas a la puerta pero, de reojo, vió la silueta de unos vaqueros, por los que dedujo que sería él. Por fin le conocería a la luz del día. Se echó hacia atrás en la silla, al intentar levantarse para responder, pero una mano firme sobre su hombro la impidió hacerlo:

— Buenos días. Por favor no interrumpa su desayuno. Ya interrumpí su sueño; creo que como presentación es suficiente.

Entonces sí, le miró a la cara. Efectivamente era el dios griego que le puso como mote. Era guapo de cara, sin más, y el cuerpo esbelto y bien formado como lo imaginó en la pasada noche. Estos atributos a su persona, la hicieron insegura, no sólo por ser su jefe, sino por la situación vivida anoche y...ahora.

— Desayunaré lo mismo que usted. Tiene una pinta estupenda ¿Me puedo servir?

— Reacciona, reacciona — se decía porque seguía sentada sin pronunciar palabra. Al fin dijo:

— Por supuesto. He creído que les apetecería y he hecho como para un regimiento — dijo riendo, pero sin atreverse a mirarle.

Él se dio cuenta de ello. Era un hombre de mundo que había corrido mucho y se percató de que ella no le miraba de frente, sin duda avergonzada de su presencia la noche anterior. Sonrió y siguió alabando la exquisitez de lo que estaba degustando. A ella le pareció que lo alababa por la misma razón que ella no le miraba: la situación vivida con nocturnidad y alevosía.

Además ¿De qué podía hablar con él? No le conocía y la primera vez no fue una presentación al uso y lo que es más, cada vez que le tuviera delante, siempre le vería así, como la noche pasada.. Al menos era de noche y no se podían apreciar con más detalle los...¿atributos? Tuvo que carraspear y dar un sorbo al té que permanecía intacto en su taza.

De repente se le había quitado el apetito y deseaba cuanto antes terminar ese eterno desayuno . Con la excusa de que tenía mucho trabajo por delante, recogió su servicio, lo fregó y le dio instrucciones para  que cuando se levantara la amiga pudiera hacerlo. Todo lo tenía muy fácil:

— Lamento tener que volver al trabajo. Voy muy justa de tiempo. En el microondas dejo los huevos y el bacon. La tostadora y el pan juntos, uno al lado de la otra. Sólo tendrán que hacer las tostadas y el té. Creo que serán capaces de hacerlo.

—Hasta ahí llegó la educación que recibí. No se preocupe, creo que sabremos tostar el pan y hacernos un té— respondió con sorna y sonriendo de medio lado.

¿Se estaba burlando de ella? No era la primera vez que se diera el caso de alguna inutilidad  en la persona de alguien que se había educado en los mejores colegios, se había licenciado en algo y, sin embargo no sabía cómo freír un huevo, por ejemplo, aunque esto también tiene su ciencia ¿ Se creía acaso superior a todo el mundo? Ciertamente superior a ella lo era. No en el aspecto intelectual, puesto que tenía un coeficiente lo suficientemente alto como para presumir de ello. Pero no económicamente. En ese apartado la sobrepasaba ampliamente.

Apurando el paso salió todo lo rápido que pudo de la cocina, dirigiéndose a la sala que dejó a medias el día anterior. Estaba nerviosa ¿por qué? Sin embargo él estaba ¡tan tranquilo!  Ella había pasado miedo, angustia y violencia visual. Era normal que  estuviera alterada. 

De rodillas en el suelo, iba metiendo en la caja correspondiente tras ser rotulada en grandes letras negras, el contenido, al tiempo que tachaba el objeto de la lista que portaba. Estaba totalmente metida en su trabajo; de lejos escuchó las voces de los visitantes, y la risa provocativa de la mujer. Instintivamente, sin darse cuenta, se atusó el cabello que escapaba de la coleta que se había hecho para trabajar más cómodamente. Vestía pantalones vaqueros y una camiseta de manga larga; ropa cómoda de trabajo y, como calzado había preferido unas bailarinas negras. La resultarían más cómodas para estar sentada en el suelo. Además la gustaba más ese tipo de calzado que no las aparatosas deportivas de cualquier marca, que también calzaba, pero únicamente para correr, cuando en raras ocasiones lo hacía.

