viernes, 27 de agosto de 2021

Eros - Capítulo 7 - Una rosa, es una rosa

 Al dejar su bolso dentro de un cajón de su escritorio, detuvo nuevamente  su atención en el jarroncito con la rosa. Estaba segura que fue él quién lo puso ¿Cómo debía interpretarlo? ¿Cómo pidiendo disculpas? No lo creía. Él no era de ese tipo de hombre; simplemente si tenía que hacerlo te lo soltaba a bocajarro. La cogió entre sus manos y lo acerco a su nariz, para disfrutar del aroma agridulce de la rosa, y lo bajó hasta sus labios. Ella misma se asustó de su atrevimiento, y aún sabiendo que estaba sola, miró a un lado y a otro, como si alguien la observara.

— Vuelve. Vuelve a lo tuyo —Se dijo, recordando que, cuando atendiera su papeleo, bajaría hasta la administración para tratar de ayudar a sus compañeros de no hace tanto tiempo.  Poco o nada había cambiado su situación. Se aburría tanto, se impacientaba tanto que, cuando no estaba dando paseos por la estancia, se ponía a leer. Se había traído una novela de su casa. Su jornada era de ocho horas, de las cuales, contando con los dedos de una mano, tan sólo trabajaba cuatro como mucho, y eso porque se había ofrecido para ayudar a Lissa con el beneplácito de Frederick

Esperaba que ese gesto no incomodara a su jefe, ya que, en definitiva, seguía trabajando para él. Decidió volver a su  antiguo despacho . Ya estaba en  la escalera, cuando escuchó el repiquetear del teléfono. Salió corriendo los pocos metros que la separaban de él. El corazón le latía deprisa. No era debido al esfuerzo en la carrera, sino a la regañina que a buen seguro se iba a llevar.

— ¿Qué demonios estaba haciendo que hace una hora que la llamo? ¿ Dónde estaba?

—  Perdón señor  Sutton. Estaba dirigiéndome por  un momento, al despacho de contabilidad. Ha sido solo un momento

— ¿Un momento dice? Es la tercera vez que la llamo. Venga a mi despacho de inmediato. Sin demoras. Yo trabajo ¿sabe?

¿Qué majadería significaba eso? ¡ Ella también trabajaba ! Si no la tuviera allí encerrada  quizás rendiría más, si es que era  de eso de lo que se quejaba. A pesar de saber que no tenía razón para su bronca, iba intranquila. Sabía que en cuanto la tuviera delante, le iban a caer chuzos de punta. Y era totalmente injusto. Pero él era el jefe. El amo y señor de vidas y haciendas.  Cada vez que surgía alguna discusión con él, se reafirmaba más en que tenía que marcharse. Le faltaba decisión, pero tal y como se estaban poniendo las cosas, tendría que hacerlo antes y con antes.

Cogió su cuaderno de notas, el bolígrafo y salió  a escape en dirección al despacho de su jefe. No tenía miedo a lo que la dijera. Sabía que no tendría razón. Ella no estaba estafando a nadie en su trabajo, había sido él mismo quién así lo dispusiera.  Tocó dos veces en la puerta, suavemente y, al otro lado la voz áspera de Benjamín  la respondió secamente:

— Pase

— Buenos días señor.

—- Buenos días —la respondió algo más suavemente.— Perdón si le han incomodado mis formas. Pido disculpas, pero es que presiento que hoy no va a ser mi día, así que por favor, no me contradiga en lo que voy a decirla.

— No lo deseo... Nunca. Ni ahora, ni en otras ocasiones.

— Está bien. Comencemos. Mañana hemos de asistir a un fiesta que me organiza un círculo de señores de esos que no tienen nada que hacer y sólo tienen tiempo para ir a un club a hablar de política y de alguna noticia que se produzca en ese momento. Bien. Al hacerme cargo de la herencia recibida, han creído oportuno homenajearme. No sé muy bien por qué, pero el caso es que habrá cena y presentaciones. Quiero que me acompañe.

— ¿ Yoooo? Pero si... No conozco a nadie y no pertenezco a su círculo. Sólo soy su secretaria

— ¡Claro! Y en ese concepto quiero que me acompañe. Además estaría mal acudir sin pareja. Ellos ignoran quién es mi secretaria, así que perfectamente puede pasar por una compañera de turno

— ¡ Se ha vuelto loco ! No soy un parche para nadie, por muy lord que sea y por mucho dinero que tenga. No señor, no iré. Seguro que será fuera de mi horario laboral, así que no tengo obligación de hacerlo.

— ¿Y si se lo pidiera como un favor personal?

Ella se quedó mirándole pensativamente y sin saber qué decir. Mascullaba interiormente que para ella no era ningún sacrificio, pero no deseaba pasar por ese trámite, porque cada paso que daba era para hundirla más en la miseria. Ella sola sabía lo que estaba ocurriendo en su vida, cada vez más acelerada por el carácter de este hombre que había puesto su mundo patas arriba. ¿Cómo decirle que la estaba haciendo polvo en sus sentimientos?