Mientras tachaba de la lista o simplemente metía algo en una caja, se preguntaba cómo sería verdaderamente ese hombre que ahora estaba degustando unos huevos con  bacon en la cocina. Habitualmente  estaba acostumbrado a que le sirvieran en el comedor, en una mesa grande engalanada con algún mantel de fino hilo holandés, con cubiertos de plata, copas de cristal de Bohemia y algo más exquisito que unos simples huevos y bacon con tostadas. ¿ Qué podría desayunar a diario? Se preguntaba mientras, mecánicamente, metía en la caja los objetos seleccionados.

¿Cómo sería en su día a día? Atractivo, a la vez que arrogante. Probablemente bastante mujeriego. Simpático y egoísta a un mismo tiempo. Despilfarrador, bebedor e irresponsable,   sin tomar conciencia muy bien  de la responsabilidad a la que tendría que hacer frente de ahora en adelante. Antes de que su hermano muriera, todo lo que hacía en la vida era ir con amigos, mujeres y de fiesta en fiesta. Nada más. Sin ninguna responsabilidad. Pero ahora, probablemente  no se diera cuenta  de lo que se le venía encima y a las cosas que tendría que renunciar si quería conservar todo lo heredado.

Sabía por lo contado entre el personal de servicio de la casa, que el hermano,  Patrick, era totalmente opuesto a su hermano, máxime al casarse con Susan, una bella mujer, perteneciente como él a la alta sociedad. Recién casados prácticamente, enamorados, pero que la muerte de él, truncó su felicidad.

A Benjamín le traumatizó la muerte de su hermano mayor y de la forma en la que se produjo. No eran muy afines en carácter, pero le quería entrañablemente. A su pérdida, desató en él, aún más, las ansias por divertirse. Ponía la excusa perfecta: "morimos cuando menos se espera". Apoyaba todo cuanto podía a su cuñada. Susan era años más joven que Patrick, no demasiados, pero si los suficientes para sentirse desamparada.

Ahora, al heredar el título, había cambiado todo y tendría que hacerlo también en su forma de enfocar la vida. Ahora tenía responsabilidades. Desde muy pequeños habían sido educados  en el significado de pertenecer a un determinado apellido. A conservarlo, y a engrandecerlo, en todos los sentidos, consecuentemente. Y es a lo que se había dedicado el hijo mayor. Había sido educado como heredero, pero el destino segó su vida tempranamente.

Repasaba las hojas para comprobar lo que la faltaba y aún era mucho. Al otro extremo de la casa se escuchaban  conversaciones en tono bajo. Sacaba en conclusión que pensaban quedarse en la mansión algún tiempo y seguramente estaría programando lo qué hacer en aquel lugar tan solitario y tan alejando de la vida que a buen seguro tendrían en la capital.

La dolía un poco la cabeza y se había puesto las gafas que usaba normalmente cuando la jaqueca llamaba a la puerta. Estaba cansada y, no sólo por el trabajo, sino por la falta de sueño. Supuso que ahora, que los visitantes permanecerían en casa, ella ya no pasaría miedo por las noches y, al fin podría dormir a pierna suelta.

Tenía las piernas dobladas sobre sí misma, quizá descansando la vista de tan monótona labor, y la cabeza apoyada en ellas. No se dio cuenta de que alguien, sigilosamente se acercaba. Sus pasos habían sido amortiguados por la gruesa alfombra que llenaba el suelo de ese salón.


En la puerta se detuvo un instante, pensando, quizá, que estaba dormida. Pero no era así. Avanzó hasta donde estaba ella e inclinándose agitó suavemente su brazo para llamar la atención.

- Eh, muchachita temerosa, tome este té y descanse siquiera por unos momentos.

Ella levantó la cabeza al sentirle cerca de ella, sobresaltada y tratando de justificar el momento de descanso que había tomado:

— Lo siento. Me duele un poco la cabeza y había parado

— No se disculpe. Hasta los más inteligentes necesitan descansar

Ella sabía perfectamente a lo que se refería. Se sonrojó muy a su pesar. Benjamín se sentó a su lado estirando sus piernas. La miraba detenidamente, cuando ella alargó la mano para tomar la taza con el té que la brindaba.

— Muchas gracias. Me vendrá muy bien. Tengo la cabeza cargada. Hay noches que apenas duermo

—  ¿Y eso? ¿Por qué? ¿ Acaso no está cómoda?

— Si, si lo estoy, pero hay noches con algo de viento que se cuela por las ventanas y me desvelo.

—¿ Le queda mucho por clasificar?

— ¡ Uf ! ¡Esto no se acaba nunca !

— Ha sido una mala idea ¿No?

— No. Es mi trabajo, solo que es monótono.

— ¿Puedo ayudar en algo?

—  Desde luego que no. Ya lo terminaré pronto. Ustedes han venido a descansar y a divertirse. Ésta es mi obligación, para eso me paga.

Él se la quedó mirando nuevamente. Vista de cerca y, sin sobresaltos recorrió su rostro y comprobó que era bastante guapa. Con unos hermosos ojos azules y un precioso cabello dorado. Pasados unos cortos instantes, se levantó dejándola con su trabajo.

Sorprendida por la deferencia que había tenido con ella, y no creía fuera normal, dado el alto rango de él y el de sirvienta que era el suyo. Se había mostrado educado y simpático. Tendría que cambiar los esquemas que tenía. Una bobalicona sonrisa, iluminó su cara prosiguiendo con su tarea, aunque ahora lo hacía mecánicamente, acaso saboreando los segundos que permanecieron en un mismo plano.

Uno a uno, pasaba por sus manos cada objeto que iba guardando en la caja rotulada: "porcelanas- salón blanco". De esta forma serían identificadas perfectamente. Evocaba con una sonrisa la inesperada visita que hizo que todo se hiciera más llevadero. No se daba cuenta, pero se detenía inconscientemente en la contemplación de cada objeto, apreciándolos en su belleza, algo que nunca había observado. Pero ahora ponía rostro y sentimientos a la persona que era la depositaria de esos recuerdos familiares, y quizá queridos por ellos.

Desconocía el valor que pudieran tener, no la importaban si eran costosos o no. Ese no era su verdadero valor, sino lo que representaron en su día para las personas que los compraron, los regalaron, o que dispusieron su ubicación en un determinado lugar. Todos esos objetos inanimados eran parte de la vida de aquellas personas que vivieron en otro tiempo. También ellos habrían tenido ilusiones, proyectos, desencantos, amores... en fin vida.

Aunque ella sabía que nunca vivirá en un lugar como esté, tampoco ambicionaba nada. Sólo encontrar el amor de su vida y un pequeño lugar en donde cobijarse y crear con él una familia. Pero para alcanzar esa meta, primero tendría que enamorarse y que la otra persona también lo estuviera de ella. Sería algo difícil, pero quién sabe ...

Entre sus manos tenía una fotografía de una mujer bellísima con un marco de porcelana. Seguramente sería alguna abuela, ya que por la vestimenta que llevaba, parecía de algo más de un siglo. Posaba seria y era bastante joven ¿ Qué se escondería detrás de esa foto? ¿Qué felicidad o drama viviría ? ¿ Sería la abuela del señor  Sutton y por eso deseaba conservarla? ¿ Pero metida en una caja? Lo suyo sería estuviera sobre una mesa o sobre la hermosa chimenea que presidía ese salón. Suspiró y lo envolvió en una hoja de papel de seda y la puso con los demás objetos. Y con ella terminaría la caja y su trabajo por ese día. Esperaba que la noche fuera más tranquila que la anterior para poder recobrar fuerzas y terminar  el trabajo dentro del plazo previsto. Sería un punto a su favor.

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