Por unos instantes, que parecieron eternos, ambos se miraban fijamente a los ojos. Él como suplicándola que aceptara y, ella rechazándolo y aceptándolo a un tiempo. ¿Por qué la pasaban estas cosas? Ella tenía una vida tranquila y reposada, en la que nunca ocurría nada. Y de repente, todo se había complicado desde que le había conocido.

Quizá que para esas fechas, de no haberle conocido, podría haber  tenido un novio normal, con un trabajo normal, con un futuro normal. Pero, apareció él en su vida trastocando todo. Se asombró ella misma al escuchar su voz que no reconocía como propia:

— Está bien, le acompañaré. Pero... No, no puedo. He recordado algo— dijo asustada.

— ¿Cuán importante es  que no lo recordaba? ¿Se está quedando conmigo? Si lo rechaza dígalo abiertamente. Todavía no me he comido a nadie.

—No, no es eso...No tengo ropa apropiada para ese evento. Nunca he tenido necesidad de verme en una circunstancia como esta.

— ¿Es ese el problema? ¿ No es que le repele acompañarme?

— ¡ No, claro que no! No trabajaría para usted si así fuera. Aunque me lo estoy pensando — Calló  este último pensamiento.

—¡ Acabáramos ! Si ese es el problema lo solucionamos rápidamente.

Arrancó una hojita del calendario que tenía sobre su mesa y, se puso a escribir frenéticamente.

— Y ahora ¿Qué le ocurre? Nunca entenderé a este hombre, Va a terminar por volverme loca. — se dijo.

— Aquí tiene una dirección y un nombre por el que preguntar. Es una asesora de imagen que habitualmente ... 

Y ahí se cortó, pero no hizo falta continuar explicándose. Evelyn había entendido perfectamente que se trataba de alguien que surtía  de ropa a sus conquistas. Pero ella no era ni una conquista ni un ligue momentáneo. Dejó sus pensamientos a un lado, cuando él siguió dando instrucciones, como un militar a su ejército.

— Llámela inmediatamente que terminemos. En esta hoja he apuntado su nombre y su teléfono. Yo hablaré con ella y la explicaré lo que deseo.

— ¿Lo que usted desea? Soy yo la que ha de elegir. No soy ninguno de sus juguetes ¿sabe?

— Lo sé. Lo sé. Pero no es necesario que se ponga así. Jamás se me ocurriría tal cosa. Simplemente corre prisa porque no hay tiempo, y esta empresa lo puede hacer posible. Es así de sencillo.

— Está bien. Procuraré no dejarle en mal lugar ¿ Eso es todo? Faltaré todo el día ya que también habré de ir a la peluquería. Por cierto no me ha dicho la hora y el lugar en el que debo estar

— No se preocupe. Pasaré a recogerla a su domicilio. Habrá de estar lista a las siete de la tarde. Valoro la puntualidad, así que cuando vaya quiero que esté lista.

— No se preocupe. Así estaré

Ese día y parte del siguiente fue de una frenética actividad para ella. Menos mal que tenía a la asesora que la facilitaba mucho las cosas. Y fue ella la que eligió el vestido que luciría acorde con su fisonomía. Se lo probó por si hubiera que retocarlo y, al aparecer ante la asesora, la sonrisa de ella la indicó que estaba acorde con lo solicitado:

— Si señor. Si señor. Es perfecto 

Es todo cuanto dijo, pero en su rostro bailaba una sonrisa de satisfacción. Y lo cierto es que no parecía  la chica tímida y corriente, que había entrado por la puerta de su establecimiento después de recibir la llamada de uno de los clientes más exclusivos que tenía su firma.

Como mujer experimentada y acostumbrada a distintas situaciones, intuyó de inmediato que esa chica podía volver loco a cualquier hombre, si es que no lo hubiera hecho ya con su jefe.

En la peluquería y bajo la experta mirada de Nadine, la asesora, recortaron su cabello dándole forma, así como unos reflejos cobrizos que hacían contraste con su cabello rubio. Al día siguiente volvería al instituto de belleza para proceder a maquillarla.

Nadine no quiso perderse el resultado final. Estaba muy satisfecha con el resultado. Lo cierto era que Evelyn se prestaba para el lucimiento de la asesora. 

— Estas deslumbrante querida. Vas a volver loco a tu novio

Evelyn se echó a reír con la salida de Nadine. ¡ Qué más quisiera ella que volver loco a alguien... a su jefe, por ejemplo! Pero guardó silencio buscando en su cabeza las palabras adecuadas para la respuesta. Sólo se le ocurrió una frase muy manida que nadie creyó:

— No tengo novio

— ¿Qué no tienes novios? ¿Y a qué esperas?

Ambas se echaron a reír. Sólo ella sabía el porqué no tenía novio.

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